• Zaida Bravo pasa gran parte del día en una habitación oscura e insalubre de un barrio en Zulia

Son casi las 11:00 am en el barrio Altos de Milagro Norte de Maracaibo y el característico calor de la capital zuliana comienza a arreciar. Una calle ancha, cubierta de tierra y llena de baches con agua estancada, se extiende a lo largo de la vía y se abre paso entre las viviendas que fueron construidas en el lugar.

Los escasos vehículos que transitan por el lugar se encuentran en la calle con vecinos que evitan caminar por el espacio estrecho destinado a la acera.

El rebote de los rayos de sol hace que mantener la vista sobre el terreno sea incómodo, algo que los transeúntes deben solucionar para evitar dar un paso en falso ante las irregularidades del camino.

Láminas de metal deterioradas y trozos de rejas marcan los linderos de las viviendas. Un pedazo de zinc que simula la figura de una puerta permite el paso de los visitantes a uno de los hogares; detrás de él se levanta una casa que ha servido de refugio por 35 años a ocho familiares de apellido Bravo.

La principal vía de tránsito en el barrio Altos de Milagro Nortea, Maracaibo | Fotografía: Alejandro Bonilla

Las paredes deterioradas del exterior del lugar evidencian el paso del tiempo, luego de que la pintura blanca, que alguna vez sirvió para embellecer el espacio, se desprendiera en algunas partes para dejar ver el material que conforma su estructura.

La entrada principal del hogar permanece sellada, por lo que los Bravo deben caminar algunos metros por una ruta de tierra que les permite acceder por la puerta trasera.

Ya en el interior, el suelo de cemento pulido lleno de grietas permite dejar atrás la tierra del camino, mientras que el techo de zinc protege a los moradores de los rayos del sol marabino.

El pasillo se extiende hasta lo que alguna vez llegó a ser la puerta principal. Un agujero en la pared de la sala permite la entrada de luz solar y eventuales corrientes de aire que apenas refrescan la casa.

Una de las habitaciones, de aproximadamente tres metros cuadrados, permanece completamente sellada. Al momento de entrar al cuarto, un olor putrefacto produce un rechazo inmediato. La pestilencia de la orina y las heces se mezclan en un ambiente insalubre donde resulta difícil imaginar que una persona pueda dormir.

Las precariedades parecen aflorar con mayor intensidad: la luz tenue y amarilla de un bombillo deja ver el friso de las paredes desmoronado, la tierra en el suelo y la suciedad invadiendo cada rincón. El aire permanece estancado. La claustrofobia se empieza a sentir a los segundos de entrar al cuarto y se acentúa el calor típico de Maracaibo.

Los restos de una silla de metal es uno de los objetos que están en la habitacion de Zaida | Fotografía: Alejandro Bonilla

En el piso hay un colchón desgastado por el tiempo. Sobre él, Zaida Bravo, una mujer de 48 años de edad, pasa la mayor parte del día meciéndose de adelante hacia atrás. Aquel cuarto es el espacio donde come, duerme y hace sus necesidades fisiológicas.

“Ella siempre está desnuda en ese colchón. La vistieron porque venían a visitarla”, comenta Carolina Leal, una de las vecinas de la comunidad.

Una familia peculiar

Carolina explica que los Bravo comparten la enfermedad de Hungtinton, conocida en Venezuela como “Mal de San Vito”. La afección, que es hereditaria, se caracteriza por la degeneración de las capacidades neuronales y motoras con el paso de los años y, a pesar de contar un tratamiento en Venezuela, no tiene cura.

El caso de Zaida es el más grave de la familia. Las extremidades torcidas, el cabello alborotado y las uñas gruesas por la falta de cuidado son parte de los rasgos de la mujer, quien tiene puesto un vestido que deja ver sus brazos y piernas sumamente delgados por la desnutrición. A un lado del colchón, en el suelo, un plato vacío espera por alimento.

Zaida Bravo pasa la mayor parte del día sobre un colchón sucio | Fotografía: Alejandro Bonilla

Los Bravo realizan solo una comida al día, en el horario del almuerzo, la cual está integrada por arroz, pasta o caraotas. El consumo de proteínas es una utopía para la familia. “Le pediría ayuda a las comunidades que hay aquí, pero hay veces que nos tratan como un cero a la izquierda”, lamenta Norberto, el hermano de Zaida.

Comunicarse con los Bravo tiene sus dificultades, hablar con Zaida pareciera ser imposible. Los integrantes de la familia requieren de una medicación adecuada para tratar la enfermedad de Huntington; sin embargo, la falta de recursos impide que puedan lograr tal objetivo.

Repentinamente, las personas que se encuentran en el interior de la casa comienzan a mirarse entre sí. Aquel bombillo que apenas iluminaba el cuarto de Zaida dejó de brillar. “Se fue la luz”, confirman desde la cocina, un hecho que ya no es sorpresa para los vecinos del barrio.

Las constantes fallas eléctricas dificultan las cosas para la familia Bravo. Ana Belén, hermana de Zaida, comentó que la nevera de su vivienda dejó de funcionar por los apagones que afectaron al país en marzo, y cuyas consecuencias han enfrentado en mayor medida los habitantes del Zulia.

Ana Belén Bravo, hermana de Zaida Bravo | Fotografía: Alejandro Bonilla

El equipo que perdió Ana Belén pasó a engrosar la lista de los 25.617 electrodomésticos reportados como dañados en el transcurso del año hasta abril, una cifra anunciada por el Comité de Afectados por los Apagones.

A finales de mayo, la organización anunció que se habían reportado 23.860 fallas en todo el país en lo que va de 2019 y detalló que los estados más afectados han sido Zulia, Táchira, Mérida, Trujillo y Barinas.

“El equipo de ventilación que había en el cuarto de Zaida está echado a perder. Antes de los apagones eso estaba funcionando bien. Después de los apagones, se dañó”, indica Norberto.

Norberto Bravo, hermano de Zaida Bravo | Fotografía: Alejandro Bonilla

Vestido con una camisa de rayas y unos jeans azules, Norberto, de facciones fuertes y contextura gruesa, le dedica gran parte de sus días al cuidado de Zaida, quien no ha sido evaluada por un médico. “Nunca salgo porque todos los días estoy pendiente de ella”, comenta.

De igual forma, procura asegurarse de que su hermana tenga agua fresca para mantenerse hidratada; sin embargo, Ana Belén asegura que en ocasiones ha tenido que tomar medidas cuando Zaida se deshidrata.

“Le compro una pastillita en la tienda y se la disuelvo con fresco, porque no le gusta tomarla con agua”, dice.

Ana Belén agrega que ella se encarga de la alimentación de su hermana, por lo que no puede abandonar su hogar. “Estamos mal. Preguntamos a los vecinos para ver quién tiene para poder comer”, agrega.

Son pasadas las 12:00 pm en el barrio de Maracaibo y las nubes oscurecen el paisaje. “Dijeron que se acerca una tormenta”, comenta Carolina mientras recorre la extensa vía de tierra de vuelta a su vivienda.

Pequeñas gotas comienzan a caer sobre el agua de los baches que hay en el camino. La llovizna, que se mantiene solo por unos minutos, alborota el calor y la ropa se pega al cuerpo por el sudor.

Cada día parece ser una batalla para los Bravo, quienes corren riesgo de que su enfermedad se agrave por la falta de tratamiento. Mientras tanto, siguen luchando contra su afección para cuidar a Zaida.

Las constantes fallas eléctricas, la falta de agua potable y la dificultad para adquirir comida y medicinas forman parte de la realidad de esta familia marabina, que parece haber quedado abandonada a su suerte en una de las zonas más pobres de la entidad zuliana, un claro ejemplo de lo que muchos venezolanos viven en la actualidad.

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