• Carlos Sandoval es chef y profesor de kite surfing. Abandonó el país hace 20 años pero sigue apoyando a los venezolanos que siguen sus sueños y luchan lejos de su tierra

El aroma a sal marina y el calor de los fogones emocionan a Carlos Sandoval, un venezolano que abandonó el país hace 20 años y que ahora se encuentra en Estados Unidos administrando su escuela de kite surfing a la par de su carrera como chef.

Las visitas a la playa eran recurrentes, su primer amor siempre fue el mar. Comenzó a surfear a los 9 años de edad y el recuerdo de los fines de semana de esa época están bañados por el sol, la arena, la risa de sus amigos y las horas que pasaban ola tras ola.

Durante esta época también tuvo su primer acercamiento con la cocina. Tras el divorcio de sus padres, encontró en la comida un refugio; aprendió a cocinar gracias a las indicaciones que su madre le dejaba antes de salir al trabajo. Tiempo después conoció a quien sería su padrastro, un italiano de gran familia culinaria con quienes aprendió sobre “buena sazón”.

“Era un niño, pero empecé a observar cómo se hacían esas recetas deliciosas. Después, en mi adolescencia, yo era el encargado de la cocina cuando viajaba con mis amigos a la playa, era el único que sabía cocinar”, cuenta en exclusiva para El Diario.

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Cuando Sandoval llegó a Estados Unidos era muy joven y no conocía el idioma. Trabajó en las cocinas de restaurantes de todo tipo: italianos, veganos, franceses. La premura de sus primeros empleos incluso lo llevaron a desempeñarse en cadenas de comida rápida. “Me gustó la energía de la cocina”, recuerda.

Describe la labor en la cocina como una orquesta en la que todo un equipo trabaja al mismo tiempo para sacar plato tras plato y donde mayor reto es conservar la consistencia y calidad después de haber preparado cientos de recetas. El manejo de las técnicas, la mezcla de sabores y todo lo que supone la coreografía en la cocina lo atraparon por completo.

“Me empezó a apasionar el poder dominar técnicas, mezcla de sabores y distintas fusiones en un ambiente en el que hay fuego, calor y cuchillos”, explica.

Una vez que se sintió atraído por los olores y sabores quiso adentrarse en el mundo culinario, por lo que se inscribió en la escuela Le Cordon Bleu, en la ciudad de Minneapolis. Su mayor reto fue estudiar sin manejar bien el inglés, cuenta que los primeros meses fueron “fatales”, tuvo que estudiar el doble porque no entendía ni la mitad de lo que le enseñaban.

Carlos Sandoval en la cocina | Foto cortesía

“Pero pronto logré dominar el idioma y comencé a disfrutar de mi preparación como cocinero profesional. Al terminar mi carrera tuve la oportunidad de hacer mi pasantía en el hotel Ritz Carlton cinco estrellas, cinco diamantes, en Naples”, detalla con emoción.

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Luego de la presión académica y los logros alcanzados se mudó a Miami, donde pudo seguir desarrollando su otra pasión: logró fundar una escuela de kite surfing en Key Biscayne: Windaddict. En este espacio agrupó a varios jóvenes — en su mayoría venezolanos — que compartían su pasión por el deporte y la adrenalina.

Miembro y estudiante de la escuela Windaddict Miami| Foto: Windaddict Miami

“Son jóvenes que vinieron a Estados Unidos buscando una mejor vida. Son apasionados, talentosos. Me siento muy feliz de poder tenerlos en la escuela”, comenta.

El chef de 42 años de edad también cuenta que su socio José Santos, también venezolano, lo ha apoyado con el crecimiento de Windaddict, una de sus metas más grandes.

Masterchef Latino, un reto posible

A Carlos Sandoval siempre le llamó la atención la producción y el estilismo de los alimentos. Hizo cursos de producción culinaria y gracias a una amiga que trabajaba en Nickelodeon consiguió el puesto de estilista de alimentos en la serie juvenil titulada Tony, la chef. Ese fue solo el comienzo de su participación en distintas producciones, shows y realitys.

Su experiencia lo llevó a ser productor culinario senior en Masterchef Latino, uno de los programas de cocina más famosos del mundo en donde combina lo apasionante del trabajo y la presión que supone preparar hasta el más mínimo detalle para que todo funcione de forma correcta.

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“Sobre mis hombros recaen todos los aspectos culinarios del show, desde la selección de los participantes en las audiciones hasta la compra de ingredientes de alta calidad, creación del mercado, estaciones, utensilios y hasta el entrenamiento de los competidores”, detalla.

Parte del equipo de producción culinaria y estilismo de Masterchef latino | Foto cortesía

Sandoval armó un equipo de ocho profesionales que, junto a él, logran que se lleven a cabo los más de 40 retos que se realizan el programa y que tienen que enfrentar los participantes, quienes, de acuerdo con el chef venezolano, siempre se han mostrado agradecidos por el esfuerzo y la dedicación de todos.

La alegría que le da participar en las audiciones de los competidores, impartir clases y la convivencia diaria, motivan al productor culinario a seguir trabajando día tras día. Ver a los latinos siguiendo sus sueños, ávidos de aprender y llenos de valentía en una competencia en la que tienen que dejar a sus familias para dedicarse de lleno al mundo culinario, lo emociona. Sandoval también ha aprendido de ellos, de su talento.

“Creo que ellos también me toman cariño y valoran el apoyo que se les da, muchos de ellos a pesar de haber terminado el programa se han comunicado conmigo para agradecer y recordar esos momentos hermosos y de gran presión que vivimos en Masterchef Latino”, relata.

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Carlos Sandoval y algunos participantes de Masterchef latino, segunda edición | Foto cortesía

Cuando no está en el calor de la cocina, Sandoval se entregar al mar, sobre todo durante la época de viento. Casi nunca se aburre, pues siempre está de un proyecto a otro; se balancea entre sus dos pasiones. La fortuna de haber podido desarrollar profesionalmente las dos cosas que ama lo llena de agradecimiento y más motivación para seguir sumando logros a su vida.

Carlos Sandoval practicando kite surfing | Foto cortesía

Carlos Sandoval es un hombre que ama la cocina y lo apasiona el mar, respeta sus pasiones sin temerles. Sus miedos tienen que ver con sus raíces, con su terruño. El sufrimiento de su familia y de cientos de venezolanos lo abruma; la desconexión, la distancia y no volver a pisar el país que lo vio nacer son temores que de vez en cuando lo persiguen. Sin embargo, se refugia en los logros y en el apoyo de personas que como él trabajan para ser mejores cada día con la convicción de que el tiempo les permitirá regresar a esa Venezuela que tuvieron que dejar, que tanto extrañan y que están seguros volverá a ser el país de las posibilidades.

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