• La relación del venezolano con los libros se ha deteriorado por la crisis que golpea al país en los últimos años. Entre todas las necesidades que posee el individuo, el libro se transforma en un objeto innecesario, casi imperceptible entre las necesidades básicas de los ciudadanos

La lectura es un proceso que permite entender, de cierta manera, los elementos que construyen la realidad o los que transforman un nuevo espacio donde los problemas diarios pueden reducirse entre las historias de la literatura.

De hecho, muchos son los que opinan que, ante una situación cada día más complicada como la que se vive en Venezuela, es imperante resguardarse en la lectura, idea que respaldan los especialistas.

En el mes de abril de este año Venezuela fue el tercer país con mayor rango de lectura de América Latina, con 50,2% de población lectora, de acuerdo con el estudio de comportamiento lector, acceso al libro y a la lectura que desarrolló el Centro Nacional del Libro, a través del equipo de Asesoría de Goya, conformado por varios expertos pertenecientes al Laboratorio del Libro.

¿Qué están leyendo los venezolanos?

De acuerdo con el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), los temas recurrentes para el lector venezolano son la política, la historia y el estudio social.

Los procesos editoriales cada día son más reducidos y para la publicación de un libro se estudian muchos factores como el mercado, la escogencia del público y el target al que va dirigido. Con las dificultades económicas que atraviesa el país la escogencia de libros cada día es menos importante y los textos que se publican van dirigidos temas funcionales como la salud o la autoayuda, con menos tirajes para reducir las pérdidas por la hiperinflación.

En una encuesta realizada en El Diario, en la que participaron 164 personas, 38% de ellas eligió a la novela como su género favorito, 29% escogió los libros de autoayuda, otro 29% prefirió los textos políticos y 4% optó por la poesía.

En el último año los libros más vendidos en el país fueron los de la influencer y nutricionista Sascha Barboza, conocida como Sascha Fitness. Las recetas de Sascha Fitness y Los Secretos de Sascha Fitness, editados por la Editorial Planeta que tiene 30 años en Venezuela, lideraron las preferencias.

Si bien una gran cantidad de compradores no pueden darse el lujo de comprar un libro nuevo, muchos recurren a las ofertas del conocido puente de Fuerzas Armadas, en el centro de la capital venezolana, o escudriñan las redes sociales en busca de un texto a buen precio porque la adquisición del libro sigue siendo costosa; con la devaluación del bolívar el negocio del libro también se ha dolarizado: un libro puede variar entre los 3 y 10 dólares.

Los libreros también se enfrentan a varias dificultades, como lo complejo y costoso que puede resultar tener una librería física, por lo que varios han decidido comenzar a vender los ejemplares por plataformas digitales como Mercado Libre y distintas redes sociales. La estrategia de venta se basa en buscar textos, cada día más escasos en el país, entre las librerías viejas o ventas de segunda mano para revenderlos. De hecho, de acuerdo con Juan Rossi, trabajador de la Librería Alejandría, “muchos libreros de las Fuerzas Armadas tienen páginas en Instagram donde publican parte de su material”.

Si bien las dificultades económicas han trastocado la industria del libro, los venezolanos siguen buscando formas de refugiarse en la lectura, en distintas ideas esbozadas por distintos autores. “Viviendo en un país con tantos problemas es comprensible que las personas se sigan aferrando a la lectura”, explica Juan Rossi.

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Pasado dorado

En la última mitad del siglo XX el proceso editorial en Venezuela estuvo signado por la creación de Monte Ávila Editores y Biblioteca Ayacucho, dos grandes bastiones del crecimiento literario en el país. Ambos organismos se encargaron de posicionar la literatura y la crítica venezolana en los aposentos del continente. Además, realizaron una serie de ediciones y traducciones de los grandes teóricos del continente europeo.

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En 1968 inició Monte Ávila Editores, de la mano de Simón Alberto Consalvi, con la traducción de La Ilustración y la Sociedad Actual de Lucien Goldmann. Luego, la editorial se encargó de editar La Casa Verde, novela del autor peruano Mario Vargas Llosa, ganador del Premio Rómulo Gallegos. También editó la obra Día de Ceniza de Salvador Garmendia y Piedra de Mar de Francisco “Pancho” Massiani. Ambos autores, poco conocidos en el ámbito literario latinoamericano, consiguieron establecerse como símbolos de la literatura nacional.

La figura de Corcho, personaje de Piedra de Mar, fue un referente principal de la juventud venezolana. Un joven que deambula por la ciudad de Caracas, transitando por los callejones y bares de Sabana Grande, pensando en la idea de un manuscrito, de un libro donde pueda despojar los vestigios de haber dejado la universidad. Las incontables ediciones de Monte Ávila Editores transformaron a Corcho en un joven que deambula eternamente por las bibliotecas.

Entre los años 1989 y 1993 la editorial tuvo de la mano de Rafael Arráiz Lucca una expansión a través del continente, aumentando sus ediciones de 27 títulos en 1989 a 114 en 1990, 145 en 1991 y 146 en 1992, lo que provocó un aumento significativo en los ingresos.

La estrategia para conseguir la autonomía económica de la editorial sin afectar la industria nacional, ni aumentar los precios de los libros en Venezuela, fue conquistar el mercado internacional. “¿Cómo hacemos para cumplir nuestros objetivos y no ser una carga pesada más para el Estado? La única forma de lograr que los libros sean menos costosos y que se recupere la inversión es buscando otros mercados. Para mayo de 1993, cerca de 20% de nuestras ventas se concretaban en el extranjero”, explicó Arráiz Lucca.

Por su parte. Biblioteca Ayacucho, creada en 1974, impulsó el trabajo crítico en el país de la mano de Ángel Rama, reconocido teórico uruguayo, y José Ramón Medina, presidente de la editorial hasta 2001 y participante de la creación del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg).

Las antologías de Biblioteca Ayacucho se caracterizaban por la pesadez de sus prólogos y por el excelso poderío para explicar la historia latinoamericana, un resguardo en la palabra que permitió la difusión de un proceso cultural nacido en Venezuela.

Sin embargo, con el paso del tiempo estas dos grandes editoriales se vieron inmersas en el aparataje ideológico del Estado, pasaron a ser utilizadas para difundir las ideas principales del chavismo y para amparar a los escritores que se escudan detrás del régimen.

El venezolano Leroy Gutiérrez, quién formó parte de Libros El Nacional y de Magenta Ediciones, explicó en un entrevista con el periódico uruguayo La Diaria que la selección de materiales que se publican ya no están sólida.

“Parecen estar influyendo otras cosas. Se puede ver en otras acciones del gobierno. Por ejemplo, uno de los últimos ministros de Cultura era un veterinario de vocación y de profesión, y nunca había tenido ninguna participación en actividad alguna que tuviera relación con la cultura. Pero formaba parte del partido, estaba bien conectado”, comentó.

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Asimismo, la influencia de estos espacios editoriales se redujo considerablemente. En la 14va Feria del Libro de Venezuela Monte Ávila Editores presentó solamente 12 títulos, alejado del poderío de los años noventa. Estos 12 títulos, contrario a presentar nuevas voces, fueron repartidos entre reediciones de obras pasadas.

“Como ocurrió en todas las instancias materiales e imaginarias del país, con Chávez el espíritu originario de la editorial se vio afectado por el ostensible sesgo político del chavismo. Sin embargo, hay que reconocer que esa intromisión, de corte populista, produjo tirajes masivos, pero que sin el acompañamiento de un plan de lectura (aunque hubo el intento de aplicar uno) se dilapidaron en la nada”, explicó el profesor y escritor venezolano Carlos Sandoval en una entrevista para la Revista Ojo.

Los inmensos tirajes que produjo el Estado, desde la llegada de Hugo Chávez al poder, en busca de una mayor difusión de la lectura, estuvieron despojados de planes de lectura y procesos culturales, generando una cantidad de libros que no eran leídos, que morían en los sótanos de las editoriales.

Si bien las cifras producidas por el Cerlalc muestran que la población lectora en el país pareciera estar en aumento, la industria editorial cada día encuentra mayores dificultades para desarrollarse. En el año 2018 la Cámara Venezolana de Editores (Cva) informó que más de 80 librerías cerraron por el crecimiento de la crisis.

A pesar de este panorama y a la nostalgia del pasado, algunas editoriales persisten y siguen reinventándose y ofreciéndole distintas opciones a los lectores venezolanos, quienes cada día se refugian más en las palabras en medio de una crisis sin precedentes que golpea al país.

Foto: Héctor Aiom.
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