• Precios que sobrepasan el sueldo mínimo estipulado en el país impiden que gran parte de los venezolanos puedan comprar un producto que resulta indispensable para muchos

Natalia Gómez se encontraba en una panadería de Caracas achinando sus ojos para tratar de leer la lista de precios que estaba en una hoja tamaño carta detrás del mostrador. Aquel gesto la hizo entender que, posiblemente, la miopía que la ha acompañado desde su adolescencia había aumentado, por lo que la fórmula de los lentes ya no estaba funcionando.

Una cita con un oftalmólogo confirmó su sospecha. La graduación de su fórmula había aumentado al menos un punto en su ojo derecho (-5.75), mientras que en el izquierdo incrementó algunas décimas (-3.00). El récipe que le entregó la doctora con los nuevos cristales que debía tener supuso una preocupación para Gómez, quien desde un principio estuvo determinada a encontrar unos nuevos lentes que se adaptaran a su presupuesto.

Durante varias semanas, la joven venezolana recorrió distintas ópticas de la capital del país para consultar los precios de los lentes. Debía asumir el gasto de una nueva montura ante la imposibilidad de dejar durante varios días la que ya tenía para poder aprovecharla, por lo que consultó los precios de varias de ellas. La respuesta de los trabajadores no fue de su agrado.

Una simple frase fue suficiente para que Natalia descartara una de las ópticas. “Esta montura cuesta 100 dólares al cambio, chica”, comentó la empleada. La búsqueda continuó en otros lugares, donde precios variaban entre Bs 300.000 ($12,67) y Bs 3.000.000 ($126,71), dependiendo de la marca.

Por otro lado, varios de los optometristas le indicaron que al tener una fórmula tan alta en su ojo derecho, era recomendable comprar un cristal tallado para reducir el espesor del lente.

Luego de consultar en varias ópticas por el precio de dicho tipo de cristal, obtuvo montos que variaban en función de las especificaciones del producto. Unos cristales sin antirreflejo podían costar Bs 1.366.000 ($57,69), mientras que al añadirle el antirreflejo la suma podía alcanzar los y Bs 3.440.000 ($145,30).

De esta forma, el precio final de los lentes que debía comprar (montura y cristales) podía alcanzar los Bs 6.000.000 ($253,43), un monto completamente distorsionado en comparación con el sueldo mínimo en Venezuela, que se ubica en Bs 40.000.

“Te recomiendo que no preguntes tanto y compres tus lentes lo antes posible”, comentó una de las trabajadoras de una óptica al mencionar el proceso inflacionario que ha enfrentado el país en los últimos años. Con respecto a ello, el diputado a la Asamblea Nacional, Alfonso Marquina, señaló en agosto que “la inflación para el mes de julio del año 2019 alcanzó la cifra del 33,8%”.

Las especificaciones de los lentes de Natalia aumentan notoriamente el precio que tendría que pagar por ellos; sin embargo, una fórmula menor que no requiera de un cristal tallado puede costar aproximadamente 150.000 ($6,34) sin antirreflejo y Bs 490.000 ($20,70) con antireflejo, un monto que también se aleja del presupuesto de gran parte de los venezolanos.

Los precios que había recibido la motivaron a preguntar por los lentes de contacto, un producto que puede llegar a costar más de Bs 720.000 ($30,41) por caja, y que puede durar un año. Debido a que tiene una fórmula distinta en cada ojo, Natalia necesitaría comprar dos cajas, por lo que el precio que le dieron los empleados de las ópticas se duplicaría (Bs 1.440.000 — $60,82).

Caminar por las calles de Venezuela y observar a personas con las monturas de sus lentes reparadas con tirro o manifestando su dificultad para poder leer un letrero cada vez es más común, y es que comprar este producto, indispensable para muchos, se ha convertido en un reto ante la hiperinflación que atraviesa el país.

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