• El aumento de la crisis, la falta de medicamentos para pacientes psiquiátricos o neurológicos, acompañado del estigma social ante las enfermedades mentales, han marcado el fin de la vida de muchos venezolanos

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María Rodríguez decidió dejar su pequeña casa en la ciudad de Caracas y emprender el camino por las carreteras suramericanas para llegar a Lima, Perú. Durante varios días tuvo que enfrentar las calamidades de un viaje lleno de incomodidades, pero también de manos amigas que la apoyaron en su largo periplo por las vías colombianas y ecuatorianas.

María pasó más de dos semanas en un autobús sintiendo la nostalgia de la despedida, recordando los besos de su madre y padeciendo la incertidumbre ante su nuevo destino, para el que logró comprar el pasaje con lo que obtuvo luego de vender su teléfono, televisor y juego de comedor.

Un pequeño bolso en la espalda era su único acompañante en territorio inca. Su rutina consistía en recorrer las calles limeñas en busca de empleo, pero el rechazo era constante y el dinero se acababa con rapidez. La angustia y el miedo de haber tomado una decisión incorrecta la agobiaban; sin embargo, no fue su estadía en Perú la causa del dolor más grande que llegaría a sentir, sino una llamada que cambiaría el resto de su vida: su madre se había quitado la vida en su casa de Caracas.

De acuerdo con el relato de Rodríguez para El Diario, su madre había sufrido ataques epilépticos durante toda su vida, condición que nunca fue un problema de gravedad porque en años anteriores los medicamentos que requería se encontraban en cualquier farmacia del país. Las crisis depresivas, la ansiedad y los ataques esporádicos de la madre de Rodríguez eran casi inexistentes, porque nunca hubo irregularidad en su tratamiento ni en la visita al neurólogo.

El verdadero problema estalló con el avance de la crisis en el país.

A mediados del año 2017 la escasez de medicamentos neurológicos supuso un problema de vital importancia para los venezolanos. La Sociedad Venezolana de Neurología (SVN) indicó en mayo de ese año que existía una deficiencia de 90% en medicinas para pacientes con enfermedades neurológicas. Para Rodríguez, el verdadero padecimiento de su madre comenzó ese año con la falta de los medicamentos y con la aparición de los “bachaqueros” que “vendían cada caja en 30 o 40 dólares”. El esfuerzo de ella y sus hermanos se diluía porque la situación económica no les permitía comprar el fármaco que su madre requería con la regularidad necesaria.

María abandonó el país en 2018, cuando “la crisis económica se volvió insostenible y el medicamento para la epilepsia desapareció”, incluso de las manos de los “bachaqueros”.

No había manera de frenar la enfermedad de su madre y las convulsiones comenzaron a ser un problema frecuente. En el Hospital Domingo Luciani, donde fue tratada durante 16 años, no aceptaban su caso porque su neurólogo ya no estaba en Venezuela. Había tomado el mismo rumbo de otros 4.000.000 de venezolanos, según las cifras presentadas por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), para encontrar un mejor futuro en otro país.

La madre de María empezó a presentar cuadros de depresión severa al ver a sus hijos inmersos en la preocupación de reunir el dinero necesario para costear su tratamiento y al notar la decadencia paulatina de Venezuela. Es posible que la reiteración de todos estos hechos hicieran que el 11 de abril del año pasado, dice Rodríguez, su madre decidiera quitarse la vida.

María no pudo retornar a Venezuela para los ritos funerarios, ni pudo despedirse de su madre por última vez. Luego de la noticia, la situación del país siguió siendo un factor agobiante: no había dinero para el entierro. Sin embargo, entre familiares y amigos lograron darle sepultura.

Los días siguientes transcurrieron marcados por el dolor del último recuerdo de su madre y la desazón que ocasionó la decisión que había tomado. Pensaba sobre todo en Venezuela, que se encuentra sumida en una crisis que “había empujado” a su madre a una decisión irreversible.

Una silenciosa crisis invade a la sociedad venezolana

Meses después, cuando María había encontrado cierta estabilidad y pudo comenzar a trabajar en la capital peruana, recibió un mensaje de su tío a través del grupo de Whatsapp de la familia que decía “Mi hijo acaba de quitarse la vida”.

El caso fue muy parecido al de su madre. Él vivía en Mérida y sufría de epilepsia. La escasez de medicamentos en el interior del país es mucho mayor que en Caracas y no existía la posibilidad de seguir un tratamiento adecuado para sobrellevar la enfermedad. A partir de esta situación, explica María, su primo empezó a padecer un severo cuadro depresivo que lo condujo a ponerle fin a su vida.

Semanas después de la muerte de su primo, María se enteró por las redes sociales que un amigo que había emigrado a Argentina también se había quitado la vida. Ella cree que el pesar por haber dejado Venezuela y a sus familiares, aunado a la sensación de soledad al estar en un país desconocido, pudieron ser el detonante para que tomara esa decisión.

A María no le quedó otra opción que atesorar los recuerdos, tomar fuerza y seguir adelante, luchando y sobreviviendo lejos de casa.

Estos tres casos podrían ejemplificar una crisis psicológica que estaría atravesando parte de la sociedad venezolana. “Yo me quedé asombrada porque en nuestra sociedad era muy extraño conocer casos de suicidios”, aseguró María Rodríguez. El desequilibrio social, aupado por la escasez de medicinas, alimentos y la hiperinflación que dificulta la subsistencia de los venezolanos podrían ser detonantes de distintas enfermedades psicológicas.

Señales de alerta

Manuel Fariñas, psicólogo especializado en evaluación neuropsicológica, explica para El Diario que las razones para el suicidio pueden estar sujetas al contexto, a las presiones sociales, al momento histórico o a las variables orgánicas.

“Partiendo del individuo, yo destacaría la desesperanza ante lo novedoso y cambiante de nuestro momento actual. Los individuos no disponen de las suficientes herramientas para contener sus propios procesos ansiosos y melancólicos. El contexto y diversas situaciones actuales desbordan las capacidades de los individuos, y no se cuenta muchas veces con recursos psicológicos para afrontarlos”, agrega.

Año 2016 El suicidio fue la segunda causa principal de muerte en la población comprendida entre 15 y 29 años de edad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que cerca de 800.000 personas se suicidan cada año y 79% de esta cifra incluye habitantes de países con bajo poder adquisitivo y alto nivel de miseria.

Fariñas aclara que existen trastornos psicológicos y neurológicos que necesitan medicación constante para ser apaciguados, y bajo el yugo de la crisis médica en Venezuela no son atendidos con la regularidad adecuada. El especialista explica que hay dos aspectos pertinentes para desentrañar la decisión de quitarse la vida: el orgánico y el psicológico.

El aspecto orgánico está conformado por enfermedades como la epilepsia, que interrumpe el funcionamiento de las células cerebrales y necesita medicación constante; el psicológico, por otra parte, tiene que ver con las reacciones frente al contexto, como la depresión y la ansiedad. En los casos referidos por María Rodríguez estos dos factores fueron determinantes para la decisión que tomaron su madre y su primo.

Para Fariñas, el aumento de los casos de suicidios en el país pueden entenderse como un “trauma social” estimulado por la influencia que tiene el contexto de la crisis, como la hiperinflación, la ausencia de medicamentos y la dificultad para cubrir las necesidades básicas.

“Históricamente tenemos antecedentes, distractores, vanidades, conductas evasivas que no nos ayudan a identificar nuestros propios procesos psicológicos y atenderlos a tiempo. El suicidio pudiese ser el acumulado de varios procesos internos no atendidos”, agrega.

También explica que quienes cometen estos actos son personas que no poseen un grado suficiente de “contención afectiva” y que, en algunos casos, son dominados por exceso de pensamientos negativos. Fariñas resalta que “sentirse una carga y la imposibilidad para sostenerse se convierten en catalizadores de todo el sufrimiento mal canalizado”.

Asimismo, asegura que cada país cuenta con características particulares que pueden llevar al individuo a atentar contra su vida. En este sentido expone el caso de Suiza, que en Europa Central forma parte de los territorios que tienen las más altas tasas de suicidio. Fariñas asegura que en este tipo de países son el orden y la precisión los factores que alejan al sujeto de la superación y la creación de “estrategias resolutivas” para mantenerse motivado.

El doctor Jan Costa Müller, director del programa de salud mental de la ONG Cascos Azules, cuenta para El Diario que la estrategia principal para prevenir el suicidio es diagnosticar con anticipación los procesos depresivos, esquizofrénicos o bipolares que puede padecer un paciente.

Uno de los primeros pasos para diagnosticar dichas enfermedades es olvidar el estigma (social) que se tiene sobre los padecimientos mentales”, agrega.

Fenómeno social en Venezuela

Desde el año 2014 las cifras de mortalidad ofrecidas por parte de los entes oficiales dejaron de publicarse, provocando un desconocimiento en la estadística sobre los casos de suicidio.

Sin embargo, Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), asegura que actualmente Venezuela es el país con mayor cantidad de suicidios en Latinoamérica.

OMS Para la organización el suicidio representa un tipo de violencia no contra otra persona sino contra la integridad individual.

Para Briceño León, en el caso venezolano pasó de ser un problema individual para convertirse en un “fenómeno social” por el trasfondo de la creciente incidencia de estos casos en el país.

Briceño León atribuye este fenómeno a la “severa crisis” que atraviesa Venezuela, a la falta de psicofármacos y al desempleo. Asegura que ante este panorama el individuo entra en desesperación y toma la decisión de terminar con su vida. También explica que el hambre es otro factor, pues una madre o un padre no soportan ver llorar a sus hijos por falta de comida.

Antes de la llegada del chavismo al poder, explica Briceño León, el suicidio representaba la muerte de entre cuatro y cinco personas por cada 100.000 habitantes. “Pese a la bonanza petrolera, aumentó entre ocho y nueve suicidios, pero a partir de 2015 se dispararon a una media de 19 personas. La tasa se cuadriplicó durante los últimos 15 años”.

Otra dificultad que padecen los pacientes mentales en Venezuela es el deterioro y posterior cierre de los espacios para su tratamiento. Así lo pudo comprobar El Diario en la visita que hizo al Hospital Psiquiátrico de Lídice, ubicado en Caracas, cuyas instalaciones se encuentran a oscuras, esperando la luz del día para que vuelvan a iluminarse los tenebrosos pasillos del edificio. El sitio se mantiene por la voluntad de trabajo y la fiereza de las enfermeras, quienes no cuentan con ningún apoyo gubernamental y que, por propio convencimiento, se encargan de recolectar los alimentos necesarios y los insumos para atender a los pacientes.

Sin embargo, aún existen algunos espacios en los que se atienden los padecimientos psicológicos. El Hospital Dr. José María Vargas, en Caracas, recibe pacientes con crisis psicológicas, y organismos como Cecodap, enfocados en la defensa de los derechos de la niñez, brindan la atención necesaria para los infantes que padecen estos trastornos.

Asimismo, Psicólogos Sin Fronteras y otras ONG realizan jornadas asistenciales para pacientes psiquiátricos mayores.

En el año 2008 Venezuela obtuvo el reconocimiento del Guinness World Record como “el país más feliz del mundo”; sin embargo, las consecuencias de una mala gestión política que acabó en crisis económica y humanitaria le arrebató esa condición a sus habitantes, quienes día tras día se ven agobiados por la crisis y obligados a abandonar su hogar en busca de un mejor futuro, lo que indudablemente termina por afectar su salud emocional.

Psicólogos Sin Fronteras: psfvenezuela@gmail.com; Instagram y Twitter: @psfvenezuela; Facebook: Psicólogos Sin Fronteras Venezuela. Esta ONG posee una alianza con el grupo social Cesap, ubicado en la avenida Baralt Norte del centro de Caracas, donde atienden las citas concertadas a través de los números telefónicos (0424) 292.5604 y (0212) 860.3885. Las personas podrán optar por cinco citas gratuitas para tratar procesos de depresión, ansiedad, nostalgia y duelo migratorio.

También pueden comunicarse con el servicio de asistencia telefónico de la Federación de Psicólogos de Venezuela, de lunes a viernes, de 8:00 am a 12:00 m y de 2:00 pm a 5:00 pm, por el (0414) 321.9557.

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