• Atrás quedaron los días en que los niños pagaban sus meriendas con bolívares en efectivo. Ahora jóvenes de todas las edades compran en las cantinas escolares con la divisa estadounidense

Suena el timbre que anuncia el inicio del recreo. Todos los jóvenes salen de las aulas apresurados, con la sensación de tener un poco de libertad entre tantas lecciones. Algunos niños van a la cantina, revisan sus teléfonos inteligentes para conocer en cuánto está la tasa del día y determinar en cuánto les recibirán sus divisas, pues ya no pagan sus meriendas con bolívares, sino con dólares.

“Los chamos son muy pilas. A veces les digo que el dólar está a un precio y ellos me replican: ‘No está a ese precio, chequea la página para que veas’”, comenta Pedro Pérez, dueño de una cantina de un colegio caraqueño, para El Diario de Caracas.

El fenómeno, asegura, empezó a finales de 2018, cuando la escasez de efectivo se acentuó estrepitosamente.

Hasta principios del año pasado los estudiantes cancelaban, en su mayoría, con bolívares en efectivo, pero la escasez del papel moneda sumado a la hiperinflación complicó ese método de pago. Desde 2017, economistas del país habían alertado que la falta de efectivo se debía al mal manejo de la emisión de billetes del Banco Central de Venezuela (BCV).

Ahora cada vez más jóvenes son testigos de la dolarización de facto que recorre el país. De acuerdo con estimaciones de Datanálisis, más de 35% de las transacciones que se realizan en el territorio nacional se efectúan en moneda extranjera. Eso engloba el uso de dólares en físico o digital.

La hermana de Miguel González, periodista caraqueño, tiene 10 años de edad y estudia en un colegio del este de Caracas. El joven relata para El Diario que cada vez hay más niños con dólares en la escuela.

“Mi hermana dice que a algunos niños les dan, usualmente, billetes de 1 y 5 dólares. Con dos dólares pagan dos empanadas y una malta. Son chamos que tienen iPhone, por lo que ahí mismo revisan las tasas del día”, detalla González.

Niños con dólares | Foto cortesía

Los representantes de los estudiantes también resolvieron, debido a este obstáculo y en colaboración con los dueños de cantinas, hacer abonos para que los niños puedan comprar en las cantinas.

“Manejamos sistemas prepago. Los padres abonan el monto que quieran y se les va descontando. A otros niños les abrimos cuentas y sus padres pagan por transferencia”, explica Pérez.

Otra de las formas de pago que se han popularizado en la cantina de Pérez es el Zelle — el servicio de transferencia de dólares exclusivo de Estados Unidos — , que cada día es más utilizado por los venezolanos.

También se ha vuelto común ver a niños con tarjetas de débito en los pasillos escolares, haciendo uso de estos instrumentos financieros que antes estaban ausentes en los colegios. “La mayoría de los niños llevan tarjeta de débito. Ahora muchos bancos le dan esa opción a los chamos de tener su primera cuenta, para así manejar sus propios gastos”, señala el comerciante.

Desde hace al menos cinco años la banca nacional, pública y privada ha fomentado el uso de instrumentos financieros por parte de niños y adolescentes, algo que antes requería de la mayoría de edad.

El Banco Nacional de Crédito (BNC) permite abrir cuentas denominadas “Ahorros Naranjas”, que permite que jóvenes de entre 12 y 17 años tengan tarjetas de débito y que puedan consultar movimientos en línea. En Bancaribe se provee el servicio de Cuenta de Ahorro Infantil, que no requiere de monto inicial para su apertura.

En el Banco del Tesoro y en el Banco de Venezuela permiten a los menores de edad tener cuentas de ahorro y tarjetas de débito, con la finalidad de enseñar “a los niños de la Patria” a ahorrar, según se lee en las páginas web de las instituciones financieras estatales.

A la cantina de Pedro Pérez llegó también “la cultura del bodegón”. Además de las clásicas empanadas, tequeñones, maltas y jugos, ahora la oferta de productos incluye chocolates, cereales y demás golosinas importadas, cuyos precios varían al son de la imparable hiperinflación.

Foto: Cortesía

“No presento físicamente los precios de los productos importados porque pueden variar de un día a otro; sin embargo, cuando calculo los precios lo hago proyectando a cuánto pueda llegar el dólar esa semana. Como las comidas se compran en bolívares, sí público los precios, aunque los doy por Instagram y Whatsapp”, agrega Pérez.

Foto: Cortesía

Parte de esta colorida gama de productos es adquirida por los alumnos con divisas estadounidenses en efectivo. De acuerdo con Pérez, el billete de más alta denominación que ha recibido es el de 20 dólares.

La otra cara

Venezuela es un país de contrastes. Mientras en algunos liceos caraqueños hay chucherías importadas y se usa el dólar como moneda de pago, miles de niños dejan de asistir a los colegios públicos por la falta de cobertura del Programa de Alimentación Escolar (PAE) del Ministerio de Educación, que según Provea solo logra alcanzar a 60% de todo el alumnado nacional.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de 2018, 35% de los estudiantes de todo el país dejan de asistir a clases porque no pueden alimentarse en sus casas ni en los centros educativos. “Las situaciones en las cuales niños son enviados sin desayuno, y sin posibilidades de comprar meriendas en las cantinas escolares, son numerosas”, detalla un informe citado por Provea.

Foto: EFE

Cada día surgen más historias sobre estudiantes descompensados en los salones de clase por la falta de alimentación adecuada. Marie Luaces, docente y ex trabajadora de un colegio en Maracay, aseguró para El Diario que las maestras han tenido que compartir sus desayunos con los jóvenes debido a que estaban a punto de desmayarse en medio de las lecciones.

María Isabel Quirós, directora del Colegio María Inmaculada de Fe y Alegría, ubicado en Petare, describió la situación de la siguiente manera: “Nosotros en febrero de 2016 empezamos a darnos cuenta de que los niños dejaron de venir. Veíamos también que se nos desmayaban, tuvimos bastantes casos. Allí fue donde la escuela hizo un estudio a través de entrevistas personales y nos dimos cuenta que de 30 estudiantes, 10 estaban comiendo dos o menos veces al día, y esa es más o menos la estadística que hemos mantenido hasta el curso pasado (2017–2018)”.

Se trata de una brecha que se expande cada día. Mientras que en unos planteles educativos se usan dólares, Ipads y Iphones, en otros hay estudiantes cuyos padres no pueden costear ni siquiera los útiles escolares, que se han vuelto impagables.

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