• La literatura está presente en distintos aspectos del comportamiento humano, la época navideña no es la excepción. Es por ello que grandes escritores encontraron su prueba de fuego en el cuento de Navidad. Desde José Rafael Pocaterra hasta Charles Dickens, en El Diario te recomendamos seis textos ineludibles para darle otra mirada a estas fechas

Las guirnaldas comienzan a moverse entre los pasillos de cada hogar, el olor de las hallacas se cuela en el olfato y las gaitas suenan en cada rincón de Venezuela. Así es la Navidad venezolana, una época que las personas siempre han calificado como momentos de unión familiar.

Las navidades en el país se caracterizaban por los mensajes navideños que las televisoras transmitían con emoción, y por el menester de armar las hallacas en familia con el fondo musical de una gaita. Las ciudades se llenaban de luces y las noches parecían diluirse entre la algarabía de un tiempo de felicidad. Pero en los últimos años, con la crisis económica y social que padece la población, además de la alta tasa de migración que, según las cifras proporcionadas por la Agencia de Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), sobrepasa los 4.000.000 de venezolanos, la época decembrina ha cambiado y con el paso del tiempo pareciera que la emoción ha disminuido.

Los venezolanos que se encuentran en el extranjero, quizás añorando los abrazos familiares y reconociendo el rostro de sus padres a través de pequeñas pantallas, necesitan espacios para refugiar su nostalgia, y entre todos los elementos disponibles, la literatura se presenta como un medio para recordar los momentos de felicidad. El primer cuento que las madres leyeron una noche de Navidad, la novela que algún padre compartió un día de diciembre o el poema que enarbola las sonrisas de la cena de navideña se pueden convertir en un instrumento para rememorar.

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La literatura como expresión humana se encarga de utilizar los símbolos de la realidad y transformarlos a través del lenguaje en historias que rompen con el tiempo y participan de todas las generaciones. Partiendo de esto, muchos escritores ambientaron sus libros en la época decembrina.

La Navidad venezolana en la literatura

En El Diario recopilamos tres textos que permiten notar la perspectiva que tiene cada autor sobre la Navidad y las tradiciones decembrinas que se celebran en el país:

  • De cómo Panchito Mandefuá cenó con el niño Jesús

Una de las historias que se ha transmitido a través de las generaciones hasta transformarse en un ícono de la cultura venezolana es De cómo Panchito Mandefuá cenó con el niño Jesús,de José Rafael Pocaterra. La historia, aunque pudiera parecer común para la sociedad del país, permite notar los detalles de una triste navidad. Panchito Mandefuá, un niño que transita las calles de la ciudad, pidiendo un pedazo de pan y un vaso de agua, se encuentra un 24 de diciembre limpiando botas y jugando con su amigo Enrique. Al llegar la noche, con las luces de Caracas brillando en las calles, Panchito está en busca de unos pocos centavos para completar su cena navideña. Al finalizar la historia, un carro pasa a gran velocidad por la avenida y Panchito, sin notar su paso, cruza la calle y a continuación cae sobre el duro asfalto flotando como hoja. “Y así fue a cenar en el cielo, invitado por el Niño Jesús esa Nochebuena, Panchito Mandefuá…”, finaliza el cuento de Pocaterra.

Este texto generó contradicciones en la sociedad venezolana de principios del siglo XX, por el conservadurismo de los habitantes de entonces, pero Pocaterra quiso demostrar en un cuento de Navidad la realidad de los niños de la calle.

  • Elogio informal de la hallaca

Aquiles Nazoa, poeta, narrador y ensayista venezolano, presentó un poema Elogio informal de la hallaca, que hace referencia al plato de la Navidad venezolana por excelencia. El origen del plato, según los registros históricos, se remonta a la época colonial, cuando los esclavos recogían los restos de la comida de sus amos y mezclaban los ingredientes en un plato que años después sería un símbolo de la cultura culinaria venezolana.

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El poeta enuncia en los primeros versos: “Pasadme el tenedor, dadme el cuchillo,/ arrimadme aquel vaso de casquillo/ y echadme un trago en él de vino claro,/ que/ como un Pantagruel del Guarataro/ voy a comerme el alma de Caracas,/ encarnada esta vez en dos hallacas”.

El poema aborda la figura de Pantagruel — personaje literario creado por Francois Rabelais en el siglo XVI — del Guarataro que busca devorarse a Caracas, tragarse los cerros y cenar con El Ávila. Los símbolos de lo venezolano se encierran en dos hallacas que Aquiles Nazoa decide comer por el hambre del día.

  • Las uvas del tiempo

Andrés Eloy Blanco también tiene un poema que no busca tragarse a Caracas, pero que muestra otra imagen de la Navidad: la tristeza de la lejanía. En este época, cuando las familias se han dividido por la dura crisis nacional, el poema Las uvas del tiempo permite entender el dolor de la nostalgia y el pesar de la añoranza del abrazo materno. Los últimos versos escritos por Eloy Blanco expresan: “Madre, esta noche se nos muere un año;/ todos estos señores tienen su madre cerca,/ y al lado mío mi tristeza muda/ tiene el dolor de una muchacha muerta…/ Y vino toda la acidez del mundo/ a destilar sus doce gotas trémulas,/ cuando cayeron sobre mi silencio / las doce uvas de la Noche Vieja”.

El imaginario de la Navidad

Asimismo, el cuento de Navidad ha sido una temática utilizada por grandes escritores y en El Diario recopilamos tres historias que se contextualizan en la época decembrina y se han mantenido como lecturas canónicas de la cultura.

  • Un árbol de Noel y una boda

Fiodor Dostoievski, uno de los escritores más importantes de la literatura universal, escribió una historia que narra una fiesta de Navidad en la Rusia de finales del siglo XIX. La escritura de Dostoievski se caracteriza por presentar autonomía en cada voz que habla, en cada personaje que hace parte de la historia. El cuento Un árbol de Noel y una boda, publicado en 1848, presenta una historia individual — de una pareja que pretendía casarse — , que le permite al narrador recordar todos los símbolos de la fiesta navideña. Por otro lado, el autor salta de lo individual a lo histórico y en unas pocas páginas representa la fría Navidad del imperio ruso.

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El oficio de la escritura es una valiosa herramienta para desentrañar la cultura de los países y los signos de cada época.

  • Un cuento de Navidad

Charles Dickens logró presentar en su obra Un cuento de navidad la nostalgia británica por las viejas costumbres navideñas y revivió el espíritu decembrino. La historia narra las peripecias de Ebenezer Scrooge, un anciano amargado y avaro que odia todo lo que representa la Navidad, y que es visitado por tres espíritus que lo llevan a visitar distintos momentos de su vida. En ese instante, luego de la noche junto a los tres espíritus, Scrooge se transforma en un amable señor amante de la alegría navideña.

La obra de Dickens tuvo un notorio éxito en la época victoriana y se mantuvo en el tiempo como una historia fundamental de la Navidad. La obra está conformada por cinco capítulos, llamados estrofas, y ha sido representada innumerables veces en el cine y en el teatro.

  • La pequeña cerillera

Hans Christian Andersen publicó en 1845 un cuento infantil llamado La pequeña cerillera, que narra, al igual que el cuento de Pocaterra, la vida de una pequeña niña que transita las calles de una ciudad europea de finales del siglo XIX. La niña vende cerillos (fósforos) pero, al mismo tiempo, padece las frías temperaturas y la oscuridad de la noche. Necesita vender todas sus cerillos para volver a su casa, pero encendió uno para apaciguar el frío. Luego encendió otro, y poco a poco, cerillo tras cerillo, la luz se fue apagando. No había nada que la calentará y su mente se mantuvo entretenida por el brillo del último cerillo. Al día siguiente, narra Andersen, la niña estaba “¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo”.

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Este cuento también fue representado en el cine por el director de cine colombiano Víctor Gaviria, en 1998. El director antioqueño adaptó la historia a la realidad colombiana, a la jerga de los pequeños que deambulan por las calles de Medellín y caminan descalzos por el asfalto caliente en busca de un comprador de rosas o de drogas, pero el sentido de la historia se mantiene. Una noche de Navidad desde la perspectiva de la calle, de la tristeza de los niños que no pueden aspirar a una mejor vida y que mueren olvidados por la algarabía de los demás.

Cada cuento e historia sobre la época navideña se presenta como un posible análisis de la sociedad que, desde Panchito Mandefuá hasta La vendedora de cerillos, muestran problemas que entre la alegría de los adornos a veces pasan desapercibidos. Pero a la par, la literatura evoca momentos de felicidad y tranquilidad en la adversidad a través de estas historias.

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