• Esta disciplina deportiva no es la más femenina. Pero tampoco son extraños los casos de las pugilistas mujeres que han logrado notoriedad. En Venezuela, por ejemplo, en el sector El Guarataro, se encuentra Omaylin Alcalá quien ocupa el puesto número 16 del mundo en esta práctica

La “Escuela de Boxeo El Campeón, Deporte para Todos” está ubicada en el caraqueñísimo sector de Maternidad, en el centro de la ciudad. La entrevistada avisó que está atrapada en el tráfico y llegará con retraso.

La escuela tiene su sede en un pequeño galpón de desgastado piso de un cemento que alguna vez fue rojo. El techo de zinc contribuye a elevar la temperatura de la fresca pero soleada mañana. Un montón de trofeos deportivos reposan en una esquina, junto a un viejo escritorio desde donde se despachan los asuntos inmediatos, como lo concerniente a la iluminación interna: “Debo mandar a reparar ocho bombillos; ya le pedí a los alumnos una colaboración de 10 mil bolívares a cada uno”, justifica el entrenador Delmar Paisán, otrora gloria nacional del boxeo, y quien es el fundador y encargado del lugar.

Siete pugilistas de desgastadas indumentarias se ejercitan con ímpetu sobre las no menos desgastadas peras y sacos de boxeo. Corren tiempos de vacas flacas, sí, pero justamente en las épocas de crisis es cuando se forjan los temperamentos más recios. Estos jóvenes deportistas son prueba evidente: ellos pudieron haberse doblegado al hostil contexto, pero en cambio se mantienen firmes en su propósito de salir bien parados en el combate diario con la vida dura. 

(“¡10 segundos!”, dice el entrenador mientras se oyen los golpes sordos y sólidos de los puños contra las peras… “¡Tiempo!”, dice a continuación,  y el ruido de los golpes cesa, mientras se oye el resoplido de los pugilistas)

Tras el sonido de una motocicleta, aparece una joven de buen andar, desenvuelta sin exageración, ataviada con la bata propia de su disciplina y una gorra que luce hacia atrás. Saluda respetuosa a su entrenador y, luego de procurarse asiento fuera del alcance de los rebotes de lo sacos y peras, comienza la conversación con esta joven boxeadora. 

Foto: Víctor Salazar

Primer round: la pasión por el boxeo

“Mi nombre es Omaylin Alcalá y tengo 21 años de edad. Soy una chica super humilde, sencilla y dada con las personas. Me inicié en el mundo del boxeo a los 6 años gracias a la influencia de mi padre, quien practicaba la disciplina para mantenerse físicamente. De niña acompañaba a mi papá a entrenar y él me enseñaba las distintas combinaciones y desplazamientos. Luego me fue gustando más y lo quise tomar como un deporte serio, pero a mi madre no le gustaba. Ella prefería el atletismo, por lo que me inscribieron en esa disciplina, pero yo me escapaba y me iba escondida a practicar boxeo”, dice la joven oriunda de la barriada El Guarataro. 

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Posteriormente, según cuenta, la Escuela de Talento de Táchira abrió plazas para captar a ocho deportistas que practicaran atletismo. Aplicó y quedó, y allí permaneció durante dos años. Pero como toda casualidad esconde tras sí una causalidad, luego de un año de estar practicando atletismo, Omaylin sufrió una lesión en la rodilla que le obligó a redirigir su entrenamiento a otra disciplina. Por supuesto que el boxeo era la opción predilecta, y a él pudo dedicarse de lleno durante otro año. La suerte estaba echada.

Foto: Víctor Salazar

Después de la experiencia tachirense, Omaylin Alcalá participó formalmente en una pelea de boxeo en Caracas, la cual perdió. La segunda también la perdió; pero eso no la desanimó. Y como a la tercera va la vencida, según dice el refrán, con la tercera pelea empezó a mejorar su suerte. En ese momento, William González, presidente de la Asociación de Boxeo de Calle, la tomó en cuenta y le recomendó que siguiera entrenando, pues podía subir de categoría si se esforzaba. Así fue. 

En lo sucesivo ganó medalla de oro, “gracias a Dios”, dice Omailyn, y la cosecha de triunfos no ha menguado. Participó en dos juveniles, en la categoría de 60 kg, donde obtuvo dos medallas de oro. En el Festival Olímpico Juvenil ganó, igualmente, medalla de oro. Luego hicieron otro campeonato nacional para adultos, en el estado Vargas, y se ubicó entre las cuatro mejores de esa liga, razón por la que pudo entrar a la selección nacional, el primer gran reto al que se enfrentaba. 

La primera competencia internacional en la que participó la joven fue en el Campeonato Continental en Honduras, en el que obtuvo medalla de bronce. En el otro polo del mundo, en el Torneo Internacional de Rusia, realizado en la ciudad de Makhachkalá en septiembre de 2017, mejoró su desempeño y obtuvo medalla de plata. Luego se hizo un chequeo para participar en los Juegos Bolivarianos en Santa Marta, Colombia, el cual ganó.

(“¡10 segundos!”, dice el entrenador) 

Recientemente, en septiembre pasado, Omaylin Alcalá alcanzó su mayor logro a nivel internacional. En el Campeonato Mundial de Boxeo Femenino Ulan-Ude 2019, realizado en Rusia, se ubicó en el puesto 16 de las mejores boxeadoras del mundo. De esta forma, la joven pugilista subió abruptamente de ranking, que es lo más importante para su currículo. 

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Al lograr un nivel tan elevado, solo queda seguir escalando posiciones para asegurarse un lugar en la cita deportiva más importante del mundo: “Ahorita me estoy preparando para las competencias que vengan y así buscar el cupo para los Juegos Olímpicos 2020, con el favor de Dios”, dice la boxeadora, satisfecha de los logros alcanzados.

(“¡Tiempo!”, y se oye el jadeo de los jóvenes boxeadores)

Segundo round: una mujer como cualquier otra

Confiesa Omaylin que desde siempre le han gustado los deportes rudos, y que incluso, siendo una niña, se iba a los puños con frecuencia. Para drenar esa energía, practicó taekwondo y kung fu, aunque no le resultaron tan apasionantes como el boxeo. En lo que sí reconoce no ser nada buena es en los deportes de pelota. 

De niña la gente le decía que el boxeo era un deporte para niños y le llamaban “marimacho”, pero nunca les hizo caso. Su determinación y entrega era tal, que esos comentarios no le hacían mella.

Hay mujeres más rudas y otras más femeninas. Pero sobre todo hay muchos prejuicios: se ve raro que una mujer practique un deporte rudo, de combate, porque se piensa que la mujer debe ser más femenina”, dice la joven, quien no siente ningún complejo ante las críticas de género.

Y agrega: “Eso se debe al machismo de nuestra sociedad. La gente siempre cuestiona mi escogencia, pero esa fue mi decisión. Puedo parecer masculina mientras practico en el gimnasio, pero al salir soy tan mujer como cualquier otra”.

Los hombres suelen bromear al verla: “¡Cuidado, esta mujer debe pegar duro!”, le dicen, pero siempre con buen tono. Hasta ahora no le han faltado el respeto, “¡ni que me lo falten!”, advierte con altivez la pugilista. 

(“¡10 segundos!”, dice el entrenador) 

Foto: Víctor Salazar

Según su criterio, la verdadera esencia de la persona está en hacer lo que le guste. Y con ese credo asume con convicción su escogencia, que le ha granjeado un lugar en su comunidad. “Los vecinos se sienten orgullosos de que yo represente al país y deje el nombre de Venezuela en alto. Me manifiestan el deseo de que sus hijos sean como yo, que sean reconocidos, que salgan en la televisión, en el periódico. Eso me llena de mucho orgullo porque son niños que ven en mí un ejemplo de lo bueno”, dice mientras esboza una tímida sonrisa.

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(“¡Tiempo!”, y los pugilistas respiran ruidosamente)

Tercer round: el gancho izquierdo de la Venezuela de hoy

Como otros tantos millones de venezolanos, este joven talento no escapa a la aguda crisis que vive el país. Lo siente Omailyn en carne propia cuando reconoce que el problema más grave de su zona residencial es el servicio de agua. Sin embargo, asegura con displicencia femenina que son los hombres de la casa quienes se encargan de buscar el agua en un pozo cercano.

Aunque también es un asunto espinoso, la comida no representa un mayor problema para ella: su metabolismo le permite comer de todo, pues no tiende a aumentar drásticamente de peso. “Apenas un kilo y medio o dos, que bajo muy rápido con el entrenamiento, porque sudo mucho”, afirma.

Extrapolando los efectos de la crisis económica al ámbito deportivo, Alcalá opina que el boxeo ha decaído en Venezuela: “No hay muchos peleadores, ni hombres ni mujeres. Como no hay los recursos económicos, muchos estados del país no cuentan con los insumos para entrenar, y quizá por eso no se nota la misma calidad de antes en la disciplina”. 

La ayuda estatal sí llega, pero a cuentagotas y con demora. Según la experiencia de la joven, cuando ha formado parte de la selección nacional de boxeo, en el seno del Instituto Nacional del Deporte (IND), todos los gastos de alojamiento y comida han sido sufragados por el Ministerio de Juventud y Deporte. Sin embargo, cuando se trata de viajar al extranjero, el asunto es más complicado, pues hay que atravesar un largo camino burocrático. 

(“¡10 segundos!”, vocifera el entrenador) 

Aunque su hermana mayor emigró a Chile hace casi tres años, Omaylin no ha pensado en abandonar su país, porque en su familia, unida como es, la ausencia duele mucho y la separación es difícil de sobrellevar. “Con el favor de Dios, todo se acomodará más adelante. Sé que no será ahorita, pero todo se resolverá”, dice con fe. 

A propósito de su credo, la boxeadora se considera una creyente empedernida: “Creo mucho en Dios. No voy a ninguna iglesia, pero sí creo en Dios y le agradezco por todo: por un día más de vida, por los alimentos, por siempre cuidar de mí y de mi familia. Dios me escucha, porque él escucha a todo el mundo. Lo que tú le pidas, no te lo dará en el mismo momento, pero sí te lo dará cuando sea preciso”. 

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(“¡Tiempo!”, y los jóvenes boxeadores exhalan ruidosamente)

Cuarto round: el futuro inmediato

Cuando se tienen los objetivos claros, los escollos del camino suelen sortearse sin mucha dificultad. Es por ello que Omaylin Alcalá esboza con convicción su futuro inmediato: “El boxeo es mi pasión, mi desayuno, almuerzo y cena. Es lo que adoro, lo que amo, lo que me encanta hacer. Por ello, en el futuro cercano me veo participando en las Olimpiadas de Tokio 2020, obteniendo esa medalla para el país”.

Pero no todas las aspiraciones son de tipo deportivas, pues la estabilidad en el ámbito familiar también es de suma importancia. A Omaylin le gustaría estudiar fisioterapia o educación física, formar familia y tener sus propias cosas: casa y carro, según sus prioridades. También velar para que nada falte a su familia, ni a su entrenador Delmar Paisán, a quien considera un segundo padre y debe mucho de lo que es hoy. 

Foto: Víctor Salazar

(“¡10 segundos!”)

Y a los jóvenes que, como ella, quieran ir tras sus sueños, la joven de El Guarataro, avalada como está por su experiencia, recomienda: “Si les gusta un deporte, o la música, o cualquier otra disciplina por la que sientan pasión, ¡vayan tras su sueño! Sin importar qué obstáculo haya, luchen para lograr su objetivo. No se dejen llevar por las malas influencias, no caigan en el mundo de los vicios. A los 7 u 8 años de edad uno ya sabe lo que es malo y lo que es bueno, así que persigan sus sueños. No decaigan, no vayan atrás”. 

(“¡Tiempo!”)

La metamorfosis de la mariposa

En el transcurso de esta entrevista la joven boxeadora experimentó una inusual metamorfosis. 

Durante la conversación, se mostró como una mujer como cualquier otra, que no oculta su coquetería (al momento de hacer las fotos, exigió dejarse la gorra, pues estaba despeinada, dijo). Pero cuando subió al cuadrilátero, despojada de la bata color azul intenso que la enfundaba, apareció una figura que recordaba a algún semidiós: bella, fuerte, inmortal y terrible.  

No por nada Omaylin Alcalá hace suya la conseja de Mohamed Alí: “Vuelo como mariposa pero pico como abeja”. 

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