• Luego de haberse graduado en el Centro de Instrucción de Aeronáutica Civil (CIAC) en 2012 como piloto comercial, Lorllys Andrea Palacios logró convertirse en la primera mujer en ir al simulador del Embraer 190

La infancia de Lorllys Andrea estuvo rodeada de aviones y aviadores: su padre es piloto de combate de la Aviación Militar venezolana y su madre es general de la Aviación. Por tanto, desde muy pequeña tuvo el sueño de mantenerse dentro de la profesión familiar.

El empoderamiento de la mujer en la sociedad siempre ha sido un ejemplo a seguir para Andrea, como prefiere que la llamen, ya que su mamá siempre le enseñó que las mujeres pueden llegar a donde se lo propongan, sin importar que la sociedad sea machista. A su madre le tocó aprenderlo en carne propia mientras estudiaba en la Academia Militar de Venezuela. Algunos de sus compañeros de estudio, la mayoría hombres, no pensaban que ella tenía sus mismos derechos. 

Foto: Víctor Salazar

Por esta razón, quien ha representado el ejemplo a seguir y constituye su mayor inspiración ha sido su madre, una persona con la fortaleza y la disciplina propia de la formación militar, pero con la mirada dulce y satisfecha de ver a la niña que acompañaba a su papá en la cabina de vuelo lograr sus sueños y convertirse en una mujer de renombre nacional e internacional.

Aprender a volar por encima de las nubes

En el año 2009 Andrea concursó por una beca para ser piloto comercial en el Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (INAC). Luego de pasar las arduas pruebas de capacidad intelectual y lógica, empezó a formar parte del Centro de Instrucción de Aeronáutica Civil (CIAC).

Su vida cambió de manera radical. Andrea, que estaba residenciada en Caracas y además estudiaba una carrera en la Universidad Central de Venezuela, tendría que cambiar esto por su nueva casa: la Base Sucre en Maracay, estado Aragua. Este importante centro aéreo se convertiría en su “cuna de la aviación”, como ella misma le llama.

El reto más grande para esta joven fue amoldar su vida a un entrenamiento que, aunque sería de manera civil, era impartido por militares con estrictas estructuras de formación en las que las mujeres no eran consideradas aptas para ser pilotos. Pero para Andrea el mayor apoyo fueron sus compañeros, quienes siempre la impulsaron a lograrlo.

Foto: Víctor Salazar

Primer oficial de la Aviación

En el año 2012 se graduó como piloto comercial del CIAC y la aerolínea Conviasa le dio la oportunidad de entrar a la compañía, donde para muchos capitanes no era más que la hija consentida de un militar de alto rango. Comenzó a trabajar con la meta de participar en el proyecto de entrenamiento de pilotos para la nueva flota de Embraer 190. Como son aviones de última generación, en los que la maquinaria prácticamente hace todo el trabajo, se necesitaban personas jóvenes para formarlos desde el principio, ya que para un piloto con experiencia es mucho más difícil aprender a pilotear esta nueva aeronave.

Entrar al simulador como primer oficial fue un desafío para ella. Andrea venía de volar un Cessna 182 RG, es decir, una avioneta para cuatro pasajeros, incluyendo al piloto. El reto más grande fue afrontar que ella iba a ser la primera mujer que iba a ese simulador, y además encarar la desconfianza de todos en la línea de mando, que pensaban que estaban ante una niña que no sabía volar. 

Voló durante seis años como primer oficial del Embraer 190. Durante ese tiempo, Andrea hizo un total de casi 3.000 horas de vuelo, y según las leyes aeronáuticas de Venezuela, solo se necesitan 1.500 horas y tener 22 años de edad para llegar a ser capitán de este tipo de aeronave. 

Andrea asegura que “la espera fue frustrante porque yo estaba allí y no me consideraban”. Su indignación es notable al decir esta frase, porque ella nunca entendió por qué a lo largo de esos seis años nunca se encontraba su nombre en la lista para ascender a capitán. En algún momento pensó que podía tratarse de discriminación, y que tendría que hacer muchas más horas de vuelo para alcanzar la meta. Ninguna de las anteriores directivas de la compañía a la que pertenece Andrea la tomaba en cuenta para asumir el puesto de capitán. 

Incluso sufrió un episodio de machismo y desconfianza de parte de uno de sus pasajeros. Un hombre de la tercera edad se asomó a la cabina de vuelo y vió a Andrea sentada en el puesto de copiloto, sola, ya que el piloto no se encontraba en la cabina. Ante esto, el pasajero reaccionó indicando que quería bajar del avión, pues no iba a poner su vida en riesgo bajo el pilotaje de una niña de tan poca edad; además, mujer.

En ese instante apareció el capitán del avión y le pidió calma al pasajero mientras le explicaba que ella en efecto iba a volar el avión, pero que estaría siempre bajo su supervisión. Estas palabras calmaron al hombre, quien se dirigió a su puesto, y luego de aterrizar, le pidió disculpas a Andrea por su actitud tan cerrada: “Mija, entienda que a mi edad jamás había visto a una mujer pilotar un avión, y menos a una muchachita tan joven como usted”.

Situaciones de este tipo eran las que debía enfrentar dentro y fuera de la línea de vuelo. Por ello uno de sus mayores propósitos es vencer las barreras que nos ha impuesto la sociedad.

Las mujeres podemos ser lo que sea que queramos, incluso pilotos, una profesión en la que siempre han predominado los hombres”.

Esta piloto siempre porta su carnet de la aerolínea Conviasa que guinda de una tira de color rosado, un recordatorio para sus compañeros y pasajeros de que ella es una mujer pionera que ha decidido vencer los nichos conceptuales impuestos por la sociedad. 

Foto: Victor Salazar

Finlandia: 15 días que cambiaron su vida 

La situación cambió cuando en el año 2019, la nueva junta de vuelo de la compañía en la que Andrea se formaba profesionalmente, decidió estudiar su desempeño en los simuladores al seleccionarla para optar al puesto de capitán del Embraer 190. 

De esta forma, Andrea viajó al simulador que se encuentra en Finlandia para empezar su capacitación como capitán. Durante 15 días estuvo sometida a muchas presiones, la primera de ellas era lograr lo que tanto tiempo había esperado: su ascenso a capitán; la segunda, y sin duda alguna la más importante, era que, si lograba culminar el simulador con éxito, se convertiría en la primera mujer capitán de un Embraer 190 más joven de Venezuela y América Latina. 

Fueron días muy complejos. Andrea tendría que demostrar a los instructores del INAC sus destrezas y todo lo que había aprendido durante los seis años y las 3.000 horas de vuelo que había hecho, y también tenía que probar que sabía trabajar en equipo junto a su compañero de cabina.

En Finlandia, y luego de mucho estrés, distracciones y pensamientos que le decían que no lo iba a lograr, Andrea se convirtió en la mujer capitán más joven de las aeronaves Embraer.

La lista de chequeo

Si hay algo fundamental para esta joven piloto es plantear su vida como una “lista de chequeo”, en la que existen tres cosas fundamentales. 

La primera de ellas es creer. “Creer en ti misma, creer que los sueños sí se hacen realidad y que si no apuestas por ti, más nadie lo hará”.

La segunda es estudiar. “Siempre tenemos que estudiar para poder enriquecernos de conocimiento, para lograr las metas que nos trazamos”.

Y el tercer ítem es trabajar. “Trabajar para materializar nuestros sueños y metas”.

Andrea completó su lista de chequeo, pues ella creyó en la niña de 7 años de edad que se subió a una cabina de vuelo con su papá y desde ese día decidió ser piloto, por lo que estudió muy arduamente para cumplir su meta.

Foto: Víctor Salazar

Asegura que hoy en día su vida se ha convertido en un ejemplo a seguir, una referencia para las cientos de mujeres que deciden ser pilotos y estudian en el INAC.

Relata que esas jóvenes se le acercan para pedirle una foto y expresarle que quisieran ser como ella. Andrea sueña que en un futuro cercano sean más las mujeres que conformen la línea de vuelo y lleven el mando de los aviones en Venezuela, para que así se deje de ser  extraño el hecho de que una mujer conduzca un avión.

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