• Nunca soñó con ser miss. No quería, sin embargo una corona de Miss Venezuela y el puesto de primera finalista en el Miss Universo resultaron una apuesta fortuita para quien hoy, asegura, es recordada con cariño por los venezolanos. La valenciana se dedica a ayudar a fundaciones para personas especiales  y le gustaría crear la diferencia en el país

Marena Bencomo espera en la entrada de su casa. Lleva un vestido morado de mariposas rosadas, ceñido al cuerpo, suelto en la parte de abajo. A sus 45 años de edad aún conserva su figura. Camina y habla como la miss que solía ser en 1996 cuando se coronó Miss Venezuela, para  tiempo después alzarse como primera finalista en el Miss Universo. 

Foto: José Daniel Ramos

Hoy en día agradece y celebra por el ser humano, la mujer y la madre en la que se ha convertido. Durante su tertulia, en el jardín de su casa, con vista a la ciudad de Caracas, se describe como una persona apasionada de la acción social, de ayudar a las personas y aportar a las causas que así lo necesiten. 

El secuestro de su ex esposo, Richard Boulton, y el autismo de su hijo menor, Federico,  la han marcado en la vida. Han sido las experiencias más difíciles y retadoras que le ha tocado vivir hasta ahora. En la primera de ella tuvo que luchar durante dos años para no decaer y la segunda es una labor del día a día, una que ejerce desde hace 13 años. 

Luego de un largo camino  y de haber madurado mucho, asegura que  logra ver la condición de su hijo como la vía que la motiva ayudar a otros. Para ella, Federico es el motor que la mueve y que no le permite decaer en momentos donde pudo haberlo hecho. 

No hay medida para el amor que se siente por los hijos; asegura, mientras destaca la conexión especial que existe entre su hijo Federico y ella. Él es un torbellino que invade y que le ha enseñado a tener esperanza, según cuenta. 

El 11 de febrero del año 2014, día en que la Iglesia Católica conmemora a la Virgen de Lourdes, Bencomo —quien es católica—  celebra en el día en que su hijo pronunció la palabra que ella estuvo esperando por mucho tiempo: “Mamá”.  

Foto: José Daniel Ramos

Entre risas y orgullo mostró un video en el que plasma aquel hecho trascendental en su vida como madre. En él, aparece con Federico en la cocina de una casa y lo invita a proferir la palabra “mamá”. De fondo, se escuchaba a su otro hijo, el mayor, John Henry, celebrando la hazaña alcanzada por su hermano menor. 

“Federico no habla y a veces es duro no saber qué le pasa. A pesar de la conexión que existe entre nosotros, el no saber cómo ayudarlo es difícil, pero hay que seguir adelante. Esperanza y paciencia, eso es lo que me ha enseñado. Mis dos hijos son mi vida, pero él me ha hecho ser mejor ser humano”, asegura mientras concluye la última frase con el esbozo de una sonrisa. 

El secuestro

Una tarde de abril en el año 2000 mientras Bencomo veía la televisión, llegó una de las peores noticias que habría recibido: su esposo Richard Boulton había sido secuestrado por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Hubo épocas en las que no sabía nada de su esposo, con quien llevaba un año y medio de casada. La esperanza y la paciencia fueron esenciales en el proceso. Ella sentía que él estaba vivo y eso era suficiente. 

La situación en Colombia era complicada. El país había roto récord en violencia con saldos superiores a las 38.000 muertes y más de 3.000 personas secuestradas.  A pesar del panorama, Bencomo no decayó. 

Meses más tarde del secuestro le tocó ser el punto de enlace entre los secuestradores y el exterior. Debió viajar sola en tres ocasiones para  poder realizar las negociaciones con quienes mantenían en cautiverio a su marido. 

Bencomo, quien para ese entonces tenía  24 años, maduró. Creció a la fuerza de un día para otro, como dice mientras recuerda el hecho. Sin embargo, a pesar de las secuelas que dejaron dos años de cautiverio, considera que lograron salir lo mejor posible de aquel suceso que marcaría su vida para siempre. 

“Yo lo amaba intensamente y estaba enamoradísima de él. El amor todo lo puede. Después nos divorciamos pero en ese momento el amor pudo más que cualquier otra cosa”,  asegura y agrega que luego de seis años de separación, entiende que la vida no es un cuento de hadas, que las cosas pasan y se cometen errores. 

Hoy en día bromean y le dice a su ex esposo: “Como esposo no, pero como papá sí”. Ríe entre palabras  y explica que agradece que Boulton sea un buen padre, que sus hijos lo amen, admiren y respeten de la misma manera en que ella desea que lo hagan consigo. 

Foto: José Daniel Ramos

Luego de la separación dice sentirse bien, tranquila y en paz. Esa es la mejor forma de estar, según comenta. Dedica sus días a enfocarse en sus proyectos y en las cosas que quiere hacer manteniendo siempre a sus hijos como prioridad, sin dejar de pensar un poco en ella misma. 

En el día a día, luego de dejar a los niños en el colegio, dedica un espacio para el ejercicio físico y acude a clases de spinning. Algo que asegura le ayudó mucho en su proceso de divorcio.  

“Creo que yo estaba deprimida super triste. Tenía que hacer algo para levantarme el ánimo, hacía mucho tiempo que no me ejercitaba por mil cosas. Para mí ha sido un psiquiatra, un psicólogo. Es una hora que lo hago tempranito en la mañana pero que yo dreno, me distraigo.  Ya yo no quiero ser 90 -60-90 aunque si tuviera una varita mágica, sería maravilloso serlo. La verdad es que nunca lo fui, fui Miss Venezuela sin eso”, comenta. 

El Miss Venezuela en la vida de Marena

Rememora su participación en Miss Venezuela con cariño y anhelo, asegurando que lo volvería a repetir mil veces si fuera necesario. En ese momento debía practicar siete u ocho veces el espectáculo final, Joaquín Rivera se disfrazada de pirata y de un barco de madera disparaban fuegos artificiales. “Era otro concurso, otra Venezuela”. 

Aquellos ensayos en El Poliedro de Caracas, las clases de oratoria, pasarela y todas las que debía acudir le otorgaron un tesoro invaluable: la disciplina. Lo que inició como una especie de experimento, porque nunca deseó ser Miss, a pesar de la cultura arraigada para el certamen característica de Venezuela, se dio fortuitamente. Ganó y estaba feliz. 

Luego de 23 años del certamen agradeció el cariño de las personas. El ir a un centro comercial y recibir abrazos, saludos y muestras de afectos espontáneas de las personas es una recompensa. Para ella, el respeto y el sentirse querida por parte de los venezolanos no tiene precio. 

La beneficiencia 

Bencomo tiene una fundación llamada “Autismo y Vida” de la cual poco se sabe debido a que según contó prefiere ayudar a otras fundaciones con sede y que estén iniciando, a pesar de que la suya esté legalmente en regla.

A la hora de ayudar la ex Miss Venezuela se convierte en el canal para distribuir lo recaudado para quienes deseen aportar un granito de arena en la causa que ella preside. “Hay gente buena que quiere ayudar”. 

Foto: José Daniel Ramos

Recientemente formó parte en la organización del primer Congreso Inclusivo y Juegos Unificados que se realizó en la sede de la Asociación Venezolana de Padres y Amigos de Niños Excepcionales (Avepane) en Venezuela. 

“Quizás físicamente no estoy en el mejor momento de vida, pero espiritualmente me siento bien y en paz. Al tu sentirte bien contigo misma y, saber que no eres perfecta, puedes ayudar a que se lleven a cabo ciertas cosas. Estamos sacando desde donde no hay, pero se está logrando (el congreso) y va a ser el primero. Vendrán otros y serán mejores”, dice Bencomo. 

En el congreso Federico participará en el levantamiento de paralelas. Él ha tenido un proceso lento, en el que la paciencia pasó a formar parte fundamental. Hoy en día representa un logro familiar el hecho de que logre seguir instrucciones en el gimnasio inclusivo del cual forma parte. 

Marena Bencomo sueña con crear un polideportivo, a través de su fundación, en el que puedan venir personas del mundo entero y que le pueda ayudar a  su hijo en un futuro. 

Venezuela. Crisis. Inseguridad. 

Bencomo no está exenta de las inseguridad que vive el país. Ha sido víctima en varias ocasiones de la delincuencia. En dos de ellas, su casa fue vulnerada. Recuerda el terror que sintió cuando un delincuente la amenazó de muerte con un arma en la cabeza.

“Daba gracias a Dios que mis hijos no estaban en casa. Y estaba aterrada de que me pasara algo porque mis hijos me necesitan muchísimo”, detalla asegurando que ha sido una de las experiencias más duras que le ha tocado vivir y que aún intenta superar. 

Trata no pensar en lo sucedido para poder afrontar la vida, esa en la que asegura haber vivido muchas cosas que le obligaron a aprender una de las enseñanzas más fuertes y verídicas que ha adquirido: Sabemos que estamos vivos hoy, pero mañana no sabemos. Eso, para Bencomo, solo Dios lo sabe. 

Sin embargo, a pesar de lo vivido y las experiencias fuertes que le ha tocado vivir en su tierra natal, asegura que disfruta de las cosas sencillas: una empanada en al playa, de las melodías del alma llanera y del país.

Mi mayor legado es amar a Venezuela”, afirma. Y al referirse a la situación de crisis que atraviesa el país se aferra a su herramienta de guerra: La esperanza.

Está firmemente convencida de que el país saldrá del caos en el que se encuentra inmerso, pues en un futuro se visualiza creando la inclusión en Venezuela. No importa cuánto tiempo le cueste, es un proyecto que se ha planteado y desea fervientemente lograr. 

“Me proyecto para el futuro como un ser humano es lograr la inclusión en Venezuela, así esté viejita chuchumeca, pero se va a lograr”. 

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