• Adilezy Prisco trabaja en Chuao (Aragua) desde hace 10 años. Sus manos ásperas sostienen sus instrumentos de trabajo desde que decidió retar lo tradicional

La temperatura ronda los 25 centígrados en Chuao, estado Aragua, una isla famosa por sus playas cristalinas y por el aroma a cacao que se siembra en sus tierras. En la pequeña población de unos 5.000 habitantes la hospitalidad y el trabajo duro son los aspectos más característicos. 

Adilezy Prisco, de 30 años de edad, encarna a la perfección estas cualidades, no nació en el pueblo pero, desde la primera vez que lo visitó a los siete años, quedó encantada con sus costas y con la tranquilidad que se cierne en la localidad. 

Su amor hacia Chuao fue inmediato, siempre estuvo ligada a aquel sitio paradisíaco aún sin saber que, con el paso del tiempo, no solo se convertiría en su hogar, también sería el escenario para desarrollarse en una labor donde las mujeres no habían destacado, hasta ahora.

Prisco es tejedora de atarrayas, un tipo de red grande y de difícil elaboración empleada para pescar en aguas profundas. El oficio es fundamental y digno de respeto en las costas por el proceso arduo y el detallado trabajo que requiere. Al igual que la pesca, está dominado por hombres. 

Foto: Fabiana Rondón

Las manos que desafían en Chuao 

Sus manos ásperas sostienen el carrete de hilo y la aguja, sus instrumentos de trabajo desde que decidió retar lo tradicional y comenzar a tejer. La mujer de tez morena y ojos negros permanece sentada en el puerto de pescadores de Chuao, mientras explica con detalle los pasos que la llevaron a decidir dedicarse a este oficio.

“Me motiva el gusto por todo lo relacionado con el mar, la pesca, las redes,tejer. El mar es mi vida”, comenta la mujer, acerca de su profesión.

Adilezy trabaja sin prisa, es consciente de que tejer una red puede llevar hasta una semana. En el proceso la aguja se enreda y pincha varios de sus dedos, también intenta enderezarse cada cierto tiempo: permanecer sentada en periodos tan largos le genera fatigas. 

La mayoría de los que tejen son hombres porque es un trabajo muy rudo, pero desde chiquita yo he ayudado  a mis hermanos, fui aprendiendo poco a poco. Ahora sé armar la red sola. Yo soy muy trabajadora, todo lo que me pongan a hacer lo hago y con el corazón

La mujer se dedica a esta labor y la alterna con la pesca desde hace ya 10 años, cuando salió embarazada de su primer hijo (tiene dos) y decidió abandonar sus estudios de arquitectura en la Universidad Central de Venezuela (UCV), núcleo Aragua. Con tal panorama llegó a Chuao, pueblo donde viven sus tres hermanos y su madre, una mujer de 74 años de edad que nació en aquella costa. 

En su familia la pesca y el tejado son un integrante más, Prisco lo sabía desde muy pequeña, cuando visitaba al pueblo los fines de semana para convivir con sus parientes y, aprovechaba para aprender de ambas prácticas: se subía a la lancha y viajaba mar adentro en los turnos de pesca, miraba con atención la sesiones de tejido de sus hermanos. Sin saberlo se preparó desde pequeña para el que se convertiría en su oficio habitual.

Desde que está en la localidad ha adoptado ambas labores, primero inició con el tejido de atarrayas pero confiesa que los largos periodos de elaboración han hecho que baje la producción. A la pesca se dedica con más frecuencia porque se da en jornadas diarias así que las ganancias son inmediatas. 

En el sector pesquero ya hay presencia femenina en Chuao, inicialmente la integración de las mujeres al área surgió en Choroní, pero en la pequeña localidad comenzaron a surgir también tiempo después. Ya han logrado posicionarse y hacen las mismas tareas que los hombres. 

Foto: Fabiana Rondón

En Chuao no hay machismo cuando de trabajo se trata, al menos en el mar hay equidad. Las mujeres lanzan redes, recogen la carga de pescado. No se les exime de ningún proceso en la pesca, algo que personas como Adilezy agradecen pues contribuye a la superación del género. 

En un futuro la mujer sueña con volver a alternar sus dos profesiones, extraña tejer de forma constante y en definitiva es lo que más le apasiona, especialmente porque es un área donde no hay presencia femenina, así que espera poder constreñir con su trabajo a que más mujeres se sumen y así poder formarlas.

En su lista de pendientes también está el de tener una lancha propia donde pueda pescar junto a sus hermanos y facilitar el traslado cuando requiera salir de Chuao.

Es agradecida y está convencida en que el trabajo que realiza contribuye a que el país pueda seguir adelante. En una área donde el género masculino está tan presente siempre trata de marcar diferencia con su trabajo que, es motivo de orgullo para ella y toda su familia.

A Maracay le tiene un lugar guardado en su memoria, lo recuerda con amor porque vivió momentos importantes de su vida, pero asegura, no se comparan con lo que ha pasado en Chuao. 

“Este pueblo es todo. Me enamoré cuando lo vi la primera vez, aquí sigo y seguiré”, agrega la mujer que sonríe y finaliza una parte de la atarraya que coció durante la entrevista.

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