• El hospital J.M de los Ríos, en Caracas, se convirtió en un lugar recurrente para la familia de la pequeña desde diciembre del año pasado. Su madre luchó día tras día para verla recuperarse, pero repentinamente tuvo que despedirse de ella 

Al entrar a la sala de hematología del Hospital J.M. de los Ríos, las miradas de los pequeños se posan sobre el visitante; unas están llenas de esperanza y otras tantas de miedo. Los gritos y el llanto de los niños que permanecen en sus camas se escuchan al abrir la puerta, mientras otros reposan entre los brazos de sus madres.

La habitación llena de camillas, sillas y paredes blancas con dibujos coloridos contrasta con la presencia de los pequeños pacientes. A uno de los costados se encuentra un espacio quirúrgico y en el centro una unidad de enfermeras.

En un costado de la habitación una niña con una pijama rosada y tapabocas del mismo color se sorprendió al ver cómo entregaban juguetes a los demás pequeños que se encontraban en el lugar,. Observaba tímidamente la sonrisa de cada uno mientras recibían los presentes de quienes habían ido a visitarlos.  

Sentada en su camilla, la niña observaba en silencio lo que ocurría a su alrededor. Una de las jóvenes que entregaba los juguetes se le acercó con un peluche entre sus brazos, que la pequeña recibió sonriente mientras lo apretaba contra su cuerpo. 

Nahia Pernalete, de 2 años de edad, fue diagnosticada con leucemia el 11 de diciembre de 2018. Su madre, Paola Vanessa Castro, de 23 años, contó que cada día se llena de fortaleza para ver a su hija mejorar. 

Castro relata para El Diario que Nahia tuvo fiebre durante al menos un mes, pero cuando la llevaba al pediatra no le pedían realizarle ningún examen. “El 3 de diciembre decidí hacerle unos exámenes y los llevé a otro pediatra; al día siguiente me dijeron que tenía dengue anémico y que la llevara a la emergencia del hospital”, relata la madre. 

Fue el 11 de diciembre cuando los médicos emitieron su diagnóstico: leucemia. Desde esa fecha hasta el 16 de enero del año siguiente estuvo hospitalizada, y durante ese tiempo recibió frecuentes transfusiones de sangre y de plaquetas. “Un caos total, siempre la estaban puyando. Fue horrible”, cuenta la joven madre mientras observa a su hija sentada en la camilla. 

El 16 de enero le dieron de alta, pero el 21 la internaron nuevamente hasta principios de febrero. “Perdí la cuenta de cuántas quimios ha recibido. Fueron muchas desde el 11 de diciembre”, explica. 

Foto: Gabriela Galíndez

Paola Castro recuerda que lo primero que pensó cuando se enteró del diagnóstico de su hija fue que se iba a morir. Con lágrimas corriendo por sus mejillas, dice que la fe en Dios y el apoyo de su familia le ha dado la fortaleza necesaria, y que verla cada día mejor es lo que más la motiva a continuar.

Ella es fuerte”, dice mientras se seca las lágrimas y toma la mano de su pequeña.

Una mujer se acerca a la niña para maquillarla y le asegura que las pequeñas que se encuentran hospitalizadas en esa sala les gusta que las pinten para verse “bonitas” y “como niñas grandes”.

Pintan sus ojos de azul y rosado, le aplican un poco de rubor y colocan una calcomanía de mariposa en una de sus mejillas. Al terminar, le entregan un espejo y ella sonríe disimuladamente al ver su reflejo.

Foto: Gabriela Galíndez

Nahia se muestra tímida, pero su madre asegura que “es tremenda y casi no llora”. Recuerda que los primeros días del tratamiento estaba muy delgada. “No quería que la vieran, y antes no le gustaba que la maquillaran ni que la tocaran”, explica. Ahora la pequeña saluda a todo el mundo, aunque cuando entra al hospital llora porque sabe que la van a pinchar. “Pero ella es fuerte”, reitera. 

Paola Castro comenta, sonriente, que su hija no necesitó el trasplante de médula, porque con las transfusiones de plaquetas y de sangre, así como con las sesiones de quimioterapia, logró salir bien librada del proceso. El 24 de septiembre inició su año de mantenimiento.

El Hospital J.M. de los Ríos ha sido testigo de la lucha de niños enfermos y también de la resistencia de los familiares en tan difícil trance. Y el que persevera, vence, pues luego de varios meses de tratamiento, Nahia y su familia recibieron la mejor de las noticias: una niña completamente sana y fuerte. 

“Este proceso me ha dejado mucho aprendizaje: lo material no es nada, primero es la salud”, sentencia.

El 29 de noviembre, dos meses después que Nahia entrara en mantenimiento, regresó a los pasillos de aquel hospital que marcaron los primeros años de su vida. Los dolores de cabeza regresaron, malestares que no tenían explicación alguna. La madre de Nahia y el resto de los padres que tienen hijos con leucemia presumen que debido a las bajas condiciones que tiene el recinto hospitalario, la pequeña de tan solo dos años de edad se contagió de una bacteria que le causó la muerte. 

Dos días fueron suficientes para que Paola Pernalete se despidiera de su hija sin ninguna otra opción. Apenas ingresaron al JM de Los Ríos aquel 29 de noviembre no le faltaron antibióticos, cumplieron su tratamiento al pie de la letra. Sin embargo, entró en coma, uno irreversible que no tuvo que ver con la leucemia y que terminó con el adiós de Nahia. 

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