Una muy singular pensadora española que atestiguó el siglo XX, María Zambrano, desandaría la filosofía hasta la Antigüedad para retomar su origen poético. Enseña la autora que lo propio de la filosofía es la pregunta, mientras que de la poesía es el hallazgo. Y así, entre la cuestión filosófica y la revelación poética, María Zambrano compone imágenes para pensar.

En su ensayo “El futuro, dios desconocido”, contenido en el libro El hombre y lo divino (1), su prosa acude a la imagen del altar al dios desconocido que, en tiempos de paganías, no era raro encontrar, por ejemplo, a las afueras de Atenas. El escritor catalán, Rafael Argullol, a su vez y más recientemente, hace el símil con la tumba al soldado desconocido que, hoy por hoy, convoca las fiestas patrias de todos los países.

Fue en uno de esos altares sin ocupante fijo –¿tal vez de arriendo? —que Pablo de Tarso se detuvo para intentar cristianizar a los connacionales de Sócrates y Platón: “Sabido es que los atenienses”, escribe Zambrano, “que habían elevado un ara al Dios desconocido a cuya sombra les habló San Pablo de la resurrección de la carne, le volvieron las espaldas…” La indiferencia de los griegos a tal anuncio requiere el contexto de los años iniciales de la era cristiana. Mas, en el caso, no importa la especulación de orden histórico, sino la imagen: el profeta de un Dios desconocido; aquel que encarnó y se hizo humano, era inconcebible aún.

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Mediando el siglo pasado, María Zambrano da con el dios desconocido de su tiempo, todavía inconcebible, pero al que se le rinde culto irreductible y unánime: el futuro. Y la filósofa precisa aún más: “El proyecto histórico, el régimen social y político que se realizará en el futuro y solo en el futuro”. Algo que, como lo divino o el Dios único, la humana voluntad no alcanza.

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En el mismo ensayo, propone un matiz con respecto a un posible sinónimo del futuro: el porvenir. Para ella “…el porvenir es el mañana previsible, lo que se prevé presente (…) se hace real, dejando de ser porvenir y convirtiéndose en presente”. El presente o el tiempo irredimible, si se inclina el oído a los versos del poeta T.S. Eliot.

Lo que Zambrano sugiere es que hay algo por venir que tal vez pueda imaginarse con mayor tiento que el desconocido futuro –infinito, inabarcable o cosa de ficción– que nunca llega. Y para imaginar eso por venir hace falta alguna experiencia previa que proporcione la sustancia de la imagen. Cabe hacer memoria, sin ir muy lejos, de lo vivido en carne propia; o dado que comienza el año, valga voltear al menos al año que finaliza. 

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No se requiere ser como aquel Funes memorioso, ni adentrarse en las investigaciones que sobre magia y memoria condujeron Giordano Bruno a la hoguera en 1600, para ejercicio relativamente simple de recordación; no es cosa de prodigio ni siquiera si se propone recobrar la década que –según sea el criterio– pasó o está por culminar. El arco narrativo que ha componer tanto el atributo de la memoria como el ejercicio de la visión es próximo, es casi un presente. Descartada la adivinación, se trataría de un ejercicio de asociación de imágenes, como quien compone un relato con principio, nudo y desenlace.

En el libro citado, Zambrano apunta en la “Introducción” sobre la necesidad de recordar o recobrarse: “El que no sabe lo que le pasa, hace memoria para salvar la interrupción de su cuento, pues no es enteramente desdichado el que puede contarse a sí mismo su historia”.

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Cualquier persona en uso de sus facultades podría hacerse una visión del porvenir con el auxilio de la memoria entendida como experiencia, como retomar el cuento que algún infortunio interrumpió; aplica para la gente del común. Y, ¿por qué no?, valga también para quienes tienen el poder de las decisiones (acaso históricas), lo más devotos fieles del inalcanzable futuro, aunque tal vez lerdos para imaginar lo por venir, entre tantas fatigas del irredimible presente, “la orden del día”, la falta de tiempo precisamente, para hacer memoria y ensayar una visión en la procura de madurar la experiencia y tener resultado efectivo. 

1.- Zambrano, María. El hombre y lo divino. Fondo de Cultura Económica. México. Ed. Original 1955, séptima reimpresión 2016.

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