• Mario Bonillo viajó a la ciudad de Leipzig en, Alemania con la maleta de su carro llena de comida. Todo fue destinado a los refugiados venezolanos que huyeron debido a la crisis del país y que ahora se encuentran en el país europeo

El venezolano Mario Bonillo, junto con su familia, decidió visitar a uno de sus primo que había llegado como refugiado a Alemania. Se abrigaron y subieron al carro que los llevaría a Leipzig, una ciudad que se encuentra a cuatro horas de distancia de donde actualmente reside, en Hamburgo. Fue un trayecto largo.

Al llegar se encontró con al menos 200 venezolanos que se mantienen en condición de refugiados en el este del país. La emoción al ver a tantos paisanos en ese sitio conmovió a Mario, y fue en ese momento cuando prometió que llevaría hallacas al lugar, un gesto que los haría sentir nuevamente en una cena navideña, justo como en casa. 

Mario es dueño del restaurante Macaibo, en la ciudad de Hamburgo. Un lugar donde es usual escuchar el crujir de una arepa, y donde se puede salir impregnado del olor a caraotas recién salidas del sartén. Los olores suelen acompañar las letras rosadas que identifican al local. Es un “pedacito de Venezuela” a cientos de kilómetros de distancia, y que tiene tres años enriqueciendo el paladar de los ciudadanos que caminan por las calles frías de Alemania.

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Foto: Julett Pineda

La hallaca es un platillo fijo en Macaibo durante la temporada decembrina. Sin embargo, había un pedido especial que se haría por primera vez en el local, las hallacas que serían destinadas a los migrantes venezolanos que se encontraban en el refugio en Leipzig. Fue una promesa. 

“Fue la primera vez que se me ocurrió hacer esta actividad. Estos venezolanos están pasando por una situación difícil y quise hacerlo para darles un poquito de ánimo. Yo sé lo que es pasar una Navidad sin hallacas”, contó Bonillo para El Diario.

Ese sábado 21 de diciembre, los venezolanos se congregaron en la iglesia católica de la Santísima Trinidad, en Leipzig, para la actividad. En ese lugar se realizó una misa en español, que ofició un padre alemán. Allí los criollos pidieron por la recuperación del país y por los niños, quienes no han podido crecer en condiciones adecuadas debido a la crisis que atraviesa Venezuela.

Bonillo estima que el número de venezolanos en estos dos refugios es superior a 200. Añadió que más personas podrían estar viviendo en albergues ubicados en otras ciudades de Alemania. Una vez que los migrantes inician el proceso de asilo en ese país, son trasladados a instalaciones dispuestas por el Estado alemán donde conviven con sirios, cameruneses, birmanos y otras poblaciones desplazadas por conflictos políticos.

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“Me impresionó, al llegar al refugio, lo bien que se encuentran los venezolanos por el esfuerzo que hace el gobierno alemán por los migrantes. Es cierto que es duro porque estás lejos de tu familia, y durmiendo con otras personas; sin embargo, a los venezolanos en esa situación se les da un tipo de pensión y la oportunidad de pagarle un curso de alemán en caso de que quieran aprender el idioma. El gobierno está haciendo lo imposible, posible”, señaló Bonillo.

Cocinar sin tener la profesión

Mario todavía mantiene la entonación maracucha a pesar de haber emigrado de la región zuliana hace 14 años. En 2005 decidió trasladarse al país europeo para estudiar alemán; sin embargo, decidió quedarse lejos de casa debido a la falta de oportunidades en Venezuela.

 Bonillo agrega que después de obtener su título en alemán intermedio, decidió convalidar su bachillerato debido a que sus estudios no fueron reconocidos en Alemania, un proceso que duró un año. 

“Luego de que conseguí convalidar mis documentos, estudié Administración de Empresas con una especialización en Logística. No soy cocinero, yo decidí emprender este negocio solo y con recetas de mi mamá, quien también me ayudó mucho. Al principio fue un caos porque no tenía la experiencia en el ámbito de la cocina”, explicó el zuliano. 

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Foto: SYBILL SCHNEIDER

Macaibo es un pequeño local en una ciudad inundada de montañas y frío. Es un espacio que, afirma Mario, es para vivir una experiencia desde que tocas la perilla de la puerta para entrar. La combinación de los colores bañan las paredes, creando la ilusión de que se está en el Caribe. Es pasar “un rato en casa”, en Venezuela.

En la cocina ocurrieron experimentos y muchos ensayos que resultaron errores. Las recetas de su familia llegaron como pilares del menú que define a Macaibo. Además, todas las comidas son realizadas con productos venezolanos. 

Foto: Macaibo

El personal de Macaibo también es peculiar. Dentro del local, y en el área de cocina, trabaja una ecuatoriana, una alemana y tres venezolanos, dos de ellos con estatus de refugiado en ese país. 

“Son personas que tampoco tienen mucha experiencia en la cocina. Muchas cosas se las he podido enseñar yo, y ellos han tenido la voluntad de aprender para poder salir adelante”, agrega el venezolano de 31 años.  

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Bonillo aseguró que es increíble saber que todo su trabajo se ha convertido en una bandera que se iza en el exterior y que ha hecho que miles de venezolanos se sientan orgullosos de conocer sus logros para convertirlos en una buena noticia ante la grave situación que atraviesa el país.

Foto: Macaibo

Mario afirmó que uno de los secretos del éxito de su negocio es que mantienen los platos tradicionales tal como se preparan en Venezuela, acompañados de contornos como yucas, sembradas en Vietnam.

También están los tequeños, que le ofrecen al cliente una variedad de sabores y una experiencia culinaria diferente. Las arepas de reina pepiada, pabellón o dominó son platos que también han llamado la atención de la comunidad alemana y latina en ese país.

La masiva migración de los venezolanos hizo posible que la arepa y otros platillos venezolanos sean reconocidos internacionalmente. La cultura venezolana no solo ha sido reconocida, sino en muchos casos solicitada. 

La gastronomía le ha brindado a Mario, y a cientos de venezolanos que viven en el exterior, la oportunidad de reconectarse con aquellos sabores cotidianos que añoran y que ahora son más cercanos. Sin duda alguna se han convertido en ese espacio para volver a sentirse en casa. 

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