La imagen resulta enigmática como el mito, auspiciada por el numen poético. Las columnas en fila que sigue en perspectiva hasta desvanecerse en la nada de los territorios interurbanos, se antojan altivas e inmemoriales como los gigantes de la Isla de Pascua; testimonio inexpugnable de una civilización extinta.

Pero el caso trata de un acto civilizatorio que no tuvo lugar y se quedó en el mero gesto grandilocuente y el dispendio: las vías ferroviarias de un moderno tren imaginario que enlazaría Puerto Cabello, en el Estado Carabobo, y La Encrucijada, en Aragua; hoy un enredijo de rieles sin destino. La despoblada inmensidad, entre ciénagas y esteros, hace más visible la paradoja que se constata al interior de las ciudades también: las ruinas de lo que nunca fue.

La gran escritora belga Marguerite Yourcenar quiso resignificar las ruinas y su testimonio histórico, estético y humanista, en un inolvidable ensayo, titulado “El tiempo, el gran escultor”. Se centra su magistral meditación en la representación en bronce o piedra de la figura humana; las estatuas, esos habitantes del tiempo que los corroe y muda sus formas…esos “dioses mutilados (que) parecen mártires”.

Escribe la autora de las celebradas novelas Memorias de Adriano y Opus Nigrum, solo por mencionar: “Todo el hombre está ahí, su colaboración inteligente con el universo, su lucha contra él mismo, la derrota final en que el espíritu y la materia que le sirve de soporte perecen casi al mismo tiempo. Su intención se afirma hasta el final en la ruina de las cosas”.

No obstante, esa epopeya de la ruina, no coincide con las ruinas que animan estas líneas. Se trata aquí de la ruina, al parecer premeditada, los despojos del hacer a medias o del encono extraviado que contradice la laboriosidad del hombre sobre la materia para procurarse un mundo ante la fuerza invencible de la naturaleza.

La ONG Transparencia Venezuela, en un informe del año 2019, desglosa la infraestructura sin concluir a lo largo y ancho del país: aparte del tren antes mencionado, se cuentan la línea 5 del Metro de Caracas de la que se culminó solo la estación Bello Monte de las 10 previstas, la extensión del subterráneo hacia Guarenas y Guatire, el hospital cardiológico de adultos en Montalbán, el estadio de béisbol Hugo Chávez en La Rinconada y la Central Hidroeléctrica Manuel Piar en el Estado Bolívar, entre otras tantas, tal vez de menor envergadura.

“Verdaderos monumentos a la desidia y a la corrupción”, los califica la organización. El cúmulo de herrumbre e inútil concreto armado compromete tanto al período de Chávez como al de Maduro. Cansa solo anotar los montos desembolsados en dólares.

Póngase la conjetura de que como ocurre en la magnífica película de ciencia ficción Arrival, del director Denis Villeneuve, sobre los valles de Aragua se posara la nave de los dulces heptapodos venidos de quién sabe cuál rincón del universo y se comunican con salpicaduras de tinta para formar pictogramas, sublimes aunque indescifrables al rudimentario ser humano ¿Qué imagen de ese tren a ninguna parte se harían estos sofisticados alienígenas semejantes a un calamar gigante?

Tal vez pensarían algo así como que sobre esos baldíos transitó alguna vez una civilización que como los rieles suspendidos sobre pilotes erosionados se disolvió en la atmósfera. O acaso se preguntarán si esas líneas de concreto alzadas en el aire circunscribían el área sagrada para el diálogo con los dioses; el Ádyton, el corazón inexpugnable de un templo a cielo abierto de adoración panteísta.

Tiene la inconclusa obra la apariencia fantasmal de todo monumento, como los monumentos que por consenso la civilización moderna considera todo rastro de la edificación de una portentosa antigüedad tanto en Occidente como en Oriente.

Pero, aun ante la desavisada percepción que se extravíe en un relato remoto y poético, el venezolano que atienda a esa desolación acotaría junto a la organización Transparencia Venezuela: monumentos, sí, pero de la corrupción y la desidia.

La simbología no tendría que conformarse con esos dos lugares comunes del ethos político latinoamericano, tan ambicioso en lo crematístico como perezoso en el cumplimiento ante la ciudadanía. Remite a la mentalidad del “revolucionario”.

Las revoluciones de este siglo y el pasado, registra la historia cierta, fueron diligentes en la devastación de toda representación del pasado, pero sin ningún cambio a favor del proletariado o, en su defecto, los pobres, los grupos siempre preteridos.

Hay un pálpito profundo en el actuar “revolucionario” y parece movido más que por una visión de cambio y futuro, por pasiones tristes como el odio, la envidia, el resentimiento.

En el caso venezolano, se dio una “revolución” excepcionalmente ahíta de riqueza y recursos financieros provenientes del comercio con el mundo capitalista. Toda esa fortuna ahora es opaca y da la impresión de que el sobrante de los miles de millones que fueron desviados hacia cuentas de la banca internacional y paraísos fiscales, si acaso, fue destinado a destruir o dejar a su suerte los primeros cimientos de lo que sería obra de gran provecho para el país.

La obra abandonada y sin culminar se yergue a la intemperie cual venganza al dios progreso, al que se opone el culto a los dioses mutilados; testimonio del martirio venezolano.

La ruina como proyecto de país se hace desoladora ante el paisaje que va dejando; ¿otra bien pensada forma de opresión? ¿No es opresión dejar al pobre sin metro, sin un medio de transporte rápido, eficaz y accesible a su bolsillo? ¿O todo responde a la negligente codicia que hoy se exhibe sin pudor dentro y fuera de Venezuela? Un olvidado ministro execrado por la nomenclatura madurista alguna vez coló la idea de que el socialismo se construye solo desde la miseria. Se destinó entonces el colosal ingreso a cuenta del petróleo a crear más pobreza de la que había.

¿Quedarán esos onerosos despojos incólumes por los siglos? ¿Son metáfora de las revoluciones que terminan en la nada y desaparecen en un largo punto de fuga? ¿Habrá forma de edificar algo de la ruina, cuando tanto esmero se ha puesto en crearla para que sea solo eso: ruina?

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