¡Tengo miedo de fallarles a mis hijos! La confirmación de casos de coronavirus (Covid-19) en el país encendió las alarmas, revolvió las rutinas, pero el deber de mantener la calma cuando hay personas que dependen de ti es indispensable.

Los hábitos se han trastocado. Mis hijos van a la escuela, además hacen deporte. Todo eso está en pausa. Sin embargo, ellos hacen las actividades que les asignan desde su colegio y como afortunadamente tenemos patio, pueden jugar y recibir los rayos del Sol. Ese es un ámbito que pudiéramos decir que está bajo control. Pero qué pasa cuando hay que abandonar la casa.

Como si fuera  la escena de una película, detallo en mi mente cada instante de las dos veces que he tenido que salir a la calle a reponer agua y alimentos para mi familia. Me pongo el tapabocas, subo al carro, solo recorro los kilómetros necesarios —pues ahora también hay dificultad con la gasolina— y compro. Trato de no tocar nada, de hablar solo lo necesario. Pienso en cómo me entregaron la bolsa, con qué pagué y qué me dieron a cambio. 

Leer más  La Traviata: de la convención al riesgo

Un proceso cotidiano es una escena casi de terror en la actualidad. Compro los insumos y hago el camino de regreso, pero una duda siempre queda latente: ¡Habré hecho algo mal, algo que pueda poner en riesgo a mi familia! ¡Tengo miedo de fallarles a mis hijos!

Pero como toda película debe haber algo que rompa con la normalidad planteada en el inicio. Aquí esta parte de la historia.  Desde el primer día de la cuarentena, establecida el pasado 15 de marzo, decidí buscar el lado positivo de esta pandemia. Para muchos una tarea difícil, para mí también lo es.  

Leer más  La Traviata: de la convención al riesgo

Lo primero que logramos fue recuperar la hora de la comida en familia. ¿Algo cotidiano? Tal vez, pero para una persona que trabaja fuera de su casa y además reside en un área foránea, esto es imposible. Pues ahora, a la hora del desayuno, el almuerzo y la cena, nos sentamos todos juntos y compartimos los alimentos, esos que con terror salgo a comprar. Es inevitable no volver al temor. Dije que saco lo bueno, pero tampoco puedo negar realidad.

Día a día hemos —paso del singular al plural porque todos en casa participamos—buscado actividades que nos distraigan. Es inimaginable el tiempo que se puede invertir en la limpieza profunda de la nevera, pero el resultado fue reparador. La limpieza es un refugio subvalorado.

Leer más  La Traviata: de la convención al riesgo

Otra acción que pudiera ser más común es preparar comida, pero no olvidemos premisa: salir de lo cotidiano, entonces se trata de innovar en la cocina.

A mis hijos les encantan los helados,  se los preparo. Cambur y chocolate fue la prueba piloto. “Te quedó como los que venden en la calle”, “Como de heladería”, “¿No hay más?”, indicios de que este plan fue un éxito. Volveremos a prepararlos.

Una torta, podría ser otro proyecto retador, lo acepto y evalúo el resultado. Preparé una con la forma de la letra S —inicial del nombre de mi hermana, quién cumplió años en medio de esto— la rellené y decoré de una manera que nunca habría intentado. ¿Los comentarios? Favorables en su totalidad.

Leer más  La Traviata: de la convención al riesgo

Hacer pizza.  Aquí mi hija desplegó los conocimientos que adquirió en su plan vacacional pasado y elaboró la masa. Luego el reto, preparar la combinación preferida de cada uno en casa: acertamos y tuvimos otra comida distinta.

Aún nos quedan varios días más en casa. Los retos propuestos serán aceptados. 

En una película innovadora -como la manera en que decidimos afrontar esta  situación- el final debe ser inesperado. Así que aunque esta cuarentena no termina, esta historia ya está definida. El temor de fallarles a mis hijos, se transforma, pues ahora solo pienso en qué puedo fracasar si no hago algo novedoso con ellos y para ellos cada día.

Artículos relacionados del autor