• Zonas populares del sector viven una cuarentena “a medias” pese a estar cerca de uno de los hospitales designados por el régimen de Nicolás Maduro para atender a pacientes con Covid-19

El sonido del camión que traslada las bombonas de gas doméstico era justo el que anhelaban escuchar desde hace 20 días los habitantes de Lídice, un sector popular ubicado en la parroquia La Pastora, al oeste de la ciudad de Caracas.  

En una calle angosta de la zona se estaciona el esperado transporte. Está rodeado de efectivos de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) que lo resguardan con recelo, como si se tratase de un cargamento muy costoso y codiciado, aunque al menos en las barriadas del país así es. 

La Pastora en cuarentena:  entre la necesidad y la indiferencia
Foto: El Diario

La fila comienza a formarse, un par de minutos después ya un grupo nutrido aguarda. Los vecinos corren la voz y personas de zonas aledañas como Los Mecedores y Cotiza también aprovechan la oportunidad para comprar y abastecerse con al menos una bombona.

La Pastora en cuarentena:  entre la necesidad y la indiferencia
Foto: El Diario

A simple vista el proceso parece normal y repetitivo, pero esta vez hay aspectos al que poco parecen prestar atención en la zona: el Covid-19 y un decreto de cuarentena y/o distanciamiento social que fue establecido por las autoridades desde el 16 de marzo.

Obligados pese al temor

En Lídice, como en otros zonas populares de la Gran Caracas, se cumple una cuarentena “a medias”. En las mañanas hay gente en las calles, bodegas abiertas y una aparente normalidad que solo se ve alterada por el hecho de que todos utilizan mascarillas improvisadas para sentir cierta protección ante el coronavirus de Wuhan.

Coronavirus en Venezuela. Los primeros casos de Covid-19 confirmados en territorio venezolano se anunciaron el pasado 13 de marzo. Un hombre y una mujer residenciados en el estado Miranda, llegaron de Europa.

Entre quienes aguardan en las cola para adquirir las bombonas de gas también hay temor al virus, ya han oído las noticias y dicen comprender su peligrosidad. Pero deben salir, la precaria atención a sus servicios básicos los obliga a hacerlo. 

Justamente entre ese grupo de personas que se aglomeran para adquirir una bombona está Luisa González, tiene 56 años de edad y lleva un tela en el rostro que emula una mascarilla médica. 

Luisa sabe que es parte de la población vulnerable por el Covid-19, pero justo en ese instante no le importa, está feliz. Tenía un mes cocinando con leña y finalmente logró adquirir una bombona. Pagó Bs 50.000, asegura que fue económico, pues personas de la barriada ofrecen el servicio de compra y traslado por Bs 200.000: el cuádruple del precio.

Desde que decretaron la cuarentena, los barrios y zonas de bajos recursos de Venezuela viven un eterno debate, discuten si lo más adecuado es quedarse en casa y protegerse, o salir a adquirir los productos que necesitan para sobrevivir.

Una discusión que hasta ahora gana la necesidad que los impulsa el ver la nevera vacía, la leña en lugar de una bomba de gas y las pimpinas de reserva de agua que se agotan rápidamente.

A pocos kilómetros de la cola de gas, en una sector llamada Veracruz, hay otra fila de personas. Aquí no esperan por el gas doméstico, hacen colas para surtirse de agua en un chorro cuya procedencia no está clara.

Aunque en este sector el suministro de agua es más regular que el de otros servicios, no es suficiente para quienes viven en lo alto del cerro y no cuentan con envases o pipotes para almacenar el líquido y así abastecerse los días en que no llega por tubería.

Es entonces el “chorrito” como le llaman los vecinos, una solución a la falta de agua. Ahora, en medio de la emergencia por el covid-19, las colas no han cesado por lo que se ha establecido el uso obligatorio de tapabocas y guantes para los que quieran llenar.

Otra de las necesidades que buscan cubrir a diario en estas zonas es la de los alimentos, cuyos precios se elevan más en esta época de distanciamiento social. 15 huevos (medio cartón) ya rondan los Bs 150.000, la mitad de un salario mínimo que actualmente se ubica en Bs 250.000.

Las bodegas se mantienen abiertas hasta las 6:00 pm, allí también se congregan para tratar de comprar con lo justo. No pueden adquirir productos para una semana o 15 días porque el dinero no alcanza, así que optan por salir a diario no solo en busca de comida, sino también de recursos.

Sin embargo, la necesidad no es lo único que empuja a habitantes de zonas como Lídice y Manicomio a salir de casa, también lo hace la falta de comprensión de que la situación que se vive es en efecto muy peligrosa.

Los sábados al mediodía en las afueras de las bodegas aún se congregan personas para ingerir bebidas alcohólicas, irónicamente todos con mascarillas, como si la tela en el  rostro les diera una especie de salvoconducto para seguir la normalidad en medio de una pandemia que ha cobrado miles de vidas en el mundo.

Solo en las noches, como si el virus aguardará la oscuridad para contagiar, una patrulla de la PNB recorre la zona y les recuerda lo que no quieren escuchar: hay cuarentena y no pueden estar fuera de casa. La voz tras la bocina pide resguardarse para evitar ser parte de los contagiados. 

En las mañanas el panorama es distinto: se ve más gente de la que se supone debería salir, hay incluso puestos de economía informal en las afueras de viviendas y las personas que ofrecen trueques de productos siguen caminando por los sectores. 

Las medidas de prevención parecen ser escasas, aún más cuando en la zona está ubicado uno de los hospitales centinela designados por el régimen de Nicolás Maduro para atender a pacientes con Covid-19, lo que debería suponer un cuidado mayor para evitar una propagación del virus. 

Sin prevención en Catia 

Esta realidad no se vive solo en sectores de La Pastora. En pleno bulevar de Catia el panorama es incluso peor. En las redes sociales han circulado en varias oportunidades la aglomeración de personas a diario. En la mayoría de los casos, son personas que van en búsqueda de productos y alimentos en los mercados de la zona.

Recientemente la ONG Provea alertó que Catia podría convertirse en un foco de contagio del Covid-19. Una advertencia que cobró fuerza luego de que en días pasados las autoridades anunciaran que uno de los nuevos contagiados registrados en Distrito Capital era un piloto que había circulado las últimas semanas por esta zona del oeste capitalino.

Autoridades de diversos cuerpos de seguridad mantienen presencia en la zona para que la circulación de personas merme en horas de la tarde. En las mañanas el panorama sigue siendo igual de preocupante. Aunque a muchos la necesidad los obliga a salir durante la cuarentena, la mayoría de las personas que siguen en las calles lo hacen por inconsciencia y desinformación sobre la peligrosidad del virus.

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