• A través de su lente fotográfico, Fabiana Rondón registra las postales de una Caracas en cuarentena

Desde el inicio del confinamiento la vida, tal y como la conocemos, se detuvo; sin embargo, el tiempo sigue su curso.

La amenaza latente a un posible contagio por Covid-19 redujo la cotidianidad a un solo espacio físico: el hogar.

A través de su lente fotográfico, Fabiana Rondón registra las postales de una Caracas que ahora vive en pandemia.

Este, su más reciente trabajo titulado “40 días, 40 fotos” sintetiza la expresión homogénea de una sociedad sumida en cuarentena

Los venezolanos, testigos oculares del encierro, reconocen esa realidad desde sus balcones.

Las ventanas, vestigios de libertad, brindan un poco de brisa, algo de calma. Los rostros que allí se vislumbran son esculturas de reflexión.

Niños, ancianos, hombres y mujeres miran al horizonte, al vacío. Escuchan el silencio ensordecedor de una ciudad transformada. Parece no haber distinción entre el día y la noche, entre lo grisáceo y lo colorido.

Ese cálido contacto humano que otrora edulcoraba los saludos entre amigos en las calles de Caracas se ha detenido, también está en cuarentena.

Antes del confinamiento los límites estaban, de cierta manera, difuminados. Ahora están demarcados fuertemente: estar en la calle significa, más que nunca, peligro, parece transpirarse muerte y enfermedad.

Solo queda divisar el horizonte a través de las rejas de las ventanas. Desde Petare hasta El Hatillo, aunque las fachadas sean distintas, la mirada expectante es la misma.

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