• El escritor aprovecha la cuarentena para trabajar en un proyecto que combina música y literatura. Sin embargo, debido a la pandemia se mantienen en el limbo otros proyectos como la adaptación cinematográfica de Blue Label/Etiqueta azul

La rutina ha cambiado. La madrugada es el momento de la escritura. Los tiempos de pandemia han modificado los hábitos, y más aún cuando hay niños en casa. Ahora Eduardo Sánchez Rugeles se levanta a las 4:30 am. Inmediatamente comienza a redactar. No hay tiempo para desperdiciar. Cuatro horas y media después su hijo despertará, y el novelista, dejará a un lado todo escrito para atender al pequeño de 5 años de edad.

“No existe el día útil que solía comenzar a las 7:30 am. Mi esposa trabaja desde casa, está todo el día ocupada, y en gran medida estoy entre la cocina, juegos, plastilinas y actividades escolares por Zoom, un mecanismo complicado. El chamo se aburre. Mandan tareas, pero le cuesta. Las imprimimos, para que pinte y recorte. Pero nada. Son batallas campales porque no entiende mucho esta situación y tiene reacciones a veces iracundas. Pero quedo satisfecho cuando el niño se despierta y veo que he aprovechado esas horas de escritura”, comenta desde Madrid el autor de novelas como Blue Label/Etiqueta azul y Liubliana.

Por una parte, el autor está tranquilo y agradecido. Su familia y conocidos están bien de salud. Cuando ve las noticias, hay miedo, especialmente por la situación en la ciudad en la que vive. Entonces, a pesar de las inquietudes sobre el futuro, especialmente el profesional, su entorno está seguro. Pero mentiría si no hay cavilaciones.

Proyectos que se quedaron a medias. No se sabe si tendrán continuidad, o de qué manera la tendrán. Como sabes, no es que he abandonado la literatura en los últimos años, pero me he vinculado mucho con el cine”, dice un escritor que ahora también escribe guiones de cine.

Entre esos proyectos está el estreno de Dirección opuesta, la esperada adaptación al cine de Blue Label/Etiqueta azul a cargo de Alejandro Bellame. Hubo una primera exhibición en el Festival Cinequest de California y estaba previsto que participara en el Festival de Cine Latino de Chicago. Tampoco está claro que pasará con Jezabel, cuyo guion coescribió con el director Hernán Jabes, y con Las consecuencias, en la que es coautor con la cineasta Claudia Pinto.

Recientemente terminó un guion para una película española de la que no puede dar más detalles, salvo que es con la productora Híbrida Films. También escribió el guion para la adaptación de Liubliana, que será dirigida por Héctor Palma. Ahora, no sabe cuándo filmarán. “También tengo dos manuscritos de novela cerrados, buscándole salida, y trabajo en un proyecto hibrido de música y literatura. Está en pleno proceso de redacción”. Inmediatamente, al escuchar sobre ese híbrido, uno recuerda lo hecho junto con Álvaro Paiva-Bimbo para Liubliana. Ante la mención, el escritor advierte: “Este es mucho más ambicioso, más elaborado”.

Reflexiones de confinamiento

Eduardo Sánchez Rugeles, un autor que ve algo de luz en el hoyo
Foto: Cortesía

Eduardo Sánchez Rugeles suele ser discreto en redes sociales, pero durante estos días de cuarentena, ha estado un poco más activo. En Twitter, el 28 de marzo citó al salsero Frankie Ruiz: “Quiero cantar de nuevo, caminar / y a mis amigos buenos saludar / viviendo otra oportunidad. / Bajo el farol del pueblo conversar y en una fiesta linda celebrar”, una añoranza por un pasado que parece muy remoto, pero que nada más basta con pensar en lo que se hacía tres o cuatro meses atrás.

El escritor sonríe cuando le recuerdan el tuit, y luego dice: “Hay mucha literatura y cine al que uno se aproximaba como ciencia ficción o distopía. Y de repente vas al mercado y todo el mundo usa máscara, el distanciamiento social y el miedo al otro. Todo eso sorprende. Una reflexión que he tenido es sobre el tema económico. Nunca me habían durado en la cartera 10 euros durante tanto tiempo. Me preguntaba sobre el consumo, esa necesidad de gastar en cosas que no necesitas. Te das cuenta que puedes vivir de una forma más discreta, con menos excesos y gastos. Creo que esto ha sido un taller de ahorro, de replantear la economía casera. De resto, siempre he sido un tipo solitario. Me gusta estar en casa, pero sí echo de menos algunas salidas, contactos con amigos, tertulias. Cuando es forzado, sin dudas te marca”.

En otra red social, Instagram, el autor también de novelas como Jezabel y Julián compartió una imagen de En la belleza ajena de Adam Zagajewski, una recomendación para días de encierro en infortunio, en los que, de acuerdo a sus palabras, la idea de belleza se disipa y, por momentos, parece haberse convertido en algo lejano.  

Y sí, ve la belleza remota cuando revisa las noticias y se entera de la experiencia de personas que debido a la pandemia han perdido algún familiar, del que además no pudieron despedirse, sin un velorio digno, como desde hace siglos es costumbre.  Quizá aprecia la belleza cuando mira a su alrededor y encuentra a la familia que conserva, ama y disfruta. Pero está claro en que no es así en todos los hogares, trastocados por situaciones dantescas. Esos pensamientos generan inquietud.

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Los efectos de la pandemia por el Covid-19 incluso han repercutido en el lenguaje. Ahora son comunes palabras como mascarilla, distanciamiento o confinamiento. De hecho, hace unos días Eduardo Sánchez Rugeles conversaba con la directora Claudia Pinto sobre la promoción de la película Las consecuencias. Volvieron a leer una sinopsis escrita hace tiempo, y la sensación fue otra. “Vimos palabras como encierro, aislamiento. El periodismo las prostituyó. Son muy comunes, y en estos momentos tienen otro significado. Ese vocabulario se referirá a este extrañísimo 2020. Por eso tuvimos que darle la vuelta”.

Esta realidad insospechada, que se impone, exige otras dinámicas que en opinión del escritor deben replantear varios escenarios, entre ellos el que ha existido en el mundo editorial impreso, en el que era común esperar hasta un año para publicar un libro mientras se entregaba manuscrito, se corregía, promocionaba y finalmente publicaba.

“Todo eso va en paralelo a las ventanas que crecen en redes sociales y las nuevas formas de promocionar la obra. Ahora, esos canales crecerán mucho porque el lector habitual tendrá mucho tiempo de ocio. No sé en otros lugares, pero acá los espacios tradicionales de ocio estarán clausurados por lo menos hasta julio, siendo optimista. En ese tiempo, el consumidor estará aburrido entra la oferta grosera de Netflix y demás cosas, por lo que para el lector habrá curiosidad. Los escritores buscarán aprovecharse en el mejor de los sentidos del momento, y producir contenido en otras redes. El formato tradicional no está muerto, pero tiene muchos problemas en la situación actual”.

Sobre si alguien está escribiendo la novela sobre la pandemia, recuerda que el italiano Paolo Giordano acaba de publicar un libro relacionado con este infortunio global. Y no lo duda, vendrá el boom de la novela del Covid-19.

“La cultura en general ha dejado claro en este tiempo la importancia de su rol en la sociedad, y la necesidad de las personas de distraerse de forma sana, constructiva, educativa. Es un ocio muy sano y enriquecedor. La gente necesita leer ficciones. Tiene su importancia, sin dudas”, enfatiza sobre la importancia de las artes en estas circunstancias.

Un decenio

El 14 de abril, Eduardo Sánchez Rugeles compartió una imagen de las últimas páginas de Blue Label/Etiqueta azul, ese epílogo en el que, en la ficción, en un día tal cual, como el elegido para la publicación, Eugenia Blanc cumplió 30 años de edad.  

“Nunca lo imaginé así, pero el último capítulo de Blue Label/Etiqueta azul pertenece al género fantástico. En 2020, según nos cuenta la narradora, el chavismo hace tiempo que ha sido derrotado en Venezuela (su papá, incluso, está preso por corrupción). Eugenia no contaba con el cierre de los bares por una agresiva pandemia. El Guinnes está vacío. El gordito que una y mil veces toca “Hotel California” está confinado o enfermo, al igual que muchachito greñúo que le revolverá la memoria con las visiones de Johanna”, dice parte del texto que acompaña la foto.

En la novela, en 2020 el chavismo no estaría en el poder: una profecía fallida, comenta jocosamente el autor, quien recuerda que ese tema político nunca fue de importancia para el personaje. Ella logró desconectar de Venezuela. Recuerda que, en una conversación reciente en un live de Instagram, hubo preguntas sobre qué pensaría Eugenia de la situación actual del país. “Contesté que ni siquiera habría oído hablar de Juan Guaidó. Sabría que Hugo Chávez murió, pero más nada. Habría roto totalmente con el país, con su idiosincrasia. Hablaría francés en Francia y no se juntaría con venezolanos. Conozco gente así”.

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Pero más allá de ese hipotético escenario, Eduardo Sánchez Rugeles celebra los diez años que han pasado desde la publicación de su célebre obra. “Curiosamente ha sido querida. La he sentido respaldada por los lectores, y recordemos la expectativa generada por la película. Siempre ha habido mucho interés tanto por esta ella como por Liubliana. Si bien otras han tenido una vida más corta, discreta o reservada. Eugenia Blanc y Blue Label me han acompañado siempre.  Hay lectores que la descubren o redescubren. Estoy muy satisfecho por este decenio”.

Sobre la adaptación del libro, está bastante conforme.

Estuve en permanente comunicación con el director. Es fiel y las libertades creativas que Alejandro Bellame tomó fueron acertadas”.

Ahora bien, sobre la juventud venezolana, esa en la que indagó en su novela, hace dos años el escritor dijo en una entrevista que en el país había una generación desmoralizada. Advierte que tiene mucho tiempo afuera. No viaja al país desde hace cinco años. Sus impresiones son las que ve en redes sociales o escucha de conocidos. Pero es más optimista: “Percibo un indefinible optimismo, una nueva moralidad, una perspectiva de que cuando esto desaparezca, el país tendrá un nuevo aire. No veo la oscuridad de hace unos años. Aunque se mantiene esa oscuridad, creo que las cosas pueden cambiar en corto plazo. No sé si es una impresión errada, romántica, o soy más optimista porque han pasado los años. Me quedo con una sensación de que se percibe en el fondo hay algo de luz”.

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