• Se sugiere tomar una al día por tres semanas. No se garantiza ningún resultado

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Píldoras doradas (consumir preferiblemente antes del mediodía) 


Aforismos, máximas, paremias y etcéteras: qué inútiles pueden resultar las llamadas “reflexiones breves”. Quieren ser definitivas, y no lo son; aspiran ser coherentes, y mucho menos. Siempre en vano intentan vestir al mundo con pocas palabras. Lo único que logran es desnudarnos.


Y así, haber creído que en 21 días el ser humano se acostumbraba a cualquier rutina.


Redescubrir a diario la inmensidad de nuestro Universo. Sus penas y glorias. Sus miedos, certezas, héroes, villanos. Su presente y su pasado. Sus infinitas locuras. Eso sí, para lograrlo hay que hacernos pequeñitos. La única puerta que tenemos para entrarle es la pantallita del celular.  


Experimentar una subida de presión arterial. La frecuencia de latidos llegando a 175 o más por minuto. Líquidos, lubricaciones. Tensión muscular, contracciones. Eréctiles los pezones. Es que el consumo compulsivo de noticias del Covid-19 se nos hizo bastante pornográfico.


Ver en el microscopio al repugnante coronavirus. Parece un planeta semimuerto, zombi esférico lleno de espinas que recuerdan ventosas o aguijones o bracitos. Ese infinitesimal asesino, ¿actúa como el vengador ciego de nuestras propias torpezas? ¿O es un sicario, matando al servicio de otro?


¡Caramba, pero cuán duros nos hemos vuelto! El asunto es que es solo por fuera. Por dentro seguimos siendo, apenas, agüita dulce y pulpa comestible. Nos traiciona la misma contradicción del coco. 


Sacudirnos algunos kilos de sombras. Activar el cuerpo. Sudar. Comprobado: no hay mejor Diablo Rojo para destapar las cañerías de la mente. 


Salir hasta donde se pueda. Ver la ciudad descuidada, ruinosa. El monte que ha crecido sin control. A Caracas, como a mí, nadie nos corta el pelo. 


Píldoras saborizadas (patilla, mango, parchita). Ideales para tardes calurosísimas 


Están cerradas las estaciones de servicio y no puedo cargar de gasolina mi carro. Fallas y más fallas en la electricidad y no puedo cargar la pila del celular. Tomo papel y lápiz y me recargo con otras energías, unas que creía olvidadas.   


Calor pasmoso. Montaña esperanzada. Nubes aburridas. Brisa alegre. Sol languideciente. No. Los elementos no tienen estados de ánimo. Somos nosotros.


Porque eran frías y distantes renegábamos de redes sociales, apps y otras mefistofélicas plataformas tecnológicas. Y hoy, ¿cómo podríamos ser sin ellas? Son las únicas que nos acercan y nos recuerdan esa cosa rara llamada calor humano.


Cruzarnos en cada esquina del apartamento. De tanto, ya ni hablarnos. Ni siquiera coincidir en las miradas. Aprender a odiarnos queriéndonos. 


Lisán Strédel Balliache ve la calima desde su balcón. Le incomoda ese gris pesado, velo que al valle roba sus verdes y azules. Pero esa mujer que es de este mundo y de otros tantos lo sabe: siempre habrá una mañana siguiente; una cuyos vientos se lleven la boba cobija de plomo.


Por falta de lluvia se nos quema la montaña. Por falta de agua corriente platos y waters se lavan con tobito. Por falta de hidratación un conato de cólico nefrítico. Por falta de besos se secan nuestras bocas.   


Dar desde casa vía Zoom un concierto privado. Ser afortunado de ver en una misma cuadrícula 30 rostros equidistantes entre sí. De mí, todos igual de cerca. Con su entusiasmo, entusiasman. Con su inspiración, inspiran. Soy yo quien ha visto un hermoso espectáculo. Todavía les aplaudo.   


Píldoras con amargo sabor a píldora


De la asepsia a la desconfianza. De la distancia social al miedo por el vecino, a la xenofobia por aquel de rasgos distintos. De la inevitable duda a una emética incredulidad por toda la raza humana. Crecen plantas muy venenosas en los vericuetos de la caverna de Platón. 


Balaceras en nuestras costas. Balaceras en nuestros cerros, aquí mismito. En la soledad de la larga noche el viento va soplando tristezas y lánguidos aullidos de perros. No conozco una sola guerra que no llore sus muertos.  


En menos de tres días se lo he oído a dos sabios: no son las pandemias las que corregirán la imbecilidad humana. 


Píldoras para no dormir 


TxD/2 se lee Tiempo por Distancia dividido entre dos. He ahí la ecuación del olvido. 


Coincidir en alguna plataforma. Rogar que no se caiga la conexión. Así, visitarnos. Comer algo. Brindar en el aire. Charlar. Pensar opciones para salir bien parados de esta. Verte desnuda en mi celular, cuando el confinamiento decide hacerse cómplice. Hacer de lo virtual algo virtuoso.


Peinarnos con mucho cuidado por entre la cornamenta. Rascarnos las picadas de zancudo con la roja y peluda pezuña izquierda. Caminar arrastrando la puntiaguda cola de reptil. Entender que el infierno siempre está demasiado cerca.


2 am. Ver la superficie lunar. Sus planicies irregulares, salpicadas de grietas ligeras, vetas blanquecinas, puntos tridimensionales. Descubrir que se nos ha desvencijado por tanto polvo, tiempo, telarañas. No, no era la luna. Era el techo de mi cuarto.


(Y por último recontar. Saber que siempre hay uno que sobra).


Horacio Blanco

Dieciséis de mayo veinte veinte

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