• El compositor acaba de estrenar Catálogo de materias pendientes Vol. 1, el primer álbum de una serie en la que reafirma su apego a la tradición venezolana, pero con la remembranza de la fusión con guiños al rock. Además, un proceso terapéutico hecho canción. Foto principal: Arlette Montilla

Cuando Rafa Pino subía su disco a las plataformas de streaming, se debatía en las categorías que exigen para definir en qué géneros ofrecerían la obra. ¿Y cómo definir tanto bagaje en pocas palabras? en Spotify, por ejemplo. En Apple Music aparece como folk rock; en otras como single songwriter.

Difuso pero certero cuando se piensa que quien navega atraviesa un mar, también se lleva todos los mares que se han surcado. 

Este debut como solista de Rafa Pino comienza con un homenaje a su madre, pero también un manifiesto de quien se reconoce como un cantante y compositor que no solo se halla en su elemento, sino que concreta lo soñado. 

Foto: Verónica Fuentes

En “Para Sandra” le dice a su mamá que él es su versión, aprendiz, confidente y compañía, mientras reafirma que ella era su cable a tierra, mentora y guía. “Me querías ver cantar entre luces, cuero y cuerda / Siento grato el informarte que por fin saldé esa cuenta”, se escucha en esas primeras líneas de Catálogo de materias pendientes Vol. 1.

Y sí, son 10 canciones que formaban parte de una promesa desde hace tiempo. Por ejemplo, el homenaje a Sandra fue grabado en 2014, cuando se subió a Youtube el video de un tema en el que participaron el cuatrista Edward Ramírez y un jovencísimo Orestes Gómez, quien daba señas de un talento que ahora se constata en cantidad de proyectos de variados géneros. 

Este primer disco es un registro personal, íntimo, introspectivo y catártico, contrario a lo que ha hecho, por ejemplo, en El Tuyero Ilustrado, su proyecto junto con Edward Ramírez, donde son historias en la que predominan terceros, como la venganza contra el opresor aguacate o los infortunios de un hombre que no nació enmantillado, salao’. 

“Es una especie de terapia poco ortodoxa para situaciones personales. El artista tiene la posibilidad de resolver ciertos asuntos a través de la música. Por ejemplo, mi mamá murió en 2003 por un carcinoma oculto. Ella tenía 47 años de edad, y yo 17, sin la madurez de ver el cuadro completo y todas esas cosas que pasaban en su vida: asuntos personales que también afectaban su condición. Fue una forma de soltar también muchos rencores que tenía, capítulos que necesitaba cerrar”, dijo en exclusiva para El Diario.

El tiempo le permitió cerrar algunas heridas, pero en 2014 falleció el bajista Gustavo Márquez, quien incluso participó en las grabaciones de esta obra. 

“Lo de mi mamá me dejó pensando en esa gente buena que se va antes de tiempo. Un conflicto que volvió cuando pasó lo de Gustavito. Creí que había cerrado que llave, pero me estalló en la cara. Me di cuenta que todo esto podía ser una forma de trabajar esos rencores sobre la religión, la medicina y en entorno familia que a veces no es sensible”.

No ha sido en vano. Las reacciones de allegados comprueban que ha habido no solo empatía, y quienes reviven emociones semejantes. “Antes de hablar contigo, mi novia me envió un mensaje escrito por un amigo en común. Había escuchado ‘Para Sandra’. También tuvo una pérdida con su viejo hace tiempo, y tenía esos asuntos pendientes”.

Cada tema tiene una relación con un momento especial. Un proceso catártico. “Sin dudas fue así. Por eso tardó tanto”. 

Y como este debut es recorrido de emociones muy personales, también hay momentos para honrar a mentores. Por eso versiona “La playa” de Raúl Abzueta y “Buscando el modo” de Pedro Marín. “Junto a Aquiles Baez y Victor Morles son mis referencias musicales, guías y maestros. Ninguno por escogencia, sino por circunstancias”. Es una obra alejada de las convenciones sociales, hay temas en los que aparecen los coros al final, y otros que ni tienen. “¡Es un disco raro, y me encanta!”.

Con Víctor Morles y Raúl Raúl Abzueta hubo siempre el interés de fusionar lo folclórico con otros géneros, muy influenciado por lo hecho en Mixtura y Natural, de Morles, quien es capaz de escuchar en joropo tuyero, repasar partituras de ska de Desorden Público y luego disfrutar de una canción de Mars Volta. 

Igual ocurre con Rafa Pino, esa voz que supera sin problemas los retos de cantar joropo tuyero, para luego acoplarse al ritmo de los tambores pasando por Guatire y Caraballeda para terminar en Lara con un tamunangue. Además, claras reminiscencias de la música cañonera, sin pudor, pero también elegantemente. El compositor sigue una senda que delinearon muy bien figuras como Vytas Brenner, del que también tomaron notas los integrantes de Bacalao Men, otra referencia para el artista.

“Constantemente estoy evaluando mi entorno estético y de las cosas que creo prudente hablar”.

Rafa Pino se formó en los talleres de cultura popular de la Fundación Bigott y en la escuela Ars Nova junto a la profesora María Eugenia Atilano. Desde pequeño fue testigo cercano de la música. Solo le bastaba cruzar el pasillo del edificio donde vivía. 

Uno de mis hermanos de crianza es Jorge Villarroel Rondón. Nos conocemos desde los 7 años. Él es sobrino de Jesús Rondón, director de Vasallos de Venezuela. Por ahí fue que entré a los talleres de cultura popular de la Bigott. Comencé a estudiar percusión y nunca me vi como cantante. Me empecé a reconocer como cantante después de conocer a Víctor Moles y todo lo que realicé con él”.

En voces o percusión ha estado en estudios o tarimas con Laura Guevara, C4 Trío, Desorden Público, Vasallos de Venezuela, Betsayda machado y La Parranda de El Clavo, Alfredo Naranjo y El Guajeo, Aquiles Báez, Miguel Siso, Miguel Delgado Estévez,  Luis Julio Toro, David Peña, Francisco Pacheco o Rafael “El Pollo” Brito. 

No hay modestia, y no hay razones para serlo cuando escuchan que lo consideran una de las mejores voces de su generación. “En algún momento me escribieron algo así de bonito. De hecho, lo uso en mi reseña biográfica, que me catalogan como una de las voces más versátiles y completas. Lo agradezco”. 

Un extenso proceso

Si bien fue larga la espera, no será mucho el tiempo para lo que prepara. Catálogo de materias pendientes Vol. 1 es el primero de una obra de tres volúmenes. El segundo está casi listo. “Ha sido un proceso de armar una receta con elementos que uno tiene guardado. Como quien guarda con celo la botella de vino que la abuela trajo de Italia hace años”, afirma.

En ese ínterin revisó todo lo escrito durante años, mínimo un lustro. Y no  solo fue revisar lo que se pensó como canción y anotado en cuaderno, sino hasta lo que escribió en Facebook en 2015. “Me he sorprendido de lo prudente que es eso que llaman el momento perfecto. Como dice José Ignacio Benítez, Domingo en Llamas, que el proceso de composición es como hacer una napolitana, a fuego lento”. 

Catálogo de materias pendientes Vol 1 tiene su néctar de folclore. “No hay nada más universal que lo profundamente local”, comenta por teléfono desde Bogotá, donde vive desde 2018. “Me veo haciendo música de otro tipo para otros artistas, pero no voy componer para mí sin involucrar a la música tradicional venezolana”.

No se puede negar que proviene de un proceso de crecimiento artístico en el que han confluido distintos sonidos, vivencias, géneros y personas que han formado parte de la vida de Rafa Pino, quien presenta esta obra en conjunto con Guataca Producciones. 

Él lo sabe, y de hecho, hay claros aspectos de ese principio. Pero también es un álbum con una presencia rockera que permea desde la sala de grabación. “Sí, tiene esa estética rockera porque fue hecho por ingenieros que manejan el género. Es lo que quería, que tuviera una estética con un combo de la movida rockera que le diera otra energía diferente a la que suele escucharse en discos de fusión”, asegura en alusión a personas como Ricardo Martínez y Germán Landaeta. Incluso en los créditos se leen canciones en las que participó el guitarrista Héctor Tosta, de La Vida Bohème. 

Y agrega: “Espero para los próximos discos trabajar con el mismo equipo. Manejar ese sonido más rockero, con ingenieros que no vengan de las estéticas relacionada con la fusión tradicional. Quiero manejar esa agresividad, sin miedo a usar distorsiones, por ejemplo, el delay, el uso de compresores”. 

Rafa Pino salda deuda como cantante entre luces, cuero y cuerda
Foto: Maciel Goelzer

En la cuarentena

Tenía pensado viajar a Venezuela entre febrero y marzo para, entre varios compromisos, mostrar parte de esta etapa. Pero el mundo se pausó. “Pero estoy muy tranquilo porque soy muy casero, pero no sedentario. Mi trabajo fuerte desde que llegué a Colombia es la pedagogía musical. Por fortuna eso no ha parado. La universidad en la que trabajo ha seguido activa. Tengo mi proceso pedagógico que es la formación de cantantes en música popular en general a través de un programa de construcción de voz, interpretación y personalidad tímbrica, que es cómo ha sido mi proceso de adaptación a distintos géneros”.

Antes de que muchos se atrincheraran en redes sociales y aplicaciones digitales, Rafa Pino se había adentrado en ese mundo. “Hay un montón de alumnos. Eso me ha mantenido ocupado. También tengo un taller de composición de canciones. Y bueno, salen proyectos de composición y producción para otros artistas y empresas”, cuenta el cantante, quien labora en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. 

Claro que extraña cantar frente al público. Pero está claro: “Ya iremos resolviendo esos intríngulis porque creo que seremos los últimos en activarnos, los que manejamos actividades en espacios públicos y masivos”.

En estos días de angustia y ansiedad, recuerda esa frase común que asegura que la música cura. Pocos días antes de la entrevistas la mamá de su novia envió un mensaje en el que afirma que la música la ha ayudado para mermar emocionalmente las contrariedades de vivir en Venezuela. 

“El arte no presenta una puerta de escape, sino todo lo contrario. Es la entrada a todo un universo que muchas veces la cotidianidad no te deja ver. Hay gente que lo descubre en la plástica, otros en la artes escénicas, cine, en las tablas o la danza”.

Reflexiones en casa

Se dice que desde marzo, cuando comenzó la cuarentena, la gente ha tenido la oportunidad de reflexionar en estos momentos de cierta paralización de actividades. Rafa Pino considera que estas semanas han demostrado que el ser humano aislado, o el desarrollo de la humanidad, no necesariamente responde en positivo al aislamiento social, a la ausencia de contacto físico. 

“Viendo los toros de la barrera, que es lo que puedo hacer, uno observa como una situación como esta ha sorprendido a los gerentes del mundo en sectores como la política, la salud y las relaciones internacionales; desde los países con más posibilidades a los que tienen menos. No ha sido un fracaso, sino un llamado a capítulo. Toca abrir los ojos para discriminar qué es lo verdaderamente importante en todos los aspectos. Hace unas semanas hablé con Albe Pérez en su programa radial. 

Dije que hay que abrirnos a la empatía con aquellos que  no tienen posibilidades, no solo en lo económico, sino en lo espiritual. Por ejemplo, es una ganancia si alguien siente alivio si escucha mi música, por ejemplo. Que la gente tenga acceso a uno para preguntar cosas sobre lo que uno hace. Esta semanas me han llegado vainas hermosas hechas por chamos de 15 años. Muchas de esas inquietudes de esa generación han tenido la oportunidad de desarrollarse con la cuarentena porque están parados y tienen más tiempo libre. Es una oportunidad para ver hacia dónde va la vida, no solo la de uno, sino el desarrollo de la humanidad. Insisto, la historia lo dirá”. 

Solo espera que la situación le permita pasar por su país. “Mi corazón y mi mente están metidos en Venezuela. No hay nada pero que no poder tocar en el país de uno. Si no estoy en contacto con la gente de allá, no hago nada.  Aquellos músicos que hicieron música tradicional venezolana hace años y que piensa que sigue siendo lo mismo no se han dado cuenta de nada. Es anacrónico. Esto es una responsabilidad histórica que hay que asumir con toda la letra”.

Y antes de colgar, remata: “A veces hablo más que un rescatado…”.

Este artículo de El Diario fue editado por: José Gregorio Silva

Noticias relacionadas