Para Estados Unidos el mes de noviembre del año 2014 fue sinónimo de una gran ola de protestas en Ferguson (Missouri), por la muerte del joven afroestadounidense Michael Brown, de tan solo 18 años de edad, a manos del policía Darren Wilson. Transcurridos 5 años y medio pudiésemos decir que Estados Unidos vive las manifestaciones mas graves desde las ocurridas en 1968, tras el asesinato del líder por los derechos civiles Martin Luther King Jr.

Las muertes de personas en confrontaciones con la policía, como el caso de George Floyd el pasado 25 de mayo en Minneapolis es algo que se repite recurrentemente en Estados Unidos, de hecho, la Asociación Medica Estadounidense (AMA), uno de los gremios más importantes de profesionales de la salud en EE UU, considera la violencia de los órganos policiales  como un problema de salud pública, ya que según los últimos datos registrados (2017-2018) al menos 1.091 personas murieron por acción policial en ese país; 76.400 sufrieron heridas y los costos para el tratamiento ascendieron a más de 1.800 millones de dólares.

Si bien es cierto que el abuso policial es un problema indiscutible, tampoco es menos cierto que los policías sufren de manera significativa por abuso de civiles. Tener acceso a un arma no es tema complicado en EE. UU, hecho que contribuye a que policías sean víctimas fatales de los encuentros violentos con civiles. Datos suministrados por The Washington Post determinan que más de la mitad de las personas asesinadas por impacto de bala por la policía en el año 2019 portaban armas de fuego. Entre 100 y 200 agentes mueren anualmente en cumplimiento con su deber, por lo que seria oportuno analizar: ¿los acontecimientos suscitados en varios estados del país son para rechazar el racismo estructural que se vive en EE UU?, ¿están estas manifestaciones dirigidas al rechazo rotundo por el abuso policial hacia afroamericanos? o ¿son estas manifestaciones dirigidas con un mensaje a la Casa Blanca por la presunta ligereza con la que ha manejado el tema de la desigualdad social durante años?

Las protestas pueden definirse como un ejercicio de acción cívica para expresar de forma pública inconformidad e insatisfacción con problemas no resueltos; es decir, surgen como consecuencia de situaciones emergentes, producto de elementos de tensión, lo que remite a movilizaciones de corta permanencia, por ende, no perduran en el tiempo, terminan una vez que alcanzan un fin o sus peticiones son escuchadas o atendidas. ¿Es esto suficiente para denominar una protesta como movimiento social? La respuesta es no.

La primera característica que define un movimiento social, según el conocido profesor y filosofo polaco Piot Sztompka, es su relación con el cambio social, ya que su objetivo fundamental es la ampliación, el respeto y el resguardo a garantías y derechos fundamentales del individuo, de manera que los derechos de terceros no se vean afectados, por lo que esto ubica a los movimientos sociales en un plano democrático. 

Esta definición es totalmente antagónica a los hechos que se han producido en varios estados de país; los saqueos en locales comerciales, el daño a la propiedad privada o a los establecimientos comerciales de terceros, la agresión a unidades de la policía, así como también el destrozo de la vía pública, hacen que la protesta desvíe su foco, y por supuesto, atente contra un principio fundamental de un movimiento social: que los derechos a terceros no se vean afectados.

A raíz de estas consideraciones, los movimientos sociales son acciones colectivas que surgen espontáneamente  involucrando a todos los sectores de la sociedad para la búsqueda de cambios frente al Estado, y así asegurar, ampliar y extender derechos de tipo social en el marco democrático y pluralista en el cual los individuos participan políticamente, reflexionan y critican el orden social establecido; pero no para llegar al poder, sino para crear una conciencia colectiva que se movilice en pro de la democracia, por ende, la violencia y la anarquía no representan ninguno de estos valores ya mencionados.

La muerte de Floyd pudo haber sido clave para unir a un país entero y generar una identidad colectiva en contra del racismo en general, así como también en rechazo de los abusos policiales y para exigir mayor severidad y firmeza al Sistema de Justicia en el tratamiento de estos recurrentes eventos. Pero desafortunadamente los hechos de violencia solo están ayudando a que se agudice la división social y a propiciar un ambiente de inestabilidad en el país.

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