• El lunes comenzaba una nueva radicalización de la cuarentena y mi espíritu misántropo sería premiado. Vaya sorpresa al descubrir que en el mundo ya no quedaba nadie. Nadie

Cada mañana prendo el celular y repican mil campanitas ridículas. Mensajes acumulados de los no sé cuántos estúpidos grupos Whatsapp en los que me han metido. Debería salirme de todos. Por alguna razón hoy no sonó nada. Nadie escribió en toda la noche. Mejor. 

Llovió largo la madrugada. Sigue garuando. Ni un auto, ni un pájaro: solo se oye la lluvia boba. La calle ha de estar enchumbada de grises, hedionda a orines y desconsuelos. Paradójicamente, acá, cero agua en los grifos. 

Voy a la cocina. Trastos y trastos en el fregadero. Cucarachas caminando entre tazas y platos. En la nevera un paquete empezado de Harina Pan, mal amarrado con una liguita. ¿Amasarme una arepa? Primero muerto. Saldré a buscar algo para desayunar.

Me encaramo mi sweater con capucha (siempre perfecto para ir cabizbajo) agarro mi único acartonado salivoso tapabocas azul y salgo rumbo a la panadería de la esquina. Ningún vecino activo. Maravilloso no tener que saludar a nadie. 

La calle está fría, neblinosa. Raro esto, siendo junio. Tampoco hay gente caminando. Ningún vehículo. ¡Se esfumaron todos! ¡Qué alegría! ¡Regalazo para un hater!

La panadería cerrada de Santamaría abajo. El kiosko cerrado. Todo cerrado. Claro. Hoy comienza el ultra confinamiento. Milagro que hayan hecho caso mis vecinos, sarta de mamarrachos indisciplinados. Ni un rostro asomado en las ventanas. Esto pinta mejor que un primero de enero. Excelente ver mi cuadra así. Schopenhauer aseguraba que la existencia humana debía ser una especie de error. Para Nietzsche, palabras más palabras menos, nuestra especie resultaba una vergüenza dolorosa. Albert Einstein también odiaba las multitudes. Razón tenían estos teutones.

La lluvia arrecia, pero no me devuelvo a casa. Quiero indagar un poco más. Seguro en la avenida, una cuadra más abajo, hay transeúntes. Cerca del metro siempre están las muchedumbres pululando, buscando lo que no se les ha perdido. Seguro estarán sin protección antipandémica. Seguro ni han leído que los contagios están creciendo exponencialmente, justo a consecuencia de sus malos procederes. Si es confinamiento, ¡es confinamiento! ¿Tan difícil entenderlo? Pobre país este. Por un lado estos mandatarios subnormales parranda de imbéciles improvisados corruptos y malignos; y por el otro esa masa necia y majadera. Qué porquería. ¿Cómo no vamos a estar como estamos?

Nadie en la avenida. Nadie en la plaza. Los accesos al metro todos clausurados. Y el chaparrón que no da tregua. Mis zapatos son un charco. No importa. De verdad es asombroso -y glorioso- poder decir sin eufemismos, por primera vez en mi vida, que no hay ni un alma. Esta es la ciudad a mi medida. Este es el espacio que siempre me merecí. 

Me paseo de cabo a rabo el bulevar sin malandros ni policías-bolivarianos ni recoge-latas hurga-basuras cambia-dólares mala-mañosos vendedores-de-empanadas-de-perro borrachos-huele-pega prostitutxs-en-oferta brujxs-sin-garbo saqueadores-devaluados micro-traficantes mal-enchufados buhoneros-sin-mercancía carteristas-sin-clientela gamines-que-hacen-malabares-y-beben-agua-de-la-calle estafadores-de-ilusiones defensores-de-causas-ridículas ideólogos-de-la-nada imbéciles-de-gratis atribulados-pseudosreligiosos pendejos-todos… Se escurrieron. Los ríos de este diluvio se los llevaron a todos por los albañales. 

Llego a Plaza Venezuela. Se desborda descontroladamente lo que alguna vez fue una fuente. La nubosidad cada vez más baja. Todo se oscurece. Hay un aura fúnebre. Un escalofrío me recorre la columna vertebral.

Me quedo paralizado ante este apocalipsis. Y aunque no sé qué será de mí en el próximo minuto, por un instante, por este instante, me siento grandemente poderoso, y cuando me ilumine La Luz cenital sabré cuánto de esta puesta en escena fue un engaño, y entenderé que la vida es grandiosa aun siendo la más catastrófica efímera y grande de todas las soledades.

Horacio Blanco

Veinte de junio del veinte veinte

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