Como docente universitario siempre he tenido claro que cada día de clase es un reto, cada tema que se aborda genera en el alumno una serie de interrogantes que al ser aclaradas se convierten en información, y ésta a su vez, en conocimiento. Todo esto ocurre bajo la mirada del docente que funge como guía en ese camino hacia el aprendizaje, pero, qué sucede cuando se deben tomar medidas alternas para propiciar ese aprendizaje.

En condiciones normales se hacen una serie de estudios que conllevan a seleccionar el mejor método para seguir impartiendo conocimiento de la manera más viable, minimizando el riesgo de pérdida de interés en el alumno. Pero, esta época es diferente, la pandemia ha generado un distanciamiento físico que ha vaciado las aulas de clase, las escuelas, los institutos, y las universidades han quedado solitarias, solo bajo el resguardo del personal de confianza de cada institución.

Los docentes en todos los niveles han tenido que tomar medidas para garantizar la consecución de las clases, en la mayoría de los casos se trata de hacer lo máximo que está al alcance. Se puede decir que Venezuela no estaba preparada para sobrellevar el efecto que la pandemia ejerce sobre la educación; se tomaron medidas extremas, y entramos en un ciclo de ensayo y error. El problema de experimentar con la educación es que el efecto positivo o negativo lo veremos en las siguientes generaciones de profesionales, quienes serán los encargados de sacar adelante a este país.

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Analicemos detenidamente como evolucionó la educación en estos meses de cuarentena. Se inició con un aparente descanso para los estudiantes, mientras se hicieron múltiples reuniones virtuales para decidir los pasos a seguir dentro de las instituciones educativas, lo que dio tiempo a los docentes para ir replanteando las estrategias que aplicarían. Luego de estos primeros días se tomó la decisión de continuar con las clases de manera virtual, para algunos, algo ya cotidiano, para otros un mundo nuevo en el cual empezarían a funcionar y a practicar. Para los ya versados en el tema de clases virtuales fue sencillo continuar éstas, pero no todo es tan fácil, para poder impartir clases virtuales es necesario dominar una serie de herramientas (aulas virtuales, video conferencias, tutoriales, entre otros), las cuales deben manejar los alumnos, e implican estar conectado a la internet, esta red de redes es la encargada de proporcionar acceso a la información, y es la que permite que el docente y el alumno interactúe intercambiando conocimiento para abarcar los contenidos académicos.

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Los problemas se agudizan con las fallas de energía eléctrica y el acceso a Internet; en el portal speedtest global index se posiciona a Venezuela como el país número 173 según la velocidad de acceso al Internet, dando un promedio de ancho de banda de 3.48 mega bits por segundo, una diferencia de más de 200 Mbps con respecto al primer lugar. Adicional a ello, los cortes o racionamientos de energía generan problemas en todos los ámbitos, y en el educativo, ocasiona que el acceso a Internet y a la información se haga a destiempo por lo que las reuniones virtuales no siempre se pueden realizar y las entregas de asignaciones tengan que ser postergadas; sin obviar que esta dificultad limita el acceso a los equipos que pueden ser utilizados por los estudiantes para recibir la educación vía virtual.

Por otro lado, los docentes que no tienen conocimiento en el uso de herramientas que permitan comunicarse de manera virtual con sus estudiantes, optan por el uso de las redes sociales que están a su alcance, siempre con el afán de hacer lo mejor posible para seguir educando a sus alumnos; las más usadas por estos docentes son el correo, Youtube y el WhatsApp, pero no es sencillo, pues no es solo enviar mensajes de textos, es preparar una clase de manera tal que cubra todos los aspectos necesarios para que el estudiante tenga la suficiente información como para minimizar las posibles dudas que aparezcan.

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La realidad en el país demuestra que en algunas instituciones se han dictado diplomados para que el docente logre entender y generar la información necesaria con el fin de ser aplicadas en la virtualidad, pero la falta de preparación continua en esta área ha originado un cambio en la forma de impartir la educación; por ejemplo, con el lema “cada familia una escuela”, significó que ahora las clases se impartirían en el seno del hogar dando pie a que los padres, hermanos, abuelos, desempolvaran su conocimiento e intentaran cumplir con el rol del docente, explicando a su familiar diferentes aspectos según lo enviado por el profesor; a pesar de los avances tecnológicos, del uso fácil de redes por parte de los jóvenes, la situación se tornó complicada, pues no todos tienen la preparación, ni la paciencia del docente.

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El lado bueno, esto ha permitido que la familia llegue a conocerse mejor, muchos han logrado comprender la razón del bajo rendimiento de sus hijos, han aplicado técnicas de enseñanza que no sabían que tenían y que han aprendido con el paso del tiempo, pero aún más importante, se han puesto en los zapatos de esos docentes que se encargan de enseñar a sus hijos y ahora han sabido valorarlos.

La educación virtual en Venezuela no es una tarea fácil, y menos en época de pandemia, pero muchos docentes han demostrado en estos meses que están allí por vocación dando lo mejor de sí con las herramientas que tienen a mano, tratando de cubrir todos los ángulos para formar buenos ciudadanos y grandes profesionales que ayuden a salir adelante con el futuro del país, otros por el contrario están a la espera de regresar a las aulas, para continuar su rutina, la cual –sin lugar a dudas- ya cambió.

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