Siempre resultan interesantes los inicios o cierres de cada década. Si alguna característica en particular marcó el inicio del nuevo milenio —en las últimas dos décadas transitadas— es cómo nos comunicamos y la tecnología que utilizamos para lograrlo.

A finales de la década de 2010, estalló la moda de los teléfonos inteligentes, súper sofisticados y rápidos (para la época). Destaco la palabra moda porque fue así, un frenesí tecnológico que te obligaba a sentir la más profunda necesidad de tener uno de estos aparatos. De no tenerlo no estabas en nada.

Con esta moda comunicacional inicia la desaparición del mensaje de texto (SMS) pagado con saldo que dolía en el bolsillo y en el alma, donde no se escribía un simple hola se escribía el mensaje completo de 140 caracteres porque cada mensaje costaba dinero, era un recurso limitado no renovable.

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Junto a la inteligencia de los teléfonos, llegó como enviado por la providencia el PIN, para salvar nuestras miserables y poco relevantes vidas sociales. El PIN, para los que lo conocieron, fue más que las siglas de “Personal Identification Number” fue nuestro ascenso social inmediato.

Te permitía brindar un puente de comunicación directo con cualquier otro ser humano. Claro, que estuviera a tu altura tecnológica. El intercambio de PIN era tan incesante, que constantemente se escuchaba en medio de cualquier sitio concurrido, ¡dame tu PIN!

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El no tener PIN te privaba de relaciones, negocios y entretenimiento. Tener PIN privó a muchos de comer, porque barato no era.

Gracias a los avances y la inteligencia de los teléfonos —que cada vez son más inteligentes que nosotros— ellos mismos fueron evolucionando, apareándose entre teléfonos de última generación con los de la última generación. Ahora mismo vivimos una dinastía de teléfonos de última generación que no tiene fin.

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Pasaron los años, crecieron las redes sociales, nacieron y murieron miles de formas y plataforma. En este proceso, el PIN perdió relevancia y la ganó el Pack.

No importa por donde te comuniques, lo más importante es tener un buen Pack, donde el tamaño sí importa y mucho. No es igual un Pack de 15MB a uno de 23MB.

Lo bueno es que la misma tecnología te ayuda con filtros, ángulos y perspectivas, a mejorar la calidad visual de tu Pack. En la era de la comunicación trepidante no hay tiempo que perder.

Un “hola” secundado por un buen Pack deja claras muchas cosas, la perversidad absoluta de quien lo envía, su propósito lujurioso, una petición directa de apareamiento no reproductivo, un acto de acoso digital, algo muy desagradable o una muy exuberante sorpresa.

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En resumen, hoy en día un Pack, es como en otrora la tarjeta de presentación, puede decir mucho, dejar muy buena o mala impresión sobre ti.

Sea como sea tu caso, no se puede negar que evolucionamos muy rápido en la forma de comunicarnos, en solo una década pasamos del “Dame tu PIN”, al “Toma tu Pack”.

Después de todo, tocar la puerta no es entrar.

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