• El candidato presidencial demócrata se niega a jugar en las manos de Donald Trump

La semana pasada Joe Biden mantuvo una llamada de 45 minutos con un pequeño grupo de reporteros, incluyéndome. El tema principal de la conversación fue el nuevo plan de Biden, “Reconstruir para mejor”: un nuevo marco poscovid para sus propuestas de construir una infraestructura de energía limpia, revitalizar la manufactura americana, hacer que el sector salud pague a quienes trabajen en él y sea asequible para quienes lo necesitan y abordar las desigualdades raciales.

Mi pregunta era simple. Los demócratas no tienen un camino hacia los 60 escaños en el Senado. Entonces, ¿cómo evitará Biden que su agenda muera a manos del obstruccionismo? ¿Apoyaría la reforma obstruccionista, o la eliminación? La respuesta de Biden fue su campaña en miniatura, reflejando tanto los instintos que lo han hecho exitoso como la cautela que ha frustrado a muchos en la izquierda.

“Creo que va a depender de cuán empecinados se pongan” – refiriéndose a los republicanos – “y si se tornan así,” respondió. “No he apoyado la eliminación del obstruccionismo porque se ha utilizado tan a menudo para proteger derechos que me importan así como al revés. Pero se le tendrá que echar un vistazo”.

Esa respuesta, que reflejaba un cambio genuino en la retórica de Biden en cuanto al tema, produjo algunos titulares. Pero los argumentos de Biden no terminaron allí. “Diré algo escandaloso,” continuó. “Creo que tengo una buena experiencia acercando a demócratas y republicanos.” Continuó diciendo que muchos senadores republicanos se sentirán “un poco liberados” después de la derrota de Trump y podrán estar dispuestos a trabajar con los demócratas en temas como la infraestructura y la desigualdad racial.

“En mi carrera, nunca he esperado que un líder extranjero o un miembro del Congreso aparezca en la segunda edición de Perfiles de Coraje”, dijo Biden. “Pero soy bastante bueno entendiendo las limitaciones de un senador o líder y ayudarles a enrumbarse hacia lo que quieren hacer a partir de lo que están haciendo con muchas dificultades políticas”. He tenido éxito ayudando a mis amigos republicanos a encontrar justificaciones que me ayuden a conseguir aquello por lo que me estoy esforzando al máximo”.

Enmarcado en este argumento está el punto de vista de Biden sobre el Partido Republicano: No lo ve como un monolito sino como una coalición. Algunos miembros de esa coalición aman a Trump y llorarán su derrota. No van a trabajar con Biden, y él tampoco espera trabajar con ellos. Pero a algunos republicanos del Senado no les gusta Trump, lamentan en lo que se ha convertido su partido, y buscan redención. Lo que necesitan es un demócrata con el que puedan trabajar, un demócrata que no se enfrente a sus votantes y que no les restregue su pérdida en las narices. Lo que necesitan, piensa Biden, es a Biden.

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Pero esto no es sólo la teoría de gobierno de Biden. Es también su teoría de la campaña.

La estrategia de Biden

Después de las elecciones de 2016, los demócratas, aterrorizados y heridos, hicieron un diagnóstico. Trump, a pesar de toda su manía, intolerancia y caos, había dado a los enojados estadounidenses algo por lo que votar. Para detenerlo, los demócratas necesitarían unir la fuerza con la contrafuerza, la polarización con la movilización. Necesitarían mostrar tanta ira, tanto populismo, tanta energía de choque como él.

Biden está en campaña presidencial – y, por ahora, ganando – desafiando ese diagnóstico. Está ejecutando una campaña cuidadosa y tranquila enfocada menos en emocionar a sus partisanos que en negar a Trump el archienemigo que necesita para reenergizar su base. Es una campaña que frustra a los activistas liberales y a los expertos porque repetidamente, rutinariamente les niega la emoción y las colisiones que estructuran la política moderna. También es, por esa razón, una campaña que frustra a Trump y Fox News, por lo que siguen tratando de antagonizar a Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, e Ilhan Omar en su lugar.

Para Biden, esto es parte estrategia, parte personalidad. “No hay que subestimar la realidad de que las campañas tienden a reflejar al candidato”, dice Anita Dunn, otra asesora principal de Biden. “Joe Biden nunca ha sido una figura polarizante. Ha pasado su carrera tratando de unir a la gente. Durante la temporada de las primarias demócratas, cuando muchos argumentaban que lo que el partido necesitaba era ese guerrero que se enfrentara a los republicanos sin importar lo que pasara, Biden hablaba constantemente de la importancia de tratar de trabajar con el otro lado para lograr que las cosas se hicieran. Fue atacado por su ingenuidad y por vivir en el pasado. Pero eso es lo que él cree.”

Biden no trata de ganar en Twitter con quemaduras brutales, o de dominar el ciclo de noticias con declaraciones controvertidas (aunque ocasionalmente lo hace con metidas de pata). No es muy querido, pero es significativamente menos odiado que Trump.

El politólogo Michael Tesler señala que se puede ver la brecha incluso entre los partidarios de los dos candidatos: el 80% de los partidarios de Biden tienen una visión muy desfavorable de Trump, mientras que solo el 53% de los partidarios de Trump tienen una visión muy desfavorable de Biden.

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Lo que llama la atención es lo bien que parece estar funcionando. Mientras escribo esto, Biden está adelante por más de 9 puntos en el promedio nacional de las encuestas del 538. El modelo de previsión electoral de The Economist le da un 92% de probabilidades de ganar el Colegio Electoral. Él lidera en los promedios de las encuestas de Florida, Ohio, Pensilvania, Wisconsin, Michigan, Arizona y Carolina del Norte. Está a la par con Trump en Texas. ¡Texas! Como señala Nate Cohn de The New York Times, incluso si las encuestas resultan tan desacertadas en este 2020 así como lo fueron en 2016, estos números aún predicen una gran victoria para Biden.

La clave del éxito de Biden es simple: él está fraccionando la coalición de Trump, recuperando a los votantes más viejos y blancos que los demócratas perdieron en 2016. La idea de la campaña de Biden es que la movilización es a menudo la otra cara de la polarización: Cuando los activistas de un partido están agudamente divididos por la ideología y la demografía, lo que excita un lado es lo mismo que inquieta al otro lado. Los estudios de las elecciones a la Cámara de Representantes muestran esta dinámica en acción: Los candidatos ideológicamente extremos se desempeñan peor que los moderados porque aumentan la participación de la otra parte.

La teoría de Biden de vacilar a los votantes de Trump es la misma que su teoría de vacilar a los senadores republicanos: cree que quieren votar por él, pero necesitan ayuda para superar sus complejos políticos por votar por un demócrata. Y por eso está tratando de darles esa ayuda. Alaba al viejo Partido Republicano, se niega a tomar partido en las peleas más candentes de la política americana. Biden se ha resistido a los llamados a abolir los seguros privados, prohibir el fracking, descriminalizar la inmigración, y desfinanciar a la policía. Le ha costado el entusiasmo de la izquierda, pero le ha negado a Trump el claro florecimiento que necesita. Eso ha dejado a Trump confundido, insistiendo patéticamente en que Biden mantiene posiciones que Biden no mantiene y sometido a las corroboraciones de su proceder en vivo por parte de Fox.

Biden está tratando a los votantes de Trump no como un monolito sino como una coalición – una coalición que se puede romper.

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Neutralizando la polarización negativa

Una reciente encuesta de Pew preguntó a los votantes de Trump y Biden sobre la motivación de su elección. ¿Estaban votando por su candidato, o en contra del otro candidato? El 76% de los votantes de Trump dijeron que estaban votando por Trump; el 24% dijeron que estaban votando en contra de Biden. Entre los votantes de Biden, fue al revés: 67% dijo que votaría contra Trump, mientras que solo el 33% dijo que votaría por Biden.

A principios de julio, Brad Parscale, el entonces gerente de la campaña de Trump, trató de hacer girar esta dinámica a favor de Trump: “Cuando se trata del factor más importante, el entusiasmo, el presidente Trump es el que domina”, escribió. “El entusiasmo sin precedentes que hay detrás de los esfuerzos de reelección del presidente contrasta con el entusiasmo plano y casi inexistente por Biden”. Dos semanas después, Parscale fue despedido.

Por extraño que parezca, el bajo nivel de entusiasmo por Biden es al menos en parte una elección que la campaña de Biden ha hecho. Y tal vez han hecho la correcta. Los estudios de la polarización política de las últimas décadas convergen en gran medida en el mismo hallazgo: El aumento de la polarización no se debe a un mayor apego al partido o a los políticos que apoyamos, sino a un mayor temor y odio al partido y a los políticos a los que nos oponemos.

Es por eso que el voto dividido se está emparejando mientras más individuos que fueron “alguna vez” partidarios se identifiquen como independientes. Esos independientes no son verdaderamente independientes – los estudios muestran que son más estables en el partido por el que votan que lo que se autoidentificaban como partidarios hace una generación. Son independientes porque no les gusta el partido por el que votan lo suficiente como para identificarse con él. Se mantienen en su lugar por miedo a que el otro partido gane el poder.

La capacidad de Biden para neutralizar la polarización negativa está sombríamente ligada a su identidad. Biden es un hombre mayor blanco de Pennsylvania, y eso le ayuda con los votantes mayores y más blancos que forman la base de Trump. Y él lo sabe. En un comentario a la vez deprimente y verdadero, Biden dijo, “Creo que hay mucho sexismo en la forma en que atacaron a Hillary. Creo que fue injusto. Gran parte de eso. Bueno, eso no va a pasar conmigo”.

Joe Biden y Hillary Clinton en un ayuntamiento virtual el 28 de abril de 2020
Foto: Getty Images

El enfoque de Trump en la política y la mala gestión de la pandemia de coronavirus también han dado una ventaja a Biden, en parte al neutralizar la capacidad de Trump para distraer al país con enemistades y enfrentamientos, y en parte al asegurar que los demócratas se movilicen para votar en contra de Trump sin importar lo que haga Biden. Biden puede dar por sentada la movilización de la base porque Trump hará gran parte del trabajo por él.

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“Trump es muy bueno para energizar su base”, dice el politólogo Alan Abramowitz. “Pero es igual de bueno o incluso mejor en la activación de la base demócrata.”

Eso no significa que Biden esté dando por sentada la movilización de la base. Pero lo está haciendo a través del paciente trabajo de la política coalicional, no a través de posiciones públicas y polarizantes en temas simbólicos. Las más de 100 páginas de recomendaciones del grupo de trabajo de Sanders-Biden movieron la sustancia de su agenda significativamente a la izquierda sin atar a Biden a ninguno de los temas candentes que avivan el conflicto en los noticieros por cable.

“En los grandes temas – los votantes se darán cuenta – no quiere ser visto como particularmente polarizante o divisivo”, dice el politólogo Seth Masket, quien está escribiendo un libro sobre las lecciones que los demócratas aprendieron a partir de 2016. “Pero aunque el votante promedio no prestará mucha atención a las concesiones políticas más técnicas, resultan tener mucho significado detrás de ellas, y los activistas demócratas que usted quiere que trabajen para su campaña y el personal de su organización las consideran”.

Todo esto le ha dado a Biden la oportunidad de dirigir la campaña con la que se siente más cómodo, y más adecuado para dirigir. Una campaña que se trata más de dar a la gente que no está de acuerdo con él todo el permiso para votar por él, en lugar de una campaña sobre la movilización de su propia base. Puede que no   funcione todos los años, contra todos los oponentes, pero esta funcionando este año, contra éste.

La diputada Stephanie Murphy (D-FL) representa uno de los pocos distritos congresuales perfectamente parejos del país: el séptimo de Florida, donde republicanos y demócratas están empatados, y donde Murphy tomó la silla de los republicanos en 2016. Es el tipo de distrito que los demócratas necesitan para ganar si quieren recuperar Florida. Y cuando Murphy mira a Biden, me dice que ve a un candidato que entiende cómo ganar distritos como el suyo.

“Gané en 2016 y mantuve el distrito en 2018 siendo alguien en el Congreso que no aparece en las noticias por cable, ya que mi cabeza ha explotado todo el tiempo”, dice. “Y creo que Joe Biden lo entiende. Una mano firme es apreciada y valorada frente al caos de los últimos años.”

Esta es una traducción hecha por El Diario de la nota How Biden is winning, original de Vox.

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