• El lexicógrafo, historiador lingüístico y ensayista venezolano conversó con el equipo de El Diario sobre la incidencia que tiene el lenguaje en la vida de todos los seres humanos. Además, comentó que la conciencia sobre la lengua es el primer paso para la construcción del futuro. Foto principal: Real Academia Española

El individuo es un ser que se regodea en su lenguaje. Reconoce los límites de su realidad a través de las palabras y, además, es capaz de crear y materializar su mundo desde el verbo. La importancia de la lengua puede pasar desapercibida en el vaivén de la vida diaria, pero, en la volatilidad del tiempo, el ser humano logrará su trascendencia a través del conocimiento de su forma expresiva. “Vivir en una lengua no es otra cosa que dibujar el universo tal y como esa lengua lo permite y lo quiere”, afirma Francisco Javier Pérez desde Madrid, España, donde ocupa el puesto de secretario general de la Asociación de Academias de Lengua Española (Asale).

Francisco Javier Pérez nació en la ciudad de Caracas en 1959 y, durante su vida profesional, se ha enfocado en el estudio de distintas ramas de la lingüística, el análisis literario y la lexicografía. Es licenciado en Letras y magíster y doctor en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). En esta casa de estudios se desempeñó como profesor de Teoría Literaria, Morfosintaxis del Español, Historia de la Lingüística y Lingüística de la Publicidad hasta su jubilación en 2015. Además, ha sido profesor invitado en varias casas de estudio como la Universidad Central de Venezuela (UCV), la Universidad de los Andes (ULA) y la Universidad de La Sabana, ubicada en Bogotá, Colombia.

Obra de Francisco Javier Pérez

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Su obra escrita es un extenso registro de las posibilidades de estudio que se guardan en la historia y comportamiento de los hablantes del español. Se ha enfocado, sobre todo, en la teoría y praxis lexicográfica, en la lexicografía histórica del español americano, en la reconstrucción de la historia de la lingüística venezolana e hispanoamericana, entre otras áreas del estudio lingüístico y literario. nnAlgunos de sus textos sobre la investigación historiográfica del español son: Historia de la lingüística en Venezuela, Diccionario del habla actual de Venezuela, Diccionario venezolano para jóvenes, Estudios de lexicografía venezolana, Pensar y hacer el diccionario, entre otros. Además, sus reflexiones sobre el oficio literario han sido recopiladas en un seriado de libros que lleva por nombre “Satisfacciones imaginarias” y ha preparado para la colección “clásicos” de la Asociación de Academias de la Lengua Española, de la que es editor, un texto ensayístico sobre El castellano de España y el castellano de América, de Ángel Rosenblat.

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Es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua y fue su presidente durante dos períodos. Además, es miembro correspondiente de la Real Academia Española y miembro honorario de la Academia Colombiana de la Lengua y de número del Instituto de Estudios Canarios. En estos momentos es uno de los responsables de la recopilación y estudio del Diccionario Fraseológico Hispanoamericano.

“El poder de la frase determina la capacidad expresiva de la lengua”, comenta. Más allá del estudio de la fraseología española, como un aspecto de la lengua capaz de encapsular su riqueza, tanto expresiva como formal, en una sentencia corta, este diccionario sería la primera iniciativa de las academias americanas. 

Asimismo, desde hace cuatro años trabaja en el estudio sobre la obra y legado de Andrés Bello en España, del cual ha presentado varios ensayos en el Boletín de la Real Academia Española y en la revista Cuadernos Hispanoamericanos. 

“La lengua es la única forma de salvación y la clave para hacer renacer la vida de una sociedad”, asevera Pérez. La única forma de reconocer la conciencia ante la existencia es a través del lenguaje. Su evolución constante permite reconocer los cambios de la sociedad y, además, intervenir como seres efímeros en la realidad que pareciera ser intocable. 

—La lengua, algunas veces, pareciera perder importancia en la mente de los hablantes. En este caso, ¿cómo el individuo mantiene una conciencia por la lengua?

— Hablar una lengua y crecer en ella es una manera particular de ver el mundo, de edificarlo, de pensarlo y de comunicarlo. Vivir en una lengua no es otra cosa que dibujar el universo tal y como esa lengua lo permite y lo quiere. Así como Wittgenstein decía que todo pensamiento era lingüístico, habría que decir que toda representación es lingüística y que también lo es toda estética, todo credo y todo sentimiento.

Somos hombres no porque pensamos, como se ha creído, sino que somos humanos porque hablamos, porque para pensar lo hacemos con palabras, porque hablamos para maravillarnos de la vida y porque hablamos para decir lo que nos mortifica y afecta. El ser humano es el ser vivo que habla, el ser que habla para estar vivo. De ahí que no pueda existir un hombre que no tenga conciencia lingüística. Hasta aquí una parte de la teoría del lenguaje”.

Sin embargo, y he aquí la segunda versión teórica, una persona puede no saber transmitir lo que es el lenguaje y, menos, cómo es su conciencia lingüística. Quizá la educación del hombre, la formal y la espontánea, deba ser una en donde todo tienda a afianzar la conciencia lingüística. El cultivo de esa conciencia es la clave para alcanzar la plenitud humana.

Desconocer lo que la lengua significa para el hombre y de lo mucho que pesa la lengua en la vida es no entender de dónde proviene la esencia elocuente de lo que se sabe. Hablar de cualquier manera es no solo desconocer la conciencia lingüística, sino construir tu mundo también de cualquier manera. La gravedad de eso que llamamos “falta de conciencia lingüística” se traduce en creer que existe una forma neutra de hablar y una forma ingenua de decir. Al contrario, la conciencia lingüística te lleva a sostener que todo lo que decimos es ideológico y coercitivo, matizado por los marcos referenciales específicos. Todo en la lengua tiene un interés y todo desemboca en la satisfacción de intereses predeterminados.  

Los intelectuales y escritores venezolanos analizan los vicios que han empobrecido la lengua en Venezuela en los últimos años. ¿La lengua se puede empobrecer o, al contrario, los cambios que presenta son parte de su evolución?

—Sostengo que las lenguas evolucionan gracias a sus deterioros. Todo cambio en la lengua, tanto en su cuerpo formal como en su cuerpo ideológico, responde a modificaciones también formales e ideológicas de la sociedad y cultura que crea la lengua y que la hace variar de acuerdo a nuevos intereses, mentalidades y sensibilidades. Desde este punto de vista, ningún cambio es abiertamente un empobrecimiento, siempre que no altere la armazón gramatical de la lengua. La oralidad y la escritura son las más afectadas por esos cambios que algunos entienden como empobrecimiento.   

—En las últimas décadas la función identitaria de la lengua se ha posicionado en todas las discusiones. Es un factor de disputa en los grupos de reivindicación social y de género. ¿La lengua es un elemento excluyente? y, segundo, ¿el uso del lenguaje inclusivo es posible en el comportamiento natural de los hablantes?

—Las lenguas no excluyen ni incluyen. Responden, más bien, a una capacidad para reflejar las transformaciones humanas y sociales. Las lenguas son criaturas sociales y ello las hace sensibles a las fuerzas sociales de todo tipo. Si la sociedad excluye, la lengua excluirá. Si, en cambio, la sociedad resulta incluyente, la lengua será abierta y plural.

El uso de vocablos, frases o expresiones características de un contexto cultural específico, a veces, se considera “apropiación cultural o lingüística”. Pero la cultura y, sobre todo la lengua, se nutren de la relación constante de los individuos. Entonces, ¿es factible la apropiación de una lengua?

—La lengua es de los hablantes y son ellos los únicos que pueden determinar la aceptación de cualquier proceso de “apropiación”. Si pensamos en vocablos foráneos, ellos serán incorporados al léxico de un tiempo específico, si los hablantes con su uso extendido así lo determinan. Ninguna lengua puede apropiarse de otra. Solo es posible hacerlo con un puñado de palabras y con algún rasgo de pronunciación y hasta de sintaxis. Las lenguas evolucionan transformándose cada una hacia otra que es ella misma transformada. Ninguna lengua puede fagocitarse a otra en un sentido general.

En los últimos años, desde las instituciones del poder en Venezuela, se ha implementado una neolengua. “Guerra económica”, “normalidad vigilada y controlada”, “salario digno”, entre otras, son frases que retumban una y otra vez en el día a día de los venezolanos. ¿De qué forma la repetición de este lenguaje ideológico modifica el pensamiento del individuo?

—Todos los mecanismos de adoctrinamiento lingüístico –de construcción neolingüística– se sustentan en la repetición de piezas léxico-ideológicas que dicen poco al usuario común, pero que lo abruman con metáforas falsarias instaladas por la vía de la insistencia y la repetición. El principio es que toda repetición gesta repeticiones.

—En los meses de la pandemia el régimen ha utilizado epítetos como “los trocheros”, “bioarmas”, entre otros, para referirse a los venezolanos que retornan. ¿De qué forma la segregación del enfermo, del contagiado o del venezolano que regresa puede modificar la relación social?

—Quisiera decir es que estas expresiones me parecen de una insoportable crueldad, puesto que se trata de calificar sin ningún tipo de piedad a connacionales que han salido del país buscando una mejor vida –esa que no puede darle un régimen que ha depauperado al pueblo venezolano– y que sumidos en la miseria física y espiritual regresan derrotados al país. No conforme con ello, se les califica con expresiones inmerecidas y que buscan encarnizarce con personas que por efecto de esto terminan convertirlas en dobles víctimas.

Francisco Javier Pérez: “La lengua es la clave para el renacer de una sociedad”
Foto: El Nacional

Creo que una tal decadencia humana no tiene precedentes en la historia del país y, por supuesto, ello altera la relación social en grado superlativo, segmentando a la población, ya no solo en seguidores y opositores, sino en despojos humanos que hay que combatir y segregar. La pandemia ha sido el gran argumento para que regímenes antidemocráticos del mundo puedan avanzar en planes aún más oprobiosos que los que ya tenían en marcha antes de la llegada de la enfermedad. Lingüísticamente hablando, esas descalificaciones forman parte de desarrollos neolingüísticos que están propiciados desde el poder.  

La tecnología, más allá de ser una herramienta, es el significante más representativo de la contemporaneidad y, como sabemos, la mayoría de los términos están en inglés. Esto ha reducido el uso del español para hablar sobre aplicaciones, redes sociales, programas, etc. ¿Esto podría provocar un desuso de la lengua española o, por otro lado, el fortalecimiento del cambio de código lingüístico?

—Nuestro tiempo lingüístico está fuertemente condicionado por la presencia de anglicismos, producto de los avances tecnológicos que se hacen desde esa lengua. Algo similar ocurrió en siglos anteriores con la influencia del francés. La lengua española se llenó de galicismos que fueron considerados innecesarios y de formas galicadas que fueron tema de cruentos debates lingüísticos y de numerosas sanciones gramaticales que hicieron historia. El venezolano Rafael María Baralt fue el autor del primer Diccionario de galicismos para el español. Su perspectiva era de vigilancia y castigo sobre estos usos de origen galo. 

Dicho esto, la pauta debería ser la de evitar el anglicismo innecesario; es decir, aquel que debate con formas del español igualmente válidas y potentes. Ahora bien, cuando no haya otra palabra en español para esa nueva realidad que nos viene del mundo anglosajón, debemos usar el anglicismo sin remordimiento y con convicción, tanto en su forma cruda como en su forma adaptada a la ortografía del español. La influencia del inglés será eso, una influencia y nunca un desuso de nuestra lengua y, menos, una aniquilación del idioma, nuestro código estrella.

Pero, también, se espera que el español aumente su cantidad de hablantes en el mundo por los procesos de interculturalidad y las migraciones suramericanas a países europeos. Incluso el filósofo italiano Gianni Vattimo comenta que será la lengua del proletariado mundial. ¿Cuál será el futuro del español en una sociedad globalizada?

—De todas las lenguas habladas hoy en el mundo, el español es la que tiene un futuro más prometedor. Sus cifras son no solamente inmensas, sino que se están posicionando en ámbitos no ensayados por nuestra lengua. Los números que hoy la determinan no pueden dejar de fascinar por su enormidad y potencia al espíritu más impasible o de asustar al detractor más inclemente de nuestra lengua y cultura.

Según cifras del Instituto Cervantes, el español tiene hoy 580.000.000 de usuarios potenciales, de los cuales 483.000.000 de hablantes tienen al español como su lengua materna. El español es una lengua hablada en cuatro continentes y oficial en más de una veintena de países. Segunda lengua materna del mundo por el número de hablantes, después del chino mandarín; y la tercera en el cómputo global de hablantes, detrás del inglés y del chino. 

Francisco Javier Pérez: “La lengua es la clave para el renacer de una sociedad”
Foto: El Ucabista

El español es la segunda lengua más estudiada, junto al francés y al chino, como segunda lengua; y la cuarta lengua más poderosa del mundo en atención a indicadores geográficos, demográficos, económicos y políticos. Constituye el tercer PIB mundial vinculado a las lenguas oficiales. En Internet, el español ocupa el tercer lugar en uso en la Red, el segundo en Facebook, LinkedIn, Twitter y en la Wikipedia. Asimismo, y este indicador es tremendamente significativo, es la segunda lengua en la que se publican más documentos científicos.

En el Google Académico el español obtiene la quinta posición según el índice de impacto de las 100 revistas más citadas. Dos países hispanohablantes, España y Argentina, ocupan los puestos octavo y duodécimo, respectivamente, entre los principales países productores de libros (según medición del reporte anual 2015-2016 de la International Publisher Association). 

El español es la sexta lengua del mundo desde la que más se traduce y la tercera a la que más se traduce. Y, un último dato, España, Argentina y México son los tres países hispanohablantes considerados entre los quince en la producción cinematográfica mundial, ocupando, respectivamente, las posiciones octava, undécima y duodécima.  

Asimismo, existen obras literarias como La maravillosa vida de Oscar Wao, de Junot Díaz que, a su vez, establece un referente cultural en el uso del cambio de código constante de las comunidades latinas en Estados Unidos. ¿Podría explicar cómo es el funcionamiento de este tipo de lenguaje?

—Mientras hacemos esta entrevista, en Estados Unidos hablan español 57.000.000 de personas. Se espera que a mediados del presente siglo esta cifra se duplique, haciendo que el país del norte sea, por detrás de México, el segundo país en el uso del español. El bilingüismo oficial está a mediano plazo en el futuro lingüístico de los Estados Unidos. Y si bien la batalla no resulta fácil debido al bloqueo ejercido desde la jefatura del país y su incidencia en los programas educativos, se está librando en los hogares hispanohablantes para preservar la lengua en las generaciones de hijos de latinos nacidos ya en Estados Unidos y en donde se dan situaciones de vergüenza étnica que tienen consecuencias en los distintos procesos de integración. 

Un profesor me comentó una vez que el futuro de la lingüística venezolana está en el estudio exhaustivo de las lenguas indígenas; ricas, múltiples y poco exploradas. ¿Para usted cuál es la importancia de las lenguas indígenas para entender la idiosincrasia e historia nacional? Y, segundo, ¿concuerda con la opinión de ese profesor?

—No sabes lo mucho que quisiera que la realidad fuera como este profesor decía. Sin embargo, la disminución poblacional de las comunidades indígenas venezolanas cuenta otra historia. Muchas de las lenguas indígenas que se hablaron ya se han extinguido o están por hacerlo ante la falta de hablantes. Eso no quiere decir que la consideración sobre lo que han significado no sea importante de estudiar.

El español hablado en Venezuela, como el de la generalidad de los países americanos, está permeado por la presencia de restos lingüísticos  de las lenguas aborígenes. Se conservan en calidad de sustratos muchos de estos rasgos, especialmente en el léxico cotidiano y en la toponimia. Pero esto, muy a nuestro pesar, no determina significativas presencias culturales frente a la cultura criolla dominante. En esta materia, nuestra realidad no es la de México, Perú, Bolivia o Paraguay, en donde pesa mucho el elemento indígena. Muy dolorosamente, el tema indígena venezolano también ha sido víctima de las manipulaciones del régimen.

El habla venezolana ha estado intervenida por una serie de vocablos con connotaciones separatistas y políticas: “escuálidos”, “majunche”, “pitiyanqui”, entre otros. ¿Cuáles han sido los cambios más notables que se han producido en el habla venezolana en los últimos 20 años?

—Los cambios lingüísticos profundos se operan durante períodos de tiempo muy largos. Un par de décadas no es tiempo suficiente para que el español de Venezuela refleje alguna transformación de cierta importancia. En ningún caso, los períodos temporales de la lengua coinciden con las contingencia pasajeras de los períodos gubernamentales.

Dicho de otra manera, no ha existido ni existirá un gobierno ni un político que pueda hacer virar el curso de una lengua”.

El peculiar folklorismo discursivo de Hugo Chávez ha dejado un par de palabras, que ni siquiera fueron creaciones propias, sino resurrecciones de voces del español tradicional de Venezuela (como sería el caso de majunche y pitiyanqui). Muy a diferencia del lenguaje público de Rómulo Betancourt, caracterizado por la creación de voces de nuevo cuño, cuyo estilo y léxico aún pervive (como un hito cultural estaría la definición de “multisápida” que el líder democrático daba a las tradicionales hallacas). En general, la discursiva de estas últimas dos décadas resulta aburrida, poco imaginativa y fuertemente cargada de dislates gramaticales, ortográficos y prosódicos.

—El Diccionario fraseológico panhispánico es, quizá, uno de los mayores aportes de su gestión como secretario general de la Asale. En este caso, ¿cuál es la importancia de la expresión fraseológica para determinar la riqueza de nuestro lenguaje y cómo ha sido el proceso para la realización del diccionario?

—En el español, como en la mayoría de las lenguas, la construcción fraseológica reviste una gran significación, como vehículo de saber popular. El poder de la frase determina la capacidad expresiva de la lengua. La frase es un mecanismo de metaforización que encapsula conceptos, señalamientos y modos de decir que las palabras, universalmente entendidas, no son capaces de alcanzar. La fraseología del español es muy rica y refleja la variabilidad con la que se altera levemente el significante para hacer sólido el significado que viene con la frase misma. El Diccionario fraseológico panhispánico hará honor a estos dos aspectos. Por una parte, responderá a la metáfora haciéndola elemento central de significación; y, por otra, reportará la variación como característica de la lengua grabada en los significantes. 

Tenemos mucha ilusión con este proyecto, por todo lo ya dicho. Pero también porque será el primero de la Asale en responder a una iniciativa de las academias americanas –concretamente a la Academia Chilena de la Lengua– y a un esquema de trabajo que será ordenado desde América.  

—Y, para finalizar, ¿cuáles son los peligros para una sociedad que olvida estudiar su lengua, su capacidad expresiva y, sobre todo, la incidencia que tiene la palabra en la vida?

—Al comienzo de esta entrevista me preguntabas sobre la pérdida de la conciencia lingüística. Te decía que esta no podía perderse. Ahora, hago una leve enmienda y te digo que la pérdida de la conciencia lingüística es el peligro mayor que corre una sociedad cuando desestima lo que la lengua significa en la fragua de un mundo que se comunica por razones de salud expresiva, que aprende a pensar construyendo los discursos de la bondad y que finalmente cree que hablar una lengua es un destino.

Olvidar la lengua por parte de una sociedad en retroceso es la escogencia menos afortunada. La lengua es la única vía de salvación y la clave para hacer renacer la vida de una sociedad. Cuando presenciemos la fundación del tiempo nuevo por la palabra, estaremos ya viviendo la edad feliz que sigue a toda época funesta.

Este artículo de El Diario fue editado por: Irelis Durand |Génesis Herrera |José Gregorio Silva |Yazmely Labrador.

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