“Mi nombre es Alexander Hamilton y haré grandes cosas, solo esperen y verán” es el coro de la primera canción del musical de Broadway Hamilton: An American Musical, compuesto y protagonizado por Lin-Manuel Miranda en el papel de este prócer de la independencia americana, que hoy figura en el billete de diez dólares. 

La historia está basada en la biografía de Alexander Hamilton escrita por Ron Chernow, publicada en el año 2004. El musical se estrenó en 2015 y actualmente sigue presentándose en el Richard Rodgers Theatre. 

Lo innovador y lo que ha caracterizado a este musical es que, si bien se trata de un espectáculo donde ningún diálogo es hablado, sino que todo es cantado como en Los miserables o en El fantasma de la ópera, este es completamente rapeado. 

La mezcla perfecta entre la ficción histórica y el estilo musical ha sido, en gran parte, la causa de su popularidad. Este espectáculo ganó 11 premios Tony entre sus 16 nominaciones en 2016, incluyendo el galardón para el Mejor Musical. 

Varias de las funciones durante 2016 fueron grabadas por el grupo RadicalMedia. Walt Disney Studios compró el material audiovisual y fue estrenado en la plataforma de Disney+ el pasado 3 de julio, la noche antes del día de la Independencia de Estados Unidos.

Hamilton, el hombre que no se rindió

Alexander Hamilton sí que hizo grandes cosas. Fue el primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, uno de los Padres Fundadores de este país, y también fundador del sistema financiero de la nación. Promotor de la Constitución de Estados Unidos, creó la financiación de las deudas de los estados mediante el sistema federal y estableció un banco nacional. Además, fundó no sólo el partido Federalista, sino también el famoso periódico que hoy aún circula, The New York Post.

Y aunque si bien él logró todo esto, su vida al comienzo era poco prometedora. Hijo fuera del matrimonio, abandonado por su padre, huérfano de madre, nacido en una remota isla del Caribe, sin un centavo y como inmigrante, llegó a Nueva York a los 15 años de edad, en 1772. 

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En Nueva York conoció a su primer mejor amigo: Aaron Burr, famoso exalumno de la Universidad de Princeton al que Hamilton admiraba. Burr le presentó a Hamilton a John Laurens, Hercules Mulligan y el Marqués de Lafayette, quienes se convirtieron en sus mejores amigos y aliados.

De ahí en adelante, su carrera despegó cual cohete. De ser un estudiante del King’s College, pasó a ser mano derecha del General George Washington. Ganó la Guerra de Independencia Americana al mando de un grupo de hombres en la Batalla de Yorktown. 

En la nación libre de Estados Unidos de América se convirtió no solo en uno de los primeros abogados del país, sino también en un reconocido político. 

Y si bien, Aaron Burr estaba en el radar, su carrera política no alcanzó tanto vuelo. No porque él no quisiera, diría el personaje en el musical, sino porque Hamilton parecía no cansarse jamás. 

“¿Por qué escribes como si se te estuviera acabando el tiempo?” le preguntan a Hamilton en la canción “Sin Parar”. Esas dos palabras definen completamente a nuestro protagonista.

Hamilton: un musical americano, dos maneras de hacer política
Foto: Sara Krulwich – The New York Times

El que no arriesga, no gana

Desde que Hamilton pisó suelo americano, siempre buscó la manera de destacar. No porque quisiera la fama que eso traería, sino porque deseaba exponer sus ideas. Este genio pensaba siempre en voz alta, y escribía hasta que su mano no podía más. 

Hamilton quería, desde el primer momento, demostrar de lo que era capaz. Y no solo eso, defendería sus ideales a capa y espada, frente a cualquiera y sin callarse nada. 

Pero sabía que necesitaría notoriedad para hacerse escuchar. Por eso no paraba de hablar. Nunca. Hablaba con Laurens, Lafayette y Mulligan siempre, sobre lo que le hacía falta a la causa independentista.

Habló en contra de Samuel Seabury, un clérigo neoyorquino que estaba a favor del régimen del Rey Jorge III, quien mantenía el control sobre las Colonias Inglesas -Estados Unidos era conocido como las Trece Colonias para ese momento- y lo hizo sin temor a las represalias del gobierno inglés. 

Y esto era justamente lo contrario a lo que Aaron Burr le aconsejó. Cuando se conocen, Burr le da una recomendación a Hamilton: “Habla menos, sonríe más, no dejes que sepan de qué lado estás”. 

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Podría decirse que esa filosofía de Aaron Burr fue lo que lo condenó en su carrera política. Y desobedecer fue lo que impulsó la de Hamilton.

Tan temerario era Hamilton que quería servir activamente como militar para destacar entre los americanos que querían la Independencia. Pero Washington tenía otros planes para él. 

Burr se presentó en la oficina del famoso General para servir como su mano derecha, pero el hombre ya había mandado a llamar a Hamilton para esta tarea. 

Y a pesar de lo mucho que Hamilton quisiera luchar, todos los que lo conocían sabían cuál era su verdadero talento: escribir. Era, cuando menos, un genio. Un genio que quería independizar al país a cualquier costo.

Jugar seguro

Cosa con la que no estaría de acuerdo Aaron Burr. Si algo caracteriza a este personaje en el musical, en contraste con Hamilton, es que no se arriesga. No da un paso hasta que sepa que es perfectamente seguro darlo. 

Probablemente sería una manera lógica de actuar, pero esta no llevaría a Burr a ningún lado. Dicen que los momentos de crisis son los de mayores oportunidades. Burr no supo aprovecharlas, por lo que Hamilton las tomó todas. 

Lograda la Independencia, Hamilton y Burr se convirtieron en abogados y luego en políticos. Y mientras Burr terminaba de decidir en qué partido militaría, ya Hamilton guerreaba contra un nuevo enemigo: el fundador del partido Demócrata-Republicano de Estados Unidos en 1792, Thomas Jefferson.

Mientras Jefferson y Hamilton peleaban en el Senado como dos boxeadores en un ring, Burr destronaba al veterano de guerra Schuyler -suegro de Hamilton- para poder estar ahí. Las discusiones políticas de ambos se convirtieron en las canciones de Lin-Manuel Miranda llamadas: Batalla del Gabinete #1 y #2.

Pero para su sorpresa -y para la de todos-, Burr terminó cantando sobre Alexander Hamilton, Thomas Jefferson y su aliado Thomas Madison, haciendo un pacto político para que el plan financiero de Hamilton llegara al Congreso, a pesar de que los tres eran grandes rivales. 

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La canción se llama “En la habitación donde pasó”, refiriéndose al lugar donde ocurrió esa negociación, una habitación donde Burr siempre había querido estar. Pero su actitud demasiado “concienzuda”, para la política, solo logró que le cerraran la puerta en la cara.

Aunque desde el comienzo, parecería que él se la cerró a sí mismo. Cuando Burr le presenta a Hamilton a sus amigos independentistas, John Laurens le pide que “escupa algo de sabiduría”. Burr sonríe, niega, y dice que mejor no hablar, por lo tensa que es la situación política.

Mientras que Hamilton abre la boca y no se calla, hablando sobre lo hambriento que está para saborear la libertad. Los otros tres terminan diciendo “busquemos a más personas que quieran oír, y pongamos a Hamilton a hablar”. 

En las narices de Burr, Hamilton le robó el reflector. Pero… ¿Se lo robó porque Alexander Hamilton habló demasiado, o porque Aaron Burr se negó a hacerlo?

Defiende algo, lo que sea, pero hazlo

A medida que avanzó la historia, Hamilton se volvió más que famoso, entre aliados y adversarios. Y a pesar de los tropiezos, de los momentos en los que su partido lo abandonó y sus enemigos fundaron otro, Alexander Hamilton siempre se hizo escuchar. 

“¿Por qué siempre dices lo que crees?”, preguntaba Burr en el musical. “Entre más digas, más municiones le das a tus enemigos, ¡y gratis!”, advertía. Pero Hamilton jamás le hizo caso. Aunque algo sí le señaló al comienzo de su complicada relación: “Burr, si no defiendes nada firmemente, terminarás por perseguir cualquier cosa”.

Eran tal para cual, pues ninguno escuchó la advertencia del otro. Y eso les costó bastante a ambos. Probablemente más a Burr que a Hamilton. Por algo el musical se llama como se llama.

Los años pasaron, la política, como siempre, se complicó. Y Hamilton siguió escribiendo como si el tiempo se le estuviera acabando. Pero seguía ascendiendo, a pesar de que él no lo estuviera viendo. Aunque por un desliz, no pudo alcanzar lo que más quería, para alivio de Jefferson y compañía. 

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Y cuando parecía que la carrera política de Hamilton había sido destruida por su propia mano, debido a un escándalo, todos le preguntaban por quién iba a votar en las elecciones presidenciales de 1804. Su respuesta causó una gran conmoción. Pero su razonamiento era más que válido: “No puedo votar por alguien que no sé dónde está parado”. 

Hamilton
Foto: Disney Plus

Esperar o actuar

Todo el musical, Hamilton repite la frase que se traduce literalmente a “no voy a desperdiciar mi disparo”, refiriéndose a la oportunidad que tenía de conseguir lo que siempre había ansiado.

Burr, por otro lado, tiene una canción bastante pegajosa llamada “Espéralo”. Las diferencias de carácter entre ambos, reflejadas en los títulos de ambas piezas, son más que evidentes. 

En las mismas palabras de Burr, él tenía que proteger su legado, el nombre y apellido que sus padres le dejaron al morir. Mientras que Hamilton no tenía nada que perder, pero tenía algo qué probar. 

“Yo no estoy quieto, estoy al acecho, pero Hamilton se enfrenta a una eterna carrera en subida” dice Burr en su canción.

Y si bien, poco sabía el mundo de Alexander Hamilton, en comparación con otros grandes héroes americanos como George Washington, Thomas Jefferson o incluso Benjamin Franklin, menos sabíamos quién era el señor Aaron Burr.

Pero Burr sí que aprendió la lección, aunque un poco tarde. Una lección de Lin-Manuel Miranda con su última canción: “Quien vive, quien muere, quien cuenta tu historia”. El mundo es lo suficientemente grande para los dos, para Alexander Hamilton y para Aaron Burr.

La diferencia entre estos dos personajes en el musical es más que clara. Hamilton representa la determinación, mientras que Burr es la seguridad. 

Es así como Burr termina siendo el narrador de la historia de Alexander Hamilton, su primer amigo, máximo competidor político y finalmente, su víctima. 

Porque sí, Aaron Burr lo mató. 

(No es spoiler, no se preocupen, lo dice el mismo Burr en la primera canción). 

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