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Un texto de Melany Barragán

Desde el inicio de la pandemia, doce elecciones y un plebiscito constitucional han sido pospuestos en América Latina con el fin de preservar tanto la salud de los ciudadanos como las garantías de los procesos. La región no ha sido la única en aplazar la actividad electoral: de acuerdo con los datos proporcionados por el Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA), más de 70 países y jurisdicciones subnacionales han decidido postergar eventos electorales de todo tipo.

Las elecciones de República Dominicana del pasado 5 de julio, programadas en un inicio para el 17 de mayo, fueron las primeras en celebrarse en tiempos de crisis sanitaria y marcaron el inicio de un ciclo en el que líderes y partidos competirán por el poder en un contexto desconocido hasta el momento. La próxima cita electoral es en Bolivia, donde el 18 de octubre se celebrarán comicios presidenciales y legislativos. En los meses siguientes Chile, Ecuador, Honduras y Perú elegirán un nuevo presidente. También habrá elecciones parlamentarias y locales en México, Argentina y El Salvador. Y queda la incertidumbre sobre si Nicaragua y Venezuela celebrarán los comicios anunciados.

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Elecciones en tiempos de pandemia
Foto de Castelló Notícies en Foter.com / CC BY-NC-SA

Ya antes de la pandemia, la mayoría de elecciones programadas iban a celebrarse en contextos adversos. Los escándalos de corrupción, el estancamiento de la economía y el descontento social se habían apoderado de muchos países latinoamericanos, debilitando a élites y partidos. Ahora, a todo ello, hay que sumar las consecuencias de la covid-19. Los expertos coinciden en que el virus continuará incrementando las desigualdades sociales, los índices de pobreza y agravando algunos de los problemas endémicos de la región.

Es por ello por lo que la salvaguarda de la democracia electoral en Latinoamérica es de suma importancia. En los próximos meses, los comicios serán una válvula de escape para sistemas políticos sometidos a un fuerte estrés y presión por la crisis sanitaria y económica. Sin embargo, la excepcional situación en la que serán celebrados requiere generar garantías suficientes para que las condiciones de voto no pongan en riesgo la transparencia e integridad de los resultados.

Tres son los principales desafíos para las próximas elecciones. Primero, contar con los recursos necesarios para que la celebración de eventos electorales no ponga en riesgo la salud pública. Segundo, pensar en la introducción de mecanismos especiales de voto que no perjudiquen la calidad del proceso y puedan servir como eventual solución para contener los riesgos sanitarios que pueden derivar de la celebración de unas elecciones. Y, tercero, adaptar las ofertas programáticas de líderes y partidos al actual escenario. No es tiempo de discursos irresponsables, populistas o tentaciones autoritarias. Hay demasiadas cosas en juego.

Las cuestiones relativas a las condiciones en las que deben realizarse los comicios han sido abordadas por diferentes organismos e instituciones. Conscientes de la dificultad  de organizar elecciones en tiempos de pandemia, organismos como la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA), IDEA o la RED Mundial de Justicia Electoral han desarrollado elementos a tener en cuenta para decidir si celebrar elecciones o postergarlas, y han propuesto medidas para fortalecer las capacidades de los órganos electorales.  En concreto, las recomendaciones se han orientado a proteger a los funcionarios electorales, garantizar el derecho de la ciudadanía para ejercer un voto seguro y brindar las condiciones necesarias para que los partidos políticos participen en condiciones de equidad y transparencia.

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Sin embargo, pese a la existencia de propuestas, el panorama es incierto y las elecciones de los próximos meses van a constituir un experimento democrático en el que hay muchas decisiones que tomar. Para encontrar un equilibrio entre salud y derecho al voto en tiempos de pandemia, es necesario reformular las campañas electorales para sustituir los actos multitudinarios por estrategias digitales, pensar en extender el voto telemático asegurándose de preservar las garantías del proceso electoral, estudiar la viabilidad económica e institucional de implementar estrategias de voto alternativo y buscar soluciones para que todas las personas puedan ejercer su derecho a sufragio, especialmente en el caso de aquellas que se ven afectadas por la brecha digital.

Respecto a los liderazgos y ofertas programáticas, las extremas circunstancias a las que en la actualidad se ven sometidas, tanto las economías como los sistemas políticos, son un caldo de cultivo idóneo para el ascenso o consolidación de líderes mesiánicos.

La pandemia no ha hecho más que agudizar los problemas que arrastraba la región y ha incrementado tanto la fragmentación como la polarización de los sistemas políticos. Eso pone en riesgo la gobernabilidad de los Estados y favorece la emergencia de líderes populistas con promesas de solución a los problemas existentes. Sin embargo, la retórica populista no es funcional en contextos como el actual, donde es necesaria la coordinación, la moderación y el diálogo político.

¿Cómo se desarrollarán las próximas elecciones?, ¿serán las administraciones electorales capaces de adaptarse satisfactoriamente a la realidad sanitaria?, ¿cómo reaccionarán los actores políticos frente al nuevo escenario electoral?, ¿qué dinámicas políticas serán las imperantes en el ciclo político que se abre con el nuevo período electoral?

Demasiadas incertidumbres que se irán revelando en los próximos meses. Frente a ellas, la certeza de que hoy más que nunca es importante impulsar procesos democráticos responsables y transparentes que permitan revitalizar una democracia que ya daba muestras evidentes de fatiga antes de la pandemia. La combinación de comicios con garantías y liderazgos responsables es, de momento, el primer paso para la recuperación de democracias afectadas por otra enfermedad: la del descontento y la crisis.

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