¿Por qué el Foro Económico Mundial sostiene que las tres habilidades más importantes requeridas para el 2020 son (i) la solución de problemas complejos, (ii) el pensamiento crítico y (iii) la creatividad? Porque son habilidades no automatizables, que en definitiva, están fuera del alcance de la “destrucción del trabajo” y además el 86% de las que incorporen la creatividad, tienen un bajo riesgo de ser automatizadas.

Manolo estás “metiendo la pata”

En el año 2017, publiqué un artículo que titulé A quién pertenecen los derechos? Escribirlo me trajo un par de experiencias fuera de lo común. Por primera vez experimenté lo que se siente en primera persona, ser objeto de plagio. El proceso resultó increíblemente educativo y una oportunidad de revisar mi proceso de pensamiento y proceso creativo frente a un humano y frente a una máquina. Mi contraparte, un investigador enfocado en la capacidad de las máquinas de convertir textos de un idioma a otro, superando los elementos semánticos e idiomáticos. Parecíamos estar lo suficientemente lejos como para no notarlo a una distancia de unos 4.800 km, pero la investigación humana aún es capaz de dar sorpresas que las máquinas aún no suelen advertir. “Manolo” metió la pata, había que caminar un poco más, cavar más profundo, no desde la máquina sino desde lo humano. Los que escribimos solemos dejar “miguitas de pan” del proceso de construcción de ideas y de redacción, y además contamos con algo, por ahora exclusivo, el lenguaje natural, algo tan sencillo, pero que implica millones de complejas conexiones y proceso de captación y comprensión inherentes al ser humano, y que pueden verse reflejadas en una pequeña frase, un gesto o una mirada o la creación de una imagen que no necesita explicación.

Una revisión pospandemia

Pasados tres años, la reflexión sobre este tema luce aún más actual, por lo que vale la pena una revisión de cara a una sociedad que, ahora, bajo condiciones de emergencia global, abraza la tecnología, como base y plataforma de progreso, desarrollo y bienestar. A estas alturas estamos construyendo nuevas formas de vivir, expresarnos, y, naturalmente, de crear e innovar, puede anticiparse que los cambios no serán para volver a lo conocido sino para encontrar nuevas formas de hacer las cosas. La investigación y los avances de la tecnología y la robótica, no solo nos aportan una oportunidad en desarrollo económico, progreso, sino de exploración de las habilidades humanas, en su faceta creativa e innovadora. Bien puede establecerse un paralelismo con el Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, cuando dice “no es al centro de la tierra ni a los confines del universo, es al fondo de sí mismo” donde debemos ir.

En este punto, además, Frey, nos ofrece un panorama más estimulante y optimista con su trabajo The Technology Trap: Capital, Labor, and Power in the Age of Automation (2019), donde compara la revolución tecnológica actual con transiciones anteriores impulsadas por la tecnología, pues en definitiva se trata de una transformación, que tanto destruye trabajo, como crea nuevas actividades productivas y nuevos trabajos. La verdadera trampa, dice, se encuentra cuando no puede implementarse una tecnología potencialmente útil debido a la resistencia social o la falta de incentivos. En paralelo, el espacio de la creatividad y la innovación, está llamado a ser el espacio de valor agregado y recurso renovable del ser humano, así como la nueva frontera prioritaria de actividad profesional. En ello coinciden múltiples organismos, entre ellos el BID, pero además, Frey en su trabajo de 2015, “Creativity vs. Robots the Creative Economy and the future of employment”, sostiene que el 86% de los trabajadores en la categoría de “altamente creativa” tendrán bajo o ningún riesgo de automatización. De allí, la importancia clave de la industria creativa como agente de transformación y soporte dentro del proceso de transformación tecnológica, que ahora es una realidad tangible y globalizada.

Así, entre los cuestionamientos de mi artículo se encontraban justamente si los robots podrían o no desarrollar un proceso creativo o innovar y además, si podrían ser titulares de derechos de propiedad intelectual o no. Retomemos y revisemos parte de mis reflexiones para 2017.

Creatividad o cómo tejer un proceso en diversos planos: individual y colectivo

En 2017, comenté sobre la presentación de Andrea Boccelli junto con la Orquesta Filarmónica de Lucca en el Teatro Verdi en Pisa, en el marco del Festival Internacional de Robótica. La sensación no fue el artista, ni la orquesta; fue la habilidad artística de un androide llamado YUMI, en su desempeño como director de orquesta. Entendiendo que la interpretación de todo artista, intérprete o ejecutante, sea músico o director de orquesta se encuentra protegido, por la Convención de Roma de 1961, ahora imagine a un robot realizar una actividad como ésta. 

¿Qué hace un director de orquesta? Veamos. Debe tener preparación musical y técnica muy amplia y, a pesar de ello, es el único que no emite ningún sonido. A pesar de esto, debe ser un líder, capaz de hacer que un grupo de músicos, trabajando en equipo, se expresen en forma armónica y coherente a través del sonido, de modo que debe contar con una capacidad extraordinaria para transmitir e inspirar a la orquesta completa. Se trata de un rompecabezas que se arma en diferentes planos y no solo depende de técnica y razón. Debe conocer en forma individual y grupal al músico, cada instrumento, la partitura, debe decidir qué debe sonar en primer plano y por qué y qué no, debe equilibrar la sonoridad. Después de todo eso, puede improvisar, crear y sorprender en forma grupal. En realidad, el director de orquesta es un estratega con capacidad para inspirar y transmitir sentimientos, de emocionar hasta las lágrimas o la risa, con habilidad para abarcar lo impredecible o lo imponderable, tal como lo he presenciado yo en ocasiones extraordinarias, donde un director ejecuta una variación o a una improvisación sobre una partitura, y el público sorprendido que hace eco con sus emociones y rompe a reír o llorar, frente a lo inesperado. Eso es un director de orquesta.

Los robots tienen un desempeño sobresaliente en almacenamiento, recuperación de datos, capacidad de computo, planificación y optimización de recursos, incluso mejoran cada día avanzando en las habilidades motrices. Como pequeños niños han avanzado, pero les falta un camino por recorrer en cuanto a habilidades humanas, lenguaje natural entre otros y también creatividad.

La creatividad es una cualidad múltiple y compleja. Es humana y también susceptible de desarrollarse. Entre las habilidades vinculadas a la creatividad que uno puede destacar, y que pueden encontrarse en un director de orquesta se encuentran: la fluidez, y esta abarca no solo verbal sino de ideación; la flexibilidad, por ejemplo para transformar ideas o procesos o mediante la hibridación, la variación; además de la inspiración, la imaginación y la sensibilidad. Sí, también imaginación y sensibilidad. ¿Y cómo es eso? Pues la sensibilidad, entendida como la habilidad de identificar problemas, inconsistencias y oportunidades. La imaginación que para los expertos vendría siendo la percepción subjetiva de una representación neuronal de contenido de imágenes mentales, que dicho de una forma metafórica lo llaman el “ojo mental” y que es una de las variables determinantes en el estudio de Frey, para saber si una actividad es creativa o no. 

De manera que la presentación en el Teatro Verdi fue un evento absolutamente disruptivo, avant gard y retador. Una forma innovadora de presentar la confluencia entre arte y tecnología y enfrentar las habilidades robóticas frente a las humanas. ¿Y por qué? Porque el arte, ciencia y tecnología unen razón y emoción, lo predecible con lo impredecible.

Hoy más que nunca, cabe preguntarse: ¿la creatividad humana está agotada y daremos el testigo al hombre Bicentenario y de qué forma? Es el momento para que la creatividad humana emerja con más fuerza, incluso en convivencia con la innovación artificial. ¿Es la creatividad humana, el elemento diferenciador y valor agregado que requiere todo este proceso, para dar el salto tecnológico, sustentable y de bienestar para el ser humano y la naturaleza? América Latina debería perfilarse como el Headquarter de la creatividad. Son estas, parte de las preguntas que debemos hacernos y las fronteras que deberemos atravesar.

Mientras tanto les dejo algunas de las dudas que me surgían en el 2017 sobre las cuales sigo pensando, y otras que surgen con posterioridad, y sobre las cuales vale, reflexionar y además, poner manos a la obra para trabajar y construir en la nueva realidad que nos acompaña: 

  1. ¿Cuál será en definitiva el impacto de las tecnologías emergentes en la economía creativa?
  2. ¿Cómo potenciar la creatividad en América Latina y convertirla en innovación para un progreso y bienestar sustentables? ¿Puede la creatividad aplicada, mejorar la competitividad de la pequeña y mediana industria? ¿Cómo dar el gran salto?
  3. De valorar “innovadores” a “no humanos”: ¿la “creatividad artificial deberían encontrar protección en un sistema “sui generis”?
  4. ¿Tendremos que repensar el sistema de protección de propiedad intelectual? Abrir la compuerta a conceptos tales como la colaboración y la cooperación, como si habláramos de la Orquesta Sinfónica de Lucca con la cual se presentó Andrea Boccelli?

Por esta vez, concluiré nuevamente con mi amigo Verne: ¡Vamos!, si te asustas tan pronto, ¿qué dejarás para más tarde?

Contacto:

  • Gabriela Núñez
  • Consultora en procesos de creatividad e innovación y propiedad intelectual
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