• La actriz ahora no solo produce películas sino que distribuye largometrajes. Planea hacer un filme sobre el musical A todo volumen y asegura que es necesario preservar el archivo cinematográfico de Venezuela

Elaiza Gil no había sacado la cuenta, pero han pasado 25 años desde su debut en el cine venezolano. “¡Wow! No sabía. Me lo estás diciendo tú”, afirma.

En 1995 fue el rodaje de Despedida de soltera, una película de Antonio Llerandi que iba a ser su primera vez en la pantalla grande, pero el entusiasmo de que la vieran en salas se transmutó a otros proyectos, pues finalmente se estrenó en 2008. 

Para el momento de la exhibición, la actriz había participado en otros proyectos. Y aunque primariamente su rostro se asocia  a la televisión, el cine es el arte que cautiva a una intérprete que desde el principio se tomó en serio la actuación.

Antonio Llerandi recuerda cómo se involucró con su personaje, una mujer embarazada para la que usó durante semanas una barriga postiza. “Decidió llevarla permanentemente. Andaba por toda Caracas con su barriga. Decía que tenía que acostumbrarse a moverse y manifestarse como si estuviera preñada”. 

Antes había estado en Milán, Italia, donde estudió actuación. No quería ser como esas personas que después de hacer un breve curso, se llamaban actores. Y esa pasión y respeto por la profesión, también la han llevado a explorar con tesón otros quehaceres del arte. 

Fue la productora de El peor hombre del mundo, el primer largometraje de Edgar Rocca, estrenado en 2016. Dos años antes la había convencido de protagonizar su cortometraje Incomunicación. “Yo siempre le digo a Edgar que él le puso algo al café que nos tomamos cuando me hizo la oferta. Creo que también accedí porque él venía de parte de Román Chalbaud. El cortometraje fue muy malo. Ahora lo reconoce”, recuerda sobre esa primera aventura en el oficio con el realizador, quien le da la razón: “Fue malísimo”. Sin embargo, ella decidió arriesgarse nuevamente con el cineasta para llevar a cabo El peor hombre del mundo, que se estrenó en salas venezolanas y actualmente está disponible en Amazon Prime.

Tenía ganas de producir cine. Si bien mi profesión principal es la actuación, siempre he sido más amiga de los productores, directores y escritores”, comenta sobre un objetivo alcanzado y del que se siente orgullosa, pues contrario a lo que ocurre en algunos casos, afirma que no quedó debiendo ni un bolívar y el plan de rodaje se cumplió.

Agrega: “Lo que voy a decir puede sonar romántico, pero creo que el dinero está en la calle. Hay que creer que es posible y salir a buscarlo”. 

De esa experiencia se mantuvo ese vínculo con Edgar Rocca, con quien este año incursionó en la distribución. 

Con Veloz Distribución, en febrero fueron los responsables de traer al país la película surcoreana Parasite

No había que perder el tiempo. El año recién comenzaba y ya tenían en su catálogo Retrato de una mujer en llamas, cuya premiere a la prensa fue el jueves 12 de marzo. Pero el virus que se pensaba lejano, llegó al país. Comenzó la cuarentena y cerraron las salas de cine. 

Fue un bajón. No ha sido fácil ir al mercado internacional para traer filmes a Venezuela.

En las reuniones que hemos tenido nos preguntan por ese interés en hacer cosas en el país. Nuestro discurso es que deseamos recuperar un mercado, pero no lo ven tan fácil. Son cautelosos. Quedamos como unos locos románticos”.

En octubre, dieron a conocer un proyecto que venían afinando: una plataforma para ver cine online. Veloz Streaming, que ofrece películas tanto venezolanas como extranjeras. Y además anunciaron que  serían los encargados de la programación de Autocine Caracas, que abrió en el estacionamiento del CCCT.

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Y es que Elaiza Gil se propuso un objetivo. Criada en Montalbán, donde asegura vivió una hermosa niñez y adolescencia, recuerda que en los años ochenta, la oferta cultural era tan variada, que podía ir un sábado a un gran espectáculo en el Poliedro de Caracas y luego a otro semejante en el Nuevo Circo.

“No puedo negar que a veces me pregunto si podré aguantar la pela, pero por los momentos sigo creando acá. Cuando asumí que me había quedado, comprendí que si mi meta era llevar entretenimiento al país, tenía que ofrecer espectáculos de calidad. Eso lo comprobé cuando hice A todo volumen“, dice en referencia también al musical que estrenó en 2016, dirigido y escrito por ella. 

La pasión por el cine

En los años noventa, cuando Elaiza Gil todavía descubría ese mundo de filmaciones que había añorado, el nombre de Román Chalbaud resonaba sin recelos entre quienes hacían y veían películas venezolanas. Y ella, que apenas empezaba una carrera, logró ser una de las actrices principales del cineasta en Pandemonium, la capital del infierno, de 1997. 

“En esos años era muy importante que te convirtieras en unas de las musas de Román, ser ese rostro nuevo que él presentaba en sus películas”, cuenta sobre su desarrollo en un elenco en el que también estuvieron Orlando Urdaneta, Amalia Pérez Díaz, Miguel Ángel Landa y Rafael Briceño.

Y fue casi una jugada de último minuto, como esos batazos en el noveno inning dejan en el terreno al equipo contrario y cambian el destino. 

El casting había cerrado y el papel de Demetria estaba entre Eileen Abad y Carolina Tejera. Pero gracias al director de fotografía Jonny Semeco, Elaiza Gil tuvo una copia del guión. Lo leyó y logró concretar una reunión con el cineasta. Ella, con atino como los buenos bateadores, se fue en personaje. 

Román Chalbaud no sabía que ella conocía el texto, y apenas la vio, dijo que lucía tal cual como él había imaginado a Demetria.  

“Eso me abrió las puertas. Recuerdo a Rafael Briceño que hablaba maravillas de mí. Cuando terminó el rodaje, tuve como una especie de alergia en las manos. Boté todo el estrés. Yo era la nueva alrededor de tantos duros. De ahí me llamaron de Venevisión. Nunca hice casting. En ese momento la cinematografía de Román marcaba un antes y después”.

Pandemonium, la capital del infierno no pasó inadvertida en la época, pues ganó como Mejor Película en el Festival de Biarritz y compitió en la selección oficial del Festival de Cine de San Sebastián. 

En Pandemonium, la capital del infierno Elaiza Gil se codea con grandes actores del cine nacional

En la televisión, Elaiza Gil había estado en telenovelas como La llaman Mariamor (1996) y Samantha (1998) y especialmente Amantes de luna llena (2000), de Leonardo Padrón, con la que se iniciaron los éxitos del nuevo milenio en la llamada pantalla chica venezolana.

Ese estrellato en dramáticos no la hizo abandonar el cine. Elaiza Gil está en los créditos de películas como Huelepega: Ley de la calle (1999), de Elia K. Schneider; La pluma del arcángel (2002), de Luis Manzo; y El tinte de la fama (2008), de Alejandro Bellame, en la que dio al cine venezolano una de sus recientes escenas icónicas, esa en la que una aspirante a Marilyn Monroe rememora el cumpleaños feliz a John F. Kennedy. 

Una caricia

Elaiza Gil en el teatro tenía experiencia como productora. Lo hizo en 2012 con el musical Anita la huerfanita, que incluso tuvo un show en Sábado sensacional que mostraba cómo fue el proceso de selección del casting. 

Era una época en la que ya no le convencían algunos de los proyectos que le ofrecían en televisión. Las ambiciones tuvieron entonces otros derroteros. 

“Venezuela merecía un musical de nosotros. Veía que se admiraba mucho lo de afuera. Y la década de los ochenta fue la vía que conseguí para conectarnos con el pasado y obtener energías para no perder la esperanza y seguir adelante. Pienso que los que nos quedamos acá necesitamos un cariñito, una sobadita”, detalla sobre su propósito con A todo volumen

Se atrevió. “Después de producir El peor hombre del mundo, me decidí. Edgar Rocca decía que tenía que hacerlo, que cada vez que hablaba de A todo volumen, me brillaban los ojos. Empecé a creer que era posible y vendí el proyecto”. Ahora, los planes son hacer una película sobre el musical, que obviamente escribirá y dirigirá ella. También hay intenciones de filmar La peor mujer del mundo, además de hacer que A todo volumen se adentre en la música de otras décadas.

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El rescate de la industria

Una persona con ese sentido de pertenencia hacia el cine, el arte en general, está muy consciente no sólo de las adversidades para el desarrollo, sino también del deterioro de lo que alguna vez se estableció. Elaiza Gil señala que hay una nueva generación de relevo con muchas ganas de contar historias, y de drenar. 

En el país la cultura no ha sido una prioridad. Sé que el factor país hace todo difícil. No me gusta dar muchos consejos, pero creo que hay que lanzarse y buscar la manera. No podemos esperar a que esto pase porque no sabemos cuánto durará. Eso sí, quiero ser parte del rescate de la cultura del país”.

Enumera sus preocupaciones. “Me inquieta por ejemplo que con A todo volumen pago un dineral en derechos de autor, pero sé que eso no le llega a los artistas. Hay museos que están como dormidos. Creo que el gremio del cine nacional tiene que unirse. Mira lo que está ocurriendo en la pandemia. Permiten abrir peluquerías, pero a la cultura no. El arte en general es vida. Uno cree que no, pero es un factor de primera necesidad. La gente se enferma si no se distrae”.

Elaiza Gil se apresura cuando habla. Y no es que tiene un asunto pendiente por resolver y necesita terminar. No. Tan solo son tantos los temas que le vienen a la mente, que los menciona como si no quisiera que ninguna de sus cavilaciones quede por fuera. “Me aterra lo que está ocurriendo con nuestra cinematografía. Desde hace muchos años nos estamos quedando sin cine. ¿Cómo verán las nuevas generaciones obras como Cangrejo o Manón? Muchas películas siguen en 35mm y se están deteriorando. Quiero ser parte de un movimiento que haga algo. Sé que ha habido intentos. Lo peor que puede pasar es que no suceda nada, pero si alguien dice que se pueden rescatar cinco películas, es algo”. 

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