• En Barranquilla, una familia vive de la fabricación y venta de utensilios hechos en aluminio. Pero desde que el coronavirus llegó a Colombia, su situación económica y su bienestar decayeron

Uno de los metales más usados en la industria es el sustento diario de la familia Rosales Gaviria. Durante décadas, se han dedicado a la fabricación y venta de utensilios hechos en aluminio. Sin embargo, su producción se vio afectada por culpa del covid-19. 

Los pequeños vasos de helado, moldes de diferentes tamaños para tortas, para pizzas, bandejas y hasta juguetería, son algunos de los productos que fabrican con el metal. 

Desde el barrio El Pueblito, en el sur occidente de Barranquilla, Zullys Gaviria a sus 60 años de edad está frente al negocio familiar que heredó de su padre y ahora lo dirige junto a su esposo Pedro Rosales Rosales, quien contrajo coronavirus.

“Yo creo que de Colombia y todo el mundo, a mí me ha dado más fuerte porque me dio de todo, me dio dolor de piernas, dolor de brazo, de cabeza, dolor de todo, fiebre. Perdí el paladar por 20 días, no comía sino suero de esos que usan los profesionales”, asegura Pedro Rosales.

Pedro Rosales | Foto: Davhid Morán

Desde los 12 años, Zully ayudaba a su padre a trabajar con el aluminio y recuerda que él no hacía vasitos, sino paraguas, tazas, moldes, entre otros productos para el hogar. 

Viendo a su padre trabajar, ella aprendió paso a paso la fabricación de diferentes utensilios de aluminio. Desde la construcción de máquinas necesarias para la transformación del metal hasta pulir el producto final. Ahora, junto con su esposo, continúa con el oficio en Aluminios El Rosal. 

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Zullys se casó con Pedro, su primo lejano al que conoció en una de las tantas reuniones y fiestas que hacían sus parientes. Él, igual que ella, aprendió de manera empírica la producción de materiales en aluminio.

A sus 60 años, Zullys Gaviria sentada en la sala de su casa recorta los moldes de aluminio, que luego son trasladados al taller para elaborar los vasitos de helado | Foto: Davhid Morán

“Realmente el negocio es una herencia patriarcal familiar por parte de mi señora, llevamos más de 20 años trabajando en ello”, destaca el hombre de 70 años de edad. Y destaca que, ante el desempleo, la empresa se convirtió en una prioridad para sobrevivir. 

Pedro tiene experiencia como mecánico y él, con diferentes piezas compradas en el popular sector El Boliche en el centro de Barranquilla, ha construido las máquinas con las cuales procesan el metal.

“La máquina la compré por partes, compré los tubos, los rieles, después compré el cabezote, le pongo un eje grande y ya después le pongo la rosca, como uno ya sabe de mecánica, consigue y fabrica las piezas”, explica. 

De generación en generación

La pareja de esposos administra Aluminios El Rosal junto a sus cuatro hijos. Entre ellos están Pedro y Johanna Rosales Gaviria, quienes crecieron viendo a su abuelo materno, a su tío y a sus padres en el arte de la metalmecánica. 

Ya a los 8 años estaba en esto, ayudaba, limpiaba, cortaba. Después como a los 12 o 13 años ya aprendí en las máquinas”, recuerda Pedro, quien como su padre también aprendió de manera empírica y desde entonces no ha abandonado la máquina de torno de repujación, con la cual da forma a los objetos de aluminio, en un improvisado taller industrial también ubicado en el barrio El Pueblito, a una cuadra de su vivienda.

Mientras tanto, su hermana Johanna junto a Kelly Torres, esposa de Pedro hijo, se encargan de las ventas de los productos en los diferentes almacenes de Barranquilla. Tiendas como El Campesino y Los Marinillos son algunos de sus mejores clientes. 

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Semanalmente, alcanzan a vender entre 300 y 400 docenas de vasitos de helados o juguetes. 

En un día normal se pueden fabricar 900 de este producto hasta mil unidades, señala el hijo mayor | Foto: David Morán

“Nosotros, de acuerdo con los pedidos vamos haciendo, uno hace 300 jugueticos o vasitos, otra persona 650 y el otro hace 500 o 600; eso depende porque yo les pago por producción”, explica el jefe de la familia, encargado de supervisar la elaboración de los objetos. 

En el proceso, los nietos de Zullys y Pedro no se quedan atrás. En total son cinco y, como sus demás familiares, ellos son importantes en el desarrollo del negocio. Durante el tiempo libre colaboran con su abuela Zully en el corte del material o en el empaque de los productos antes de ser distribuidos en el centro de la ciudad. 

Por décadas, el negocio ha mantenido a la familia unida y lo seguirá haciendo, aún más en tiempos difíciles como la pandemia, que ha afectado la economía de los medianos y pequeños empresarios. Los Rosales Gaviria no fueron la excepción. 

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Hace más de seis meses se vieron obligados a cerrar su producción ante la emergencia sanitaria por el covid-19 que causó la reducción de sus ingresos. Sumado a ello, vivieron días de angustia por la salud del patriarca, Pedro Rosales Rosales. 

El hombre proveniente de Sitio nuevo, Magdalena, contrajo el virus y durante 15 días luchó contra los síntomas de la enfermedad que lo afectaron fuertemente, a diferencia de sus demás familiares que también contrajeron coronavirus con pocos síntomas. 

Tanta fue la preocupación, que sus familiares llegaron a imaginar que le darían el último adiós. Por fortuna, no fue así. Y aunque la enfermedad le produjo secuelas negativas como dolencias más fuertes en sus piernas, lo que le dificulta caminar, el señor Pedro se mantiene activo. 

A diario, Pedro visita el taller de metalmecánica para estar atento a la producción en medio de la pandemia | Foto: Davhid Morán

Además de supervisar la producción, es el presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio El Pueblito. Siendo un personaje muy querido por sus vecinos del sector, ha cumplido cuatro períodos en el cargo por su gestión, liderazgo y trabajo en equipo.

Así es la transformación del aluminio 

La fabricación de utensilios con el preciado metal inicia con la compra de kilos de láminas de aluminio que son obtenidas en un sector de la Vía 40. En el material, la señora Zullys, Johanna y su nieta Eva Rosales, dibujan las siluetas de los moldes del producto a fabricar, que luego serán cortados con la agilidad de sus manos. 

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 “A veces no tenemos el troquel que necesitamos entonces hacemos el molde a mano o con un trazador, lo cortamos y lo pasamos primero por la candela ‘para que afloje’ porque está templado”, explica la señora Zullys. 

En el taller, tienen un troquel que les permite a los trabajadores sacar de una lámina de aluminio los diferentes moldes | Foto: Davhid Morán

Sobre el fuego, el material se vuelve más flexible y permite tener mayor facilidad de ser transformado en una máquina a través de repujado, una técnica que consiste en darle figura a un metal. El aparato es un torno de hierro con una punta que tiene una pieza y le da forma a la lámina.

En palabras del señor Pedro: “no son los mecánicos los que hacen la pieza, sino que la pieza es moldeada por el torno”. Tras tener todos los utensilios fabricados, estos son lijados o limpiados con agua y jabón para que queden brillantes, como nuevos. 

Por último, son empacados y entregados para la venta al por mayor en el centro de Barranquilla. También es ofrecido en los diferentes municipios del Atlántico como Sabanagrande, Sabanalarga, Galapa o Baranoa. Además, de Cartagena y Santa Marta.  

En su cocina, Zullys pone las láminas cortadas sobre el fuego durante una hora para que se ablanden | Foto: Davhid Morán

Para los integrantes de esta familia, Aluminios El Rosal significa unión y estabilidad. A través de diferentes generaciones, el negocio sigue y seguirá presente en la vida de los Rosales Gaviria. 

“Nuestra visión es crecer, crecer y hacer cosas diferentes, ahora proyectamos hacer ollas más grandes, no quedarse en los vasitos, queremos aumentar el negocio”, expresa Pedro hijo. 

Tras seis meses sin producir, desde ya, los Rosales Gaviria se preparan para la temporada decembrina. Ya iniciaron la elaboración de los juguetes más solicitados por las niñas: los populares ‘chocoritos’. Con esta nueva producción, esperan llegar a más familias barranquilleras.

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