• El límite fluvial entre los ríos Atabapo e Inírida, de Venezuela y Colombia respectivamente, se ha convertido en la ruta que toman los pobladores del Amazonas venezolano cuando deciden huir de la crisis económica que los arropa

Edgar Rivas llegó a Puerto Ayacucho, Amazonas, en las navidades pasadas con la intención de llevarse a su pequeña de nueve meses de nacida y a la mamá de su hija a Inírida, ciudad a la que migró a mitad del año 2020. Sentado en una silla de mimbre al frente de la casa de su vecino, este joven de hablar pausado revela una tranquilidad en sus palabras cuando describe el lugar donde buscó refugiarse al dejar Venezuela.

Inírida es la capital del departamento colombiano de Guainía, que cuenta con una superficie de 17.000 kilómetros cuadrados y una población de 31.514 personas, de acuerdo con las cifras del censo de 2018 realizado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) de Colombia. Es también una zona que limita con el estado Amazonas de Venezuela y con el cual comparte paisajes similares y costumbres provenientes de los pueblos indígenas. En parte, esto es lo que ha hecho que los amazonenses prefieran este destino cuando deciden dejar su país en una huida por la difícil situación que atraviesan. 

Ese extrañar por la tierra que dejaron atrás se hace más llevadero, de acuerdo con algunos migrantes como Edgar, pues cuando levantan su mirada y ven los Cerros de Mavecure recuerdan al imponente Autana. O cuando saborean el típico mañoco (harina de yuca) el paladar da cuenta que estas dos naciones comparten varios sabores en su gastronomía ‘amazónica’.

Edgar migró a Inírida
Edgar Rivas migró hace cinco meses a Inírida | Foto: Madelen Simó

La distancia entre el Amazonas venezolano y la capital del departamento de Guainía también influye, debido a que al municipio Atabapo e Inírida los separan casi 32 kilómetros, unas dos horas por transporte fluvial, dejando atrás el río Orinoco hasta llegar al río Inírida. Y el costo para llegar a este lugar es mucho más económico que si se aspira a llegar a otra ciudad más central de Colombia, como Villavicencio, Granada, o la propia Bogotá.

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“Tomé un bongo desde el puerto de Morganito hasta San Fernando de Atabapo. Eso son unas ocho horas río abajo en la embarcación, y desde Atabapo hasta Inírida son otras dos horas, también en bongo. Desde acá (Puerto Ayacucho) hasta Atabapo hay que pagar 100.000 pesos (aproximadamente 29 dólares); y de allí hasta Inírida hay que pagar 20.000 pesos (casi 6 dólares)”, detalló Edgar para El Diario.

Sin nostalgia

Este joven de 20 años de edad está experimentando la mejor cara de la migración. Llegó a tierra extranjera con una promesa de trabajo que se cumplió y con la que se siente a gusto; pese a que son muchas más horas de trabajo a las que estaba acostumbrado en su país natal. El pago que recibe por su labor lo reconforta del cansancio que puede sentir por las 12 horas de trabajo diario, seis de los siete días de la semana, para recibir un salario mensual de 1.500.000 pesos. Unos 428 dólares, mucho más de lo que recibiría en bolívares en su país de origen.

Tampoco expresó nostalgia por irse de su país, como algunos venezolanos lo han hecho. “Llegué trabajando a una tienda de verduras y víveres, fue un trabajo que me consiguió mi mamá que lleva nueve meses viviendo allá. Me siento bien, primero por el trabajo que me tiene aliviado y luego porque no he tenido inconvenientes con nadie. Las personas han sido muy amables”, sostuvo.

En la familia de Edgar todos están trabajando y aportan para el hogar que comparten. La mamá trabaja en una panadería, mientras que su papá labora en construcción y su hermana menor es la única que aún estudia educación básica. Los tres llegaron a Inírida en marzo, un poco antes de que decretaran la cuarentena por el covid-19 en Colombia y por lo que cerraron el paso fronterizo.

En septiembre, los padres de Edgar buscaron la forma para que su hijo pudiera reunirse con ellos. Querían que saliera de la difícil situación económica en la que estaba, con una niña recién nacida y una crisis de pareja a puertas, que finalmente se desató porque ella decidió no acompañarlo a Inírida ni tampoco permitió que se llevara a su hija. Esto provocó un sinsabor en el joven, quien con una sutil expresión en su rostro dejó ver la tristeza que eso le produjo mientras narraba lo sucedido.

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Mejor que irse a las minas

Con una sonrisa en su rostro Edgar describe a Inírida como un “lugar que te puede sorprender”. Y es que a pesar de ser un municipio pequeño y básicamente rural, tiene una vida comercial importante debido a su cercanía con algunas minas de la zona. Es allí donde van los mineros a cambiar el oro por pesos.

“Inírida está creciendo por la explotación minera, porque muchos mineros de esta zona del país llegan con oro a cambiar en el puerto minero”. Así lo consideró Edgar, quien como otros amazonenses ve en Inírida un lugar donde pueden ir a trabajar y generar los ingresos económicos que ya no reciben en suelo venezolano; pero con menos riesgos que ir a trabajar en las minas.

La flor de Inírida es otro producto del que también vive el pueblo. “Es una flor muy bonita y la gente del pueblo trabaja en su cultivo y luego la venden”, reveló Edgar.  

Inírida, el lugar preferido de los amazonenses para migrar
La mayoría de los vehículos que transitan en Inírida son motocarros | Foto referencial

Además, le parece que su nuevo hogar tiene un clima un poco más fresco que el de Puerto Ayacucho. Y eso le gusta, aparte de que es un lugar que se puede conocer rápidamente. “Es un pueblo como de 57 calles y cada una de ellas tiene un aviso: El Paujil, Libertadores, Puerto Minero, Invasión, Tierra Alta”, comentó.

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En Puerto Ayacucho muchos de sus habitantes se han acostumbrado a vivir en la ruralidad; con las fallas en los servicios de luz y agua que esto implica. Así es como algunos de los migrantes amazonenses no han tenido problemas en acoplarse a un sistema parecido en algunos sectores de Inírida.

Vivimos en una casa por el sector La Invasión. Todavía allí las calles son de tierra y no hay luz, la luz la colocamos con unas baterías que usamos para eso. Vivimos tranquilos”, contó Edgar.

Es un pueblo… y cerca

Laura estaba haciendo la fila en el ambulatorio para la prueba del covid-19, que debía hacerse para viajar desde Puerto Ayacucho hasta Maracay. Ella había pasado un poco más de un año trabajando en una tienda naturista en Inírida y decidió regresar a Venezuela en diciembre. Lo hizo para resolver unos trámites académicos de su carrera como farmaceuta. “Me sorprende ver que el país está peor que cuando me fui y que todo está más caro, pero ya todo el mundo tiene pesos en Ayacucho, casi más que bolívares. Vine por unas semanas para tramitar unas cosas, pero luego me regreso; dicen que este año volverán las restricciones por la pandemia, pero yo no creo que deje de trabajar”, resaltó para El Diario.

A Laura también le ha ido bien en Inírida y cree que es mejor que irse a una ciudad más lejos y hasta más cara como Bogotá.

Está cerca y si a uno no le va bien, se puede regresar más rápido. Además se parece a Puerto Ayacucho, porque es pequeño y uno termina conociendo a todo el mundo. En Inírida me encontré con muchos de Amazonas, no hay casi gente de otras partes de Venezuela, o por lo menos yo no los conocí”.
Puerto Inírida
Al Puerto Ide nírida llegan los bongos con los migrantes venezolanos | Foto referencial

Desde Colombia la forma de llegar a Inírida es por vía aérea o fluvial. Desde Venezuela, la única vía es la fluvial. Algo que no es ajeno para los amazonenses, quienes están rodeados del Orinoco, lo que los hace sentir “como pez en el agua”. No temen por esta manera de transportarse, todo lo contrario que puede ser para los venezolanos de otras zonas del país. 

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Al territorio de Inírida no entra el comercio por carretera, por lo que son pocos los autos que se ven en el lugar. Los que sí abundan son motocarros, a los que Laura se ha acostumbrado; incluso, le gustan más que las motos, que “son las que más se usan en Puerto Ayacucho”.

De acuerdo con las cifras de Migración Colombia, al cierre del 31 de diciembre de 2020, en Inírida hay registrados 5.933 migrantes venezolanos. Esto representa una cifra cercana al 18% de la población del lugar. Tomando en cuenta que de acuerdo al censo Dane, en 2018, la población total registrada era de 31.514 personas. 

Mapa inírida
De San Fernando de Atabapo a Inírida se deben recorrer 32 de kilómetros | Foto: Google Maps

La cifra podría parecer baja con respecto al 1.729.537 de venezolanos regulares que registró Migración Colombia en 2020; pero si se compara con la cantidad total de personas en Inírida, no lo es tanto. 

Esto lo ha vivido Laura en Inírida, donde diariamente se topa con sus connacionales que buscan en esta zona selvática una oportunidad para sobrevivir a la crisis venezolana; pero en un territorio que les recuerda la magia de la Amazonía y la valentía de venir de una “tierra de gracia”.

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