• Una niña con la voz pesada y una dicción impecable, como si en ella cargara los años a los que no ha llegado todavía, es una de las promesas del rap venezolano. El equipo de El Diario conversó con ella para conocer las vicisitudes de su migración familiar a Colombia y sus sueños en el género musical

Gabriela Brito, conocida como Lela, se pasea por distintas rimas y mezclas de beats con la soltura de una experta. Tiene 10 años de edad, pero en su voz guarda una historia que todavía no se ha forjado y que, apenas, tiene los vestigios de la niñez. Emigró a los 7 años de edad, junto a sus padres y sus dos hermanos, para Bogotá, Colombia. En los últimos años ha reconocido la crudeza de la migración y siente, aunque se ha adaptado al altiplano, nostalgia ante los afectos familiares que dejó en Venezuela. 

El rap es un medio de expresión que se nutre de las vivencias urbanas y el vanguardismo de la rapidez mental, con palabras sueltas que se unen, bajo la agilidad de su cantante, al compás de un beat. El talento no es suficiente para mantenerse, pero es, quizás, el primer chispazo ante el futuro. Gabriela comenzó a rapear con su padre desde muy pequeña. Él tuvo una carrera fugaz en Venezuela y descubrió en su pequeña hija, por diversión, un acompañante en el freestyle. El sonido de “los instrumentales”, las mezclas recicladas de otras canciones transformadas en autónomas, fueron su primer curiosidad para luego encontrarse con el utensilio lingüístico. 


El pasado tiene heridas imborrables, pero todavía no se notan en la voz de Gabriela.  Sus padres habían tomado la decisión de emigrar en 2017 a Barranquilla, Colombia. Mientras tanto, su abuela cuidaba de los tres nietos en Caracas. La situación venezolana en ese año se vio enmarcada en protestas antigubernamentales, ciudadanos hambrientos en busca de alguna mata de mango, extensas colas por la escasez de alimentos y una hiperinflación de 2.616% anual, de acuerdo con la Comisión Permanente de Finanzas de la Asamblea Nacional en ese momento. La única salida para muchos era la escapatoria.

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La fatídica mañana del 28 de septiembre de ese mismo año una explosión cambió el destino de los tres pequeños. Ella habla con la pulcritud de la oratoria y la calma de la niñez: una fuga de gas estuvo afectando la casa por varios días. Algunos vecinos habían hecho el llamado de atención, pero no parecía ser algo de gravedad, hasta que, sin esperarlo, el destino tomó el cetro de los hechos ocurridos. Su abuela se levantó a preparar el desayuno y, al mismo tiempo, le pidió a la hermana mayor de Gabriela que desconectara el ventilador del cuarto. El tiempo se compaginó entre una acción y otra. En el mismo instante que la abuela encendió el yesquero, su hermana desconectó el aparato y el gas invisible hizo que el chispazo de ambas situaciones produjera una explosión inesperada. Los tres nietos salieron ilesos, pero la abuela murió ese día.

Luego, la decisión de sus padres fue llevarlos a Colombia y toda la familia se mudó a Bogotá. Una nueva ciudad, una nueva oportunidad. De acuerdo con la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur), hay 1.700.000 venezolanos en Colombia y, además, Unicef comunicó en 2019 la cifra de 1.100.000 de infantes venezolanos como emigrantes en Latinoamérica y el Caribe. 

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Una historia migrante: el talento en las dificultades 

“Yo siempre supe que no sería fácil, pero aún así no pierdo la fe de gritar ‘familia, por ustedes lo logré”, escribió Gabriela con su padre, para cantar en las calles bogotanas. En Caracas, su madre era dueña de una papelería y su padre, además de estar en el ámbito del rap nacional, era vendedor de repuestos para carros, pero el fin de la tranquilidad llegó y la vida en otro país está marcada por la inestabilidad. Ahora, su madre trabaja como vendedora ambulante y su padre es cantante en las rutas de Transmilenio, el medio de transporte masivo de la capital colombiana.

En esas rutas que marcan las venas del territorio bogotano, la pequeña de 10 años de edad pasó de Gabriela a Lela MC. La mayoría de los días, sus padres iban a trabajar y ella, junto a sus hermanos, iba al colegio, pero una vez no hubo colegio y tampoco una niñera. Gabriela se fue con su padre y al escucharlo cantar sintió la curiosidad por intentar lo que antes, simplemente, era un juego. Le pidió el micrófono, pero él se negó. Todavía era muy pequeña. Sin embargo, ella lo tomó de imprevisto y comenzó a rapear ante decenas de personas en el Transmilenio. Todos quedaron sorprendidos con la pesadez de su voz y, además, con el relato que llevaba consigo. 

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Su familia pensó que era una situación esporádica, pero, sin esperarlo, llegó la pandemia y el colegio cerró. Todo cambió y lo que, poco a poco, comenzaba a ser estable, se derrumbó. Gabriela comenzó a salir en varias oportunidades con su padre y su rapidez al rapear, con la conciencia de una persona mucho mayor, llegó a distintos oídos de la movida callejera bogotana. Muchos productores, raperos y entusiastas venezolanos han emigrado a Bogotá. Algunos dan consejos positivos, otros, simplemente, responden de forma negativa ante su presencia en Transmilenio. “Yo no le presto atención y digo que todo va a salir mejor. Yo lo hago porque me gusta”, cuenta ella para El Diario

En el último año conoció a varios productores venezolanos como Mctematico, quien ha trabajado con Apache, Oldtape, uno de los productores de Lil Supa y parte del Dojo y el productor Mr. Dalis, entre otros. Cada uno de ellos vio el talento de Gabriela y sus referencias musicales, aprendidas de su padre y su madre, como Vico C., uno de los raperos más influyentes en la familia y, como Gabriela dice en una de sus letras, “hijo de gato también cazará ratón”.

El último año fue una estocada en la vida familiar. Al principio, comenta, sentían que se iban a volver locos en la casa, pero se han acostumbrado a la nueva realidad. Su experiencia de vida, a tan corta edad, se ve plasmada en sus letras, las cuales parecen descubrir al ritmo del beat detalles de la vida común de los inmigrantes. Su padre la ayuda en ello y el equipo de productores confían en su talento. Por eso mismo, uno de los planes para mediados de 2021 es un EP de cinco canciones. Paso a paso la voz de Lela MC se conoce en los oyentes del género y entre todos aquellos que reconocen la expresión pertinente de su voz. 

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Su inspiración, aunque paradójico por su edad, son los aspectos negativos que reconoce en el mundo y que espera contrarrestar con su canto. Además, uno de los proyectos futuros es crear una vertiente del rap para los niños, dirigido a su crecimiento artístico, imaginativo y reflexivo. “Tengo dos grandes sueños: llegar muy lejos y ganarme un Grammy”, comenta. 

El talento es el primer reconocimiento, pero su disciplina y estudio serán el punto de diferencia. Ahora, cada vez que tiene alguna libertad de las responsabilidades escolares visita el estudio de grabación para practicar con distintos beats y samples conocidos. Es un oficio de continuidad y libertad imaginativa para dar cuenta, desde la voz y rapidez lingüística, sobre los problemas de la sociedad. En los últimos momentos de la conversación, mientras explica su adaptación a la capital colombiana, declara con sobriedad que siempre sabrá que será venezolana. 

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