• Luego de un encontronazo con Hugo Chávez y de sentirse víctima de la censura por órdenes del régimen venezolano, dejó atrás más de una década de trayectoria en televisión y escenarios para reinventarse y alzar su voz contra la que considera una dictadura criminal

Cuando llegó a Argentina, de la noche a la mañana, pasó del estrellato a casi el anonimato. Cinco discos con canciones de su autoría, sus papeles en telenovelas de RCTV y Venevisión, o sus presentaciones en todo tipo de escenarios, quedaron reducidos a poco más que un recuerdo personal. En un país con alrededor de 3.000  venezolanos según cifras de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), el sobrenombre Azabache era absolutamente desconocido. Y aún más su nombre real: Gladys Chirinos.

Transcurría el año 2000. Y Azabache, como se presenta ante propios y extraños, tuvo que correr literalmente hacia lo desconocido. O mejor dicho, huir hacia el exilio.

Venezuela atravesaba cambios profundos. Hugo Chávez tenía poco tiempo de haberse instalado en el Palacio de Miraflores. La revolución, de a poco, cooptaba espacios, modificaba instituciones, reformaba la Constitución y comenzaba a ir tras los pasos de la disidencia. Al menos así lo considera Azabache, que una vez terminada una gira que incluyó presentaciones en el Teresa Carreño de Caracas, y que la llevó a países como México, Puerto Rico y República Dominicana, decidió que se quedaría en el país donde cerrara el tour, para no volver a su tierra.

Cuando Chávez subió al poder se me cerraron todas las puertas. Por mucho que llamé a quienes antes difundieron mi música y telenovelas, no me levantaron el teléfono”, recuerda Azabache en exclusiva para El Diario.

Una vez instaurado el chavismo, no solo se sintió censurada sino perseguida. “Emisarios del gobierno llamaron a mi casa. También amenazaron a mi mamá con quitarle una casa que un allegado al chavismo le había alquilado. Le dijeron ‘no te vamos a devolver tu casa’”, rememoró.

Las represalias, cree, se debieron a un cruce que tuvo con Chávez durante la campaña electoral en la que lo eligieron presidente. En ese entonces, a Azabache le ofrecieron que se sumara a los distintos artistas que apoyaron al militar bajo la promesa de un cambio. Pero se negó. En ningún momento estuvo a favor.

“Luego de vivir el intento de golpe de Estado de 1992, con las muertes que dejó, le dije que jamás me uniría a un asesino golpista”, rememoró.

Volver a comenzar desde cero

Pese a tener consigo una hoja de servicios en la que acumulaba casi 20 años de experiencia ―en 1986 publicó su primer álbum, A bailar― a Azabache le tocó buscar trabajo como a cualquier otro inmigrante que llega a tierras desconocidas. Eso sí, en su cabeza nunca pasó la idea de resignarse a no abrirse paso en la movida artística.

Azabache
Foto: Cortesía

En un principio optó por ir de puerta en puerta, currículum bajo el brazo, con la fe de encontrar alguna oportunidad. Denuncia que alguna vez recibió burlas, gestos de incredulidad de quienes no tenían ni idea de quién era. Y no fue hasta el año 2002 cuando pudo, por fin, agarrar un micrófono para presentar uno de sus shows, para el cual tuvo que preparar a un elenco conformado por argentinos que desconocían los bailes o tambores venezolanos, entre tantas cosas.

No fue en un teatro ni en un estadio de fútbol. Fue a parar en el Trilenium, un casino ubicado en la localidad de Tigre, en la Zona Norte de la provincia de Buenos Aires.

“Arriba las palmas, gente linda. Vengo de Venezuela con todo el sabor del Caribe”, fue la primera frase que le salió al comienzo de la función. A mitad del repertorio, rememora Azabache, más de uno había dejado de jugar para ponerse a bailar, y sobre el final, las bailarinas no paraban al son de “Barlovento”.

“Esa noche me reafirmé como artista. Es lo que soy, es lo que sé hacer, y no hay cosa más reconfortante que los aplausos”, sostuvo.

De a poco, varias puertas fueron abriéndose. No solo con el canto sino con el teatro, en el que se abrió espacio mientras complementaba presentaciones de otros artistas y comediantes como Jorge Corona, Rodrigo Vagoneta o Carlos Sánchez, quien le dio su primer chance.  

Atrás quedaron experiencias como disfrazarse de Alf o cubrirse como fantasma con una sábana con tal de aparecer en pequeños espacios de televisión. Ahora se codeaba con colegas en los escenarios del Paseo La Plaza, uno de los espacios culturales de referencia de la icónica avenida Corrientes, conocida por ser el centro de la escena artística de Buenos Aires entre decenas de teatros, pizzerías, librerías y el Obelisco.

Reinsertada en la actuación, de hecho, también acompañó a los elencos a la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, donde el teatro suele trasladarse durante el verano ―que en Suramérica va entre el 21 de diciembre y el 20 de marzo― e hizo lo propio en Punta del Este, Uruguay.  

Vuelta al comienzo por la pandemia

Aunque la hoja de vida de Azabache acumuló logros en más de 20 años desde que llegó a Argentina, exhorta a sus compatriotas a nunca bajar la guardia, mantenerse abiertos a posibilidades y reinventarse una y otra vez para poder hallar estabilidad en el extranjero.  

La aparición del covid-19, asegura, es un claro ejemplo de cómo puede tocarles a los artistas y personas en general, a replantearse completamente en cuestión de horas.

“Los artistas somos uno de los gremios más golpeados. Vivimos de eventos y teatros a sala llena que de un día para el otro se fueron”, detalló Azabache.

En la práctica, desde el 20 de marzo de 2020, una vez que el gobierno de Argentina decretó la cuarentena estricta, los teatros y cines fueron inmediatamente clausurados, el transporte público restringido y las actividades al aire libre, postergadas. De hecho, no fue hasta el 11 de noviembre, unos ocho meses después, que se autorizó la reactivción de estos espacios, aunque apenas con el 30% de su capacidad.

En el trajín, Azabache lanzó la primera temporada de Azabache Online Magazine, donde comparte entrevistas con invitados venezolanos de distintas especialidades, y a su vez, experimenta con un programa de radio online, “Dios las cría”, más volcado hacia el entretenimiento.

“Ahora todo es mucho más tecnológico y no sabemos cuándo se normalizará el mundo, pero está el streaming, que ganó mucha fuerza y sirve como oportunidad para que los artistas se presenten ante nuevas audiencias”, consideró.

Venezuela: entre la esperanza y un futuro incierto

Cuando se le pregunta cómo ve el panorama de Venezuela, mientras intenta no borrar su sonrisa, reconoce que la situación es compleja.

En 22 años, pese a que nunca regresó y que cuenta con la compañía de su esposo y de su madre, jamás se desconectó del acontecer de su patria, donde reside el resto de sus familiares. Lejos de eso, sobre todo a partir de 2015, cuando se incrementó exponencialmente la llegada de venezolanos a Argentina, y la crisis migratoria y humanitaria generó revuelo internacional, aprovechó distintos espacios televisivos para que tanto el gobierno como los argentinos en general conocieran acerca del conflicto.

Azabache en Argentina
Foto: Cortesía

“Hoy ven con preocupación lo que hemos vivido.  Por mi parte les pido que vean el modelo venezolano. El populismo se adapta, utiliza herramientas para instaurar su modelo de miseria y muerte”, advierte.  

Por un lado, llama a confiar en la juventud para que haya un cambio en Venezuela, por otro, admite sobre las dificultades que tal objetivo conlleva.

El país está secuestrado por una banda criminal. Todo lo han hecho a propósito: nivelar hacia abajo, fomentar la marginalidad. Solos no podremos salir de esto, hará falta ayuda internacional pero en este momento el mundo está abocado a atender la pandemia, que también se ha utilizado en muchos lugares para atropellar las libertades”, analizó.

Advierte, eso sí, que no milita en ningún partido, y que si bien está dispuesta a alzar su voz siempre que sea necesario, no se admite en sí misma la etiqueta de dirigente política. Más bien, desconfía de la oposición venezolana y los distintos grupos adversos a Nicolás Maduro.

Aun así, exhorta a los venezolanos, dentro y fuera del país, a unirse para debatir, presentar propuestas y trabajar en equipo, no solo para buscar una salida, sino para generar una transformación profunda en la sociedad en ámbitos que abarquen desde lo político hasta lo cultural.

“Quisiera ver a Venezuela y a mi gente libres. No sé si lo logremos, pero si de algo estoy segura es de que hay que transmitir valores a las próximas generaciones y que hay que creer en la gente de bien, que tiene valores y apuesta por el mérito para poder marcar una diferencia”, apostó.

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