• Venta de leña, reparación de calzado, mercado de corotos y la lotería de “animalitos” son solo algunas opciones de rebusque que tienen los amazonenses para poder llevar comida a sus casas

Sentado sobre una gavera de cerveza y con puntadas meticulosas, Miguel Largo está cosiendo unas botas que le dejó una vecina para que las reparara. Este hombre, de 38 años de edad y docente de profesión, aprendió el oficio con el cual ha podido arreglar su propio calzado y ganarse el dinero para su subsistencia en Puerto Ayacucho, Amazonas.

Como él, muchos pobladores se han reinventado para generar ingresos que les permitan sobrellevar el desbalance económico que se vive en el país. Algunos de estos oficios en Puerto Ayacucho han surgido por la misma crisis, que ha limitado el nivel adquisitivo de los venezolanos. Por ejemplo, la gente repara zapatos porque no le alcanza el dinero para comprar unos nuevos, también compra leña para poder cocinar porque no hay gas y paga por ropa usada en el mercado de corotos porque se les hace imposible comprar nueva.

“Este es un oficio que encontré viendo la situación del país, porque ya la gente no se puede comprar un par de zapatos. Lo que está haciendo es reencauchar los zapatos”, precisó Largo para El Diario. 

Aprender viendo

Largo es docente en un liceo de Puerto Ayacucho, sus zapatos estaban dañados y no tenía dinero para adquirir unos nuevos. Así que acudió a un zapatero para arreglarlos, pero tampoco le alcanzaba el dinero. “Como el zapatero me lo estaba haciendo muy costoso, lo que hice fue observar cómo lo hacía, me puse a buscar el caucho y yo mismo reparé esos zapatos”, reveló.  

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Después de eso, fue mejorando su oficio y comenzó a reparar el calzado de su familia, hasta que llegaron los clientes de Puerto Ayacucho. Los primeros fueron sus compañeros de trabajo en la  institución educativa, quienes están pasando por la misma situación de no poder comprar un par de zapatos. “Esto me llevó a hacerme conocer con la familia de ellos, con mi familia y los vecinos”, contó. 

Largo también precisó que los zapateros en sus locales por lo general compran el caucho; mientras que él lo busca de manera reciclada, ya que su gasto es menor y puede reparar el calzado a más bajo precio.

“En la calle, el trabajo de recauchado oscila entre 15.000 y 20.000 pesos colombianos (15.000.000 y 20.000.000 bolívares). Yo lo hago por 10.000 pesos. Y si es solo coserlo, está en 3.000 pesos”, detalló Largo.

Oficios en Puerto Ayacucho - Largo repara calzado en un espacio que acondicionó en su casa. Foto: Madelen Simó.
Largo repara calzado en un espacio que acondicionó en su casa | Foto: Madelen Simó

Vencer la inacción 

Sobre tapetes que están puestos en el suelo reposan prendas de vestir para damas, caballeros y niños. También hay zapatos, bolsos, bisutería y muchas otras cosas que los amazonenses han conseguido en buen estado para venderlas en un mercado de segunda. El lugar está ubicado al frente del antiguo Mercatradona, sobre la avenida Orinoco de Puerto Ayacucho, en donde la mayoría de los vendedores son docentes y han tenido que ingeniárselas para solventar la alimentación diaria de sus familias. 

En ese grupo resalta Keila Díaz, de 60 años de edad y quien es profesora jubilada de educación básica. La mujer es una especie de líder en ese lugar, aunque no siempre fue así, pues según indicó, en 2020  vi estaba sumida en esa inacción que ha atrapado a algunos venezolanos. “Estaba en mi casa sin querer salir ni hacer nada. Llegó mi hija y me trajo unas bolsas de ropa usada y me motivó a venderlas. Recuerdo que le pregunté ‘¿será que puedo?’ y ella me dijo: ‘claro, mamá, como siempre lo has hecho, saliendo para adelante’”, contó para El Diario.

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Así fue que Díaz comenzó a vender, primero en el sector Callejón de las Flores a finales de 2020, hasta enero de este año cuando la Alcaldía de Atures mudó a los vendedores al mercado popular frente al antiguo Mercatradona. 

Aunque siguen las restricciones de la pandemia, Díaz considera que se debe buscar el modo de solucionar los problemas propios, cumpliendo con las medidas de bioseguridad. “El que se queda en casa le sale lagaña”, se le escucha decir. Y es que la profesora opina que “Venezuela necesita que salgamos a trabajar”. 

Al principio en el mercado eran pocos vendedores. Luego se fueron sumando otros, así como también crecieron los clientes, quienes ven en este espacio una posibilidad de comprar lo que necesitan a un menor precio, debido a que esa Venezuela en la que podían estrenar quedó muy atrás.

Díaz mostró con mucha emoción lo que ya había ganado. Eran 15.000 pesos, 15.000.000 de bolívares. “Más de lo que gano en un mes como jubilada de educación”, ironizó. Completó su idea con la afirmación de que muchos de sus compañeros de ventas están solventando el alimento de sus hijos con el “mercado de corotos”.

Como todo, Díaz indicó que ha tenido buenas ventas y otras no tanto. Por ello, creó sus estrategias para mantener activo su puesto, como el intercambio de ropa por alimentos o la figura de dar crédito a los otros trabajadores del comercio informal cercano.

La profesora Díaz narra su experiencia como vendedora en el mercado de corotos, nuevos oficios en Puerto Ayacucho  Foto: Madelen Simó.
La profesora Díaz narra su experiencia como vendedora en el mercado de corotos | Foto: Madelen Simó

A falta de gas, la venta de leña es buena 

En Puerto Ayacucho pueden pasar hasta tres meses sin el suministro de gas doméstico. Además, de acuerdo con los usuarios, una bombona pareciera no venir completamente llena, pues no les dura tanto como antes. Esta realidad, no muy ajena a la de otras zonas de Venezuela, ha sido la oportunidad para algunos amazonenses que se dedican al oficio de la venta de leña.

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Ese es el caso de Raimunda Navas, quien retomó un oficio que hacía en su tierra natal en San Carlos de Río Negro, debido a que no hay gas doméstico regularmente. Ella aprovecha para vender leña y así ayudarse económicamente porque su sueldo como obrera de la Alcaldía de Atures no le alcanza. El valor del paquete de leña está en 2.000 pesos.

En Santa Lucía (municipio San Carlos de Río Negro) era normal este oficio. Claro que allá no se vendía. En Puerto Ayacucho tiene mucha venta, porque la gente no tiene la misma iniciativa de ir lejos a buscar leñau0022, precisó Navas para El Diario.

En su faena, esta mujer camina largas distancias para buscar leña. Ella vive en el centro de Puerto Ayacucho y camina cerca de 10 kilómetros, hasta detrás del Conjunto Residencial Maisanta, en la salida del pueblo. La acompañan su esposo y sus nietos, a veces va con otras familias que también se dedican a este oficio. 

“Con la llegada de los aguaceros, el acceso para sacar la leña se ha puesto difícil porque todo se ha anegado. Tuve que montarme altísimo para sacar lo de hoy”, relató Raimunda sobre un oficio que como indígena Baré realizaba de joven, pero al que ha regresado en busca de sustento económico. 

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Oficios en Puerto Ayacucho, recoger leña
En las afueras de su casa, Raimunda deja suficiente leña para ella y sus clientes | Foto: Madelen Simó

La lotería también ayuda

La lotería de “Los animalitos” es otra forma de subsistencia que tienen los amazonenses desde hace muchos años y que, en esta época de devaluación de la moneda venezolana, ahora también se vende en pesos. 

A las 8:00 am Marina Dacosta ya está recorriendo las calles de Puerto Ayacucho para ofrecer un número que figura en una hoja de papel llamada dupleta. Ella ya tiene los clientes de su rudimentario oficio en Puerto Ayacucho y el pago oportuno al ganador le ha dado una “buena reputación”, asegura para El Diario. 

Los jugadores compran uno de los 35 números que figuran en la dupleta, los cuales están identificados con algún animal; por ejemplo, el número 7 es el perico. El sorteo se anuncia a la 1:00 pm de lunes a sábado. Algunos vendedores ofrecen el número a 100.000 bolívares para un premio de Bs. 2.000.000; otros, a 1.000 pesos para un premio de 20.000.

Bingo de Animalitos en Puerto Ayacucho
A la 1:00 pm. y con un bingo de 35 bolitas se lanza la lotería “Los animalitos” | Foto: Cortesía Kisme Evaristo.

Marina incluso va más allá, dos veces por semana, promociona una rifa a través de “Los animalitos”. Hay días que rifa un kilo de pollo y uno de carne, y otras veces rifa un kilo de harina de trigo, leche y azúcar. Ella sabe que la comida es algo que siempre tiene “salida” y es mejor para su trabajo en el azar.

En la mayoría de los casos, estos oficios en Puerto Ayacucho solo generan ingresos para solventar la alimentación de sus familias. En la deteriorada economía del país, ninguno de los protagonistas de estas historias dice aspirar a un gasto diferente. Todo lo demás sería un lujo.

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