• El director audiovisual se alzó con cuatro de las seis nominaciones que tenía por trabajos que realizó para el canal digital estadounidense Mundo Hispánico, junto a otro grupo de periodistas venezolanos 

Ángel Ortega tiene al menos cuatro años fuera de Venezuela. Emigró para labrarse un camino profesional, pero la apuesta le costó al menos tres años en otros oficios que jamás en la vida pensó realizar. 

Sin embargo, estando en Buenos Aires, Argentina, una oferta laboral le cambió la suerte. Aceptó trabajar a distancia como posproductor y animador en el canal digital estadounidense Mundo Hispánico. Y ahora, para su sorpresa, ganó cuatro premios Emmy, de las seis nominaciones que tenía, junto a otros venezolanos por su trabajo en el referido medio.

“Haber tenido la oportunidad de estar nominado en los Emmy era increíble, pero ganarlo es indescriptible, estoy sumamente agradecido con la academia @southeastemmy por haber reconocido mi trabajo y el de este gran team, a todo el equipo de Mundo Hispánico que han creído y confiado en mi trabajo desde el día 1”, escribió en su cuenta de Instagram tras conocer el veredicto.

Los cuatro Emmy que recibió son:

  1. Como editor de contenido, por Mundo Hispánico;

2. Por el reportaje de investigación Comunidad inmigrante es la más vulnerable al covid-19, junto a la periodista Elienny Dib Caiazzo

3. Por el reportaje de investigación Adrenalina pura a más de 14 mil pies de altura, junto a la periodista Kamila Daza.

4. Por el reportaje de investigación Síntomas más comunes del covid-19

Un mes antes de conocer el veredicto, Ángel comentó en exclusiva para El Diario que, aunque le da ilusión la premiación, admitió que el solo hecho de estar nominado ya le resultaba satisfactorio. Confesó que dichas nominaciones, hoy cristalizadas en estatuillas, se las dedicaba a su hija, su fuente de inspiración y motivación. Por ella, y por su familia, Ángel ha decidido constantemente reinventarse y labrarse un mejor futuro lejos de casa.

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Ángel Gatusso
Foto cortesía

La motivación

Ángel Ortega aún recuerda el llanto desbordado de su madre sentada al borde de la cama. Corría el año 2018 y ella no tenía consuelo ante el inminente viaje que haría su único hijo en búsqueda de estabilidad económica y calidad de vida. 

Como Técnico Superior Universitario en Ciencias Audiovisuales y Fotografía, el venezolano Ángel estaba decidido a buscar oportunidades en Argentina. Debía reunir al menos 1.500 dólares para comprar los boletos aéreos de él, su esposa e hija de cuatro años de edad para ese entonces.

“Para reunir la plata yo prácticamente vendí todo lo que tenía en Venezuela: mi carro y parte de mis equipos audiovisuales. Sí me traje equipos, pero también vendí muchos en Venezuela. Dejamos ropa para traernos cámara, sonido, trípodes, luces, monitores. Todo”, explica Ángel para El Diario. 

Aunque su norte era desarrollar su carrera profesional y sumar experiencia, él, sin saberlo, debía recorrer otros caminos para llegar a lo que hoy luce como su proyecto ideal.

El ahorro que él estimó le alcanzaría para tres meses, se le esfumó en poco más de cuatro semanas. Así se vio en la obligación de aceptar ser el vigilante nocturno del hostal donde se quedaba junto a su familia. Aunque tenía una habitación y un baño aparte, según cuenta,  compartía otros espacios como la cocina. Además, explica, en invierno no contaban con agua caliente.

Lo primero que hice fue montarme a mi nena en los brazos y caminar por las calles para buscarle colegio. Mi esposa consiguió trabajo primero que yo en un sitio de venta de ropa. Allí estuvo un año. Cuando ella llegaba a las 10:00 pm, yo salía a trabajar todas las madrugadas hasta las 7:00 am. A veces me quedaba dormido. ¡No es fácil!”, explica Ángel y confiesa que en ese primer trabajo duró al menos tres meses porque lograron mudarse a un apartamento.

Mientras hallaba su lugar, se abrió camino y trabajó como repartidor a domicilio por casi dos años. Ahorró y se compró una bicicleta; luego una moto. 

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Como le resultaba un poco más provechoso, negoció con su esposa, quien también es productora audiovisual, para que dejara la venta de ropa y él tuviera el compás de tiempo más amplio para trabajar. Así, luego Ángel iniciaba su turno como repartidor desde las 11:00 am hasta las 11:00 pm.

“Mi esposa luego comenzó a trabajar como cuidadora de personas mayores, mientras la niña estaba en clases”, recuerda. “Pero a los meses desistió y decidió probar suerte con un emprendimiento: ‘Chiqui Rolls’, una suerte de enrollados dulces, a base de canela. Eso fue un boom, aún en pandemia. Primero le vendía a conocidos y luego se extendió. Yo la ayudaba a repartirlos, mientras seguía como repartidor”, cuenta.

Pero fue la oferta laboral a distancia que le hizo Mundo Hispánico, uno de los primeros canales de televisión digital en Atlanta (Georgia, Estados Unidos), la que le dio un giro no solo a Ángel Gatusso, sino también a su esposa. De esta forma, ambos se alejaron del servicio de delivery.

Ángel Gatusso
Foto cortesía

Familia migrante

Al generar proyectos audiovisuales para otros países no solo comenzaron a percibir mejores ingresos. También ambos estaban consolidando la satisfacción que les resultaba ejercer su profesión. 

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Aunque en principio intentaron llevar en paralelo las nuevas responsabilidades con el trabajo anterior, esto no se pudo. El factor tiempo incidió. Ahora el día se les iba entre producir, grabar y editar.

Pero existía aún la necesidad de desarrollar algo más personal; algo distinto para las redes sociales. La esposa de Ángel, además, tenía una larga lista de contactos de emprendedores venezolanos con los que hasta hacía meses interactuaba por su mismo emprendimiento.

Por ello decidieron apoyarlos, y a través de su trabajo hacerlos visibles, sin ningún tipo de publicidad, intercambio o beneficio económico.

Así nació el proyecto Sin fronteras, un docu-serie, como le califican, de ocho capítulos con la historia de reinvención de venezolanos en la ciudad de Buenos Aires, provenientes de Caracas, Miranda, Zulia, Barinas, entre otros.

Sin Fronteras Ángel Gatusso
Foto cortesía

Los proyectos retratan el emprendimiento de cachapas, arepas y tostones empacados al vacío, también de una malta artesanal que preserva la esencia del venezolano; y cómo unos ‘helados de teta’, por curiosidad, se convirtieron en los predilectos no solo de argentinos, sino también de chinos, brasileños, noruegos e ingleses.

“Nos dimos cuenta de que lo que queríamos contar no lo había hecho nadie; al menos en Argentina. Y como yo trabajé en Rappi, también conocí a mucha gente emprendedora: gente que vendía empanadas, que vendía chicha. Decidimos buscar historias que pocos conocieran y que resultaran inspiradoras para otros”.

En principio fue pensado bajo el formato de documental; pero adaptándose a las nuevas formas de consumo, Ángel Gatusso y su esposa, Johana Fernández, decidieron presentarlo en varias entregas semanales, con una duración promedio de siete minutos.

Queríamos algo bien hecho. Es un proyecto sin fines lucrativos. Era la forma de ser la ventana para los emprendedores que no cuentan con el apoyo o los recursos económicos para desarrollar campañas publicitarias competitivas de alto impacto o alcance, a través de nuestro trabajo; y era la forma también de nosotros dar a conocer quiénes somos y cómo trabajamos”.

Desde entonces, marzo de 2021, han recibido algunas llamadas con propuestas y solicitudes para realizar distintos trabajos audiovisuales. Han ampliado su clientela y ahora están enfocados en preparar una segunda temporada.

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Ángel, junto al resto de coterráneos nominados a los premios Emmy, son unos de los más de 250.000 venezolanos que están en Argentina. Él cree que, además de la gastronomía, la honestidad, el cariño y la empatía son los principales aportes de los migrantes venezolanos a la nación suramericana.

Ángel Gatusso, venezolano en Buenos Aires
Foto cortesía

“Somos únicos. Somos personas que trabajan fuertemente por lograr sus sueños; que día a día se levantan pensando en su familia y que a pesar de todos los obstáculos siguen luchando sin descansar”, dice Ángel Gatusso, quien espera tramitar el pasaporte de su madre para que, después de casi cuatro años sin abrazarse, se reencuentren y paseen juntos por Buenos Aires.

Aunque confiesa que le hubiese gustado postular Sin fronteras a los Emmy, el factor tiempo no se lo permitió. Pero está decidido a hacerlo para el año próximo.

Esta entrevista se realizó a finales de mayo, pero se actualizó el 20 de junio luego de conocer el veredicto.

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