No es un secreto para nadie que los venezolanos convivimos con un Estado ausente. No se trata de anhelar un gobierno que todo lo da –ya hemos visto lo que ocurre cuando este se queda sin recursos, lo cual eventualmente ocurre– sino un Estado capaz de garantizar que los ciudadanos gracias a su trabajo tengan servicios públicos que funcionan, vías públicas seguras y sin huecos; en fin, un Estado capaz de garantizar que un ciudadano que trabaje tendrá oportunidades y calidad de vida.

Esta realidad la hemos reaprendido los venezolanos en los últimos años. Porque ante el Estado ausente todo se fue deteriorando, todo se fue disminuyendo y nuestra calidad de vida ha ido mermando poco a poco.

De mi lucha junto a mis vecinos del municipio Sucre no puedo más que destacar el renacer de la solidaridad, la organización vecinal y el entendimiento de la necesidad de ser corresponsables, como valores esenciales para mantener comunidades de valor.

Si bien es cierto que la solución pasa por lograr un cambio político nacional que permita aplicar políticas públicas efectivas y eficientes, los vecinos entendimos que mientras se logra esto no podemos quedarnos de brazos cruzados viendo como todo a nuestro alrededor se derrumba.

Comprendimos que al activarnos y organizarnos asumíamos un rol activo con posibilidades reales de cambios positivos en nuestra comunidad. 

Día a día veo en todo el municipio Sucre vecinos que buscan soluciones a los problemas de su comunidad. Por ejemplo, en Los Chorros los vecinos se organizaron para trazar puntos estratégicos y redes de vigilancia vecinal con la finalidad de lograr entre ellos una urbanización más segura.

En Terrazas del Ávila los vecinos se reunieron, hicieron un mapa de las calles más vulnerables en cuanto a alumbrado por vialidad y seguridad, tocaron puerta por puerta, consiguieron alianzas con empresas y vecinos que fueron dando aportes desde sus posibilidades y poco a poco fueron iluminando todas las calles mejorando su calidad de vida. Todo bajo la articulación de la Asociación de vecinos.

Ejemplos como éstos que también encontramos en Sebucán,  la urbanización Miranda, o Macaracuay me inspiraron a ayudar a mis vecinos sirviendo de interlocutor entre ellos y los recursos que puede aportar la empresa privada. Así logramos el alumbrado en unos sectores en Los Ruices y Los Dos Caminos esta semana.

También logramos articular esfuerzos para renovar la cara de acceso a la urbanización Miranda junto a la presidenta de la Asociación de vecinos de esa zona, Gladys Mogollón.

Gladys ha sido un gran ejemplo de lo que trato de retratar en este espacio hoy. Siempre ha velado por fomentar la corresponsabilidad dentro de la urbanización y de sumar a todo el que quiera aportar sin importar su pensamiento político, su situación económica. Se ha dedicado a unir voluntades y construir una mejor casa para toda la comunidad.

La importancia de todo esto es entender que más allá de la recuperación de un espacio físico, debemos ocuparnos de ser propietarios –ante la ausencia total del Estado– de nuestra responsabilidad como vecinos de crear comunidad, de recuperar nuestro sentido de pertenencia a nuestra calle, a nuestra urbanización y a nuestro municipio. Solo así, activos, corresponsables y organizados, lograremos un cambio en nuestro país. 

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