• La escritora venezolana publicó Los gozos del sueño, poemario donde se sumerge en lo profundo del inconsciente. De la ceniza a la candela, recorre en cada poema el ciclo entre la vida y la muerte dentro de la cotidianidad. Foto: Cortesía El Universal

“Sacrificada en la vigilia/ en la ceniza encuentro/ el fuego del hogar”. Para la poeta María Antonieta Flores, hay en la forma de las llamas un elemento que evoca tanto a la vida como a la muerte. Dos polos que se encuentran en un roce, dos estados naturales equivalentes a estar dormido y despierto.

En su más reciente libro, Los gozos del sueño, explora esta complementariedad en tres etapas. Editado por Oscar Todtmann Editores. Es el poemario número 31 de la colección OT Poesía. Desde principios de julio de 2021 está disponible en Amazon.

En entrevista con El Diario, Flores comenta que para esta obra se inspiró de sucesos cotidianos y de su propia experiencia personal. También de eventos relacionados a su entorno y al país. Por eso tantas referencias a la muerte, pero también al fulgor de estar vivo.

Hilando palabras

La autora detalla que el proceso creativo de Los gozos del sueño fue fragmentado. Cada una de las tres partes en las que se separa el libro fueron escritas en tiempos diferentes, recogiendo de cada uno su propia esencia, intereses e inquietudes. 

La primera parte, titulada En la ceniza, se hizo entre los años 2016 y 2019. Con un leitmotiv centrado en la muerte, toca la pérdida de los padres y de poetas amigos. También aborda el hambre y la desolación de una sociedad descosida, saqueada, consumida por las hogueras. Uno de sus poemas está dedicado a la profanación de la tumba del escritor y expresidente Rómulo Gallegos, y su esposa Teotiste Arocha, además del rumor de la presunta desaparición de sus huesos. El hecho ocurrió el 15 de junio de 2016 en el Cementerio General del Sur, en Caracas.

La segunda parte es el poema nuclear de Los gozos del sueño. Es el más reciente, escrito en 2021, cuando ya el libro tenía su nombre. Sus versos sirven como puente entre la muerte y la vida, pues en ellos las cenizas se convierten en brasas para una nueva llamarada. “Porque todo es caminar entre la vigilia y el sueño/ transcribir las señales/ escuchar cada paso que se adentra en la incógnita de las alas”, reza un fragmento.

Finalmente, la última parte titulada Como las candelas habla de la vida, el deseo y lo biológico. Es la resolución de gran parte de la carrera de Flores, pues sus poemas surgieron en distintos momentos entre 1995 y 2020. “Parte del trabajo fue palpar sus hilos y los vasos comunicantes”, señala.

Dos visiones

El fuego transformador en los versos de María Antonieta Flores
Foto: Cortesía Esfera Cultural/Edgar Rendón

En cada poema, Flores teje un mundo onírico y melancólico, donde el sonido del viento y la luna confluye con el de campanas sin iglesias. Desde la exploración del cuerpo y los recovecos de la mente, hasta una oda a las cruces colocadas en las carreteras donde una persona murió en un accidente. 

“Para visitar los vivos/ también soñamos los muertos/ en el mundo domado de las estrellas/ damos pasos largos”, apunta uno de sus poemas.

Reconoce que la sociedad venezolana en los últimos años ha sido bastante cercana a la muerte. Quizás no con la misma espiritualidad que los mexicanos con el culto a la santa muerte o sus festividades tradicionales, pero indica que existe una familiaridad hacia ella como consecuencia de muchos sucesos del día a día. “Es el punto culminante de todas las pérdidas”, agrega. Aclara que ninguno de sus poemas fue escrito en el contexto del encierro y los decesos por la pandemia de covid-19.

La poeta y ensayista no pinta su obra en solo blancos y negros. No pretende presentar un contraste o dualidad entre la vida y la muerte, sino reflejar cómo cada una está vigente a lo largo de las experiencias del ser humano. Del mismo modo, aporta que tampoco era su intención que el libro gire en torno a esos dos tópicos.

“Es un vínculo complementario, tal como el ying y el yang. De hecho lo vital también está presente en la primera parte titulada en la ceniza y la muerte, en la tercera parte titulada como las candelas. Hay cierta fluidez en  ambas energías”, explica.

— ¿Hacia qué lado se inclina el sueño dentro de su poemario?¿hacia la vida o hacia la muerte?

— Hacia ambos extremos. Es el elemento que busca el equilibrio. Por ello, el poema titulado Los gozos del sueño está en el medio. El sueño se vincula con la vida y la muerte. Además, el sueño siempre propone una realidad alternativa.

— Podría decirse que es como un terreno neutro.

— No lo percibo como neutro, en realidad es otra cosa. El territorio de los sueños, a pesar de haber sido tan estudiado, encierra misterio. Más que un terreno neutro es un lugar misterioso al cual se accede bajo ciertas condiciones que nos apartan de la realidad percibida con los sentidos.

Ficha de la poeta

María Antonieta Flores nació en Caracas el 22 de junio de 1960. Es docente egresada del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC) y con un magíster en Literatura Latinoamericana. Posee una extensa trayectoria como poeta, ensayista, editora y crítica literaria.nnAlgunas de sus obras son: El señor de la muralla (1991), Agar (1995), La voz de mis hermanas (2005), Madera de orilla (2013) y Las conductas discretas (2020). En 2001 ganó el Premio Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana por su libro Índigo, y en 1995 el premio de la I Bienal de Literatura Municipal Augusto Padrón. En el campo del ensayo recibió el premio de la IV Bienal de Literatura Mariano Picón Salas en 1997.nnFlores fue reconocida por su columna Epífitas, publicada entre 1994 y 1997 en el diario El Universal, y entre 1997 y el 2000 en El Globo. En 2004 fundó la revista digital El Cautivo, donde mantiene sus críticas y reseñas, además de divulgar la obra poética de autores nacionales e internacionales.

Fuego y cenizas

El fuego transformador en los versos de María Antonieta Flores
Foto: Cortesía

Sobre Los gozos del sueño, Flores escribió en el epílogo: “Todo se entrega al fuego que transforma y ese lugar alquímico donde todo ocurre es el sueño. Allí llegan los muertos y te saludan o se te quedan mirando a través del humo de las candelas. Armar el sentido es el camino. Encontrar el fuego que solo se revela al final. La blancura de la ceniza: la promesa del retorno del fuego. La vida. La alegría”.

Todo se resume en el fuego como elemento transformador. Incluso se esconde dentro del título mismo del libro, en el que la autora destaca la tercera acepción de la palabra gozo recogida en el Diccionario de la Real Academia Española: “Llamarada que levanta la leña menuda y seca cuando se quema”.

El fuego no es algo abstracto para mí. Es una imagen que tiene un trasfondo vivenciado. En el poemario, es el elemento que evoca la vida y la muerte, que transforma. El hecho de que la palabra gozo tenga una acepción vinculada al fuego, a la candela fue determinante para que estuviera en el título”, afirma.

Relata que el concepto surgió mientras hacía cerámica artesanal. La forma en que el calor transforma la arcilla en un material nuevo, además de los colores emitidos por las llamas al contacto con diferentes químicos le hizo entender la magia detrás de su esencia. Cuenta también que las quemas vegetales le hicieron interactuar también con la ceniza y el ciclo de la vida.

Por ese motivo asegura que se sintió sorprendida con la portada del libro. Se trata de una pieza realizada por la ceramista venezolana Reina Herrera, fotografiada por Carsten Totdmann y con diseño de Pascual Estrada.

El fuego transformador en los versos de María Antonieta Flores
Portada de Los gozos del sueño. Foto: Cortesía OT Editores

Constante evolución

Con poemas de hasta 26 años de antigüedad, Los gozos del sueño condensa una parte significativa de la carrera de Flores entre sus páginas. Asevera que con el paso del tiempo fue ganando más precisión, además de capacidad para estructurar sus poemas. 

Aunque hay otros detalles que permanecen. Desde finales de la década de los noventa suele jugar con la sintaxis del texto al prescindir completamente del uso de mayúsculas, siguiendo la tradición del poeta estadounidense E.E. Cummings. Afirma que con ello trata de expresar mayor intimidad y evocar una forma de hablar baja.

El volver a sus antiguos poemas significó también para Flores un soporte que le ayudó a sortear las dificultades personales vividas desde 2010 y mantenerse en el camino de la poesía. “La fuerza de esos poemas escritos entre las décadas del noventa y 2000, pudieron hacerme recobrar de nuevo la escritura. He encontrado un hilo que me trae hasta el presente, porque hay cosas que se han mantenido vivas a través del tiempo”, destaca.

Al final, Los gozos del sueño es para Flores una apuesta a la vida. Por eso cierra con la candela antes que las cenizas, con el poema Mojada y desnuda, donde refleja lo más carnal y pasional frente a la trascendencia. La experiencia misma de sentirse vivo. “Tiritada bajo tus besos/ el cielo se ha abierto/ mojada y desnuda/ en tus brazos/ mis manos se abren mientras te nombro”.

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