• Se radicó en Madrid, España, desde donde siguió movilizando la política y la opinión pública venezolana. Murió en el año 2001, a los 87 años de edad, aquejado de serias enfermedades cerebrovasculares que le detectaron en 1998 | Foto: ©ArchivoFotografíaUrbana

El 23 de enero de 1958, el dictador Marcos Pérez Jiménez huyó de Venezuela hacia Santo Domingo, República Dominicana. Semanas atrás se venía fraguando una insurrección principalmente militar para deponer del poder, y este era el punto final del gobierno autoritario que había empezado en 1951 con la Junta de Gobierno que derrocó al presidente Rómulo Gallegos. Desde entonces Pérez Jiménez hizo su vida fuera del país, aunque siempre movilizó la política nacional desde el exilio, hasta su muerte el 20 de septiembre de 2001 en Madrid, España.

“Murió tranquilo. Su vida se fue apagando con la suavidad con que se va apagando una vela”, dijo horas después de su fallecimiento Margot Pérez Jiménez, una de las cuatro hijas del dictador. El expresidente falleció a los 87 años de edad, aquejado de serias enfermedades cerebrovasculares que le detectaron en 1998. Le dio un paro cardíaco a las 4:30 am en su lujosa residencia del barrio de la Moraleja, en la capital española, donde residía desde 1968, año que finalizó su condena de cuatro años en Venezuela. El derrame cerebral por el que fue ingresado en la clínica madrileña dos años y medio antes, le había sumido en un estado casi vegetativo.

Flor de María Pérez, otra de sus hijas, aseguró que antes de enfermarse, su padre “siempre estuvo pendiente de Venezuela” y que su mayor deseo era volver a su país. Si bien nunca pisó nuevamente tierras venezolanas, durante los años de la democracia su figura fue objeto de debate. Entretanto, en su lujosa casa en Madrid, hasta meses antes de su muerte, recibió a varios venezolanos de todos los sectores: políticos como Hugo Chávez, periodistas, investigadores o aduladores.

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La maleta que dejó en Caracas

Cuando en la madrugada del 23 de enero Pérez Jiménez salió de Venezuela, dejó algo olvidado en su casa de Caracas, en el callejón Sanabria de El Paraíso. En ese instante la casa estaba en manos de la Guardia Nacional para evitar ser vandalizada. El teniente Vinicio Augusto Plaza, uno de los militares encargados de la vigilancia, recibió una llamada telefónica. Era Flor Núñez de Pérez Jiménez, esposa del dictador depuesto, quien llamaba desde Santo Domingo, República Dominicana.

—¿Qué sabe usted de una maleta que dejé olvidada en la casa, usted no la ha visto?

—No, señora—, respondió el oficial un tanto asombrado.

—Búsquela, por favor. Es una maleta blanca, de piel. Tiene una placa pequeña dorada con las iniciales ‘M.P.J.’. Yo lo llamo después. Debe estar en el cuarto o cerca de la puerta que va al jardín…

El teniente encontró la maleta en horas de la noche en uno de los corredores de la casa. Al mismo tiempo, en Miraflores, los ministros del nuevo gobierno. La llevó al cuartel de la Guardia Presidencial y luego se la entregó al contralmirante Larrazábal, presidente de la Junta de Gobierno. Reportaron que la maleta tenía ropa y documentos privados.

En octubre de ese mismo año, Pérez Jiménez, en carta a Diógenes Peña, cónsul general de Venezuela en Miami, denunció que cuando abandonó el país dejó olvidada una maleta con unos valores que no figuraron en la lista de bienes incautados. “Los valores a los cuales me refiero”, escribió Pérez Jiménez, son los siguientes: alrededor de tres millones de bolívares en bonos del Centro Simón Bolívar, alrededor de cien mil dólares en billetes; y alrededor de trescientos mil bolívares en billetes de quinientos, cien, cincuenta, veinte y diez bolívares”.

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Candidato desde el exilio

Estados Unidos recibió la solicitud de extradición de Pérez Jiménez el 21 de agosto de 1959. Fue detenido tres días después y el 16 de agosto de 1963, el gobierno venezolano presidido por Rómulo Betancourt, en convenio con el estadounidense, obtuvo su extradición. Ya en Venezuela, fue encarcelado y sentenciado a cuatro años de prisión por peculado y malversación de fondos, se le confinó en la Cárcel Modelo de Caracas. Durante cinco años estuvo encarcelado.

Una vez en libertad, se fue a Madrid. En las elecciones generales de 1968 fue postulado senador por el partido perezjimenista Cruzada Cívica Nacionalista (CCN). La agrupación consiguió 402.351 votos, convirtiéndose en uno de los principales partidos nacionales, y el dictador consiguió una banca en el Senado. No obstante, la Corte Suprema de Justicia invalidó su elección, por lo que no pudo regresar a Venezuela.

En la siguiente elección presidencial y parlamentaria de 1973, el partido pretendió lanzar la candidatura de Pérez Jiménez. No obstante, Acción Democrática (AD) y Copei, para entonces las dos organizaciones políticas fuertes del país, impulsaron una enmienda a la Constitución de Venezuela de 1961 estableciendo la imposibilidad para optar a los cargos de presidente de la República, senador, diputado o magistrado de la Corte Suprema de Justicia a todo aquel que hubiere incurrido en delitos mientras ocupase un cargo público.

El 12 de febrero de 1999, una juez del Tribunal dos de primera instancia en lo penal del área metropolitana de Caracas decidió anular la medida jurídica que prohibía a Pérez Jiménez estar en el territorio venezolano. El exdictador estaba acusado de ser el autor intelectual del asesinato del teniente León Droz Blanco, perpetrado el 10 de junio de 1954 en Barranquilla, Colombia. Pero para cuando se dictó la medida, Pérez Jiménez ya tenía 84 años de edad y estaba delicado de salud.

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Su relación con Chávez

En mayo de 1998 Hugo Chávez, entonces candidato a presidente de Venezuela, viajó a Madrid para visitar a Pérez Jiménez. Era algo habitual. Meses antes, el dictador había recibido a Salas Römer, el otro candidato.

Según informó en ese año El Mundo, Chávez recibió el respaldo de Pérez Jiménez. El expresidente, de acuerdo con la versión del medio español, le habría dicho al candidato: “Usted representa todo lo que yo anhelo. Venezuela, con su presidencia, volverá a ser la nación que soñó Simón Bolívar”. Asimismo, en ese encuentro el comandante le habría propuesto el indulto, a lo que Pérez Jiménez presuntamente respondió que a él no lo indulta nadie porque para eso es necesario primero haber cometido algún delito.

Las conexiones entre el exmilitar golpista y el autócrata, que rigió los destinos de Venezuela durante 10 años, fueron más allá. Chávez, luego de ser electo como presidente en 1998, se manifestó partidario de que Pérez Jiménez regresara al país.

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“Si el general quiere pasar los años por venir aquí, es nuestro criterio que no debe tener ningún impedimento. Ya está bien de tener fuera del país a un venezolano que cometió errores”, dijo Chávez, quitándole peso a los años de dictadura. También negó que Pérez Jiménez le estuviera asesorando, como se rumoraba.

Pero la relación entre Chávez y el dictador puede que no se conozca con exactitud. Recientemente en una entrevista con el periodista Luis Olavarrieta, Margot Pérez Jiménez aseguró que su papá no tenía un buen concepto sobre el dirigente socialista. “Cuando Chávez vino a visitar a mi padre aquí en Madrid, yo estaba de viaje en China y le pregunté ‘¿papi qué tal Chávez?’ y la contestación de mi padre fue ‘un demagogo, loquito’”, dijo Margot, quien reconoció a su papá como un dictador.

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Con el Nuevo Ideal hasta el último momento

Pérez Jiménez recibió en Madrid desde viejos amigos o aduladores, hasta diplomáticos, investigadores, o periodistas. Allí concedió una de las entrevistas más populares, al reconocido periodista Óscar Yanes, para el programa La silla caliente.

En el año 1992 la investigadora Ocarina Castillo visitó a Pérez Jiménez en su casa de Madrid, como comentó para El Diario. “Como parte de mi investigación, conversé con él. Tenía un discurso previamente hecho, del cual no se salía. Todas sus respuestas eran exclusivamente en torno a las frases más preelaboradas y repetidas del Nuevo Ideal Nacional. Pero no rehuía a conversar”, contó.

—¿Cómo recuerda usted aquellos encuentros? ¿De qué hablaron?

—Recuerdo que lo visité dos veces en su casa. Una vez en otoño, otra en primavera. Le llevé mis libros y le dije “quiero que usted los lea y me diga qué piensa de lo que escribo de usted”. Le pedí que los leyera con calma para conversar sobre eso. Y cuando llegué la segunda vez me dijo: “¿Por qué usted dice eso que mi gobierno era autoritario? Que era excluyente, ¿excluyente de qué?”. Le dije que no incorporaba a los sectores políticos, que no incorporaba a los sectores sociales. Entonces me sacaba todo lo que había hecho por los sectores del campo y yo le decía “eso es por los medianos productores del campo, no por los campesinos”. Allí no nos podíamos poner de acuerdo nunca, porque esa era su chuleta.

—¿Él estaba convencido de que su gobierno había sido democrático?

—No democrático, pero totalmente eficiente. Bueno, si por democrático entendiera que fue eficiente y que el dinero fluyó en grandes proporciones y se distribuyó, puede que creyera que era democrático. Pero no democrático desde el punto de vista de la concepción política que, por lo menos yo, puedo tener.

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