• La maracayera llegó a Madrid en 2019 con la ilusión de dedicarse al canto lírico, pero la pandemia frenó sus proyectos y la llevó a retomar la enfermería. De forma inesperada su talento fue descubierto bajo el puente de Toledo, mientras ensayaba un repertorio que preparaba para sus pacientes. Cautivó al jurado del show televisivo Got Talent y ahora se prepara para llegar a la final

“Mi nombre es Rosa María Martínez. Soy de Venezuela, pero vivo en Madrid”. Con estas palabras la venezolana se presentó ante el jurado de uno de los programas de talento más vistos en España, Got Talent. Su participación fue por un golpe de suerte.

La dinámica del programa consiste en reducir un casting de miles de personas -con distintos talentos- a un centenar de participantes que audicionan para participar en el concurso que pone en juego un premio de 25.000 euros. En la dinámica se requiere al menos de tres votos positivos para avanzar en la competencia o, en ocasiones muy especiales, el jurado activa un botón especial para dar al participante un “pase de oro” que le permite llegar directo a la semifinal. Solo pueden activarlo una vez.

Rosa soñaba con aquel acto. Meses atrás, había estado como público en el teatro de grabación; y sentada en una de las sillas de la audiencia se visualizó por un momento en el escenario con la lluvia de serpentina dorada, esa que cae sobre quien cautiva al jurado.

Sin embargo, aquella escena en su mente le resultaba lejana. Aún estando como espectadora pensaba con recelo qué tan real podría resultar ese tipo de show televisado.

“Yo era muy anti programas de talento. No creía en esos programas. Me lo estoy creyendo ahora porque veo que lo publicaron”, comenta Martínez para El Diario, sobre aquel video de su presentación en Got Talent que se viralizó en redes sociales. Se trata de la actuación de Rosa, quien con magistralidad y virtuosismo interpretó la pieza “Adiós Nonino”, de Astor Piazzolla, y despertó no solo la admiración del comité evaluador, sino que enseguida cautivó a propios y extraños.

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La presentación que, en concepto de confidencialidad fue grabada meses atrás, se hizo pública el 13 de septiembre. Su cuenta en Instagram pasó de tener poco más de 400 seguidores a más de 4.000, en menos de una semana.

“Es el botón dorado más importante que daremos nunca”, le dijo el presentador. Rosa respondió con una sonrisa pero no pudo contener las lágrimas con la ovación del público que se levantó de sus asientos para aplaudirla.

Hasta la fecha había guardado aquella emoción hasta poder compartirla con su familia y con todo un país que la celebra y la aplaude.

“Me sentía muy nerviosa, pero también muy emocionada. Siempre me imaginé bajo la serpentina, pero jamás imaginé que llegaría hasta allá”, asegura la artista quien decidió estudiar música a los 14 años tras ir todos los domingos a misa con su mamá y maravillarse con el grupo coral de la Iglesia.

“Yo estaba peleada con la música”

Cuando Rosa Martínez emigró a España lo hizo con la intención de continuar sus estudios  como soprano. Se había graduado de canto lírico en el Conservatorio de Música del estado Aragua y llegaría a Madrid a estudiar música española y latinoamericana en la Universidad Complutense. Meses atrás había renunciado a su trabajo, en su ciudad natal.

“Yo dejé la enfermería por el canto. La gente, por falta de insumos, se estaba muriendo de cáncer. Era un trabajo bastante duro en donde me estaba desgastando emocionalmente”, explica Martínez, quien se graduó en la Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos.

La enfermera venezolana participa en Got Talent
Foto: Cortesía

Para aquel momento lo había dejado todo para viajar a Caracas y pertenecer al Coro de ópera del Teatro Teresa Carreño, el epicentro cultural del país, donde cantó hasta el día anterior de su vuelo.

Aterrizó el miércoles 1° de mayo de 2019.

Durante el primer año, la venezolana ofreció conciertos en algunos espacios culturales junto a su pareja, el pianista Édgar Maceda. Su meta era reunir el dinero suficiente para comprarle el pasaje a su hija de 10 años de edad, Giselle, a quien le puso el nombre inspirado en la ópera del compositor francés Adolphe Adam (1803-1856).

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Lo que jamás pensó es que meses después llegaría la pandemia del covid-19 y le truncaría sus proyectos. Las presentaciones cesaron y debió someterse al confinamiento. Sus ingresos mermaron y de nuevo tuvo que sacrificarlo todo.

Me daba mucha rabia ver a mis amigos colegas que se habían quedado en el aire. Y también me ponía a pensar que si yo fuese solo músico, yo no tendría cómo subsistir en un momento tan delicado. Yo decía ‘no es posible que nos desampares de esta forma’”, recuerda.

Ante la emergencia sanitaria que sacudía al mundo, autoridades españolas solicitaron apoyo de médicos y enfermeras extranjeras para la atención de la población más vulnerable: los adultos mayores. Ella no lo dudó y se ofreció.

Bajo su vocación de servicio, y como medio de supervivencia, Rosa estaba retomando la carrera a la que había renunciado en Venezuela, tras pasar cinco años de labor en la unidad hemato-oncológica del Hospital José María Cabarabaño Tosta, ubicado en barrio San José de la ciudad de Maracay.

Ahora, lejos de casa, y sin su órbita musical, se habría abandonado a la medicina. Al menos, así lo pensaba.

La otra oportunidad

Como enfermera en España, Rosa consiguió empleo en un centro de estimulación neurológica para personas de avanzada edad. Allí se encarga de hacer los ingresos de los pacientes, suministrar la medicación y hacer los controles de glucemia, de signos vitales; también los de antígeno por la situación del covid-19.

El botón dorado de Got Talent le cambió la vida a una enfermera venezolana en España
Foto: Cortesía

Pero con el tiempo, se ha dedicado a ayudarlo para que, a través de la música, mantengan o recuperen algunas capacidades cognitivas que se van perdiendo con el deterioro en el sistema nervioso. Ella les compró a sus 80 pacientes algunos instrumentos pequeños de percusión para aplicar en ellos ejercicios de rítmica y de coordinación. 

Su jornada inicia a las 9:00 am y finaliza a las 2:00 pm, cuando toma un tren para llegar a su otro trabajo en el que atiende cerca de 120 pacientes más, hasta las 10:00 pm, de lunes a viernes.

“Ahí se les brinda cuidados especiales, ya que muchos de los abuelos tienen dependencia total; ellos necesitan ayuda desde las necesidades más básicas como darles de comer, vestirlos, cambiar de pañal, etc.”, comenta. 

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Por si fuera poco, también los fines de semana trabaja en otra residencia de al menos 60 abuelos. No tiene descanso.

Aunque su dinámica es exigente, desde julio de este año, poco a poco fue buscando retomar sus conciertos, tras algunas medidas de flexibilización en la ciudad.

En los poquísimos días libres, junto a su esposo, llegó a ensayar, bajo el puente de Toledo, parte del repertorio que le ofrecería luego a los abuelos en sus clases de musicoterapia.

“Ese puente tiene una acústica preciosísima. Nosotros desarrollábamos el repertorio en casa y llevábamos arias de ópera, canciones italianas, algunas romanzas rusas, canciones francesas, entre otras. Para nosotros, era un ensayo; para los demás, era escuchar un concierto. La gente es muy curiosa y el oído en España es muy fino. Aquí saben reconocer la música académica porque es muy difundida”, señala la soprano de 30 años de edad.

Fue así como una periodista la escuchó y se interesó en entrevistarla. El reportaje audiovisual se difundió y llegó hasta un cazatalentos en España. La contactó el equipo de producción del reality show y le explicaron que querían que ella participara en la séptima temporada de Got Talent

Rosa, aún sorprendida, aceptó. Pero previo a ello, tuvo que grabar en videos un par de presentaciones que le solicitó los organizadores, incluso una versión a capella. Fueron varias pruebas las que grabó y envió antes de participar.

Una vez confirmada su participación, le pidieron asistir a la gala acompañada de cinco personas. Sin amigos ni familiares cercanos, ella solo pensó en su pareja. Pero luego, el equipo de producción, le pidió ir acompañada por parte de sus pacientes, a quienes describe como su mejor audiencia.

“Son los que me han mantenido como artista durante todo este tiempo. Solo a ellos le he cantado. Mi único público”, dijo en un video previo a su presentación musical, que ya cuenta con más de 500.000 reproducciones en Youtube.

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En medio de sus compromisos, Rosa tuvo que pedir un día libre para poder participar en la grabación del programa. Pero todo valió la pena. No solo clasificó sino que le demostró al mundo lo que significa vivir una vida con pasión.

—¿Sabéis lo que pasa? Que yo no debería estar aquí juzgándote a ti. Te hemos acogido en este país y tú a cambio has estado en la Zona Cero en el momento más complicado en nuestro país y encima tu talento ha ayudado a nuestros mayores a llegar hasta aquí. Para mí, esto es el número perfecto, le dijo en su momento un miembro del jurado, notablemente emocionado.

“Representas al talento que sobrevive y que nos hace sobrevivir. Que nos hace creer”, le dijeron.

Ella, y su público, no podían contener la alegría.

La meta pendiente

Rosa asegura que su vida no ha cambiado,al menos hasta los momentos; excepto por el hecho de estar ahora mucho más expuesta mediáticamente. Sin embargo, sus días transcurren con el ritmo frenético de sus tres trabajos, mientras saca algún tiempo a medianoche para cumplir con las entrevistas que han surgido tras su presentación. 

Ella sigue enfocada no solo en su pasión, la música, sino en su objetivo: lograr la reunificación familiar con su mamá, hija y hermana. 

“Mi objetivo desde un principio era traerlas, pero para ello debo cumplir una serie de requisitos. La enfermería es lo que actualmente me está dando para mantenerme a mí, y a mi familia en Venezuela; también para agilizar pasaporte, permiso de salida del país y tener un soporte económico” dice Martínez, mientras prepara el repertorio con el que se presentará en la semifinal de Got Talent.

En su mente aún sigue latente el sueño que aguarda, esta vez desde pequeña: la de presentarse delante de un gran público y con una orquesta detrás de sí. 

Sumida aún en el letargo, ella solo tiene una certeza: “la música me ha reclamado y me está volviendo a llamar. Cuando tú le perteneces, ella te reclama”, sentencia.

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