• En Venezuela tenían unas percepciones con respecto a temas como la discriminación, la igualdad de género o el acoso sexual que ahora se entremezclan con sus vivencias en el país al que emigraron

Ignora ese silbido en la calle, aunque sabe que es con ella. Trata de no voltear, pero a sus espaldas siente esa mirada que recorre su cuerpo, se detiene en sus caderas, se afinca en sus glúteos. Son apenas milésimas de segundo, que sin embargo se hacen eternas. “Eso sí está rico, mi amor”, le gritan desde la esquina. Las risas no hacen más que empeorar la situación. Lo que al otro lado de la calle se toman como un comentario más, para ella es tortuoso. Con todo, el “piropo” no fue tan grave como tantos otros que el exceso de creatividad a veces la hacen sufrir.

Ocurre todos los días en muchos países, a millones de mujeres. En Venezuela muchos hombres lo tienen naturalizado. También algunas mujeres, a pesar de la incomodidad.

Es apenas una de las tantas manifestaciones de acoso, que no por común, deja de ser grave para las mujeres, especialmente para las que se consideran feministas o son miembros de alguna agrupación de las que trata de impedir que situaciones como estas se repliquen en otros ámbitos, como el laboral, el académico o el familiar. O peor, que de lo verbal escalen hacia lo físico, lo violento.

Reaccionar contra la violencia

Cuando Adriana Flores vivía en Barinas (Venezuela), su estado natal, pensaba poco o nada en cuestiones como el machismo o la discriminación contra la mujer. Pero todo cambió en ella precisamente a través de la violencia. Anyuri Colmenares era su vecina en Barinas. Tenía 19 años de edad cuando estudiaba sociología en la Universidad Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora. Fue hallada muerta, tras varios días de búsqueda, enterrada en el patio de la casa de su novio. La había matado a golpes en octubre de 2016.

Protesta por no mas violencia contra las mujeres
Foto referencial

“Luego de ese caso me hizo clic ver la cantidad de gente que le escribía cosas horribles a Anyuri en Facebook después de haber sido asesinada. Lo mismo le hacían a su mamá. Las culpaban de su muerte, cuando el verdadero responsable fue el asesino”, recordó Flores en declaraciones para El Diario.

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Por persecución política del chavismo tras las protestas de 2017 que exigían la salida de Nicolás Maduro del poder, Flores huyó de Venezuela. Perú estaba entre sus opciones, pero lo descartó, en parte, por las múltiples noticias en la prensa sobre femicidios. En cambio, prefirió Argentina, adonde llegó a inicios de 2018. Enseguida notó contrastes en comparación con las mujeres y agrupaciones feministas de su país.

“En Venezuela viví muchas situaciones de acoso, incluso abuso sexual. En la Ciudad de Buenos Aires hay muchos programas, herramientas y  ONG para orientación de la mujer. Fue muy llamativo porque en Barinas no había instituciones que brindaran apoyo psicológico ni legal cuando ocurren este tipo de delitos”, comparó Flores.

Su percepción no es única. Otras migrantes venezolanas que viven en la Capital Federal coinciden en que se sienten respaldadas, bien sea por el gobierno porteño, el Ministerio de Diversidad y Género de la Nación o por grupos de mujeres que se juntan para compartir experiencias, desahogarse y darse impulso.

Carla Michelle Aponte es una joven de 26 años de edad que llegó a Argentina en mayo de 2018 con el objetivo de independizarse y hallar las oportunidades que no veía al alcance de su mano en la ciudad de Valencia, estado Carabobo. Remarca la importancia de tejer redes entre mujeres y esa fue una de las primeras cosas que puso en práctica cuando decidió emigrar. Buscó agrupaciones por Instagram y así dio con Venezolanas Globales, una iniciativa con presencia en 16 ciudades del mundo: Bogotá, Lima, Londres, Nueva York, Madrid, Zurich, Sídney y Buenos Aires.

“Algo bonito del feminismo es que siempre hay mujeres para respaldarte. No buscamos pelear. Lo que intentamos es hablar de temas que pueden resultar difíciles. Si en algún momento consideras que hubo algo que no estuvo bien, que no fue justo o que te hizo sentir incómoda por ser mujer, te das cuenta de que es doloroso. Sobre todo si le ocurrió algo a alguien cercana, pero te das cuenta de que no vas a estar sola”, expresó Aponte a El Diario.

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Organizaciones y activistas feministas protestando en la plazza Brión de Chacaito con motivo al Día de la Mujer
Foto: José Daniel Ramos @danielj2511 | Foto referencial

Para dar un paso adelante decidió romper el silencio, primero con su círculo más cercano, cuestión que aconseja mediante un intercambio constante para prevenir conductas o situaciones que puedan derivar en violencia de género.

“Pregúntenle a sus amigas o conocidas cuántas, cuando salen, avisan el lugar al que van, envían la dirección. ¿Por qué lo hacen? Para cuidarse porque hay un entorno violento”, ejemplificó.

No quedarse callada: la aguja que pincha la burbuja

Gabriela Torres considera que la sociedad venezolana es machista. Fundamenta su planteamiento cuando recuerda el rol de la mujer y sus “estándares” ideales en el imaginario venezolano.

“Hay ideas retrógradas, como eso de que la mujer siempre tiene que estar maquillada, con las uñas arregladas, el cabello alisado, mientras que el hombre puede andar todo desarreglado”, describió Torres a El Diario.

A eso agregó las tareas en el hogar y durante la crianza de los hijos. “Que la mujer tiene que quedarse en casa. Si trabaja debe hacer de ama de casa por las noches, y encargarse de las compras, de llevar a los hijos a la escuela. Esas son cosas que cuando sales de Venezuela te das cuenta que no tiene por qué ser así”.

Gabriela, de 26 años de edad,también llegó a Argentina en 2018. En su caso, con el objetivo de reiniciar sus estudios universitarios, los cuales interrumpió en la Universidad Santa María, de Caracas, para ahora cursar la misma carrera -Derecho- en la Universidad de Buenos Aires.

Organizaciones y activistas feministas protestando en la plazza Brión de Chacaito con motivo al Día de la Mujer
Foto: José Daniel Ramos @danielj2511 | Foto referencial

La familia y los amigos cercanos son, para ella, la clave para prevenir el acoso, y para frenarlo en caso de que ya haya ocurrido. Por eso, insiste, hablar es el camino para que pueda haber cambios sustanciales en la sociedad, aunque sea a mediano o largo plazo.

“¿Cómo le dices a una persona de 40 o 50 años que es retrógrada? Es muy difícil, salvo que le pase algo a alguien de su círculo. Cuando los tocan estas realidades, se familiarizan con estos temas. No saben lo que es el acoso, o que le den unos tragos a una mujer y que abusen de ella, hasta que le sucede a alguien cercano”, analizó Torres.

En ese sentido exhortó a no dejarse inhibir por el qué dirán. “Muchas mujeres, hablando entre sí, se dan cuenta de que les pasó algo y lo callan, lo minimizan. Dudan. Pero la prescripción de delitos como el acoso, el abuso, incluso el incesto por loco que parezca, no se debe minimizar”, alertó.

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Carla Aponte exhorta a debatir sobre temas que a su parecer pueden parecer incómodos de tratar, pero que son tan necesarios como impostergables:  “Que las mujeres tienen derecho a escoger sobre sus cuerpos y al parto digno; que dejen de ser sexualizadas. Que se hable de los abusos que ocurren diariamente, pero que muchos callan. Esa es la burbuja que hay que romper”, alentó.

Venezuela: cuesta arriba, pero abriéndose camino

Cuando se viaja en el subte (Metro), en los trenes, o en los colectivos (autobuses) de la Ciudad de Buenos Aires, es normal toparse de frente con anuncios en los que se lee el eslogan “Ni loca, ni perseguida, ni histérica”, propaganda de la línea ACOSO. A través de ella los pasajeros pueden, mediante un mensaje de texto al número 22676, denunciar cualquier situación de acoso en el transporte público. La iniciativa funciona desde noviembre de 2018, las 24 horas del día y los 365 días del año.

A ella se suma la línea 144, disponible en toda Argentina 24 horas y 365 días del año, para atender denuncias sobre violencia de género de tipo físico, psicológico, sexual, económico, patrimonial, doméstica, laboral, mediática o en el espacio público.

Acoso

Previamente, en 2015, la legislatura porteña fue la primera del país en definir legalmente al acoso callejero como las “conductas físicas o verbales de naturaleza o connotación sexual, basadas en el género, identidad y/u orientación sexual, realizadas por una o más personas en contra de otra u otras, quienes no desean o rechazan estas conductas en tanto afectan su dignidad, sus derechos fundamentales como la libertad, integridad y libre tránsito, creando en ellas intimidación, hostilidad, degradación, humillación o un ambiente ofensivo en los espacios públicos y en los espacios privados de acceso público”.

Otra iniciativa en cuanto a representación política es la paridad de género en el Congreso. La ley 27412 establece que los partidos políticos, al momento de presentar sus listas a la Cámara de Diputados, al Senado y el Parlasur, deben hacerlo con mitad de hombres y mitad de mujeres.

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“Deben integrarse ubicando de manera intercalada a mujeres y hombres desde el primer candidato titular hasta el último suplente”, reza el artículo 1 de la norma.

Aunque el contexto es diferente en Venezuela, Aponte enaltece que haya mujeres que bien sea por su parte o en agrupaciones intenten visibilizar estos temas, aún con las dificultades que ello conlleva.

violencia de género

“No podemos esperar a tener un ambiente no hostil para actuar. Me enorgullece que aun con lo rudo, estén poniendo el tema en la agenda en Venezuela”, vociferó.

No obstante, Flores advirtió que al chavismo le conviene, según su criterio, mantener a las mujeres en situación precaria: “Así pueden controlarlas con dádivas y programas sociales como los bonos del Carnet de la Patria, que les hace transferencias irrisorias. No olvidemos que Maduro mandó a las mujeres a parir y parir como si fuéramos incubadoras”, expresó.

Brecha salarial de género

En Venezuela, en todos los niveles de escala salarial los hombres ganan más que las mujeres. Las brechas son mayores conforme la escala ocupacional es mayor. Por ejemplo, los directores o gerentes tienen una brecha salarial de 76% entre hombres y mujeres. Entre profesionales la brecha alcanza un 40% y en el personal administrativo es de 25%. Esta diferencia se debe principalmente a que los hombres trabajan más horas que las mujeres, por lo que son más atractivos para el mercado laboral, según un estudio de ECOVI 2021.

Para Torres, por su parte, la educación será la piedra angular para que el feminismo como movimiento, tanto en Venezuela como Argentina y el resto del mundo para que pueda plasmar cambios a corto, mediano y largo plazo.

“Siempre hay que conversar. Enseñarle a una niña que no está bien que la toquen, o que un hombre entienda que por bailar con una chica en falda eso no quiere decir que de allí se la tenga que llevar a otro lado. Todo con respeto y haciéndolo parte al otro, porque ninguna casa que sea excluyente ha funcionado en el mundo”, dijo.

Por ahora, estas jóvenes, al igual que el resto de la comunidad de mujeres venezolanas migrantes en Argentina, se mantendrán en lucha por sus derechos, mientras observan a la distancia cómo sus pares intentan avanzar la cruzada feminista en Venezuela. 

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