• El escritor caraqueño reeditó con la editorial Caligrama su novela Generaciones vencidas, luego de 17 años. En ella narra la evolución de un grupo de amigos desde su graduación en 1986 hasta el año 2000, y cómo lentamente se empapan en el mundo de la corrupción, donde los triunfadores no siempre son los héroes de la historia

La corrupción no es un problema nuevo en Venezuela. Aunque parezca anclado a empresarios y funcionarios de ciertas tendencias políticas actuales, los escándalos de desfalcos y malversaciones ya llenaban páginas en la prensa desde el comienzo de la democracia, e incluso antes. Basado en los casos de corrupción que marcaron la época de su juventud, el escritor Jaime Huertas Fernández (Caracas, 1968) decidió escribir una novela.

Generaciones vencidas apareció por primera vez en las estanterías en 2004, publicada por la Editorial Latina. 17 años después regresa con una reedición del sello español Caligrama. La obra actualmente se puede encontrar en Caracas en las librerías Tecni-Ciencias Libros. En el extranjero se pueden adquirir por encargo o en formato digital, por Amazon, Casa del libro y Fnac. Igualmente, en Estados Unidos está disponible en las librerías Barnes and Noble.

En entrevista para El Diario, Huertas reconoce que su novela no busca dar lecciones de moralidad. Por el contrario, el nombre del libro surge de la realidad misma, donde el fin muchas veces justifica los medios, con vencedores y vencidos. “Eso lo va a determinar el lector, quién lo merecía y quién no. Aquí no necesariamente tienen que salir castigados quienes actuaron de una manera indebida. A lo mejor lograron salirse con la suya y quienes actuaron correctamente no lograron alcanzar sus metas”, adelanta.

Jóvenes emprendedores 

La historia de Generaciones vencidas comienza en 1986, en pleno gobierno del presidente Jaime Lusinchi (1984-1989). Venezuela sufría la resaca del Viernes negro y el control cambiario del Régimen de Cambio Diferencial (Recadi) era el caldero de varias denuncias de corrupción. Un fenómeno similar al vivido durante la administración del fallecido presidente Hugo Chávez con la Comisión Nacional de Administración de Divisas (Cadivi).

En ese contexto, un grupo de jóvenes recién graduados de la universidad busca deliberadamente acercarse al poder para enriquecerse. Allí destaca Aberlado José Piñango, quien a pesar de no tener carencias económicas y venir de una familia honesta, decide corromperse para ascender en una escala social capitalina, donde lo importante es la ostentación y la apariencia. “Él tiene un conflicto de tipo social, piensa que a través del dinero, sea como sea, va a lograr darles una lección”, agrega Huertas.

Caso contrario ocurre con otro personaje, hijo de un hombre que cree en el esfuerzo y el trabajo duro, pero que no comparte sus valores. ”Él no quiere levantarse temprano ni trabajar de lunes a domingo como lo hacía su padre. Es decir, no esforzarse en la vida y prefiere conseguir el dinero de otra manera y desatiende el negocio”, describe.

En la medida que estos personajes se ven cada vez más involucrados en negocios turbios, sus acciones también salpican a sus familias, que deben tomar partido. Algunos deciden confrontarlos, otros hacer la vista gorda y aceptarlos. 

Bajo perfil

“Esto no es una telenovela donde los buenos salen felices y los malos vencidos, es la vida real. Sabemos que en todo el mundo hay gente que ha vivido de esta manera y nadie sabe quienes son porque no son rostros conocidos”, reflexiona el autor.

Su interés por los personajes sin blancos y negros lo llevó a ver más allá de las noticias. Huertas Fernández quería ver quiénes eran esas figuras tras las sombras que salían por la puerta trasera mientras en las cámaras compadecían funcionarios públicos y contratistas. Pero también quería ir más allá, y explorar sus facetas como hijos, padres de familia y personas ordinarias con un oscuro secreto en sus cuentas bancarias.

Aunque en la actualidad varios de estos personajes han salido a la luz a través de las investigaciones contra empresarios y testaferros que llevaban vidas de lujo en Miami, en los años ochenta apenas se hablaba de ellos. Por eso la evolución de los protagonistas resulta curiosa. Demuestra el deterioro mismo de la transparencia financiera del país durante la década de los noventa, para justamente acabar en el año 2000.

— ¿Qué cree que ha cambiado entre la forma de enriquecerse de sus personajes en los años 80 y la actualidad?

La forma de enriquecerse me parece que es la misma porque algunos de ellos entran en la corrupción, que es igual aquí y en cualquier país del mundo. La diferencia puede estar en que quizás hoy la gente se cuide más, porque cualquiera tiene un teléfono móvil y puede tomar fotografías o grabar videos.

Antes del huracán

— ¿Durante su juventud llegó a conocer o a ver jóvenes, quizás compañeros, que le sirvieran como inspiración para estos personajes?

— No. Esto lo tomé de la prensa. Antes eran mucho más nutridos y variados los medios de comunicación en Venezuela y hechos de corrupción habían por todos lados, a diestra y siniestra. Sobre todo en el seno de Acción Democrática y Copei, que eran los partidos hegemónicos principales de ese período histórico. Conociendo esos casos imaginé unos personajes que no aparecieran en la prensa, pues mi principal interés era hacer seguimiento de sus vidas más allá del hecho noticioso. En los medios de comunicación sale el hecho como tal, pero nunca la vida de estos personajes.

— Aun así, ¿cree que sus personajes, de estar ambientados en la actualidad, podrían ser lo que hoy conocemos como “enchufados”?

— Algunos personajes sí, pero otros lo que buscan es el anonimato. El estar al lado de uno en un restaurante, o esperando vuelo en un aeropuerto, y que nadie sepa que están involucrados en ese tipo de actividades. Es decir, buscar cometer el acto de corrupción, pero salir airosos en el sentido de que no hay denuncias y para ellos les ha resultado bien. Sin el hecho de ser señalado o el andar ocultando sus riquezas, mientras hay otros sí son más ostentosos.

— Psicológicamente, ¿siente que en las personas que buscan a toda costa poder y dinero hay algún tipo de vacío o complejo que los impulse? Alguna necesidad de sentirse validados por otros.

— Cuando el dinero se consigue de esta manera indebida, sí. Cuando es para ostentarse, manifiesta algún tipo de complejo, porque creen en las posiciones económicas, y sobre todo en lo que pueden mostrar, como un buen reloj o un vehículo. Esa una de las características del personaje de Abelardo José Piñango. Él sufre de una serie de complejos creados por su entorno, y los sufre porque desoye buenos consejos de sus profesores y padres, que le señalan cuál es el camino correcto y lógico por el cual debe transitar la inmensa mayoría de la sociedad. Pero él no lo ve así y necesita sentirse que es personaje principal ante los demás, ser el centro de atención a través de la ostentación. 

— Con la corrupción tan vigente como en los años noventa (o incluso más) ¿Se ha imaginado qué estarían haciendo sus protagonistas luego del año 2000?

— Creo que unos cuantos se habrían ido del país (risas). Quizás uno o dos se habrían quedado, pero me parece que los demás no estarían aquí.

El oficio del escritor

Huertas Fernández viene de publicar en 2020 su tercera novela, Tu mano en mi rostro. Confiesa que la escribió hace 12 años, pero hasta ahora decidió llevarla a la imprenta tras superar un arduo proceso de revisión y reescritura. “El hecho de la corrección me lo tomo muy en serio porque ese es mi principal objetivo”, señala. El también autor de Panteón vacío (1992) recomienda revisar al menos cinco veces un texto antes de publicarlo, y dejar pasar varios meses entre cada relectura. Esto con el fin de ubicar nuevos errores o pensar maneras mejores de presentar una frase.

Cuando una idea irrumpe en su cabeza, el autor asegura que primero trata de desarrollarla en todos sus aspectos antes de llevarla al papel. “Voy poniendo nombres de personajes y características, o adelantando diálogos. Entonces voy primero creando ideas y anotándolas para que no se me olviden, y en el momento preciso ya me siento a trabajar”, explica.

Afirma que la disciplina es un aspecto fundamental en su trabajo, por lo que dedica al menos cuatro horas al día (no seguidas) a escribir. Cuenta que antes solía escribir durante la madrugada, aunque en tiempos recientes ha cambiado su hábito para hacerlo más temprano en la noche. Destaca que lo más importante es mantenerse activo y no ceder a la tentación de tomar una pauta de varios días en su escritura, pues corre el riesgo de perder su conexión con la historia y, por extensión, también su interés.

“Necesito mantenerme en una comunicación permanente con mis personajes, tenerlos presentes. Mi trabajo comienza así, seguir hasta sentirme satisfecho con una novela bien desarrollada”, cuenta.

Mundos nuevos

La pandemia de covid-19 fue un período fructífero para Huertas Fernández. Además de presentar Tu mano en mi rostro y reeditar Generaciones vencidas, tuvo el tiempo suficiente para dar el visto bueno a otra novela escrita 15 años atrás. La historia, ambientada en Centroamérica, será publicada por Caligrama en el año 2022.

También en este periodo escribió una nueva novela que terminó en  enero de 2021, y que quizás vea la luz cuando pase todas sus revisiones respectivas. Por ahora, se dedica a trabajar en un nuevo proyecto. “Generalmente no hago eso de terminar con una novela y comenzar con otra, pero quizás por la pandemia hasta ahora he llevado un buen ritmo de trabajo”, indica.

A pesar de la cruda realidad de Generaciones vencidas, Huertas Fernández cree en los finales felices. O al menos quiere creer en ellos. Por eso trata de no estigmatizar la época del Recadi ni generalizar en que todos los emprendedores están manchados de corrupción. Por el contrario, intenta también mostrar la Venezuela del trabajo honesto que sigue presente en sus historias, aunque será el lector el que decida si le parece justo o no su destino.

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