• La actriz y directora, miembro de la compañía Deus Ex Machina, volvió a la escena caraqueña con El bramido de Düsseldorf de Sergio Blanco, tras más de un año de pandemia. Es optimista sobre el futuro del teatro en el país, aunque no por ello ingenua: señala que es necesario estímulo y mayor apoyo a las nuevas generaciones, espacios para el hacer, registro del trabajo ejecutado, cuestionamiento y rigor en las propuestas. “El talento que no se entrega a una investigación tal vez se extravía”, afirma. Foto: Shonny Romero 

Hacer teatro en la Venezuela actual es construir desde el caos. Ese que emana constantemente de todo y que es posible convertir en arte, para hacer soportable el peso de lo que nos rodea. Teatro como cuerpo que vive muchas vidas. Bien lo dice para El Diario Rossana Hernández, actriz, directora, docente y productora teatral venezolana: “El cuerpo responde y yo soy ecos que resuenan con eso”.

Así lo afirmó en el conversatorio del pasado sábado 20 de noviembre enmarcado en el Festival de Artes Escénicas Franco-Venezolano –que finalizará el 28 de este mes– en el que participó junto con al dramaturgo francouruguayo Sergio Blanco, cuya obra El bramido de Düsseldorf llevó recientemente Hernández al Espacio Plural del Trasnocho Cultural, con la compañía Deus Ex Machina.

Rossana Hernández: “Creo en el artista teatral venezolano”
Foto: Noel Cisneros

Es la tercera pieza de Blanco que la directora presenta en el país, luego de Tebas Land y La ira de Narciso, trabajos que se insertan en el género de la autoficción teatral. La creadora asegura que estos textos hablan mejor de ella que ella misma. Sergio Blanco, de cierta manera, lo confirma: “Hablar de uno es también hablar de los demás”, dijo el autor durante el conversatorio.

Con El bramido de Düsseldorf Hernández experimentó una suerte de resurrección escénica, en una realidad aun pandémica: “Era complicado el traslado del equipo al lugar de ensayo, ida y vuelta, con el riesgo del contagio de covid-19 en el transporte público, en el Metro. Ocuparnos de garantizar la seguridad significaba que, por ejemplo, debías tener gasolina; pero eso significaba hacer 12 horas de cola el día que te tocaba por número de placa.

Era el miedo al contagio. Cuidarnos, extremar las medidas; si alguien se sentía mal, atenderlo. Pensar en hacer pausas, las pruebas de salud correspondientes. Todo demandaba mucha atención y cuidado. Hacer una producción en estas circunstancias fue muy intenso para mí y para el equipo. Pero sabes que el teatro te aporta oxígeno y es algo de lo que te agarras. Aun así no fue tan fácil de manejar. Me preocupaba realmente. Cuando la ola de contagios se incrementó en el país, paré el proceso. Me sentía responsable. Y noté los estragos del confinamiento, porque sentí que no tenía la energía de siempre, que retomar me costó mucho más de lo que me costaba antes. Sentía un agotamiento”.

La directora asegura que tras finalizar esta temporada siente más felicidad que nostalgia. “Ha habido otras experiencias en las que el final es más agridulce. Yo siempre estoy con eso de lo inacabado, que es algo que me gusta y que encuentro en las obras de Sergio Blanco: son siempre una gran interrogante y nada está cerrado.  Hay algo que siempre está ahí por hacerse, que está en construcción. Y eso se parece mucho al enfoque que nosotros desde Deus Ex Machina le damos a nuestro trabajo”, agrega.

Has dicho que las obras de Sergio Blanco hablan de ti mejor que tú misma. ¿Por qué? ¿Cómo llegas a él?

—Llego a él porque en 2018 cuando estábamos por cumplir 5 años en la compañía queríamos celebrarlo con una obra que tuviera para nosotros un acercamiento distinto al teatro. Estábamos en la búsqueda de algo que nos removiera. Ya habíamos explorado temas políticos que nos interesaban, temas sociales. Pero había algo del hombre contemporáneo, de nuestro lugar en el mundo actual, que se asomaba en nosotros. Yo estaba enfocada en un texto con el que pudiera actuar. Ya había dirigido seguido y estaba necesitando volver desde la actuación. Había oído algunas cosas sobre Tebas Land de Sergio Blanco que me habían llamado la atención. En la medida en que iba leyendo, me sorprendía.

Su dramaturgia me aporta un estímulo muy potente y constante. Es como si me estuviera retando todo el tiempo, me estuviera preguntando. Me exige una participación muy activa en el proceso. Y así como sucedió conmigo ocurrió con el equipo. En la elección influyó también el juego del rompecabezas: su manera de contar la historia. La búsqueda de Sergio se relaciona con la nuestra: quién soy y quién soy para el otro; eso que hace lazos con los demás. Ese planteamiento de que en la medida que se busca él encuentra al otro, y viceversa. Por eso digo que habla mejor de mí que yo misma, porque en su dramaturgia me veo reflejada.

—¿Qué ves en ese reflejo?

—Mis angustias, mis lados oscuros. Mi búsqueda que probablemente no es algo que tengo claro; no es algo transparente, diáfano. Pero que me señala una ruta. Y en esa búsqueda que inicio en esos textos estoy desvelando algo de eso. Se me devuelve algo tras pasar por la mirada del público. A veces siento que no me es tan fácil explicar este tipo de cosas con palabras; se me da mejor haciendo una obra. Entonces los textos de Sergio me permiten atravesar estos asuntos, dialogar con ellos y compartirlos. 

—En el teatro comienzas como actriz y luego exploras la dirección: ¿qué has encontrado allí?

—Creo que estoy asumiendo un poco más que dirijo. Y siento que con la dirección logro narrarme a mí misma. Es algo que tiene que ver con lo que te comenté: en la escena me comunico mejor. Yo llegué a la dirección porque quería saber del teatro desde otras perspectivas, no porque tuviese una intención de dirigir, sino para aprender más de la escena. Era una actriz con estas inquietudes.

Yo me formé como actriz, saqué una licenciatura mención actuación, fue lo que siempre estudié en las escuelas de teatro. Pero llegó un punto en el que quería abrir mi visión y ver mi oficio desde otros lugares, conocer mi otra parte: esa que me ve y me dirige y trabaja conmigo, entenderla desde allí. Porque a mí lo que me gusta es el teatro. Estando en este proceso aprendí muchísimo y creo que esa necesidad que estaba buscando encontró algunas respuestas. Así comencé a tener invitaciones para dirigir obras. Pero siempre ha habido una cosa de resistencia. No sé si porque me niego a pensarme diferente a una Rossana actriz. Tal vez hay un poco de eso. Pero sí creo que ahora me siento un poquito más directora. No sé si cómoda en ello, no del todo. 

—¿Qué necesitarías para sentirte cómoda?

—No lo tengo muy claro. No lo sé. Creo que me pregunto: ¿qué es lo que te hace directora? Sé que hago trabajo de dirección. He hecho trabajos de dirección. Pero, qué sería de mí, qué me hace falta. No lo sé. Es algo que tiene que ver conmigo. Con mi relación con ese ámbito. Yo nunca niego esto: la dirección me resulta extenuante. Me abruma.

Pero cada día doy un pasito más y me siento más cómoda. Ya digo: como que lo sé hacer. Sin embargo, es como si tuviera un conflicto con la posición de directora. Y es algo que reconozco es muy personal. Hay varias cosas que siento que todavía me cuestan, que necesitan mucho. Aunque tampoco me gustaría sentir que todo está resuelto. No lo lograría nunca. Buscaría siempre no sentirme cómoda, provocaría no sentirme así. Es algo personal que probablemente tengo que descubrir, que no defino aún. 

—¿Cómo comenzaste a asumir a la Rossana directora?

—Entendiendo que con eso yo podía comunicar cosas. Porque cuando actúas tienes un personaje, no eres dueño del discurso. Formas parte de él. Pero cuando diriges creas eso que quieres comunicar, que está conformado por otros discursos de los artistas que integran el proyecto. Y tú lo vas orquestando. Entonces cuando me di cuenta de que eso que yo intentaba transmitir encontraba eco, vi que tenía algo que decir. Mi voz tiene una manera de decirse, de nombrarse, de ser. Yo amo actuar, muchísimo.

Me siento actriz y eso también hace que mi visión como directora encuentre algunos puntos que me permiten reconocer en el trabajo con el actor ciertos asuntos, que me permiten acercarme a ellos. Reconocer los conflictos, resistencias, obstáculos que en el trabajo del actor surgen constantemente. Creo que mi mirada de actriz nutre la de directora. Siempre necesito la actuación, es un lugar que me es familiar. Siempre tengo que volver a él. Ahora estoy ensayando una obra de teatro que estreno en enero, como actriz, por invitación de una directora que participará en el Festival de Jóvenes Directores y me siento llena de entusiasmo. 

—En materia de dramaturgia venezolana tenemos importantes referentes, ¿pero hay generaciones de relevo que escriban sobre el país actual?

—Sí hay dramaturgos que escriben para este momento. No los conozco a todos. Pero sé de gente que lo está haciendo. Es gente que ha puesto en texto toda la experiencia de la pandemia o de la Venezuela actual, que es distinta a la de hace dos o cinco años. Hay jóvenes que también están escribiendo. Sin embargo, la dramaturgia no tiene tanto estímulo como se necesita, pienso yo.

Hay una demanda, una generación joven que está ávida por hacer teatro, por aprender, pero pocos espacios de formación y sobre todo de una buena formación. Porque hay cursos, sí; pero la pregunta es si son lugares de formación y de investigación seria sobre el trabajo. Porque la charlatanería abunda. Pero sí, sí hay iniciativas dirigidas a este estímulo, por ejemplo en La Caja de Fósforos hay proyectos que incentivan la dramaturgia, Lupe Gehrenbeck hace trabajos que van conducidos a eso. Y hay festivales y concursos que se han realizado durante la pandemia. Pero en realidad es poco, no se da abasto, no es algo permanente. Yo considero que la demanda no se cubre. Hace falta mucho más.

—Y desde el ámbito formativo: ¿qué está ocurriendo con los jóvenes estudiantes de teatro?

—Hay una falta de estímulo muy grande que evidentemente redunda en la respuesta de los jóvenes. Hay mucha apatía en algunos estudiantes de teatro. Una apatía que me sorprende, porque recuerdo a la Rossana estudiante que quería saber todo, que se iba a los festivales de teatro y hacía cola desde las 4:00 de la mañana para ver una función. Y ahora los convocas con invitación y no van. Pero también entiendo que a los jóvenes les han tocado momentos muy difíciles, y me pregunto cómo es que lo sobrellevan. Momentos muy rudos, crudos, dolorosos. Eso incide en su respuesta.

Vale la pena preguntarse qué estamos haciendo, de qué manera lo estamos haciendo y qué respuesta podemos dar a esta demanda que existe en la juventud. Cómo les damos respuesta a estos muchachos que están en búsqueda de espacios de formación, de oportunidades de hacer. Me preocupa el peligro que existe en el que hace y hace y hace y no comparte o no transmite, porque, ¿cuál es la referencia que tiene? Entonces también desde el mismo gremio preguntarnos cómo podemos contribuir a que los que están iniciando este camino puedan encontrar también su espacio.

Rossana Hernández: “Creo en el artista teatral venezolano”
Foto: Noel Cisneros

—De todas las problemáticas que afectan al país y que han ido golpeando al teatro, ¿qué es de lo que más adolecen las artes escénicas hoy en día?

—Yo creo que de varias cosas. De autocrítica, de cuestionamiento, de revisión de los procesos, revisión del hacer. Adolecen de registro y con esto también hablo de las referencias. Adolecen de rigor, sobre todo de rigor, que es lo que debería estar en primer lugar en todos los ámbitos: el rigor. Y, en el fondo, de riesgo. Y cuando hablo de riesgo es algo que también implica coraje, valentía.

—A pesar de todo, ¿eres optimista?

Soy optimista porque sé que algunos van a responder. Y esos pocos que respondan serán las próximas voces. Y sobre todo porque tengo una gran fe en el talento de nuestro país, en el teatro. Creo en el artista teatral venezolano. Soy testigo del gran talento que existe. Y veo a los jóvenes actores, directores y hay algo de lo que no dudo y es eso. Solo siento que debe tener un cauce.

El talento suelto, desarticulado por ahí, no. El talento que no se entrega a una investigación tal vez se extravía. Es lo que pienso. Pero tengo la certeza del talento y eso me hace sentir esperanza. También porque veo las ganas de los más jóvenes, los que están haciendo en estas circunstancias tan difíciles. Los veo caminar para llegar al lugar donde reciben el taller y luego regresarse a sus casas también caminando. Los veo montando una obra de teatro sin un céntimo en el bolsillo, obras de autores importantes. Es algo que no puedo negar. Aun cuando estoy preocupada por las carencias, tampoco puedo negar lo otro.

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