¿Sientes que las cosas cada vez están más caras? Pues estamos frente a uno de los grandes problemas del dinero fiat. 

Para entender de qué estamos hablando, primero definamos al dinero fiat o “dinero por decreto” como esos billetes y monedas que usamos diariamente porque son legales en cualquier país.

Actualmente aceptamos monedas como el dólar, el euro o el bolívar porque confiamos en la única autoridad responsable de su emisión: el banco central.

Esto convierte a las mencionadas divisas en “dinero fiduciario”, un tipo de dinero que se basa en la confianza que le atribuye una comunidad. El dinero fiat tiene valor para todos porque el Estado lo acepta y nosotros confiamos en él. Así de simple.

Pero el uso del dinero no siempre fue cuestión de confianza. Después de la Segunda Guerra Mundial, el dólar se convirtió en la moneda de referencia internacional. Y para ese entonces, cada billete y moneda de dólar que usaba un ciudadano estaba respaldado por un equivalente en oro.

Patrón oro

Al sistema de equivalencia con el metal precioso se le conocía como “patrón oro”. Esto implicaba que, si tenías cierta cantidad de dinero, podías ir al banco y exigir que te dieran una cantidad de oro. Al menos en la teoría.

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Además, no se podían crear más billetes o monedas que las permitidas físicamente por las reservas de oro que tuviera el sistema bancario. Esto también en teoría.

Pero el patrón oro dejó de usarse oficialmente durante la década de los 70, cuando el ex presidente estadounidense Richard Nixon anunció el fin del respaldo del dólar en oro y con ello empezó la popular “era fiat”.

Desde ese entonces, cada gobierno tiene la libertad de emitir la cantidad de billetes y monedas que considere necesaria para su política económica a través de su banco central.

¿Y qué ha generado esto para el mundo? Un fenómeno económico denominado “inflación”, que consiste en la pérdida de valor del dinero con el pasar del tiempo.

¡Bendita inflación!

Con la creación de nuevos billetes y monedas, hay más dinero disponible en el mercado y, en consecuencia, cada papel moneda ya existente pierde valor frente a sus nuevos iguales. Es decir, ese dinero puede comprar menos cosas ahora.

La inflación se traduce automáticamente en el aumento de los precios de productos y servicios en un período determinado. 

Por esta razón, con el mismo billete de un dólar que hoy tienes ahorrado no puedes comprar las mismas cosas que cuando decidiste guardarlo hace cuatro años.

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Esta es la pérdida de valor que se genera cuando los bancos centrales de cada Estado deciden poner más unidades de su moneda de curso legal en circulación.

Y esta pérdida de valor está empezando a hacerse más evidente con un fenómeno inédito en la economía mundial: Estados Unidos creó más dólares que nunca en 2020.

Avalancha de verdes

El gobierno del expresidente estadounidense Donald Trump puso en marcha una serie de estímulos para enfrentar la crisis económica que provocó el coronavirus el año pasado. Y para eso decidió poner a trabajar las máquinas de dinero a toda marcha (al más puro estilo de la serie La Casa de Papel).

La acelerada impresión de billetes verdes llevó a que la oferta monetaria de Estados Unidos creciera casi un 24% entre finales de 2019 y noviembre de 2020.

¿La consecuencia? Que Estados Unidos haya alcanzado en noviembre de 2021 la mayor tasa de inflación interanual registrada en 39 años: 6,8%.

Los ciudadanos estadounidenses están empezando a padecer un fenómeno muy común entre los países latinoamericanos: el aumento sostenido de su costo de vida.

Todo esto sigue ocurriendo mientras la primera economía del mundo intenta recuperarse de los efectos de la pandemia, aumenta el consumo de la población, se intentan normalizar los flujos de suministro internacionales, pero también amenaza una nueva variante del coronavirus.

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Dinero deflacionario

Pero no todo son malas noticias. Para la fortuna de muchos, ya este problema (y otros más) del sistema financiero mundial estaba bajo la mirada de personas visionarias e impulsó la creación de un dinero inédito en el planeta: bitcoin (BTC).

Bitcoin, la primera criptomoneda creada, emergió en 2009 como alternativa al dinero fiat con la propuesta de un personaje cuya identidad real aún se desconoce: Satoshi Nakamoto. 

Nakamoto desarrolló, junto con otros genios de la tecnología, un nuevo sistema de transferencia de valor 100% digital, con su propia moneda universal, que puede enviarse directamente entre personas sin necesidad de bancos y que no genera inflación.

¿Por qué BTC no se devalúa? Porque es el activo digital más honesto y escaso. Una moneda que desde su constitución tiene definido de forma inmutable que tendrá una emisión finita y que cada vez será más lenta su creación.

En la historia existirán solo 21 millones de unidades de bitcoin. Ni más ni menos. Y así está escrito en su código y respaldado por la tecnología blockchain. 

Bitcoin no se puede manipular al antojo de un Estado para que haya más unidades en circulación. Estamos hablando de un sistema descentralizado (miles de personas en el mundo son responsables de su funcionamiento), público, con reglas claras e inviolables.

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La criptomoneda madre se convirtió así en el primero dinero virtual de circulación limitada. Una de las razones que ha provocado que su valor solo aumente con el pasar de los años.

Con 1 BTC ahorrado desde 2017 hoy podemos comprar muchas más cosas que cuando lo obtuvimos hace cuatro años. Esto lo convierte en una moneda deflacionaria. La antítesis a cualquier dinero fiat.

La realidad actual es que si guardamos dólares en el banco o bajo el colchón, solo estamos perdiendo la posibilidad de comprar las mismas cosas en el futuro.

Mientras tanto, bitcoin sigue firme en su crecimiento con el pasar del tiempo. Se hace más valioso año tras año.

¿Nos sorprendería entonces que los responsables del sistema financiero actual vean a bitcoin como una amenaza? Definitivamente no. Bitcoin es la evolución del dinero y ellos también lo saben.

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