• El escritor y psicólogo reeditó en Venezuela su último libro, titulado Erotismo, vanidad, codicia y poder. Las pasiones de la vida contemporánea. En entrevista para El Diario explica cómo a través de arquetipos, identifica y explora los diferentes mecanismos emocionales del ser humano y su desarrollo en una era de redes sociales, amores exhibidos y populismos mesiánicos. Foto principal: The Objective

Asomarse en la complejidad de la mente es una labor que, entre el arte y la ciencia, supone una gran capacidad para observar. El escritor y psicólogo venezolano Axel Capriles tiene más de 40 años observando el comportamiento del ser humano y su evolución en los tiempos modernos.

Su más reciente libro expresa directamente en el título su campo de estudio: Erotismo, vanidad, codicia y poder. Las pasiones de la vida contemporánea. Cuatro emociones que si bien han estado presentes siempre en todas las etapas de la historia, actualmente parecen tener un rol dominante. El ensayo fue publicado originalmente en España, en marzo de 2021, por la editorial Turner. Sin embargo, desde principios de 2022 hay una edición disponible para Venezuela, de la mano de Luis Felipe Capriles Editor.

“Es un trabajo psicológico bastante profundo y al mismo tiempo bebe del mundo de la vida real, de las personas y sus relaciones, del cine, el arte y la mitología. Todo lo que podamos vivir y ver para entender de qué se tratan las pasiones. Por qué en muchas ocasiones nos llevan a conductas tan desquiciadas o tan apartadas de lo que creíamos que podía ser la racionalidad humana”, explica en entrevista para El Diario

De este modo, múltiples imágenes permiten anclar a nuestro lenguaje los diferentes matices de las pasiones estudiadas. Así, a lo largo de cinco capítulos, estudia el concepto general de emoción y pasión, para luego enfocarse específicamente en las diferentes aristas de la vanidad, el erotismo, el poder y la codicia. La vanidad a través del mito griego de Narciso; o la escena de la bola de cristal en la cinta Ciudadano Kane, como reflejo del vacío afectivo que a veces se esconde detrás de la codicia. También el fenómeno de Hugo Chávez y su relación con el poder, la fascinación por liderazgos tóxicos que generan dinámicas de dependencia hacia ellos.

Emociones racionales

“Las pasiones son el motor oculto de la literatura y el cine. Rigen de manera secreta a las personas, que sucumben a su poderoso influjo trastocando vidas y haciendas”, señala la sinopsis del libro. Desde su residencia en Madrid, España, Capriles afirma que a pesar de esto, el mundo de las emociones y pasiones ha sido sumamente incomprendido a lo largo de la historia. Incluso dentro de la psicología son raros los estudios profundos sobre el tema. Muchas veces, los criterios divergen de una escuela a otra.

Para Las pasiones en la vida contemporánea propone un tratado en el que se cuestiona por qué hay periodos históricos donde hay pasiones que dominan sobre otras. Por ejemplo, señala que en la Edad Media la humildad era una cualidad muy valorada, considerándose una virtud en el ámbito social y religioso. “Hoy en día en Instagram no te sirve de mucho la humildad”, opina. Igualmente, luego de una Edad Moderna donde la Ilustración puso a la racionalidad como centro del ser humano, el escritor busca explorar esa dualidad entre la razón y la emoción. A su juicio, no es tan irreconciliable como se cree.

Las pasiones sí son racionales, que no es la óptica habitual dentro del psicoanálisis; sin embargo, esa racionalidad no responde al mundo exterior, a la vida social, a la vida de la adaptación al mundo de los demás. Es una racionalidad muy particular que responde a nuestra vida interior”, comenta.

Autosabotaje evolutivo

Axel Capriles es psicólogo egresado de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y posee un diplomado en Psicología Analítica en el Instituto Carl Gustav Jung, de Zürich, Suiza. Por eso parte de las bases teóricas del psicoanálisis de Jung para trabajar cada una de las emociones. Aun así, también se permite un espacio para hacer sus propias variaciones y observaciones, tomando elementos de otras corrientes más modernas.

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Un ejemplo es el propio caso de la diferencia entre racionalidad y emoción. “Dentro de casi todos los psicólogos junguianos está la idea de que las emociones están ligadas al cuerpo y están muy lejos de lo racional”, acota. También menciona un postulado que ve las emociones como un mecanismo biológico, producto de la adaptación al medio ambiente. Esta teoría señala que emociones como el miedo tienen el fin de advertir al cuerpo que debe huir de un peligro, aunque en el mundo de la autoayuda se usa como base de los libros sobre inteligencia emocional. De este modo, aseguran que un individuo puede aprender a dominar sus emociones y utilizarlas a conveniencia en determinadas situaciones.

“Yo valgo argumentar que es cierto que hay muchas emociones que tienen una función de adaptación al mundo exterior. Y que ese es uno de los enfoques predominantes en los estudios de emociones, que las emociones son funciones de la adaptación. Sí tiene una función de adaptación. Sin embargo, como las vemos en los seres humanos, las emociones, y en particular esas grandes emociones que llamamos pasiones, pueden ser tremendamente desadaptativas”, apunta.

Ejemplifica con los casos de personas que en un momento se dejan arropar alocadamente por una pasión, rompiendo relaciones con sus familias y amigos, teniendo problemas en su trabajo y ante la sociedad. Y luego, como humo, el sentimiento desaparece y la persona queda en una situación comprometida. “Allí pasó algo muy extraño que no llevó a ningún fin adaptativo”, agrega.

El lenguaje de las imágenes

Axel Capriles
Foto: Cortesía

Si las emociones no son irracionales ni tienen necesariamente un propósito adaptativo, ¿entonces cómo pueden abordarse? Pues Capriles acota que la aproximación usada en su libro parte del concepto junguiano de los arquetipos. En la psicología analítica, representan patrones cargados de un simbolismo que por su carácter universal, forman parte del inconsciente colectivo.

La aproximación va a ser desde la psicología de los arquetipos, como la lectura de imágenes de lo que esa noción en particular va a decir y a representar en nuestra vida, y que tiene que ser estudiada y vista simbólicamente como actos rituales a través de la cual se expresan los procesos de desarrollo psicológico de la persona. Son como señales que está mandando el organismo psíquico para decir qué es lo que está pasando en nuestra vida”, asevera.

La psicología analítica suele encontrar una gran fuente de arquetipos dentro de la mitología griega. Dioses, personajes e historias creadas hace miles de años y que sirven para representar conceptos abstractos. En Las pasiones en la vida contemporánea, en su capítulo enfocado en el erotismo, Capriles precisamente detalla los diferentes tipos de amor mediante divinidades como Eros (atracción sexual), Manias (pasión obsesiva), Ágape (amor desinteresado e incondicional) y Storge (compromiso y afecto mutuos).

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—¿De qué manera los mitos griegos ayudan a descifrar esos arquetipos de la mente?

—Porque nos dan magníficas imágenes, que nos clarifican y permiten comprender las emociones. El problema de las emociones es que nosotros llegamos y sentimos algo, pero no sabemos exactamente lo que sentimos. Muchas veces no sabemos por qué lo sentimos ni para qué ni qué está pasando allí. La función fundamental para la comprensión emocional es ver cuáles son las imágenes relacionadas con esa emoción. La mitología son imágenes, nos dan toda una imaginería en torno a las emociones que nos las hace mucho más comprensibles. Por ejemplo, a la vanidad le podemos entrar por la vía del mito de Narciso y empezar a comprender con todo lo que es con todas las imágenes que nos va dando como el reflejo sobre el río y la búsqueda de sí mismo.

Todas esas imágenes que aparecen en el mito nos ayudan a comprender qué es la vanidad como emoción dominante y cuáles son las características del narcisismo en los tiempos contemporáneos. A pesar de que sea un mito milenario nos ayuda a reflexionar sobre él. Nos pone en el camino de una búsqueda de identidad fallida, de una incomprensión de quién es uno, una necesidad de verse a  sí mismo todo el tiempo que no nos puede llevar a ningún desenlace. Los mitos son patrones en los cuales se expresan las grandes emociones humanas y son patrones imaginativos que nos vienen dados con las imágenes clásicas que son sumamente útiles para comprender las diferentes emociones. 

La selfie de Narciso

Una de las pasiones trabajadas por Capriles es la vanidad, a la que le dedica el segundo capítulo del libro. Este se titula “La historia del selfie o por qué nos queremos tanto”. Aclara que la vanidad siempre ha sido una pasión arquetípica, estando presente ininterrumpidamente en la historia humana. Por algo mientras la humildad era una virtud, la soberbia se tachaba como un pecado capital. 

No obstante, señala que en tiempos recientes se ha convertido en un fenómeno bastante presente en la sociedad, potenciado por las redes sociales como vitrina para exhibir las máscaras que proyectamos. “Yo no voy a ver un paisaje sobrecogedor e inmenso como los tepuyes, sino que me voy a fotografiar frente al tepuy como para dejar registro de que estuve allí. Y una vez que tomo la foto, sigo mi camino sin volverles a prestar atención”, ilustra.

“La vanidad es una característica de nuestro tiempo y trato de interpretar a qué se debe esta epidemia narcisista que está pasando en la sociedad y cómo podemos lidiar con estos problemas que estamos viendo y que están vinculados con ciertos problemas serios de autoestima. De gente que necesita estarse validando continuamente. Necesitas la aprobación y el like del otro para existir, y si no te deshaces, dejas de tener identidad”, completa.

Axel Capriles: “Los mitos son patrones en los cuales se expresan las grandes emociones humanas”
Foto: Cortesía

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—¿Es posible que esta epidemia de narcisismo que menciona pertenezca a una necesidad de pertenecer? Ese sentimiento de que si no se está en las redes sociales, no se es nadie

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—Sí, pero es un cambio social. Recuerdo que en una época trabajé con un sociólogo llamado David Greenberg, quien tenía una teoría de cómo habían habido cambios en la predominancia de los tipos de personalidad. Donde había la personalidad dirigida por sí mismo, que tiene una serie de principios internalizados desde adentro como un giroscopio; y las personalidades dirigidas desde afuera, que busca la aprobación externa. Yo creo que esa tendencia hacia la personalidad dirigida desde afuera ha ido aumentando considerablemente en la sociedad, y las redes sociales han hecho de eso un fenómeno viral. Una dependencia completa del otro, pero en términos distintos, porque es un otro en cierta medida abstracto.

Esta es una sociedad más difusa, más lejana, pero de cuya aprobación necesitamos desesperadamente. El like tiene ese elemento adictivo donde la persona está constantemente en la espera de recibirlos y se queda pegada a la plataforma. Entonces estás constantemente dependiente de la aprobación de los demás. Y es sumamente peligroso, porque implica que para estar presente, existir, creer en algo o estar convencido de ciertos principios tú necesitas una validación externa que termina siendo una valoración de un público sin cara.

—¿De qué manera puede contrastar esa imagen artificial que se proyecta en las redes sociales con la que la persona tiene en la vida real?

—Muchas veces son personalidades muy distantes. En la red las personas se trabajan a sí mismas como marcas. Y empieza a ser un factor de distorsión en el sentido de que te empiezas a trabajar a ti mismo no como una totalidad o un individuo con una serie de virtudes y defectos, sino como una marca comercial donde quieres crear una imagen pública de la cual el individuo está alejado. Puede haber una gran distancia entre la personalidad privada que se muestra en casa y la que aparece en las redes sociales. Pueden ser hasta totalmente distintos. Porque a eso lo ayuda además el hecho de que no tienes el contacto personal.

En una conferencia, el público puede ver una serie de movimientos corporales, posturas y gestos que les están diciendo muchísimas cosas y revelan datos sobre la información del conferencista. En cambio, en Instagram una serie de fotos seleccionadas y maquilladas donde solo pones lo que quieres revelar de ti, da una percepción bastante limitada de la personalidad que tiende a ajustarse a ese estereotipo. Y pueden llegar incluso momentos en los que ese individuo trata de convertirse a sí mismo en esa máscara social que expresa a través de las redes y empieza un proceso de alineación de sí mismo donde niega componentes de su propia vida y de su carácter.

Poder y sumisión

En Poder e inferioridad psicopática, el quinto capítulo del libro, Axel Capriles aborda el tema de la dominación. También la forma en que sistemas como populismo parten del culto hacia un líder para generar fascinación ante masas que proyectan en él sus vacíos anímicos. 

El también doctor en Ciencias Económicas no necesita buscar mucho para encontrar su referente: el caso de Venezuela y el meteórico ascenso de Hugo Chávez. Un líder carismático, afirma, pero también cargado de un fuerte resentimiento y hasta rasgos psicópatas. El resultado tras 15 años de su gobierno, antes de su muerte en 2013, fue un país sumido en una profunda crisis social y económica, pero donde su rostro llena murales y hasta se hacen altares para venerarlo.

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Sobre las razones por la que los seres humanos se ven tan atraídos por el poder, señala que existen diferentes razones. Desde un instinto animal de dominación entre machos alfa, hasta la teoría de los complejos de superioridad e inferioridad del austríaco Alfred Adler. Esta plantea la necesidad de compensar debilidades causadas por traumas profundos. No obstante, por ahí no va el foco de su investigación. “Por qué necesitamos tanto que nos celebren a nosotros sería más fácil de comprender, pero lo interesante es por qué necesitamos celebrar a otros. La servidumbre voluntaria, la necesidad de encontrar individuos que nos deslumbran y por los cuales dejamos todo”, resalta.

Capriles adelanta una de sus convicciones acerca de este enamoramiento por líderes tóxicos, que en un plano colectivo, da lugar a fenómenos como el fanatismo y el sectarismo. “Esa identificación con ciertas categorías y consignas sirven como pacificador para nuestras más profundas ansiedades”, razona. Indica que como parte de los complejos de inferioridad, para muchas personas es más fácil soportar el peso de sus frustraciones al sentirse identificadas con un ser extraordinario el cual proyecte hacia ellos su grandeza.

Diferenciar las emociones

El psicoanalista señala que si bien los arquetipos permiten trazar patrones acerca de aquellos mecanismos emocionales que dominan la vida humana, no siempre se pueden medir con la misma vara. Aunque la bola de cristal de Ciudadano Kane sea una metáfora del hombre rico, pero nostálgico de un afecto perdido, reconoce que la codicia es más compleja que eso, y que no siempre obedece a una necesidad de suplir con bienes materiales las carencias emocionales.

Precisa que cada emoción posee sus propias racionalidades e intencionalidades. Y que esto puede decir bastante sobre cómo se desarrollan los procesos psicológicos del ser humano. Desde el viaje personal que atraviesa un individuo, hasta el trasfondo que impulsó etapas enteras de nuestra historia cultural.

En ese sentido, considera que es muy importante aprender a identificar y diferenciar las emociones. “Muchas veces nos confundimos de emociones y creemos que estamos viviendo algo cuando en realidad es otra cosa. Podemos creer que estamos enamorados, pero lo que estamos es dejados llevar por una pulsión erótica donde el amor está en otra dimensión”, cuenta. Ahí está el reto que supone el atribuir las imágenes correctas a cada fuerza pasional.

Además Erotismo, vanidad, codicia y poder, Capriles es autor de otros libros que exploran el comportamiento de la sociedad, en este caso la venezolana, a través de la psicología y los arquetipos. Algunas son La picardía del venezolano o El triunfo de Tío Conejo (2008) y Las fantasías de Juan Bimba. Mitos que nos dominan. Estereotipos que nos confunden (2011). Actualmente, trabaja en otro libro donde repasa la necesidad histórica de tener bienes materiales desde la antigüedad y el afán de lucro como una pulsión psicológica. Admite que todavía no lo ha terminado, pero como en toda su carrera, continúa investigando y observando.

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