- Algunos venezolanos que migraron a Perú para costear su tratamiento oncológico aseguran que es más difícil de lo que pensaron, incluso unos pocos piensan regresar porque están solos en el extranjero. También están quienes después de llegar al país andino, recibieron el diagnóstico que cambió sus planes y la forma de vivir
Un porcentaje de los migrantes venezolanos en Perú se enfrenta a problemas como la falta de empleo, la carencia para costear el alquiler mensual de una vivienda, el bajo presupuesto para cubrir las necesidades básicas de alimentación, la imposibilidad de pagar trámites costosos para regularizar su estatus migratorio en el país y el difícil acceso a la educación y a los servicios de salud pública.
Hay venezolanos que deben enfrentar está situación y otros además hacen frente al cáncer. Los pacientes oncológicos en Perú cada día luchan en una batalla que no están dispuestos a perder. Algunos de ellos llegaron al país para garantizar el acceso al tratamiento, mientras que otros descubrieron que padecían está enfermedad meses después de llegar a Perú, incluso en un contexto complicado durante la emergencia sanitaria del coronavirus, cuando la atención médica en el territorio peruano solo priorizó los casos covid-19.
El Diario conversó con algunos de ellos para conocer sus testimonios de vida y registrar cómo adaptaron su rutina a una condición médica en la que en ocasiones por ser extranjeros representa un doble reto, no porque exista rechazo hacia su nacionalidad, sino que como migrantes para regularizar su permanencia en el país y acceder a los servicios de salud del Estado, se requieren de largos trámites y con un diagnóstico de cáncer se debe actuar con rapidez para evitar el avance de la enfermedad.
De acuerdo al Ministerio de Salud existen 12 establecimiento que brindan atención oncológica en todo el territorio, pero los pacientes aseguran que estos no serían suficientes para atender las demandas de la población que padece cáncer. Según datos oficiales del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), en uno de los cuatro centros públicos especializados en tratamientos contra el cáncer que existen en Perú, desde el año 2017 al 2021, ingresaron 1.173 pacientes nuevos de nacionalidad venezolana para recibir un tratamiento médico. El 73 % de ellos son mujeres y el 27 % hombres. Los casos más frecuentes son el cáncer de mama y el cáncer de cuello uterino.
El cáncer no es sinónimo de muerte
Yenny Medori tiene 38 años de edad, es periodista y madre de dos adolescentes. Llegó en el año 2018 a Lima y fue diagnosticada con cáncer de mama en etapa III, en julio de 2020, en plena emergencia sanitaria del coronavirus. Su caso requería que iniciara el tratamiento lo más rápido posible debido a que el índice de proliferación de 80 %, provocaría que la enfermedad se propagara rápidamente a los tejidos cercanos.
Medori ha recibido 19 quimioterapias (le faltan dos) y 21 radioterapias (le faltan cinco). Ella asegura que es un largo proceso en el que luego de completar el tratamiento deberá estar en evaluación y controles continuos durante cinco años.
Contó que desde que recibió el diagnóstico decidió utilizar las redes sociales como WhatsApp, Instagram y Spotify para compartir información sobre el cáncer, para concientizar a las personas y derribar los mitos de la enfermedad, que muchas veces llevan a los futuros pacientes oncológicos a no asistir a los centros médicos por temor al resultado.
Cada episodio contiene información útil para personas que buscan ayuda sobre la condición médica que les fue diagnosticada. Entre ellos están el cáncer y el entorno familiar, la vacuna contra el covid-19, cómo preparar el cuerpo para un tratamiento oncológico, entre otros. El apoyo de su familia ha sido fundamental para afrontar la enfermedad y ayudar a otros a que lo logren también.

Un diagnóstico que cambió los planes de un momento a otro
Vanessa Araujo y su hijo Jesús, que ahora tiene 13 años de edad, llegaron a Lima en el año 2018. Ellos salieron de Puerto La Cruz (estado Anzoátegui) en búsqueda de mejores oportunidades. Sin embargo, durante el estado de emergencia decretado por el gobierno peruano por el covid-19, la familia recibió un diagnóstico que cambió los planes.
Jesús se contagió de coronavirus en septiembre de 2020, tras superar la enfermedad le apareció un nódulo en el rostro. Después de realizar varios exámenes costosos y visitar a diferentes especialistas para determinar a qué se debía la aparición de esa especie de protuberancia dura debajo de la piel, que brotó en la parte superior de la ceja derecha de Jesús inesperadamente, recibieron el diagnóstico.
Visitaron una oftalmóloga que realizó una tomografía y explicó que se trataría de un tumor que deberían eliminar. Ese mismo día fue internado por 11 días en el hospital del Niño en Lima, centró médico en el que pasó exámenes preoperatorios para la intervención. Sin embargo, los estudios revelaron que los leucocitos estaban muy elevados, por lo que fueron revisados por una oncólogo pediatra, quien suspendió la operación ya que dichos valores podrían indicar que Jesús padecía de leucemia.

Jesús empezó a experimentar dolores en el cuerpo. Los doctores aplicaron morfina diariamente para que tolerara el dolor en la espalda y las piernas. El mismo nódulo que apareció en el rostro ahora también empezaba aparecer en varias partes de la columna, estos le presionaron la médula espinal y le ocasionaron una paraplejia que impidió la movilidad de sus piernas.
Fueron remitidos a otro centro especializado y después de una tomografía, Jesús fue diagnosticado con leucemia mieloide aguda, un tipo de cáncer hematológico y de la médula ósea con exceso de glóbulos blancos inmaduros. En octubre de 2020 ingresó al Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN) y empezó a recibir quimioterapias cuatro días continuos a la semana. Luego de un mes y después de pasar por otros exámenes, continuaba con los siguientes ciclos de quimioterapia.
Durante el proceso del tratamiento adquirió una infección en el pulmón, por lo que se sometió a una intervención para retirar la parte del órgano afectado antes de que avanzará.
Actualmente Jesús continúa con las quimioterapias a través de tabletas, asiste a las consultas y a las terapias de rehabilitación para recuperar la movilidad de sus piernas. Su madre, quien es enfermera, ahora se dedica exclusivamente al cuidado de su hijo, por lo que tuvo que retirarse de su trabajo y dejar el principal ingreso económico. Ella recibe el apoyo de familiares, pero en ocasiones publica en los grupos de venezolanos en Perú de Facebook para exponer el caso de Jesús y pedir ayuda para costear los implementos médicos para su recuperación.
Venezolanos unidos en Perú para vencer el cáncer
Carolina Belén Álvarez tiene 45 años de edad y es una de las pacientes oncológicas que llegó desde su natal Venezuela con un diagnóstico de liposarcoma mixoide, un tipo de cáncer poco frecuente que surge en las células del tejido graso, en su caso se formó en el muslo. Ella ya tiene seis años viviendo en Perú y desde el primer día que llegó a Lima, enfocó sus esfuerzos en iniciar sus tratamientos oncológicos en la capital peruana.
Carolina pasó por diversas cirugías para eliminar el tumor, pero este reaparecía en lapsos de seis meses en su organismo. Fue así como empezaron los tratamientos oncológicos en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), centro médico en el que también conoció a otros venezolanos con cáncer.

Uno de los casos que más recuerda fue el fallecimiento de otro venezolano. Su esposa gestionaba los trámites para la aprobación y la emisión del carnet de extranjería, documento indispensable para afiliarse al Seguro Integral de Salud (SIS) e iniciar los tratamientos para el cáncer, pero a la fecha que se aprobó dicho documento, el paciente ya había fallecido.
Fortaleza para superar un diagnóstico de cáncer lejos de la familia
José Godoy es un venezolano de 41 años de edad oriundo de Trujillo, estado ubicado al occidente de Venezuela. Llegó en agosto de 2018 a Lima y al año siguiente los especialistas le diagnosticaron leucemia, enfermedad de los órganos productores de la sangre que se caracteriza por la proliferación excesiva de leucocitos o glóbulos blancos en la sangre y en la médula ósea.
El apoyo de quienes le dieron trabajo en un minimarket cuando apenas llegó a Lima, ha sido fundamental durante su tratamiento, porque a pesar de que no puede trabajar desde hace seis meses por los síntomas que presenta como la fatiga, la pérdida de peso y los efectos secundarios de las quimioterapias, sus jefes lo han apoyado económicamente en varias oportunidades para pagar las medicinas que no le cubre el seguro.
El soporte que le ha brindado su pareja también ha sido indispensable. Ella fue la responsable de gestionar toda la documentación para que José obtuviera el carnet de extranjería en el país y opte por el seguro del Estado peruano, beneficio que le permitiría iniciar el tratamiento oncológico, ya que en los centros privados es muy costoso.
Godoy ha recibido 50 quimioterapias y ha estado internado hasta por 45 días. Durante la sesión del 8 de enero del presente año adquirió una infección, debido a sus defensas bajas y los efectos del tratamiento que está realizando.

Esta es una de las dos recaídas que ha tenido desde su diagnóstico. También ha pedido ayuda a varias instituciones y ha publicado en las redes sociales de venezolanos en Perú para solicitar donación de plaquetas y sangre tipo O Positivo para continuar con el cronograma de los procedimientos médicos establecido por los especialistas.
José expresó que continuará con su tratamiento en Lima, pero le gustaría regresar a Venezuela, para estar con sus hijas y continuar recibiendo la atención médica en su país natal.
Entender una enfermedad que llegó para transformar
Estos migrantes venezolanos pasaron por biopsias, tomografías, ecografías, citometrías de flujo y varios estudios especializados para recibir el diagnóstico que le permitiera conocer qué tratamiento debían seguir.
En algunos casos, los pacientes manifestaron que recibieron una ayuda económica de parte de ONG que apoyan a los venezolanos en Perú, para cubrir parte de algún estudio, pero la mayoría de ellos fueron realizados con fondos propios, en los que llegaron a pagar hasta 300 dólares por un examen.
Cada tratamiento y proceso dependerá del tipo de cáncer que padece el paciente oncológico, pero en el caso de los migrantes venezolanos consultados, ellos expresaron su fortaleza y el poder de resiliencia para vencer esta enfermedad desde el extranjero.