• ¿Por qué amar a los gatos? Para celebrar este Día Internacional del Gato, tres dueños le abrieron la puerta de su vida gatuna a El Diario para contar por qué tener gatos es la mejor decisión que pudieron haber tomado

Túneles azules, juguetes por doquier, una caja de arena a lo lejos. La casa de Carlos Luis Rodríguez es un paraíso gatuno. Su apartamento en la urbanización Los Samanes, Caracas, se convirtió en un pequeño oasis que comparte con sus tres gatos: Frida, Nina y Fredo. “Yo no les digo mascotas, son mis hijos”, dice para El Diario con un tono de voz cargado de seguridad.

Día Internacional del Gato. Se celebra cada 20 de febrero como tributo al fallecimiento de uno de los felinos más emblemáticos del mundo, Socks, la mascota del expresidente estadounidense Bill Clinton.

Para Carlos Luis, la convivencia con los gatos es una enseñanza permanente, la compara con la experiencia de convivir con humanos, por sus personalidades y características. Su amor por sus compañeros peludos, acompañantes de vida, se traduce en la dedicación con la que los atiende, los cuida y los llena de cariño.

Adentrarse en su mundo no solo le ha permitido aprender sobre ronroneos y el significado de una forma específica de menear la cola, también ha descubierto todo un abanico de formas de dar y recibir afecto.

Carlos Luis Rodríguez y uno de sus gatos, Fredo
Carlos Luis Rodriguez y su gato Fredo | Foto: Mauricio Villarreal

Frida es la gata que ha acompañado a Carlos Luis durante más tiempo, aproximadamente unos seis años. Poco después llegó Fredo, un gato dulce de ojos azules con el que ha convivido por cinco años y medio. Nina fue la última en llegar a su vida, ya lleva tres años y medio en la familia. Los cuatro se han convertido en una suerte de manada que se fue juntando gracias a casualidades entrañables.

Todo comenzó con el rescate impulsivo de una Frida de menos de dos meses de edad en la Universidad Central de Venezuela (UCV), la adopción de un Fredo asustado que se quedó sin hogar en medio de la crisis de desabastecimiento que sacudió al país en 2017 y la decisión de darle a Nina el calor de una casa, para que ya no tuviera que vivir sobre el mismo techo en el que se encontraba desde que nació. Así fue el inicio de una historia gatuna que Carlos Luis continúa escribiendo y de la que disfruta a diario.

Carlos Luis Rodríguez y su gato Fredo
Carlos Luis cargando a Fredo | Foto: Mauricio Villarreal

A Martha Hernández y a Jean Carlos Henríquez les ocurre lo mismo. Su hogar lo comparten con cinco felinos a los que, aseguran, no pueden resistirse. Maya, a la que tienen desde hace cinco años; Pacha, que está con ellos desde 2020; y Bianca, Salem y Snow, que llegaron en 2021, consiguieron cambiarles la vida con su “gatonalidad”, y los rebosaron de amor y compañía. Martha nunca ha dudado de llevar su vida rodeada de ronroneos y la ropa llenísima de pelos; ella lo tiene muy claro y así lo comparte para El Diario:

Los gatos tienen el don de armonizar los espacios y con sus ronroneos nos ayudan a sanar, haciéndonos la vida más ligera y feliz. Además, son grandes maestros del amor propio, de la independencia, sabiduría y serenidad”.n

En ellos encuentra mística, inteligencia, curiosidad, amor. Justamente por esas características se despertó el amor por los gatos en Karina Azuaje, una caraqueña que comparte su vida con tres mininos: Mía Lucia, Tom Alejandro y Dylan Daniel. De ellos rescata su personalidad, el aporte que le dan a su vida, su compañía y el hecho de que la quieran por ser quien es. “Te enseñan que amar es respetar el espacio de los demás”, dice para El Diario.

Karina Azuaje con sus gatos
Karina Azuaje con sus gatos Tom y Dylan | Foto: Mauricio Villarreal

Encontrarse con sus gatos: un cambio de vida

Carlos Luis Rodríguez es de los que piensa que los gatos escogen a sus dueños, no al revés. Probablemente nunca se tendrá la certeza de esa afirmación; sin embargo, lo que es cierto es que una vez que Karina, Martha y Carlos se toparon con esos gatos entrañables que ahora forman parte de su vida, sin buscarlo, encontraron a miembros de su familia. Aprendieron a conocerlos, a entender sus rutinas, a respetar sus espacios y sobre todo, a amarlos, aceptando todos los retos y la responsabilidad que conlleva adoptarlos.

Con Frida, por ejemplo, Carlos Luis descubrió que los gatos también sufren de asma y que, tal y como ocurre con las personas, requieren de tratamiento, atención y cuidados especiales. Debido al asma felina, Frida debe mantener una dieta especial y usar un tipo de arena con menos polvo que no agrave su condición. Al principio fue retador, pero Carlos asegura que ya se ha convertido en todo un experto, apoyado en los conocimientos que ha adquirido de su médico veterinario de confianza.

Bomba de Frida
Carlos Luis sosteniendo la bomba de Frida, parte del tratamiento que debe recibir para el asma felina | Foto: Mauricio Villarreal

Así como los retos nunca faltan, las despedidas tampoco. Karina ya ha experimentado lo que supone perder a uno de estos compañeros. No es un camino fácil, la tristeza y el sentimiento de vacío puede asustar mucho, pero siempre hay espacio, intenciones y ternura para seguir compartiendo con nuevos mininos, especialmente los que corren peligro en las calles y están en busca de un hogar donde les den el amor y el cobijo que no tienen. Además, el recuerdo de los gatos que ya no están nunca desaparece. No por completo.

Zacha, la primera gata de Karina y con la que convivió durante 13 años, murió hace cinco. Su pérdida la afectó mucho, pero su presencia se mantiene viva en su recuerdo y en casa, donde atesoran sus restos, hechos cenizas, en una cajita de madera identificada con su nombre.

Restos de Zacha, la primera gata de Karina
Restos de Zacha, la primera gata de Karina | Foto: Mauricio Villarreal

La partida de Zacha fue dolorosa, pero le dio paso a la llegada de Mía, juguetona por naturaleza. El amor seguía fluyendo en ese hogar. Y esa es precisamente la premisa de Carlos Luis ante la pérdida y la eventual despedida de estos miembros peludos de la familia. Para él, lo mejor que podría hacer cuando sus gatos ya no estén, es honrarlos y seguir insistiendo en tener otros gatos, darles la oportunidad de crecer junto a él y vivir una vida donde no falten los cuidados, el compromiso y el amor.

“Mucha gente se apega tanto a sus animales y a sus afectos que el golpe es tan grande cuando los pierden, que prefieren no pasar de nuevo por eso. Pero allí discrepo un poco y creo que hay que seguir dándose la oportunidad no solamente por ellos, sino porque yo creo que uno es capaz de hacer una diferencia en la vida de estos animales”, enfatiza Carlos.

Pinturas
Carlos Luis sosteniendo unos retratos de Nina y Frida | Foto: Mauricio Villarreal

Amar la divinidad gatuna

El amor por los gatos tiene sus propios orígenes en el Antiguo Egipto. Se veneraban sus atributos y se les asociaba sobre todo con protección, ya que al pertenecer a la familia de los felinos se asemejaban directamente con el león, al que los egipcios consideraban como el dios del sol, Ra. Sin embargo, la figura del gato alcanzó su máxima influencia cuando se lo consideró la encarnación de la diosa Bastet, que representaba el amor, la armonía y la protección.

Carlos Luis, Karina y Martha han trasladado esta admiración al presente. Todos manejan su propia forma de veneración a través del amor, el respeto, la compañía y el entendimiento que se establece con la convivencia.

Mía, uno de los gatos de Karina
Mía, la gata de Karina | Foto: Mauricio Villarreal

“Lo que más me hace feliz de compartir con ellos es que tenemos un lenguaje en el que nos conocemos muy bien. Saben que si no me siento bien, se acercan de tal o cual manera; saben que si estoy fastidiado o con mucho estrés, se comportan de otra manera. Esta idea de animales de soporte emocional la confirmo al 100 %, de verdad sí hay un gran conocimiento de su humano”, resalta Carlos.

En el caso de Karina, cuando era niña siempre quiso tener un perro o un gato, pero no la dejaban. Fue su mamá quien llevó a Zacha a su casa, pero no para que se quedara, sino para dársela a un amigo. En ese momento una Karina, ya adulta, se empeñó en que la gata se quedara y así fue. Asegura que esa decisión cambió su vida. Ahora no se ve sin un gato, con Zacha dio el primer paso y la historia continúa. “Te enseñan sobre el amor incondicional, a cómo respetarlos y descifrarlos, porque ningún gato se parece a otro, son extremadamente curiosos y divertidos”, detalla Karina.

Intuitivos, inteligentes, cariñosos, curiosos, increíbles, juguetones, dormilones. Para estos dueños sus gatos son criaturas entrañables que llegaron para cambiarles la vida; ganaron compañía, enseñanzas, amor, lealtad y unos cuantos rasguños, de vez en cuando. Pero sobre todo, se ganaron a la que consideran como la mejor mascota que alguien puede tener. Y aunque el tiempo pase y las despedidas lleguen, de forma inevitable, el recuerdo de lo vivido y la experiencia compartida se mantendrán. A veces en fotografías y otras veces en la piel, estampado de forma permanente para que los acompañe por siempre.

Tatuaje de Carlos Luis
Tatuaje de Carlos Luis Rodríguez | Foto: Mauricio Villarreal.

“No trataría de convencer a nadie de que tenga un gato. El gato definitivamente va a llegar a ti“.

-Carlos Luis Rodríguez.

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