• Alejandro Capote, miembro de los palmeros de Chacao, explicó a El Diario la importancia cultural y ecológica que tiene la tradición de 246 años de antigüedad. También los preparativos para la subida tras dos años de interrupción por la pandemia. Mientras tanto, en la Sala Cabrujas se realiza una exposición fotográfica que rinde tributo a su legado histórico

La primera vez que Alejandro Capote se internó en el cerro el Ávila para recoger palma, tenía 10 años de edad. Como muchos dentro de la cofradía, fue iniciado por su familia, en una tradición que ha pasado de generación en generación entre los habitantes del este de Caracas. 58 años después, Capote mantiene viva la tradición de los palmeros de Chacao en cada Semana Santa, volviendo al corazón de la montaña.

Como uno de los voceros de la Asociación Civil Palmeros de Chacao, Capote cuenta a El Diario que sus más de 100 de miembros han hecho de esta costumbre un modo de vida, al punto de afirmar que por sus venas corre más savia que sangre. La tradición de la Palma Bendita ha quedado intrínsecamente ligada a los ritos de la semana mayor caraqueña. Casi como la visita a los siete templos o las procesiones del Nazareno de San Pablo. Las hojas de palma se llevan el Domingo de Ramos a la iglesia San José de Chacao, donde son bendecidas y repartidas entre los feligreses para elaborar cruces. Algo que, con el tiempo, se recreó con otros tipos de palmas en todas las iglesias capitalinas. 

Exposición fotos palmeros chacao
Ajelandro Capote. Foto: Abrahan David Moncada

En honor al legado cultural que sostiene esta tradición, la Alcaldía de Chacao inauguró el 29 de marzo de 2022 la exposición fotográfica Palmeros de Siempre, Chacao Presente, en la Sala Cabrujas de Los Palos Grandes. Allí se recoge el trabajo de varios fotógrafos que documentaron las bajadas de los palmeros y su paso a través de las décadas. Cuenta con imágenes de Félix Espinoza, Leonardo Villarino, Ricardo Leizola, Jorge Luis Salas, entre otros. También con fotos de archivos familiares y del fotógrafo Luis Reyes, palmero mayor, quien registró la memoria histórica del grupo. Tras su muerte en 2020, su hijo, Luis Reyes, fue el encargado de organizar esta edición de la muestra.

De acuerdo con Cultura Chacao, la muestra está dedicada a Pedro Póveda, quien también fue un reconocido fotógrafo de la tradición. En las imágenes que cubren los exteriores de la sala, destaca también la de Ramón Delgado, quien lideró por muchos años la directiva de palmeros mayores, y falleció el 17 de abril de 2021. En vida fue su principal promotor como manifestación cultural mirandina, logrando incluso su reconocimiento como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2019.

Retomando el viaje

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Foto: Abrahan David Moncada

La Tradición de la Palma nació en el año 1776, cuando una epidemia de fiebre amarilla azotó el Valle de Caracas. En el pueblo de San José de Chacao, el párroco José Antonio García Mohedano (luego famoso por introducir el cultivo del café en la región) aprovechó la víspera del Domingo de Ramos para evocar el pasaje bíblico donde Jesucristo entra a Jerusalén y es recibido con hojas de palma. Por petición suya, los dueños de las haciendas vecinas enviaron a sus peones al Ávila para recoger la planta y bendecirla a cambio del fin de la enfermedad. Sorprendemente, los casos se redujeron en la zona, lo que hizo que la tradición permaneciera como un acto de fe. Desde entonces, los palmeros de Chacao han seguido esta costumbre por 246 años. Quizás con algunas épocas de decadencia, pero nunca desapareciendo del todo.

Este año la recolección tiene una connotación especial. Los palmeros volverán a la montaña tras dos años de interrupción por la pandemia de covid-19. En el año 2020, la cuarentena obligó a suspender todos los eventos religiosos. Posteriormente, en 2021, aunque no subieron al cerro, lograron cumplir la tarea. Capote señala que, al igual que el padre Mohedano, salieron en plena emergencia sanitaria a recoger las palmas, solo que esta vez no de los árboles, sino entre los propios habitantes del municipio.

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Foto: Abrahan David Moncada

“Nuestro secretario de organización, Richard Delgado, muy inteligentemente dijo que la palma seca no se vence, por lo que en ese momento fuimos a buscar palmas a las familias, casa por casa, e hicimos cruces pequeñitas. Y el Domingo de Ramos salimos a repartirlas a los vecinos de Chacao para que no quedara ausente la tradición”, relata.

Antes de la pandemia, Capote solo recuerda otro episodio en el que tampoco pudieron hacer su acostumbrado viaje. En 2010, un fuerte incendio forestal afectó al Waraira Repano, por lo que Inparques no les dio permiso de subir, en resguardo de la vegetación y sus vidas. Cuenta que, para poder abastecer a las iglesias, fueron a las poblaciones de Salmerón y Cúpira, estado Miranda, y recolectaron palmas corozo con los habitantes locales. Precisamente este año, ya con el coronavirus bajo control, un nuevo incendio amenaza sus planes. El palmero afirma que gracias a la acción de los bomberos sofocando el fuego, los preparativos continúan su curso hasta ahora. Eso sí, redoblando precauciones.

Palmas clandestinas

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Ramón Delgado. Foto: Abrahan David Moncada

Al entrar a la exposición en la Sala Cabrujas, uno de los primeros pendones posee una foto de Ramón Delgado. Junto a Matías Reyes, impulsó el rescate de la Tradición de la Palma durante los años cincuenta, dándole a los palmeros su forma y organización actual. Sin embargo, con la declaración del Ávila como parque nacional en 1958, su labor se complicó debido a las restricciones ambientales. 

De hecho, durante gran parte de los años sesenta los palmeros operaron de manera clandestina, subiendo a escondidas a recoger las hojas sagradas. Su vocero asegura que para eso contaron con la complicidad del guardabosques Sabas Nieves, reconocido por su labor en la reforestación del Ávila. Él era el cuidador de la zona conocida como Loma Serrano, y que hoy lleva su nombre. “Las palmas aparecían el domingo en las iglesias y la gente no sabía cómo”, comenta Capote.

Cita además otro episodio en el que la tradición de los palmeros estuvo en peligro. Al igual que 2010 y 2020, tampoco pudieron hacer su ruta. Alrededor del año 2001, el fiscal Danilo Anderson ordenó restringir el acceso de los palmeros al Ávila, por considerar que habían cometido varios delitos ambientales. Esta situación hizo que el Instituto Nacional de Parques (Inparques) les negara repetidamente los permisos. A esto se sumó las fricciones por la situación política del país, y los choques con el entonces alcalde de Chacao, Leopoldo López. “A cada momento (Anderson) nos levantaba un expediente. Que si por la fogata, por beber licor, por cargar un encendedor. Por miles de cosas”, apunta.

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Foto: Abrahan David Moncada

Finalmente, Anderson introdujo una demanda para prohibir la extracción de la palma del parque nacional. El juicio estuvo a cargo de la jueza Mónica Fernández, mientras que Delgado y los palmeros mayores defendieron su valor cultural sin provocar daño ecológico. “Cuando le tocó a Danilo, nosotros hasta lloramos. Aquí estamos fritos, dijimos al ver su exposición con la parte legal y técnica sobre el impacto que tiene en el Ávila”, rememora Capote. Al final, Fernández falló a favor de los palmeros, aunque anotando las observaciones del fallecido fiscal para frenar algunas malas prácticas.

Capote señala que hasta la actualidad, las medidas cautelares dictadas por la jueza Fernández siguen vigentes. Es decir, cada infracción cometida levanta un expediente que pasa por tribunales, con responsabilidades también para la Alcaldía, al haber quedado en ese momento como su garante. También desde ese momento, Inparques supervisa y regula las actividades de la romería, asegurándose de que cumplan las normas ambientales.

Cuidado ambiental

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Foto: Abrahan David Moncada

Las medidas cautelares impuestas a los palmeros hoy forman parte de su esencia. Más que una restricción, reconocen que son necesarias para la preservación del ambiente y el buen comportamiento de quienes se internan en la montaña. Entre esas medidas hay lineamientos básicos, como no encender fogatas ni subir con yesqueros o bebidas alcohólicas. Tampoco se permiten cámaras ni equipos de filmación, a menos que cuenten con el permiso de Inparques.

Otra medida aplicada fue prohibir a menores de 12 años de edad cubrir la ruta de los palmeros. Esto con el fin de protegerlos de los peligros de intemperie, a pesar de que sus miembros más antiguos prácticamente se criaron en su bosque, como el propio Capote. A raíz de esta medida, se creó la organización Palmeritos de Chacao, la cual tiene como fin enseñar a la próxima generación las costumbres de sus ancestros, pero de manera segura. También cuenta con un componente de educación ambiental, que busca mantener la armonía entre la tradición y el cuidado del medio ambiente.

“Ahí se les explica y se les va enseñando la conservación biológica y ecológica de la montaña, el cuidado de las cuencas, la fauna y flora, que es muy frágil. Enseñarles que no van a ser palmeros para buscar esas palmas como hacíamos los grandes, sino para protegerlas junto a la montaña”, apunta Capote.

Acota que Inparques también debe aprobar todas las directrices que los palmeros deben seguir. Desde la lista de voluntarios que subirán la montaña, hasta cuántas hojas de palma tienen permitido recoger. Por ejemplo, en 2019, la orden fue de podar solo 500 hojas, cuando lo habitual cada año era de entre 600 y 700. Cabe destacar que los palmeros solo podan las hojas de la planta, sin cortar el tallo y tratando de causarle el menor daño posible. Igualmente, cuentan con la colaboración de un equipo de biólogos que los asesora sobre el estado de los especímenes para permitir su recuperación exitosa. 

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Foto: Abrahan David Moncada

Palma única

Las palmas que se reparten en Chacao son diferentes a las de cualquier otra iglesia de Caracas. Capote explica que los palmeros recogen una especie muy particular: Ceroxylon ceriferum, también conocida como palma de cera o ramo bendito. Solo crece en Venezuela, en la cordillera de la costa. Pueden alcanzar hasta los 25 metros de altura, y debe su nombre a la capa de cera que recubre su tallo. Una sola palma puede producir entre 8 y 12 hojas.

Un atributo especial de este tipo de palma es que solo crece en altitudes mayores a los 1.000 metros sobre el nivel del mar. Esto hace extremadamente difícil su cultivo, a pesar de que los palmeros y el Jardín Botánico de Caracas cuentan con dos viveros para su reproducción. Uno en la urbanización La Castellana, y otro precisamente en el Ávila, único sitio donde pueden prosperar.

En este sentido, Capote destaca la labor del principal sembrador de palmas del Ávila. Se trata del tucán pico de frasco esmeralda (Aulacorhynchus sulcatus), también autóctono de Venezuela y única especie de tucán de la región Costa Montaña. Esta ave se alimenta de los frutos de la palma y posteriormente regurgita su semilla, lo que le convierte en un diseminador natural bastante eficaz. Por su papel tan importante, el tucancito verde no solo es el símbolo de los palmeros, sino también fue declarado como ave emblemática del municipio Chacao.

Preparando el camino

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Foto: Abrahan David Moncada

Aunque la tradición dicta que la jornada de los palmeros comienza el Viernes de Concilio, en realidad su tiempo es marcado por Inparques. Generalmente se les permite un plazo de 48 horas para pernoctar en la montaña, por lo que los voluntarios deben trabajar sin pausa para cumplir la meta de hojas antes de bajar el sábado. Para este año, los palmeros fueron autorizados para subir a partir de las 12:00 am del jueves 7 de abril de 2022. Capote acota que desde la noche del miércoles estuvieron en la entrada de Sabas Nieves, para no perder ni un minuto.

El palmero explica que a lo largo del jueves subirán varios grupos, dependiendo de su disponibilidad de horarios. Generalmente todos llegan a El Hormiguero, que es el primer campamento después de la estación de guardabosques de Sabas Nieves I. De allí, se dividen en grupos de entre 10 y 15 personas, que se distribuyen en otros campamentos en Quebrada Pajaritos o No te apures. Precisamente uno de los puntos más icónicos, que es la Cueva de los Palmeros, actualmente está restringida por Inparques. Esto para darle tiempo de recuperarse del desgaste sufrido por años de actividad humana. Agrega que también hay parcelas de palmas que, por su fragilidad, no pueden ser podadas temporalmente y están acordonadas. 

Afirma que al llegar al campamento, apenas si tienen tiempo para dejar sus cosas cuando ya toca internarse en el bosque nuevamente a trabajar. Una tarea ardua, en la que solo descansan para comer o dormir. Capote relata que muchas veces los palmeros mayores los reúnen para rezar y pasar la noche conectados con la naturaleza. “Esa montaña tiene una magia allí adentro que es impresionante. Uno siente esa vibra, esa energía, sin exagerar”, señala.

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Foto: Abrahan David Moncada

Para agilizar el proceso, los palmeros suelen dividirse en dos labores: podadores y recolectores. Mientras los primeros deben subir los enormes tallos para cortar las hojas, los segundos se encargan de llevarlas hasta el punto donde será su bajada. De esto se encargan mayormente los palmeros de más edad, a los que el paso de los años les dificulta trepar y hacer senderismo como antes. Ellos permanecen en un campamento al que jocosamente llaman “El plan de los elefantes”, cerca de la quebrada Chacaíto. Este año Capote reconoce entre risas que se unirá a ese grupo. Prefiere eso a retirarse. “Yo soy hipertenso y me dio un ACV (accidente cerebrovascular), pero no he dejado mi tradición. Yo subo la montaña”, desafía.

Igualmente, en el caso de los palmeritos, por ley no pueden hacer el camino de reventones, como llaman a la empinada cuesta por la que van los adultos. En cambio, suben por el teleférico y acampan en un espacio cerca del hotel Humboldt.

La montaña ha cambiado

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Foto: Abrahan David Moncada

Aunque aclara que no es científico de profesión, los 58 años que Capote tiene caminando por las venas del Waraira Repano lo hacen un perfecto conocedor de la montaña. Y todo ese tiempo ha visto la huella que el crecimiento demográfico de la capital y el cambio climático lentamente dejan sobre su ecosistema. Por ejemplo, cuenta que unas décadas atrás, la temperatura, incluso en los niveles bajos, podía llegar hasta los 4 grados centígrados cuando anochecía. Hoy es completamente diferente.

“A Caracas entraban vientos húmedos. Empezó la construcción de urbanizaciones en Guarenas-Guatire, donde hubo deforestación, tumbaron bosques. Los vientos entraban a Caracas por ese callejón, y eso disminuyó mucho con la explosión demográfica. Y eso genera un impacto negativo, las plantas no tienen energía, no producen lo que necesitan para nutrirse. Por eso hay tanta fragilidad”, dice.

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Foto: Abrahan David Moncada

Los incendios constantes son otro fenómeno que en los últimos años ha tenido un fuerte impacto en el parque nacional. Muchos biólogos y guardabosques sospechan que, en su mayoría, tienen un origen humano, bien sea por negligencia de algunos campistas, o provocados deliberadamente. Capote señala que la principal consecuencia de esto es un cambio en la vegetación endémica, así como que los animales son ahuyentados hacia los estratos más altos (algo también causado por la presencia cada vez mayor de personas). Polinizadores como mariposas y aves han ido desplazándose de su hábitat, dificultando la reproducción de la flora.

Además de todos estos factores, el palmero suma el daño a los ríos y quebradas que surcan el Ávila. Toda vida depende del agua, y la contaminación o reducción de los cauces podría en un futuro comprometer el ya delicado equilibrio ecológico del parque. Teme que, de mantenerse esta tendencia, la palma bendita se vea en peligro y no puedan recolectarla más. De allí el enfoque ambientalista con el que se forma a la próxima generación de palmeros. 

Patrimonio presente

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Foto: Abrahan David Moncada

La directora de Turismo y Comunidad de Cultura Chacao, Silvia Gómez, declara a El Diario que al momento de considerar a los palmeros como patrimonio cultural inmaterial, los representantes de la Unesco solo tardaron un par de minutos en deliberar. El Programa Biocultural para la Salvaguardia de la Tradición de la Palma Bendita en Venezuela ganó su certificado no solo por su valor antropológico, sino por la forma en que involucra a las comunidades, teniendo en su expediente todo un árbol genealógico de las familias que históricamente han poblado el municipio y formado la cofradía.

Gómez destaca también su lado educativo. Precisamente la labor de su rama de palmeritos para enseñar a cuidar los ríos y la montaña. Al respecto, indica que como parte de la exposición, se proyectaron videos sobre la historia de los palmeros y su proclamación por la Unesco en las escuelas municipales Andrés Bello, Carlos Soublette y Juan de Dios Guanche. Indicó que espera en próximas ediciones convertirla en una muestra itinerante, que se presente en otros espacios.

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Foto: Abrahan David Moncada

Desde la Sala Cabrujas, las imágenes del pasado conviven con otras más contemporáneas. En todas se mantiene el mismo espíritu: los rostros sudorosos de cada generación, con sus espaldas cargadas con largos racimos caminando en procesión por las avenidas. El contraste entre la tradición ancestral y la incesante modernización del municipio. El pueblito de San José de Chacao pasó de haciendas cafetaleras a casonas europeas, y ahora se llena de centros comerciales y residencias lujosas. Pero en todas sus versiones, los palmeros siguen allí.

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