• La cantante venezolana acaba de firmar con la disquera Hecho A Mano, de Ricardo Montaner. Estuvo nominada en 2018 a los Latin Grammy. Tiene un nuevo disco por estrenar. También es conocida por escribir para cantantes como Thalía

En noviembre de 2018 Claudia Prieto caminaba por Las Vegas sobre las alfombras rojas. Tenía poco tiempo de haberse mudado a Estados Unidos, pero ya su nombre figuraba en uno de los premios más importantes de la industria musical: los Latin Grammy.

Estaba ahí, en la lista de nominados junto con figuras que escuchaba constantemente cuando vivía en Maracaibo. Ese año compitió en dos categorías. Para Mejor Nuevo Artista, la joven venezolana estaba entre nombres como Ángela Aguilar y Christian Nodal, en un renglón al que se le suele poner especial atención por lo que promete, y que al final se llevó Karol G.

Además, su EP Compositores compitió como Mejor Álbum de Cantautor, al que también aspiraban obras como Soy yo, de Kany García, y Salvavidas de hielo, de Jorge Drexler, quien recibió el gramófono.

Claudia Prieto: “Deseo ser una cantautora de este siglo”

Ese disco es el que tiene hasta ahora su canción más popular: “Extranjera”, que en Spotify suma 4,9 millones de reproducciones. Pero más allá de ese tema, Claudia Prieto tiene un catálogo que afianza una vida en la que la música es convicción.

Pero en ese camino por lograr más de lo andado, también ha formado parte del equipo de escritores para otros artistas. “Quién dijo miedo” es popular por las voces de Sharlene y Mike Bahía, así como “Estoy soltera” en las de Leslie Shaw, Thalía y Farina o “Me vuelvo loco” en las de CNCO y Abraham Mateo.

Ahora, Claudia Prieto aguarda por el momento para mostrar  lo que ha preparado desde hace tiempo, la música con la que se reencuentra consigo misma, sin menospreciar la experiencia de las sesiones para otros, pero con la consciencia de amalgamar con base en los principios de sus primeros impulsos.

—¿Desde cuándo no viene al país, específicamente a Maracaibo?

—Desde 2016.

—Ese fue el año en el que se mudó Estados Unidos

—Sí, me vine en julio de 2016. Me acuerdo porque compré el pasaje para el día 7. Me gusta ese número.

—Le gusta el número 7…

—Sí. Nací un día 7, cuando faltaban 7 minutos para la 7.

—Y tal vez han ocurrido cosas importantes los días 7

—Más bien se trata de buscar un sentido. No me han pasado cosas. Si uno busca, lo encuentra en todas partes. Se trata de poner la atención, de elegir. No es que el número 7 está ahí, sino que yo estoy para el 7. Es una forma de decirlo.

—A finales de marzo cantó en Miami. Habían pasado tres años sin presentar su música al público. Claro, se unió también la pandemia. ¿Cómo vivió la experiencia?

—Se sintió todo nuevo otra vez. Me llenó de mucha emoción. Ensayé demasiado para que quedara hermoso. Uno puede escribir para otros proyectos, pero ocurre otra cosa cuando uno canta sus propios temas. Además, me alegran las canciones que vienen. Creo que las personas no las esperan.

—¿En qué sentido no las esperan?

—Es una evolución. Trato de escribir lo que me está pasando. Esas canciones no dejan de ser así. He cambiado, he crecido. Hay una actualización de mi vida, de lo que pienso y de mis formas de hablar. Se trata de jugar con otros ritmos e instrumentos con los que no había experimentado. Empujar el límite y expandir horizontes.

—¿Qué instrumentos nos pueden sorprender?

—Una de las cosas que más me gusta es la mezcla entre instrumentos tradicionales, como la guitarra española, con todo lo electrónico. Sigue siendo cantautor, no se aleja de mí. Por ejemplo, me gusta mucho Ed Sheeran, que es cantautor, al igual que yo. Él puede jugar con varios sonidos, pero sigue sonando a cantautor, uno del siglo XXI. Eso es lo que yo quiero. Deseo ser una cantautora de este siglo, con los sonidos de estos tiempos, pero con mis letras.

—En una entrevista con Luis Chataing en 2021 comentó que estaba en un proceso de reestructuración

—Llevo en ese proceso desde que nací. (Ríe). Preparo canciones desde hace mucho tiempo. Cuando hablamos tú y yo hablamos en los Latin Grammy, ya tenía escritas canciones de las que van a salir. Pero ha demorado ponerlas en el estudio y armarlas. Me tomó tiempo porque en el camino voy encontrando los elementos. Así me pasó con el primer disco. Tenían tiempo escritas. Pasó de la mejor manera. Me dejo llevar por lo que me va diciendo la vida. Si quisiera forzar las cosas, sin sentir que están en su mejor expresión, ya las hubiera sacado. Pero tal vez no llegarán al corazón de la gente como deberían.

—¿Cómo se definiría en este momento en el que está a punto de estrenar nuevas canciones?

—Se me ocurre la palabra curiosidad. En mis canciones siempre está ese elemento. Me pregunto muchas cosas sobre lo que ocurre a mi alrededor. Eso no lo he perdido. Entonces, hablo de asuntos muy míos. No solo es amor o desamor, sino de la humanidad, elementos sobre los que todos nos preguntamos. Cuando estaba chiquita, me preguntaba la razón por la que siempre se hablaba de amor o desamor. En realidad, tratar otras cosas es más difícil. El amor y el desamor se sienten intensamente, pero, por ejemplo, escribir sobre el color de las paredes, o cualquier cosa banal, es más arduo. Tienes que sacar de la nada un sentimiento y tratar de forzarlo un poco más. Eso siempre me llamó la atención. Cuando escribí “Extranjera”, “Pedro” o “Compositores” traté de poner palabras a una conversación que no es tan sentimental, sino más intelectual. Eso lo conservo en este disco. Claro, tengo canciones de amor porque soy un ser humano que ama, siente, sufre y llora. Sin embargo, me gusta esa variedad.

—Luego del Latin Grammy empezamos a ver la etapa de escribir para otros cantantes. No sé si fue un proceso en el que tuvo que ver la nominación

—Todo pasó al mismo tiempo. Yo hacía música, pero no era parte de la industria musical. No conocía a nadie. Cuando me nominaron, conocí a las disqueras. Empecé a hablar sobre mi proyecto con la ilusión de que me firmaran. Sin embargo, todo se fue redirigiendo hacia otro lado. Me invitaron para escribir para otros. Ya tenía amigos que lo hacían, y veía que les iba bien. Lo vi como algo nuevo, así que lo intenté. Me dije que era una forma de conocer la industria, ver qué pasa tras bastidores, de rodearme de productores y compositores, tener calle en el mundo musical. Mientras, iba reestructurando lo mío. Fue una experiencia que me dejó mucho porque la composición es algo que se entrena. He escrito desde siempre, pero es diferente cuando entiendes que un coro funcionará porque a la gente se le va a pegar, o que algunas líneas son ideales para que las interprete determinado artista. Pero llegó un momento en el que me saturé. Sentí que me estaba quedando sin mis palabras. Hay un momento en el que debes desaprender. Te enseñan muchas reglas y hay un momento en el que dices ya basta. Recuerdas que antes escribías sin reglas, desde el corazón, y esas letras también conectaron. Entonces, retomé ese proceso de vincularme con las letras de siempre, sin tantas pretensiones, sin la presión de que peguen o no. Ese conocimiento que llegó a mí, tampoco lo puedo ignorar. Ya me cambió. Esa vocecita siempre está y mis letras van más allá. Eso es genial.

—¿Cuáles son esas reglas que intentó desaprender?

—La industria comercial tiene un objetivo claro: que le guste a la mayor cantidad de gente posible. Eso es interesante. Socialmente, estamos acostumbrados a un sonido, a una forma de hablar. Dentro de ese círculo, hay mucho miedo de salirse de esas normas. Existe el temor a lo que suene muy intelectual, inocente o loco. Pero yo soy la de las ideas locas. Tuve que guardar eso para luego comprender que es un superpoder que no puedo archivar todo el tiempo. Es mi bandera y tengo que defenderla. De pronto hay gente que no lo entenderá, pero tal vez haga una canción muy diferente, y cambien las tendencias. Para mí es divertido. No se trata solo de tener un tema pegado, sino de ser uno mismo. Empujar las barreras de lo que se espera.

—¿Quién fue el primer artista para el que escribió una canción?

—En la primera sesión de composición salió un tema muy loco. Creo que me dejaron de invitar a sesiones durante tres meses. Era un tema sobre una abuelita. No sé la razón por la que la escribí. Ahora bien, la primera persona que cantó una canción mía fue Sharlene. Después vinieron Abraham Mateo, CNCO, Thalía y muchos más. Hay temas que no han salido. Puede ser que se estrene una canción con tal artista, que no voy a decir nombre. Pero eso no está bajo mi control. Depende de la disquera. Solo se ha estrenado 1% de mis canciones como autora.

—Imagino también que toda esa experiencia hizo que superara cualquier prejuicio hacia algún género

—Totalmente. Yo antes tenía mucho recelo hacia todo lo urbano y otros géneros. Eran tonterías. La música es música. Es bella. Todo tiene su momento y sentido. No vas a escuchar a Andrea Bocelli en una fiesta. (Ríe). Antes criticaba. ¿Por qué? Si es una música sabrosísima. De pronto, si puedo preguntar por qué no emplear mejores letras, dar otros mensajes. Eso es lo que he intentado con mis canciones en esos géneros. En el mercado americano han tomado el denbow con letras increíbles. Uno tiene que aprender a no quejarse, más bien poner las manos en la masa y hacer lo que mejor se pueda.

—¿Qué le diría a un joven que no solo incursione en la ejecución de un instrumento o en el canto, sino que también desee componer porque ve en esa posibilidad una forma de adentrarse en la industria?

—Que no importa si está en Barinas, Argentina o Hawái, una buena canción trasciende todo. Tienes que moverla. Si no conoces a nadie, súbela a Youtube o compártela en Instagram. Estamos en un mundo globalizado. Una buena canción te puede cambiar la vida. El poder de la composición es hermoso e increíble, pero es muy importante cuidar la inspiración. Tratar de hacerlo de la manera más genuina posible, así como aprender de otros artistas. Es sustancial llenarse de buena música, así como tener paciencia y salud mental. Meditar. Es una carrera lenta. Hay que llenarse de tranquilidad. (Ríe).

—¿Cuál fue la buena canción que le cambió la vida?

—Creo que todavía no ha llegado. He escrito varias muy buenas, pero la sigo buscando todos los días. Tal vez la hice y no me he dado cuenta, “Extranjera” no tenía disquera ni promoción, pero ha logrado buenos números en Spotify. Pasó lo de los Latin Grammy. Siento que la amo demasiado, pero creo que vienen más. Es una hija que se graduó, pero necesito más hijos para enviarlos al colegio y que tengan más ideas para que lleguen un poco más lejos. (Ríe).

—En una entrevista reciente en la cuenta de Instagram de Guataca habló sobre lo importante de hacer buena música. ¿Cómo define la buena música?

—Una buena música es una canción que no te cansa, que cuando la escuches, siempre te sorprenda. Es aquella que cuando piensas en otra cosa, te abre la mente y las emociones. Esa gente que llora cuando de repente escucha una canción. Bueno, eso es un poder. Es belleza, es magia. Se trata de un superpoder que hay que regalarlo al mundo.

—Lo más reciente que hemos escuchado es “Qué dulce”, la canción con Jorge Cajías, que además la acompañó en el concierto de hace unas semanas

—Sí. Tiene como un año. En realidad, esa canción es de él, que me pidió que lo acompañara. Yo feliz porque la amo. Es especial porque siento que es otro mood para mi proyecto. La letra es bonita, es un tema relajarse. El video es una taza de café. Quizá a mí sola no se me hubiese ocurrido. Me abrió la mente.

https://youtu.be/KmUdZ2RoKsg

—¿Cuándo podremos escuchar lo nuevo?

—(Suspira). Como hace poco firmé con Hecho a Mano, todavía no definimos fechas. Todo eso está listo. Iba a estrenar el 18 de febrero, pero poco antes me escribieron para que no lo hiciera porque me querían firmar. (Ríe). No iba a decir que no. Es la disquera de Ricardo Montaner, a quien admiro un montón. Es un sueño que ellos vean algo en mí. Estoy muy emocionada. Por primera vez estoy en una disquera.

—Siento que las redes sociales han inundado de inmediatez. Un mensaje debe ser dado lo más rápido posible. Eso parece haber permeado a la música, y vemos canciones que en menos de un minuto dan todo. ¿Lo ve así? ¿Las redes sociales han cambiado la manera de hacer música?

—Sí, totalmente. Ahora todo el mundo pelea por la atención de todos. Te dicen que se debe hacer un coro que se quede pegado en la cabeza. Cuando uno entra en estudio con esas ideas, a veces la creatividad sale por la otra puerta. Cuando escribes una canción con el método tradicional porque te nace, no piensas en lo demás. Vas armando una sopa hasta que tenga sentido. Pero cuando entras al estudio con esas premisas obligadas, casi que te da miedo hablar. Es difícil. Pero todo cambia en la vida. Todo tiene sus momentos. La moda siempre vuelve. Hay ciclos.

—Seis años sin venir a Venezuela. ¿Qué vislumbra en un eventual regreso al país?

—Me encantaría ver a mi abuelita y a mi abuelito. Espero por mis papeles. Tengo visa de artista. Pero en lo que pueda viajar… Cada vez que abro el correo, espero que llegue la carta. Me encantaría cantar allá en un concierto bien hecho. Me llena de emoción ver a amigos como Lasso o Los Mesoneros cuando cantan allá. Debe sentirse distinto que cantar en otro lado. Uno tiene ese sentimiento sobre el país, nuestra gente, la raíz. Eso para mí es lindo. Algún día espero vivirlo.

—¿A qué cree que se deba esta nueva ola de artistas venezolanos que tienen éxito en el exterior?

—Bueno, así como en otros países, Venezuela tiene talentos increíbles. Además, poseemos una manera de ser muy poética. En Maracaibo, la forma de comunicarse, la forma de hacer comparaciones o chistes, es muy creativa. Tenemos mucho que decir en el mundo. Hay demasiado que contar. Muchas canciones de venezolanos le darán la vuelta al mundo. Estoy seguro de eso. Además, se han abierto muchos horizontes. Hemos conocido la industria internacional. Si estuviera en Maracaibo, no conocería a Sony. Aunque Ricardo Montaner es maracucho, si no estuviera aquí, tal vez no lo hubiera llegado a conocer porque él vive en Miami. Estamos abriendo el panorama, llenando el mundo de arepas y canciones nuevas. (Ríe).

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